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Capítulo 4

*Caiden papusho en multimedia ;)*

Si tuviera que elegir lo mejor de toda la situación, sería la comida. En estos días me he dado cuenta de que sin importar la ocasión, esa mesa siempre está llena y elegante. Por otro lado, he apartado el pensamiento de volver al ático maldito para que me vuelva a morder ese psicópata. Jack no ha aparecido y me tengo que acostumbrar a no volver a acariciar su cabeza luego de poner su plato de comida en el suelo, porque realmente nunca volverá a aparecer.

Dejo caer la ropa a mis pies, y entro a la ducha. Tras correr las cortinas, giro el grifo para que una lluvia de agua caliente caiga sobre mi cabeza, comenzando a mojar mi cabello naranja para tornarlo en un tono rojizo hasta las puntas. Cierro los ojos para desaparecer de este mundo por unos jodidos segundos, pero a la vez los abro de golpe por el olor nefasto que llega hasta mi nariz.

Ahora el agua que moja mi cuerpo es cada vez más amarillenta, como cuando se mezcla agua con sangre que va comenzando por los tonos más claros, para pasar por naranja hasta llegar al rojo. Al mismo tiempo, el olor de hierro normal que había descubierto de esa tubería, ha desaparecido para sustituirse por uno de putrefacción.

Antes de poder plantearme que algo putrefacto esté en el suministro de agua del hotel, siento la puerta del baño abrirse de un golpe. Me tapo la boca con la mano por la sorpresa, al ver que una sombra en la cortina se acerca cada vez más a mi posición. Estaba sola, mi tía se fue temprano al pueblo a continuar con su búsqueda de trabajo. Dejo de respirar en cuanto veo la silueta estar frente a mí del otro lado de la cortina y tomo el borde de esta como si eso fuera a impedir que pasase.

Ahogo un grito y pierdo la compostura, resbalando en el sitio y llevándome la cortina conmigo hasta caer. Un baño en la ducha podría ser mortal, pero en este caso parece haber sido lo contrario, porque ahuyentó a quien quiera que fuera el intruso. Lo último que veo es esa misma silueta pasar a través del dormitorio en dirección a la ventana. Me pareció haber visto que traía una capucha, claro, así sería más imposible identificar al sujeto.

Cierro el grifo de agua pútrida, coloco una toalla a mi alrededor y corro en dirección al dormitorio, dispuesta a seguir sus huellas. Me detengo en la ventana que está abierta de par en par. Recuerdo muy bien que estaba cerrada en cuanto me metí al baño, ¿acaso se puede abrir desde fuera? Si es que estamos a dos pisos de altura... Hay una nota en el marco, la misma caligrafía, el mismo estilo, mi mismo pasmo.

"¿Qué tal te parece el agua de nuestro hotel? Huele a... ¿algún animal muerto quizás? Como sea, seguramente las ratas se volvieron a ahogar. ¡Qué torpes animalitos! Nunca ven el peligro. Dime, Heather, ¿tú si eres capaz de verlo?"

—Dios mío —pestañeo perpleja una vez más.

Mirando hacia abajo por la ventana, me viene a la mente lo que me contó este enfermo sobre la niña que se suicidó, una niña... imagino que su pequeño cuerpo no pudo soportar la caída. Sin embargo, él cayó desde un piso más arriba y ahí está en esa habitación mordiendo a la gente y dejando notas horripilantes. A no ser que jamás haya intentado suicidarse.

Según dijo su madre, el señor Clifton y su esposa (que si mal no recuerdo se llama Alice) lo encontraron en el techo antes de caer. Si es cierto... En fin, tengo que hablar con esa pareja de ancianos.

♦♦♦

En el vestíbulo acontecen las quejas de los demás huéspedes por la calidad del agua, y la única excusa acompañada del perdón por parte de la señora Bloom, es nada más y nada menos que "Esas malditas ratas se colaron allí otra vez". Luego viene esa sonrisa estirada tan típica de una mujer elegante, pero que oculta cientos de secretos.

Obviamente presentaría una queja, pero ya los demás lo están haciendo por mí y veo a nuestra querida propietaria muy atareada detrás del mostrador. Además, tengo que partir hacia la escuela y el camino a través del bosque no es lo más agradable que digamos. Una semana y media, solo una semana y tres días para la graduación y por fin salir del infierno de la Preparatoria Ragsdale. ¿Qué voy a hacer con mi vida a continuación? Probablemente vivir con mi tía hasta que tenga la mayoría de edad para conseguir un trabajo estúpido que al menos me permita pagar un apartamento fuera de toda esta zona nublada.

Con la destrucción de mi familia, todos mis sueños se fueron por la borda. Mamá siempre me hacía prometer que jamás dejaría mis estudios para irme a trabajar a una granja de la familia como hizo ella de joven. Así que me proponía ir a la universidad de la gran ciudad tras la graduación, estudiar medicina y ser una gran doctora. El sueño de cada padre.

Papá era una gran persona, el hombre que más admiré en toda mi vida. Fue un buen policía, de hecho, con el tiempo se convirtió en el sheriff de Reshville. Por supuesto, un sheriff con todos sus puntos, tenía que tener a su perro leal, y así Jack llegó a nuestras vidas. Pero ahora también se fue.

—Oh Heather, cielo —me llama la señora Bloom saliendo del sitio de recepcionista, justo cuando iba a largarme de allí.

—Buenos días, Rose —agarro las asas de mi mochila para desatar mi estrés.

—¿Qué tal llevas estos días? Hace tiempo que no charlamos —pone una mano en mi hombro, sonriente.

—Normal... supongo.

—Seguro que ya estás enterada del problema con nuestro depósito de agua, lamento demasiado estas molestias. Últimamente pasa a cada rato, no sé cómo esas ratas se cuelan hasta los tanques de depósito —hace una expresión de lamento—. Animales asquerosos, lo mejor es que se ahogan y nos deshacernos de algunas de esas molestias, lamentable es que sus pequeños cuerpos se descomponen intoxicando el agua.

—Sí... ya me di cuenta de ello —hago una falsa sonrisa.

—Bueno, pronto los depósitos estarán limpios de nuevo. Quería hablarte de otra cosa, ya se lo planteé a tu tía y parece estar de acuerdo.

—La escucho.

—Sucede que mi asistente ha estado ausente estos últimos días y hay mucho que hacer en este hotel, ¿qué te parece asumir el puesto y recibes tu paga? Escuché que pronto terminas la preparatoria y estarás en vacaciones, así que supongo que tendrás más tiempo libre.

—¿En serio? Vaya... —he admitir que me he emocionado—. Creo que sería genial, solo que me gustaría que descontara de mi paga el dinero del alojamiento en el hotel.

—¡Oh, por supuesto! ¿Es un trato, querida Heather?

—Claro —rio de forma cortante.

—Perfecto, ¿qué tal si comienzas hoy al regresar de la escuela? —asiento—. ¡Pero mira que hora es! Te estoy retrasando, que tengas un buen día.

—Le agradezco —me volteo para salir del vestíbulo.

—Ah, Heather, hoy tenemos una cena importante en conmemoración al aniversario de apertura del hotel, si puedes llega más temprano... —asiento.

Doy un salto fuera del porche y me encuentro con una persona aparcando su motocicleta al lado del acantilado, se quita el casco y endereza su cabello rubio hacia atrás. Finge una cara de sorpresa al verme ahí, como si no hubiera hecho toda su actuación de actor de cine hace unos segundos. Así que esa moto que llevaba viendo unos días atrás, es de él, tenía razón al identificarlo como un motorista, pero, ¿dónde está su banda de matones?

—Resulta que tienes moto, Caiden.

—Muy observadora, Heather —se recuesta en el manubrio de la moto como si supiera que eso le hace ver más sexy aún—. ¿No es que te fascinaba la fachada de chico malo? —hace énfasis en "fascinaba".

—¿Eres un chico malo? No me había dado cuenta —chasqueo la lengua.

—Me encanta cuando te haces la dura —saca su jodida sonrisa de medio lado y agarra un mechón de mi cabello que está a su alcance—. Pelirroja.

—¡No me hago la dura! —me aparto para que suelte mi cabello—. Además, "fascinación" —enfatizo en la palabra también—, es una emoción muy fuerte.

—Parece que no te terminaste de secar el cabello, pelirroja —al parecer ha cambiado el apodo.

Se baja de su moto y cuelga el casco en un manubrio. La altura prominente a mi lado y esa chaqueta de cuero negro acompañada de un aroma... ¿cómo decirlo? Masculino. Comienzo a caminar en dirección al sendero del bosque porque definitivamente ya tendré una llegada tarde, él continúa caminando a mi lado.

—Faltara más, si incluso me bañé con esencia de descomposición de ratas —suelta una de sus risas roncas, ¿cómo no?

—¿Otra vez? —habla entre risas.

—¿Cuántas veces ha ocurrido esto antes? Por lo que ví, pedían bastantes explicaciones en recepción.

—Es obvio que no te creíste lo de las ratas, ¿no es así, Heather? Siempre tan desconfiada, ¿con tu reciente visita a mi hermanito no aprendiste nada?

—¿Desconfianza? ¿Quién dijo algo de desconfianza? —me hago la idiota, porque dar a entender algo al hijo de la propietaria es como levantar sospechas contra ella—. Adivina qué, Caiden.

—Deslúmbrame —hace unos gestos con las manos como si abriera una ventana invisible frente a nosotros.

—Soy la nueva asistente de la gerencia del hotel.

—Vaya, felicidades, pelirroja —comienza a aplaudir de la nada—. Ahora reemplazas a Annie.

—¿Annie?

—La anterior asistente. Mamá dice que un día decidió largarse y jamás volver, en fin, era una chica con problemas —tuerce los labios con indiferencia.

—¿"Era"?

—Supongo que ya los resolvió —se encoge de hombros y se detiene en el camino, donde comienza el bosque—. Nos vemos luego, pelirroja.

—¿Caiden Bloom le tiene miedo al bosque? —me burlo.

—Black. Mi apellido es Black —corrige con un cambio brusco hacia la seriedad—. Tengo cosas que hacer, pero tú sí que deberías de temerle.

Y volviendo a su semblante arrogante y sonrisa con la última frase, se da la vuelta para dejarme en shock momentáneo. Es cierto que alguna vez la señora Bloom mencionó que era su apellido de soltera, tal vez al estar ausente el padre de los chicos (ni idea de su existencia), decidió retomar el apellido de su herencia. Según mi padre, el apellido ha sido dueño de ese hotel por generaciones. Es algo normal creo yo, lo único que no comprendo es la reacción de Caiden Black.

♦♦♦

—¿Es cierto que el Bloom Hill Hotel huele a muerto, que la comida sabe a caldo de sapo y que la propietaria practica rituales satánicos a medianoche? —intenta indagar Karol, mi mejor amiga a la que le acabo de contar mi actual lugar de residencia.

—El agua sí huele a muerto, pero la comida es increíble, y sobre la señora Bloom... aún no sé qué hace a medianoche.

—Dicen los rumores que esa mujer es rara.

—Los rumores siempre expresan cosas que no son verdad, Karol —habla Shayna.

—Oh, esa mujer tiene una sonrisa que eriza la piel, pero lo demás está bien. Supongo que los rumores la mayoría del tiempo no son ciertos —ni yo me creo mis palabras.

—Ya diría yo de los rumores en otros sitios, pero en lo que se trata de Reshville, creo que se quedan cortos. ¡Venga ya, Heath! Vivimos en un pueblo fantasma, ¿cuál fue la última vez que recibimos visitantes? —continúa Karol en su misión de desprestigiar al pueblo.

—Hace... ¿diez años? —me encojo de hombros y seguimos caminando hacia la salida del instituto.

—¿Ves? ¡Ni siquiera existimos en el mapa! —me rio por su enojo tonto.

—Pues dícelo a la alcaldesa —cruzo los brazos sobre mi pecho, burlona.

—Si ya, si la alcaldesa fuera tu madre, me entenderías...

—¡Chicas, me largo! Papá ya está esperando para llevarme a casa -nos comunica Shayna con una sonrisa.

—Ándale, nos vemos —Karol se despide y yo con una sonrisa y agitada de mano—. Aún no me puedo creer que Rebecca Gómez siga sin aparecer, normalmente los mayores que desaparecen en Reshville terminan apareciendo, muertos —expresa mirando un aviso de desaparición de la chica volando en la calle.

—Entonces querrás decir su cadáver.

—Como sea, Shayna aún se siente molesta con las miradas de los idiotas que la culpan por haber discutido con Rebecca el día de su desaparición, ¿puedes creerlo?

Nos detenemos en medio de la acera con el cielo como de costumbre lleno de nubes negras, dando el aviso de pronta lluvia. Será conveniente llegar pronto al hotel. Miro a mi amiga, sin poder disimular su asombro al ver el chico rubio con su moto aparcada del otro lado de la acera. ¿Qué rayos hace él aquí? Si Karol sigue así, pronto le va a entrar una mosca en la boca, así que decido romper su pasmo:

—Karol.

—¿Sí, Heath? —sigue embelezada, y he de admitir que si sigo mirándolo va a surtir el mismo efecto.

—¿Te acuerdas de esa monstruosa propietaria del hotel que cuentan los rumores?

—Por supuesto.

—Ese es su hijo.

—Cielo Santo, ¡qué bueno está! ¿Y qué hace aquí?

—Lo mismo voy a averiguar —noto que Caiden está mirando hacia acá.

—Vale... ¡Amiga! —se gira eufórica hacia mí, obvio ya salió del trance—. No dejes que ese buenazo de escape de tus manos, me voy a casa. ¡Luego me cuentas con detalles! —se larga por la acera integrándose con otro grupo de chicos.

Pues ahora no tengo de otra que encarar a Caiden con su pose sexy sobre esa moto.

—¿Qué haces aquí?

—¿Ni un saludo, pelirroja? —él y su maldita sonrisa.

—Hola —finjo una tonta sonrisa, y vuelvo a ponerme seria—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a buscarte —señala la parte trasera de su moto.

—¿Estás loco? ¿Acaso me vas a engatusar para asesinarme silenciosamente y luego lanzarle al acantilado como si nada hubiera pasado? Increíble —solo recibo una ruidosa risa de su parte.

—La imaginación desbordada es lo que más me gusta de ti, pelirroja —vuelve esa picardía a sus ojos—. Sin embargo, lamento decepcionarte, en el fondo sé que querías que yo fuera quien le arrancara la inocencia a ese cuerpecito —vuelve a tomar un mechón de mi cabello—; pero solo estoy aquí porque madre te necesita en el hotel. La cena del aniversario, ¿recuerdas? —suelta mi pelo.

Me quedo paralizada por un segundo, sus palabras... y esos ojos verdes hipnóticos ni siquiera me dieron la oportunidad de arrebatarle mi cabello de sus manos. ¿Por qué soy tan imbécil? O mejor aún: ¿por qué él me produce esta sensación de dejarle hacer lo que quiera conmigo?

—Estás tan enfermo como tu hermano.

—Mi hermano es un rarito, pero... —se levanta hacia delante, hasta estar lo suficientemente cerca de mi rostro— yo te digo lo que pienso sin ocultar las más obscenas escenas que pasan por mi mente cada vez que te veo —susurra. Este sujeto sí que no va con rodeos, esta mañana parecía más normal... dentro de lo que cabe.

—Como sea —intento alejar las emociones y me subo a la jodida moto con un tanto de dificultad por la altura—. ¿Aunque sea hay un casco?

—No suelo viajar con compañía.

—Genial, entonces iré caminando —hago ademán de levantarme.

—Usa el mío —me lo alcanza sin mirar atrás.

Sin decir palabra lo tomo. ¿Qué? ¿Acaso me iba a preocupar porque se golpeara la cabeza luego de que prácticamente me comunicara las cosas que quiere hacer conmigo? ¿Y si solo es una fachada de lujuria, cuando realmente quiere deshacerse de mí? Dios, debo de dejar de pensar.

Ahora lo que hay es que tengo a este chico sexy con chaqueta de cuero pegado a mi cuerpo, y a él le divierte. Si yo fuera como Karol, definitivamente lo estaría disfrutando, pero solo soy Heather y sé lo que hay en este hotel, algo que no es para nada bueno o agradable. Tantas preguntas me joden el día mientras abrazo desde atrás a un total desconocido con tal de asegurarme de que no voy a caer en el camino.

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