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18.1 Haymitch

"Ya has hecho demasiado [1]"

Haymitch me advierte que debo confiar ciegamente en Johanna Mason, pero en lo único en lo que puedo pensar ahora es en la manera en la que me ha traicionado.

No sé qué camino estoy llevando porque sólo me dedico a correr lo más lejos posible de la mujer que está dándome caza. Me veo forzada a aumentar la velocidad de mis pasos cuando escucho como Finnick Odair se suma a la persecución, corriendo detrás de mí con su tridente firmemente asegurado en su mano derecha. Logro escabullirme entre un camino cubierto de lianas que los hace perder el equilibrio, continuo con mi camino deteniéndome hasta que estoy segura que los he perdido.

Necesito detenerme porque la herida en mi brazo sigue abierta y pierdo mucha sangre, siento un hormigueo que va del hombro hasta la punta de mis dedos por la cálida y espesa sangre que toca mi piel irritada. Mis ojos amenazan con cerrarse, sin embargo me niego a hacerlo no sin antes encontrar a Peeta.

La promesa que le he hecho a Katniss de llevar a Peeta a casa es un peso demasiado grande sobre mis hombros, no sé qué ha pasado con él porque esta misma noche lo he perdido al ir con Johanna a la playa en busca de un plan para terminar con los tributos del distrito dos. Intento buscarlo, pero sé que si Johanna y Finnick me encuentran estaré perdida.

Pronto el hormigueo de mi brazo desaparece y ya no puede sentir nada, es como si aquella extremidad faltase en mi cuerpo. La miro de reojo y sé que el cuchillo de Johanna ha infectado la herida gracias a la purulencia que ha comenzado a formarse; me muerdo la lengua para no gritar por ayuda y sigo con mi camino.

Si no logro encontrar a Peeta nunca voy a perdonármelo, él es mi único motivo para estar aquí, le he prometido a Katniss llevarlo de vuelta al doce y no tendría sentido volver si no lo llevo conmigo.

Sé que en este momento Haymitch debe estar furioso, quizá porque sus personas de confianza acaban de darme la espalda o porque yo he sido lo suficientemente estúpida para internarme sola en la selva siendo perseguida por dos asesinos experimentados, no importa, como quiera que sea, porque Haymitch nunca estuvo de acuerdo en que asistiera a los juegos.

Katniss resulta embarazada ni bien terminamos la gira de la victoria, por lo que no he tenido otra opción más que ofrecerme para venir en su lugar. Aún recuerdo la cara de angustia de Haymitch al verme dar un paso hacia el frente pidiendo se me diera la oportunidad de volver a competir en los juegos, él intentó hacer lo mismo, sin embargo no pudo porque el disparo que recibió hace ya algunas semanas de parte de uno de los agentes de la paz del distrito le impidió ofrecerse como tributo. Pero, incluso si Haymitch no estuviese herido sé que Peeta no lo hubiese dejado volver a la arena simplemente porque así es él, Peeta intenta proteger a todos a costa de él mismo sin pensar en las repercusiones que pueda llegar a tener. Lo que sea que el panadero haga no importa, porque le he prometido a Katniss llevarlo de nuevo a su presencia sin importar lo que tenga que hacer.

Allá en el doce, Katniss me enseña a manejar su equipo de arquería. No practicamos a la vista de todos, sino que ella tiene un lugar especial en el bosque donde solía practicar con su padre antes de que este muriese en la explosión de las minas. Nos escabullimos cada noche al bosque hasta que supe al menos como sostener el arco y el cómo dirigir las flechas. No es suficiente porque en todo lo que el vasallaje ha durado no he sido capaz de matar a nadie con una de las pesadas flechas que cuelgan en el carcaj de mi hombro.

La voz de Finnick se escucha de pronto lo que me obliga a correr a pesar de que mis ojos comienzan a nublarse. Finnick me llama, me pide que deje de correr, que no me hará daño, pero no le creo, no cuando Johanna me ha enterrado un cuchillo en el brazo y ha estado siguiéndome desde hace ya una hora. Sigo corriendo hasta que resbalo con una liana y mi cuerpo impacta contra un tronco caído.

Pretendo levantarme, no obstante mi visión se vuelve cada vez más borrosa y mis piernas comienzan a temblar. Cuando menos lo espero Finnick ya está a mi lado, mirándome fijamente mientras clava su tridente en la arena y se agacha a mi lado. Sé que es mi fin y lo único que quiero es que me mate lo suficientemente rápido para no sentir el dolor. Me equivoco, porque en un momento Finnick coloca sus manos debajo de mi cuerpo y me levanta como si no pesara más que una pluma. Mis ojos se entrecierran y aun así logro ver a Johanna detrás de Finnick.

—De acuerdo, tenemos que irnos de aquí ahora—La escucho hablar. No sé qué está sucediendo, por lo que me remuevo en los brazos de Finnick pidiéndole que me libere. Él me pide que me calme y silencia mis quejidos susurrándome que todo estará bien— Haymitch no tardará en enviar el aerodeslizador

Mis sentidos saltan al escuchar el nombre de Haymitch salir de los labios de la mujer del siete, ambos saben lo que me afecta pensar en él y continúan con su camino ahora con Johanna cargando el tridente de Finnick y el equipo de arquería que me han quitado de la espalda. No confío en ellos, aun así, no hay nada que yo pueda hacer para zafarme de esto; intento pensar que, si ellos en verdad quisieran matarme ya lo hubieran hecho, lo que me hace tener un destello de esperanza al cual aferrarme.

Pasan los minutos y cuando estamos por llegar al gran árbol donde caen los rayos a media noche Finnick se detiene, se arrodilla con lentitud y maldice miles de veces. No sé lo que pasa pues Finnick me aparta de su pecho y le pide a Johanna que corte una parte de la tela de su traje. Es en ese instante en que observo entre puntos negros que Finnick estira mi brazo herido y luego mira su mono azul manchado de mi sangre. Suspiro luego de que la insensibilidad de mi brazo se transforme en un dolor inaguantable en cuestión de segundos.

—Esta vez te has pasado—Finnick le dice a Johanna—Tenías que sacarle el rastreador, no amputarle el brazo, maldición

—Tenía que actuar rápido, ¿Qué esperabas? Además, no todo fue mi culpa, ella se retorcía como una loca

Finnick gruñe con molestia hasta que Johanna le pasa el trapo y lo ata con fuerza a la herida de mi brazo. Grito, a lo que él me cubre los labios con su mano

—Está bien, tranquila, te sacaremos de aquí—Me susurra. Le miro, bañada en sudor, sangre y tierra

—Peeta, necesito encontrar a Peeta. Lo prometí

Finnick le dé una fugaz mirada a Johanna a lo que ésta responde con un pequeño quejido mientras hace girar su hacha entre sus manos. Finnick vuelve a mirarme antes de dirigirse a Johanna

—Quédate con ella, yo iré por el panadero

—No puedes ir sola —argumenta Finnick, acercándome a su pecho—Brutus y Enobaria ya deben haberse dado cuenta del plan, no es seguro que te alejes. Le prometimos a Haymitch que esperaríamos por él, ¿recuerdas? Recuperaríamos a los del doce y estaríamos justo a tiempo en el lugar acordado

—No podemos irnos sin Peeta, ¿entiendes? Él sigue teniendo el rastreador por lo que no es seguro que esperemos a que él mismo venga a nosotros, sería demasiado peligroso. Iré a buscarlo, le quitaré el rastreador y me aseguraré de que las cámaras sigan sin funcionar, entonces volveré aquí y podremos irnos.

—Johanna...

—Tu encárgate de ella, yo estaré bien

Johanna Mason se aleja y a cambio Finnick me acomoda mejor en su regazo e intenta colocar otro trozo de tela sobre el que previamente me ha colocado. Él maldice de nuevo

—Joder, estás perdiendo mucha sangre

—Finnick, ¿Qué...?

—No, no hables—Me dice, presionando la herida con su mano izquierda—Si algo más te sucede créeme que Haymitch me matará

Logro soltar una pequeña sonrisa antes de que Finnick vuelva a abrazarme para ponerse de pie. Inmediatamente después se escucha cerca de nosotros una explosión y el cielo de la arena comienza a caerse a pedazos.

Son paneles luminosos que se tornan grisáceos ni bien tocan el piso. Finnick se queja en voz alta y corre hacia el deslizador que ha sobrevolado el área y aterriza junto a nosotros. Logro reconocer a Plutarch Heavensbee quien baja de la nave a trompicones, ayudando a Beetee –quien ha caído cerca de nuestra dirección a causa de la explosión- a subir al aerodeslizador. Finnick entra e inmediatamente después me deja sobre una camilla pegada a una de las paredes grisáceas del avión. Le tomo la mano cuando él está dispuesto a irse.

—No puedes dejarme aquí — le digo, con las pocas fuerzas que me quedan— Debo ayudarte a traer a los demás

Finnick me sonríe, acariciando mi cabello con lentitud

—No te preocupes por eso que yo me haré cargo. Traeré a Peeta y podrás cumplir tu promesa. Quédate aquí y descansa. Ya has hecho demasiado

No entiendo sus palabras, aun así, la debilidad de mi cuerpo me pide que me detenga, que descanse un momento antes de que desfallecer. Finnick se aleja entre explosiones y yo sólo puedo mirar hacia todos lados en pánico, escucho mi nombre y reconozco el rostro de Haymitch a mi lado antes de quedarme dormida.

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