capítulo 3
"La leyenda de los tres dragones"
Casi no había registro de que esa leyenda fuera verdad, por no decir que solo era considerada un mito o un cuento para niños. Los híbridos de dragón era un tema que se ponía en tela de juicio que verificar para saber si la mera existencia de ellos era verdadera.
Y esa leyenda realmente si era verdadera, tan verdadera como la tenebrosidad del castillo de Transilvania, el que era hogar de la descendencia de los tres dragones.
Luna.
Sol.
Tierra.
O mejor conocidos como: Ra, Iah y Keb.
Los tres dragones representaban la vitalidad de esos tres planetas. Los más importantes del sistema solar, más bien los que le daban vida a la galaxia entera, al universo en sí. Se decía –y no estaba fuera de la realidad–, que los planetas del sol, la luna y la tierra eran huevos, que hace más de seis mil años dieron vida a los tres grandes dragones.
Ellos eran compañeros, la vitalidad y el buen ritmo que daba vida a todo. Ellos controlaban la vida y la muerte, tenían poderes inimaginables e inentendibles para los humanos. Seres que fueron creación de ellos, seres que perdieron el privilegio de ser parte de la línea directa de la especie híbrida, todo por ambición.
Los tres dragones decidieron tener, o más bien crear a sus tres portadores, hijos y herederos, los que tendrían sus poderes cuando las llamas de sus interiores fueran consumidas. Un dragón tenía un promedio de vida de dos mil años, exceptuando los tres legendarios que eran inmortales, eso solo llegaba a aplicar para los híbridos. Parte de la legenda decía que uno de ellos le empezó a consumir la envidia, la avaricia y ambición de poder, él había consumido las llamas de sus complementos, sol y luna, para obtener parte de sus poderes y ser el único portador y poseedor de controlar la vida y la muerte, y lo que hay después de ella. Ra y Iah sabían de sus intenciones, y temieron al darse cuenta de aquello, porque su complemento mayor, Keb, había obtenido más poder; producto de absorber las almas de hibridos y humanos, bebiendo sus miedos y sueños, convirtiéndose en una pesadilla.
Sus tres hijos efectivamente heredaron sus poderes, pero uno de ellos era mucho más fuerte, incluso más que el propio Keb. Los niños se criaron jugando, surcando los cielos de la tierra, volando y riendo cuando aterrizaban en el suelo. Vieron la creación de muchos seres, y se divertían mucho gastando bromas a los seres mágicos de muchos menor rango a ellos. Hasta que esas criaturas fueron convertidas en lo eran en la actualidad, simples humanos.
Sus padres se dedicaban a verlos crecer, a dejarlos en libertad para que pudieran descubrir el mundo, la maravilla de los tres dragoncillos habían distraído al sol y a la luna de vigilar los malos pasos de su complemento tierra. Cuando un día, los tres bebés regresaron a su hogar celestial, sus padres no estaban. Extrañados los buscaron, por más de cien años siguieron el rastro de ellos, para nunca más volverlos a ver. Pasaron cincuenta años más y luego su compañero, el hijo de la tierra, había desaparecido por arte de magia. Así vagaron por la tierra, por cuevas, mares, océanos y montañas buscando algo que cien años después se rindieron de buscar.
Hasta que los dos dragoncillos vieron emerger a Keb de entre las grietas de la tierra, contemplaron un collar que colgaba de su cuello el cuál era la vitalidad de sus padres. Y acompañándolo, estaba él, su compañero. Lucharon contra ellos, pero aquella batalla no había oportunidad que el hijo del sol y la luna ganaran. Keb condenó al hijo de Iah a la muerte y vida como un estúpido ser humano común, reencarnando una y otra vez. Y al hijo de Ra, lo condenó a la inmortalidad de ver a su destinado lejos de él en cada vida.
Lo que no tomó en cuenta el gran dragón de la tierra, Keb, era el lazo que los unía, la fuerza que tomaban cuando ambos estaban juntos. Era algo que ni él mismo con toda la magia del mundo podría romper.
†††††
—¡Por favor, abran! —gritó desgarrando su garganta, sintiendo la carraspera en ella.
Su interior ardía, tenía miedo, mucho miedo de lo que estaba sintiendo. Un extraño líquido corría por sus piernas, y las cerraba violentamente cada cierto tiempo que ráfagas de placer y calor le jugaban en contra.
Deseaba, anhelaba estar junto a ese extraño ser con cuernos y alas, y que él calmara su sed; que él calmara su necesidad, su calor, las llamas que lo consumían desde dentro de sus entrañas.
A un lado, estaba un gran espejo, empezó a sentirse raro, demaciado extraño, su cuerpo empezaba a calentarse cada vez más y un gruñido gutural escapó de su garganta por el dolor que se expandió por sus huesos y tejidos, hasta dejarlo inconsciente. Minutos, segundos, talvez horas después abrió los ojos mareado.
Intentó enfocar su vista, pero está era extraña, era más... Nítida, más clara, y cada vez que enfocaba, podía ver las partículas de los objetos como un zoom. Retrocedió asustado, tomando con fuerza un banquito de madera y quebrandolo en el acto.
Su respiración se volvió agitada por el susto, no sabía que estaba pasando, pero sentía una gran adrenalina recorrer por todo su cuerpo. Corrió de nuevo a la puerta golpeándola repetidas veces, viendo que está se doblegaba ante su fuerza.
Retrocedió, al percatarse en las sombras y tenues garras en sus manos, con miedo se colocó frente al espejo, observando con terror la imagen frente a él.
Unos cuernos pequeños brotaban de su cabeza, sus ojos eran azules como él cielo, su cabello rubio ahora era blanco y largo, muy largo, y un par de alas salían de su espalda, hasta ahora había notado el peso en su espalda y el dolor en ella. Ahora vestía diferente, su cuerpo lo cubría una especie de vestido o túnica oscura.
Giro su cabeza y vió el desnivel en la puerta, dónde había golpeado se había formado un hueco. Volvió frente a ella y otra vez empezó a golpearla, cada vez más fuerte y más insistente a querer salir.
Unos golpes más y calló de bruces al suelo con los pedazos de madera rodeándolo. Sacudió su cabeza para ahuyentar la desorientación del impacto, y cuando lo hizo, su interior ardió. Y lo hizo aún más al sentir aquél olor que lo había vuelto loco antes, aroma a tabaco y madera. Sus piernas flaquearon, pero aún así se obligó a levantarse y caminar, siguiendo el dulce aroma.
—Αλφα. —Pronunció en una lengua extraña sin saber porqué.
—¡Deténgase! —escuchó el grito de alguien detrás de él, se volteó y observó a un hombre alto, cabello largo castaño y ojos verdes—. No lo haga, sé que está confundido. No sé deje llevar por sus instintos.
—Lo necesito —dijo suplicante
—Lo sé —dijo extendiendo su mano y creando un campo de fuerza que ataba a Tae como una cuerda—. Lo lamento, pero esto es necesario.
—¡Suéltame!
—Lo siento mi señor, tengo órdenes.
—¡Que me sueltes!
Tae sintió la presión en su cuerpo inmovilizándolo. Pronto la ira y el desespero se acumularon en su interior, de su cuerpo emanaba humo y sus venas por dentro de su piel brillaban como lava ardiente. De un momento a otro se sintió libre, y observó como el hombre estaba varios metros lejos de él con un escudo frente suyo, todo al rededor de ellos estaba incinerado.
Corrió por el pasillo, siguiendo un extraño instinto que lo dirigía a un lugar específico, como si supiera perfectamente dónde buscarlo.
Se detuvo frente a la puerta, sabía que detrás de ella estaba ese ser que ahora él tenía casi su misma apariencia.
Muy adentro de él, el temor y cientos de dudas lo embargaban, pero su mente solo pensaba una sola cosa, estar a su lado. Golpeó una y otra vez la puerta pero no cedía.
Hasta que se rindió y colocó su frente y sus manos en ella, se apartó asombrado, pues de la puerta empezó a brotar humo. Sonriendo volvió a repetir la acción, y pronto la puerta también fue incinerada en llamas.
Entró a la oscura habitación, aún no estando acostumbrado a la penumbra. Gruñidos se escuchaban a su alrededor, el sonido venía de todas las direcciones. Una ráfaga de calor volvió a azotarlo doblando sus piernas, haciéndole caer de rodillas gimiendo con la sensación y la humeda entre sus piernas.
Pudo sentir en su rostro la respiración pesada del ser frente a él, los gruñidos y su piel emanaba calor y atracción. Aquél aroma se hizo más intenso nublando su juicio y haciéndole actuar con completa sumisión.
—Αλφα
Nunca pensó que le contestaría, y que luego de esa respuesta haya perdido todo rastro de conciencia.
—Ωμέγα
Datos:
1- Tae y Jungkook si son híbridos de dragón, pero por ser hijos de los grandes dragones, ellos si son inmortales, además que la maldición de Jungkook le impide morir.
2- Los híbridos de dragón son un 50/50 en sus mitades. Cuando están en celo son un 70 por ciento dragones y 30 por ciento humanos. En el caso de Tae y Jungkook, al ser híbridos puros y herederos de los poderes de los tres dragones, al entrar en celo es como un 90 por ciento dragones y 10 por ciento humanos. Eso explica el porqué Tae no le tomó mucha importancia a su cambio. Solo quería llegar a Jungkook.
Para aclarar:
Ra: Sol
Iah: Luna
Keb: tierra
Αλφα: significa Alfa
Ωμέγα: significa Omega.
Ambos, en los idiomas natales de ellos.
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