Capítulo 7
—¿Caiden? —me hago paso entre unos arbustos.
—Hola pelirroja —prende su cigarrillo sin siquiera mirarme.
—¿Otra vez en el bosque? ¿Ahora qué? ¿Vas a terminar lo que empezaste?
—Esto no se termina hasta que yo quiera —sonríe y me toca la barbilla haciendo que el olor a humo llegue a mi nariz.
—Basta de juegos estúpidos —le aparto la mano de forma brusca.
—Justo eso vengo a remediar, no me gustan que mis juegos sean estúpidos, ¿acaso has acabado un videojuego cuando su trama se vuelve repetitiva? —da una calada a su cigarro.
—¿Acaso no te cansas de ser idiota?
—La otra noche me porté del asco, pero no me arrepiento —forma esa sonrisa pícara—. Solo que no fue nada ético.
—¿Ahora te interesa la ética? Vaya, otra faceta de Caiden Black —resoplo con una sonrisa de molestia, a él solo le provoca diversión—. A ver si entiendo, ¿estás disculpándote o solo viniste para seguir molestándome?
—Ambas —se encoge de hombros, pero sigue sin siquiera mirarme.
—Entonces creo que será mejor que me vaya, porque ahí fuera está mi amiga la cual acaba de dar por hecho que su madre puede aparecer muerta —señalo la dirección de Karol.
Él da una corta mirada hacia la entrada de la escuela, Karol aún esperándome mientras es pasada por otros alumnos. Abre el paraguas que siempre lleva consigo debido al tiempo natural de Reshville y eso solo me da a entender que está lloviendo otra vez. Por estar debajo de la profundidad de los árboles no noto el comienzo de la lluvia, pero cuando su velocidad aprieta me comienza a empapar el cabello y el uniforme. Maldición, lo que me faltaba.
—¡Rayos! —maldigo y pongo la mochila sobre mi cabeza tratando de disminuir la mojadura.
—Lárgate si no quieres parecer una muerta cuando el maquillaje de los ojos se te corra —tira el cigarrillo al suelo fangoso y sorpresivamente se quita su chaqueta distintiva para ofrecérmela.
—¿Qué rayos haces?
Resopla con un tanto de obstinación, pero sin aún perder ese toque de picardía en su mirada mientras yo solo me regaño a mí misma por notar como el cabello rubio se le adhiere al rostro con un toque aniñado. Por otra parte, la camisa que deja ver tras quitarse la chaqueta se le pega al cuerpo dejando ver sus abdominales definidos. Ahí va un doble regaño para mi mente, me muerdo el labio.
—No voy a dejar que ese cabello pierda su sensualidad por una estúpida lluvia —me quita la mochila de la cabeza, y en cambio envuelve su chaqueta como si fuera una capucha, notando cómo me derrito ante la vista de su cuerpo—. Eh, no te desesperes tan rápido, pelirroja —se acerca con su sonrisa ladeada—. Hay mucho tiempo de por medio todavía —susurra a mi oído.
Me alejo un tanto ruborizada, porque si sigo tan cerca de él creo que no podré controlarme. ¡Por Dios Heather! ¿Dónde quedó el honor que te habías impuesto este fin de semana?
—Te la devolvé en cuanto vuelva al hotel —trago grueso y corro camino a la escuela.
—No hay prisa, pelirroja, ¿no has escuchado eso de que lo que más tiempo se espera es con lo que más ansias se devora?
—¡Que te de un resfriado, Caiden! —solo recibo su risa burlona en respuesta.
Al regresar al hotel es que caigo en la cuenta de que no podría escribirle a Karol como le prometí. Mi móvil todavía está en las manos de Deven y ya ha pasado más de la noche que él declaró, de hecho, todo un fin de semana. Definitivamente mis ánimos se habían ido al retrete la mañana del sábado, ver el cadáver de esa chica... Lo de esconder cadáveres me trae recuerdos agrios. Sin embargo, no significa que vaya a salir de todo esto para dejar que sigan ocurriendo cosas horribles.
Cruzo la puerta al vestíbulo con mi ropa casual para comenzar a trabajar. El trabajo de asistente no es algo muy arduo y el hecho de que los huéspedes sean tranquilos favorece bastante. Solo queda el escalofrío que me provoca la situación de que el cadáver sea de la chica que solía ocupar este cargo.
Agito la cabeza para alejar los pensamientos sombríos en cuanto me topo con una joven de espaldas al mostrador que parece estar en ausencia de la señora Bloom.
—Bienvenida al Bloom Hill Hotel —le digo a la castaña.
—¡Oh, hola! —parece sorprenderse debido a su anterior soledad, entonces se voltea para darme la cara—. ¿Trabajas aquí?
Me quedo un tanto petrificada en cuanto veo al bebé de meses en sus brazos que antes no había podido notar ya que estaba de espaldas. Creo que mi expresión de sorpresa es demasiado notable, así que aparto la vista del bebé y me concentro en ella. Trato de fabricar una sonrisa.
—Sí... así es. Soy la asistente, puede llamarme Heather. Dígame, ¿en qué puedo ayudarla?
—Bueno Heather, necesito hospedarme aquí por unos días y no encuentro al recepcionista por ninguna parte.
—No es de aquí, ¿cierto...?
—Gemma. No... —suspira con un tanto de pesar—. Mira Heather, recién me divorcié de mi esposo y desde entonces no ha dejado de acosarme a mí y a mi hijo. Estaba desesperada y le pregunté a mi amiga si sabía de algún lugar donde alejarme y estar segura, así es como...
—Le recomendó el Bloom Hill Hotel —sonrío de forma fingida porque realmente temo por esta mujer y su hijo. Me le acerco sutilmente—. Escúcheme Gemma, coja a su hijo y váyase mientras pueda. Este pueblo... este hotel es...
—¡Parece que tenemos nuevos huéspedes! —interrumpe la señora Bloom con su alegría natural. Inmediatamente me separo de la chica y el bebé comienza a llorar—. Pero, ¿qué tenemos aquí? —dice refiriéndose al niño.
—Buenas, usted debe de ser la gerente del hotel. Soy Gemma Thompson y este es mi hijo. Espero que no sea una molestia.
—¡Para nada, cielo! Es un hallazgo, hace demasiado tiempo que no tengo la alegría de hospedar a una personita tan joven. Últimamente en el pueblo nadie se atreve a exhibir a sus hijos hasta que son un poco más grandes, eso quiere decir que no eres de aquí.
—No señora. Quiero preguntar: ¿por qué esa superstición con los bebés?
—No cielo, no es una superstición, es toda una historia del pueblo considerada una leyenda a la que cada año todas las madres temen —la señora Bloom sumerge el ambiente en algo tan borroso que me impacta—. Bueno Gemma, te iré contando mientras te registro a ti y a tu criaturita en el hotel —se coloca en su puesto detrás del mostrador—. Heather cielo, lleva este paquete a Kiersten en la habitación 101 —me entrega un bulto rectangular envuelto en papel de regalo rosa—. Acaba de contraer matrimonio con Nash y él quiere darle una pequeña sorpresa —me guiña el ojo muy cordial.
—Claro, Rose —me vuelvo hacia Gemma que intenta hacer que su hijo deje de llorar—. Nos vemos luego, Gemma —asiente.
Camino hacia la habitación de los dos jóvenes. Juraría desde la primera vez que los ví que pensé que eran hermanos debido a sus facciones tan similares. Hasta gemelos me atrevería a decir salvo porque ahora me entero de que son solo un matrimonio de jóvenes. Con razón en la cena de la alcaldesa estaban tan pegados.
En cuanto a lo que la señora Bloom se refiere como “leyenda”, es algo que ha atemorizado a Reshville por más de veinte años. Todo comenzó con la desaparición de un bebé que posiblemente tendría un mes de nacido, sé muy bien que la señora Marie todavía no se ha podido recuperar de la pérdida. Cuando aquello yo todavía no existía así que no puedo contar con experiencia propia, pero por lo que todos cuentan, Reshville se puso de patas arriba para encontrar al niño desaparecido, todo estuvo más alterado que con lo de la alcaldesa. Hasta dos meses después sin rastro, declararon al niño muerto, pues el hecho de que su madre lo hubiera dejado en la cuna la última vez que lo vio, daba a entender que no fue una desaparición común. Un bebé no puede caminar, ¿o sí? Lo más lógico era aceptar su muerte con su madre terminando loca.
Todos en el pueblo lo tomaron como un mal período para la comunidad, pasajero y de mala suerte, pero lo que no esperaron es que al año siguiente para la misma fecha de un primero de septiembre ocurriera otra desaparición. El pueblo volvió a alarmarse de forma horripilante, con otra una búsqueda sin resultados. Ni siquiera los pequeños cadáveres aparecían. Así, con cada año que pasaba, el temor de que comenzara septiembre se hacía más grande en las recientes madres. Muchos matrimonios incluso enrejan sus casas cuando se acerca la fecha, pero nada ni nadie detiene a la bestia que hace esto. Cada año desaparece a un bebé del pueblo. Esta historia verídica ha sido hasta transformada en un cuento para asustar a los niños que se portan mal.
Según mamá, en todos estos años de tragedia para Reshville solamente en una ocasión la fecha ha sido irregular. Hace dieciocho años justo en el año de mi nacimiento, todos se habían preparado para que la comunidad perdiera a un niño en la fecha usual, pero nada pasó. Todos pensaron que se había detenido, sin embargo luego de cinco días volvió a ocurrir y los años siguientes siguió su ritmo acostumbrado. Una pausa que tuvo el mismo efecto fue hace dos años, ningún niño desapareció. En cambio fue una joven, creo que iba en el último año de preparatoria. De todas formas este es uno de los demonios que rodean a Reshville, definitivamente uno de los más oscuros, pero no el único.
Mi reacción con Gemma y su bebé no fue más que algo en mi interior alertándome de que podría correr peligro ya que, si se queda demasiado en este hotel, su destino podría ser fatal. Dos meses y pronto estará el primero de septiembre en nuestras puertas. Quedarse en este hotel sabiendo las circunstancias no es la mejor idea.
Toco la puerta de la habitación 101 e inmediatamente la abre una chica de cabello rubio y rostro risueño. Me fijo en su vestimenta para darme cuenta de que solo trae un camisón, además de un cabello erizado por una posible... ¿sesión de luna de miel? De pronto siento como que estoy interrumpiendo algo.
—Siento si vengo en mal momento, pero la señora Bloom me ha pedido que te entregue este paquete —se lo extiendo un poco incómoda—. Al parecer una sorpresa de tu esposo —no puedo evitar hacer una risita.
—¡Qué va! Acabamos de... —mira hacia atrás en su dormitorio, lo que confirma mis sospechas a pesar de que no hay nadie—. Como sea, adelante. Conversemos un tantito —me sonríe con todo su júbilo.
—Realmente no quiero molestar...
—¡Basta de formalidades, linda! Entra y hablemos un rato —prácticamente me empuja dentro—. Hace un siglo que no charlo con una amiga —me obliga a sentarme en su cama desordenada, me da un poco de...
—¡Nadie quiere ser tu amiga, tonta! —escucho una voz masculina desde el baño, acompañada por el sonido de la ducha.
—¡Cállate Nash, estoy haciendo una amiga! —le grita ella de vuelta con un tono de diversión, parecen más... Se gira hacia mí con su sonrisa—. No le prestes atención —agita la mano para restarle importancia—, mi hermano suele ser un dolor en el trasero.
—¿Tú hermano? Pensé que...
—¡También es mi esposo! —me asombra con la normalidad que lo dice.
Tras el sonido de que la ducha evidentemente se está cerrando, la puerta del baño se abre y sale el chico castaño claro con una toalla envuelta en la cintura. Me le quedo mirando el torso desnudo y mojado por unos segundos, pero recuerdo que su esposa... hermana o lo que sea, está delante así que debo de mantener la compostura.
—¿No es así, cariño? —ella se levanta de mi lado y va a abrazarlo pasado un dedo por sus abdominales para luego plantarle un beso en los labios.
—¡Eh tú! —Nash llama mi atención—. No dejes que mi hermana te lave el cerebro, a veces suele ser un poco extraña.
—Idiota, no espantes a mi invitada —ella le da unas palmadas en el pecho y viene hacia mí para continuar la charla, él vuelve al baño luego de haber cogido un poco de ropa.
—Entonces... ¿están casados y son hermanos? —se me ocurre confirmar.
—Así es, sé como suena al principio, pero con el tiempo va pareciendo más normal. Papá intentó alejarnos y... —suspira mirando otro punto—. Nosotros tuvimos que huir. Como somos gemelos hemos vivido una vida entera uno al lado del otro así que es imposible separarnos. El que lo intente... simplemente se irá de nuestras vidas —algo en sus ojos me pone los pelos de punta—. ¡Pero bueno! Basta de drama, ahora lo que importa es que en este hotel disfrutamos de nuestra luna de miel lejos de ese viejo loco que hasta intentó meternos en un manicomio —lo dice como si fuera la cosa más inverosímil del mundo.
—Sí, que locura... —trago grueso—. Supongo que tengo que irme, hay unas cosillas que debo hacer por el hotel, y tú deberías abrir ese regalo —señalo el paquete que Kiersten dejó sobre la cama.
—Así lo haré, amiga —sonríe—. ¡Vuelve por acá cuando quieras! Tengo unos vestidos que le quiero mostrar a mi nueva amiga.
Cierro la puerta de esa habitación y me recuesto en ella pensando cómo procesar esto o solo cómo aislar el pensamiento de mi cabeza. ¿Qué tipo de gente reside en este hotel? El ambiente de allá dentro me trae recuerdos repulsivos: un relámpago partiendo el cielo a través de mi ventana y mi hermano atravesando la puerta de la habitación...
Frente a mí, la habitación 100 y primera del pasillo del segundo piso, me deja con esa esencia de curiosidad que estos últimos días me ha invadido. De las numerosas veces que he atravesado este corredor, varias de ellas he visto como la señora Bloom entra a esa habitación, supongo que es su dormitorio. Como siempre, Heather metiendo sus narices donde no debe. Aprovechando que la propietaria está en sus asuntos de recepcionista, creo que tengo algo de tiempo para husmear. ¿Cerrada con llave? De hecho, está entreabierta, demasiado estúpido de su parte como para tratarse de Rose Bloom, a no ser que me esté incitando a entrar por su propia voluntad, algún motivo adicional.
Pongo un pie adentro en la habitación. Nada fuera de lo normal; el dormitorio al diseño de los demás, su cuarto de baño a un lado, y las ventanas permitiendo un rastro de luz. Unos retratos sobre la cómoda captan mi atención, me acerco para observarlos mejor. En todos se encuentra la propietaria en un panorama del hotel, lo que varía en los demás son las personas.
Uno es encabezado por ella en el centro y a ambos lados sus hijos, de fondo se encuentra el hotel como si fuera una celebración de aniversario o algo parecido. Caiden y su típica mirada socarrona con una gorra cubriendo su rubio cabello y una ropa menos erosiva que la que usa ahora, es decir, más formal; al otro lado está Deven con su oscuro cabello tapando sus ojos de manera intrigante, una sudadera negra en cuales bolsillos coloca sus manos.
Otro retrato se ve un tanto malgastado en cuanto a la foto detrás del cristal, siendo obvio que es de unos años más atrás puesto que Caiden se ve menos alto y más inocente como de unos catorce o quince años al igual que su madre con un tanto más de juventud. Por otra parte, Deven está con el cabello más largo y del mismo tamaño al actual, diría que no hay mucho cambio. ¿Es que Deven es mayor que Caiden? Si los comparo ahora mismo, habría deducido lo contrario.
En el siguiente hay cuatro personas, no parece tan reciente. Si me estaba preguntando por el padre, ese señor Black del que tanto le gusta escuchar a Caiden su apellido, aquí está. La foto pinta como un habitual retrato familiar de cuatro miembros: la madre, el padre y sus hijos. Solo que de ellos, solo una persona no la logro conectar con todo esto... o tal vez sí. Frente a mí está el supuesto "plomero" abrazando a la señora Bloom junto a sus hijos, sí, ese hombre que sabe Dios dónde puso el cadáver de Annie.
La puerta se cierra con un golpe sordo detrás de mí, haciéndome soltar el retrato hasta que se estampa en el suelo y se rompe el cristal. Me giro aún con el corazón martilleándome en el pecho.
Una vez más me encuentro con él.
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