TRANSILVANIA (CATEDRAL)
Quientos años antes...

Veía fijamente al ser que amaba frente a él, sus ojos eran rojos, su piel pálida y su cabello blanco. Estaba anonadado, y la culpa lo carcomía en esos instante que se dió cuenta que su hijo había muerto.

—¿Quién te transformó? —preguntó tratando de estar tranquilo. En realidad, estaba triste por no haber estado a su lado, y enojado consigo mismo. No perdonaría nunca su propia culpa, ni a su padre.

—Eso no importa Nam, lo importante es que estoy bien ¿No? —Namjoom asintió tragando sus lágrimas.

—Lo siento cariño —dijo acercándose a él y abrazándolo—. No estuve a tu lado cuando debí, pero créeme que lo hice para protegerlos, prometo que luego de todo esto te daré todos los bebés que quieras.

—Pero...

—Lo sé mi amor, se que fue duro que nuestro pequeño no sobreviviera. Pero prometo que la próxima será diferente.

Un nudo en la garganta impidió a Jin hablar, Namjoon había asumido la muerte de su bebé, y genuinamente se veía afectado y triste, aún más cuando lo vió llorar. Por alguna razón no quiso decir nada en ese momento.

Los siguientes días pasaron extraños. Namjoon desaparecía por horas y volvía. Iba y venía cubriendo su cuerpo con una capucha de tela para no ser visto, cada vez que estaban en casa, Nam cerraba las puertas y ventanas y siempre tenía a la mano una extraña especie de daga, que no soltaba nunca.

—¿Ya me dirás qué demonios sucede?

—No sé de qué hablas.

—Estas extraño Namjoom, no eres el mismo, parece cómo si fueras un fugitivo huyendo.

—No puedo decirte cariño, es por tu bien —dijo besando sus labios—. Hoy tengo que irme, pero prometo que pronto… nunca más nos separaremos ¿Si?, Estaremos juntos por siempre.

—¿Adónde vas?. Por favor Namjoon, dime algo.

—Te contaré todo al regresar ¿De acuerdo? —el vampiro asintió rendido, pues sabía que el híbrido no le diría absolutamente nada.

Esa fue la última noche que pasaron juntos, disfrutando de sus cuerpos en la cama de aquella pequeña casa en la catedral, la misma que solo era una fachada de Seokjin. A la mañana siguiente cuando su amado se fue, salió con sigilo. Caminó por las calles cubriendo su rostro y procurando no ser visto por nadie cuando entró a la casa de dos pisos.

Cerró la puerta con fuerza y echó llave a la misma.

—Su bebé ha estado tranquilo señor.

—Muchas gracias por cuidarlo, Félix.

—No hay de qué, es un niño maravilloso.

Se dirigió a la habitación de su bebé, cargándolo en brazos y acurrucando al pequeño bebé que al abrir los ojos tenían un color único, uno de ellos era amarillo, el otro era rojo. Solo a veces ambos ojos adquirían el color de sus ambas especies, pues su bebé era mitad vampiro y mitad híbrido dragón. Y ese era su más grande miedo, que lo lastimaran por ser diferente.

VALLE DE LA MUERTE.
Trescientos años antes...
Namjoom.

Era tarde, muy tarde. Por muchos años quiso evitar que eso pasara, había formado estratégicamente un ejército completo para enfrentarlo, para por fin ser libre. Pero de nada sirvió, en cuestión de minutos todos sus hombres yacían desparramados en el suelo,  desangrándose lentamente, y otros tirados en una muerte inmediata.

Su daga estaba empuñaba en su mano, todavía no iba a convertirse, no aún. Veía con atención los gestos del ser demoniaco frente a él, y por un momento odió llevar su misma sangre.

—Te dije que no me retaras, Nam —Keb se acercaba amenazante, con sus ojos tan negros como la misma oscuridad—. Hijo, lo hago por nosotros, para que tengamos juntos a todas las criaturas y dominarlas.

—¡No! Ese es tu plan, pero yo no quiero eso. Quiero que ardas en el infierno, padre.

—Hijo mío… estás confundido, solo es eso.

Keb trató de acercarse a su hijo, pero este retrocedió el doble de pasos de su progenitor, o más bien, su creador. Lo odiaba.

—¡No estoy confundido, maldición!, abandoné a mis amigos solo para que no los lastimaras —«Me alejé del amor de mi vida para que no le hicieras daño, no pude estar con él cuando nuestro hijo falleció», pensó, con sus recuerdos tristes haciéndose presente.

—Namjoon, Namjoon. Creí que eras inteligente hijo. ¿Qué más quieres? Solamente seremos tú y yo.

—No quiero nada de eso.

—¿Porqué? Tú no eres así, a penas hace unos años apoyabas mi idea de dominar el mundo.

—Pues ya no. Deberías tú también cambiar de opinión.

La risa de ultratumba del gran dragón se escuchó por todo el valle, las aves volaron desesperadas desde la copa de los árboles, el viento se detuvo, la tierra empezó a temblar con fuerza.

—¿Quién es?. Es por alguien ¿No?, estás enamorado y por eso no quieres hacerlo.

—Me has arrebatado todo, Keb. Ahora yo voy a destruirte.

Esa misma tarde todo el mundo se pausó. Ambos amigos se veían temerosos, ante ellos la imagen de Keb saliendo de las profundidades de la tierra.

Esa misma tarde Jin vió a su amado volver y pelear contra su padre, esa misma tarde fue la última vez que besó sus labios y Namjoom le pidió perdón. Seokjin lloró viéndolo morir ante sus ojos, su sangre dorada caía formando charcos del líquido.

Keb se deshizo de su cuerpo, absorbiendo a su propio hijo he impidiendo que Seokjin le diera santa sepultura al cuerpo de su amado. El secreto del humano que se había enamorado del hijo de Keb salió a la luz. El secreto de que dicho humano había sido convertido en vampiro, para obtener la inmortalidad y así pasar el resto de sus días a su lado, se supo. Pero era excluido el hecho del nacimiento de un bebé de ambos. Porque Seokjin sostenía que el bebé era suyo con una pueblerina que dió a luz y murió durante el parto, acontecimientos previos a su transformación y la de su hijo.

Esa misma tarde los líderes se encargaron de devolver a Keb a las profundidades de la tierra, condenando al dragón a las llamas eternas. Hoseok se había encargado de borrar la memoria de todos y cada uno, y borrar también de los recuerdos, al hijo de Jin. Los únicos que sabían de eso eran su padre y el mago.

Esa misma tarde Seokjin sintió su corazón dejar de latir por segunda vez.