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Capítulo 30

—¿Qué te pasa ahora, Heather? —pregunta Caiden con hastío al ver mi expresión.

—Lo de siempre, Caiden, ¡lo de siempre! —camino por el corredor y por costumbre llego al vestíbulo quemado, me giro sobre mis pies para volver por tonta y me estrello contra su pecho—. Déjame ir.

—¿Qué se supone que tenemos, Heather? —me agarra por las muñecas para retenerme contra él.

Esa pregunta también me la tengo que hacer a mí misma, porque ¿qué tenemos? Hemos tenido relaciones, hemos compartido besos y pensamientos y ahora de repente... ¿nada? No yo misma sé qué está pasando por mi mente, me prometí intentar sentir algo más por él, pero en cuanto estuve con Deven, todo fluyó de una forma diferente. El deseo carnal por Caiden es... sustituido por la figura que constituye Deven siendo más un deseo de compartir, amar de verdad. Entonces, ¿qué le voy a decir? ¿Le digo que su hermano me ha atrapado con sus secretos de muñeco de porcelana o que simplemente la confianza en él no es tan fuerte como para quererlo? Eso sonaría como lo más ridículo que haya dicho en mi vida porque aunque sé que Caiden me oculta varias cosas, Deven lo hace más.

—Algo que soy incapaz de descifrar —es lo único que contesto evitando mirar a su rostro.

—No creo que te sea tan complicado —suelta una risa agria—. Te has enamorado de él, eso pasa —me quedo callada afirmándole sus palabras—. Tu silencio me lo dice todo, pero no voy a dejar que te destruyas a ti misma ni a nosotros.

—¿Por qué? ¿De qué forma eso me va a destruir? —me zafo de un tirón—. ¿Sabes? Ya estoy harta de las estúpidas frases con acertijos, solo me advierten, me mienten como si eso fuera a solucionar algo y si quieren que forme parte de toda esta mierda, deben de decirme la verdad de una puta vez así les daré la tranquilidad que tanto desean dejando de buscar donde no me llaman, pero mientas eso no suceda, voy a seguir viendo por mí misma hasta descubrirlo —vuelve a tomar mi mano de forma imperiosa.

—¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres saber la maldita verdad? —de la nada comienza a gritar y me aprisiona contra el marco de la puerta—. ¿Quieres saber lo que oculto? ¿Lo que él oculta? ¿Así te irás de una puta vez? —un mechón de dispara a su frente dándole el aspecto que pone de nervios, pero aún así no deja de verse guapo.

—¡Ya deja de gritarme! ¡Y sí! ¡Quiero saberlo!

—Entonces vamos —se aleja de mí sin dejar de sostenerme y prácticamente me arrastra fuera.

—¡Eh! ¿A dónde vamos? —intento zafarme.

—¿No querías saber lo que te ocultamos? Pues te llevaré a la verdad.

Me arrastra hacia todo lo largo de un sendero desconocido entre el bosque. Por mucho que pregunto acerca de nuestro destino, el silencio golpea de una forma penetrante así que solo me queda esperar hasta llegar. Nuestra caminata de alrededor de media hora, se acentúa en mis pies que parecen haber sido aplastados por un camión. Al detenernos en el sitio marcado por la luz del sol, soy yo la que me suelto de forma inmediata sin poder entender qué rayos hacemos aquí, en el cementerio de Reshville.

—¿Qué diablos hacemos en el cementerio? —pregunto abriendo los brazos para darle más dramatismo.

—Ven —comienza a caminar entre una fila de lápidas como si supiera el camino de memoria a una en específico. Se detiene y me mira—. Aquí. ¡Mira aquí! —me acerco para ver el nombre de la lápida que está señalando—. ¡Este es mi secreto! ¡Mi oscuro secreto! ¿Conforme, Heather?

Ese nombre... El nombre de la lápida: Hope Manson; es el nombre que estaba puesto en el espacio de la madre del registro del bebé que desapareció hace dos años, uno que jamás se dio a conocer en el pueblo cuando pensaron que ese año no hubo desaparición. Solo que no estaban enterados de que el día treinta y uno de agosto esa mujer que ahora está enterrada aquí, dio a luz a un pequeño. Si no me equivoco, ese nombre me suena de más de ese registro, creo haberlo escuchado en la Preparatoria Ragsdale. ¡Por Dios, sí! Su desaparición fue la noticia por la cual decían que habían tomado a la chica en el lugar de un bebé sin saber que sí se llevaron a un niño.

—¿Qué tienes que ver con ella, Caiden? No... —me detengo al ver que lágrimas se asoman en sus hermosos ojos verdes.

—La maté —de pronto la cálida brisa se convierte en una tormenta amarga para mí—. Fue mi culpa, la maté a ella y a su hijo, nuestro hijo —¿qué?

No puedo asimilar esto de la forma tan rápida que lo lanza como si fueran granadas en pleno tiempo de guerra, ¿qué demonios está pasando aquí? Resulta que Caiden tiene un hijo que fue de los raptados por la leyenda o la que realmente no es tan leyenda porque el jodido cuarto de niños en el sótano me da mucho que pensar. Para no seguir tambaleándome, me siento en el quicio de la tumba a la derecha en la que me percato de unas rosas frescas seguramente de sus familiares.

—Ella siempre fue una buena chica, de las primeras en la clase. Luego... nos encontramos, fue cosa del maldito destino que aún así quisiera que hubiera sido diferente y así ella seguiría viva. La amé con locura, Heather —me mira a los ojos con voz temblorosa—. Recuerdo que cada viernes por la tarde que regresaba del internado, me mandaba un mensaje para que la fuera a esperar fuera de la escuela. Allí también conocí a su profesora de arte, ambas se llevaban muy bien —sonríe melancólicamente.

—Entonces ahí fue donde comenzase a sentir atracción por la señorita McGhee. Al parecer no amabas tanto a Hope como para engañarla —lo siento, pero tenía que soltarlo, era algo que me atormentaba por la mala pinta de la situación.

—¡No! —la llama de la exasperación arde en sus ojos—. ¡Fue él! ¿Qué crees de una bestia así? Él fue quien estuvo en el baile de graduación en aquel momento, usó su asquerosa metamorfosis para lucir como yo y confundirte sabiendo la atracción de la profesora hacia mí. Tu hermano colocó las notas, siguiendo sus planes y en ellos estaban que desconfiaras de mí. Luego me encontré con la profesora buscándolos entre tanto alboroto y noté su obvia confusión, pero no dije nada y nos limitamos a ir al estacionamiento a donde te había visto correr.

Fue todo un engaño, un maldito engaño. ¿Qué rayos quiso decir con metamorfosis? Es... ¿tomó su completa forma? ¡Demonios! Pongo una mano en el pecho preguntándome una y otra vez si debo creer en lo que estoy oyendo. Me niego sin tener muchos hechos, necesito escuchar más verdad, aunque no sé si seré capaz de soportarla y él parece leer mis pensamientos porque continúa con su relato en relación a Hope.

—¿Sabes, Heather? Mi único error fue obedecerla aquella tarde que insistió en conocer a mi familia... mi familia está maldita y en cuanto los ojos retorcidos de mi hermano se posaron sobre ella... También la maldijo como un toque divino salido del infierno —sus palabras irradian furia ahora mismo—. Sus notas empeoraron, su vida se fue a pique y él continuó su enfermiza obsesión que aunque sabía que no era la elegida, cualquier oportunidad que acelerara el proceso le iba como anillo al dedo.

—Espera, ¿qué proceso? —soy ignorada por completo.

—De repente un día desapareció, no tenía ni idea de qué huía en específico o si sus padres se la llevaron por el mal rendimiento académico que le atribuían a mi compañía, solo sé que cuando volvió, trajo consigo el ente maligno que le arruinaría la vida: su hijo. Él necesitaba una nueva fuente, una con la que tuviera más lazos para devorar y aumentar el rendimiento de su existencia. Yo estaba convencido de que él lo había engendrado con su aura podrida y ella no hizo más que ser su sierva que al ver la verdadera forma del monstruo, desean no haber nacido, pero aún así están unidas a él hasta que la muerte los separe. Y eso hice, la maté —se muerde el labio inferior con demasiada fuerza, una que podría llegar a desgarrar su piel en un segundo—. La liberé de su hilo de unión invisible y le llevé el bebé a él, que lo esperaba como cada año para limpiar su alma. Cuando dejé al niño en sus brazos, esbozó una sonrisa diabólica ¿y sabes lo que me dijo? "El sacrificio tiene que ser siempre humano, no puedo devorar a mi propia especie." —mi rostro se contrae por la mala vibra de esas palabras—. Así es, Heather. Le entregué al monstruo en los brazos a mi propio hijo y entonces ahí me di cuenta de que jamás había matado al amor de mi vida para liberarla de su maldición, sino que lo hice en un asqueroso acto de egoísmo guiado por los celos de que hubiera estado con él, cuando ella jamás... Él me engañó... me hizo pensar que mi vida era toda una mentira y que por tanto que me esfuerce en proteger lo que amo, terminaré fallando en cada ocasión, porque él siempre va a ganar —se sienta en el borde de la tumba de Hope, derrotado.

—Esto... Él...

—Él —ríe de una forma falsa—. Deven —su nombre me deja de piedra aunque ya sabía que encajaba perfectamente, solo que no lo quería escuchar—. Ya sé lo que maquinas en esa cabeza, estás buscando alguna razón para seguir creyendo que él es el bueno a pesar de tantas cosas que indican lo contrario y te diré que sí la hay, de hecho, toda su existencia es esa razón. La verdad es que yo no comprendo cuanto puede una maldición hacer actuar a ese ser de formas tan crueles, cuando hay que equilibrar su vileza con criaturas de inocencia. Para mí su único perdón es la muerte, sin embargo tú quieres ver el otro lado y no te voy a privar de conocerlo, de toda formas es inevitable —hace un puño con la tierra cercana a él, como si se estuviera preparando a sí mismo para algún proyecto escolar que definiera su calificación anual.

Años atrás su historia inició, no hace diez años, ni veinte ni mucho menos treinta, ese tiempo se monta en centenarios, donde la humanidad comenzaba a crecer y desarrollarse a voluntad de su creador. Los ángeles se encargaban de mantener a raya la interacción con la creación de sus superiores, tenían prohibido amar o relacionarse con los prójimos, ya que ello crearía un conflicto en el paraíso divino y el caos en la Tierra. Muchos llegaron a añorar la vida libre de los de abajo, pero solo mantenían sus miradas analizando, detallando y descubriendo cada vez más aptitudes maravillosas de los humanos.

Se cuenta del primer ángel en la historia en desafiar a sus superiores, que estuvo más deslumbrado que cualquier otro por la naturaleza humana, en cuanto la vio, tan concentrada en sus bocetos que el mundo podría derrumbarse a su alrededor y ella seguiría con su belleza impecable. La observaba cada tarde desde la distancia, queriendo tocar su suave piel y oler su rojizo cabello como las llamas del fuego que él asemejó con lo prohibido del infierno. Hasta que un día por los azares del destino, llegó la hora de acercársele con el primer propósito de que estuviera a salvo de unos hombres crueles que solo eran una falla de la creación. La joven de nombre Azure, fue deslumbrada por la belleza superior de su salvador, así como por sus extraordinarias alas que inmediatamente lo denominó como su Ángel Guardián.

Luego sus encuentros precedidos por el arte, se hicieron más frecuentes y sus lazos más fuertes. Solo había un obstáculo: no podían estar juntos por sus opuestos sitios de procedencia. Él lo tenía prohibido como parte de su existencia y ella era incapaz de desafiar a su familia, la que en poco tiempo le anunciaría su compromiso con un hombre que apenas conocía. Ambos se habían planteado en varias ocasiones huir de sus hogares, pero aunque pudieran lograrlo, él sería perseguido a cualquier sitio que fuera, pues la presencia de sus semejantes era algo completamente diferente a los humanos.

Los demás ángeles descubrieron este romance prohibido entre uno de sus compañeros y una simple humana, así que impusieron su castigo sin antes debatir razones lógicas que tampoco existían, porque su verdadero propósito era demostrar qué consecuencias traería la repetición de sus actos y así insertar el temor por cometerlos. Al perpetrador de sus reglas, le cortaron sus alas, símbolos de todo lo que representaba y lo expulsaron permanentemente del cielo. Ahora sólo era un joven normal, un humano que podría estar libremente con su amada, todo lo que había deseado ser desde que la visualizó, el problema es que ese no era el castigo suficiente que habían impuesto sus superiores.

Mientras el joven se dirigía a buscar a su amada en el centro de su pueblo donde había llegado a verla entrando a su hogar, sus ex compañeros de arriba, le lavaron el cerebro a los habitantes de esa casa. Los chismes se esparcieron por el pueblo como por medio del aire, el honor de la familia quedó arrastrado en las sucias calles. Decían que Azure era una cualquiera, una mujer de la calle, la llamaron "ramera", acompañado de la acusación de estar traicionando a su prometido quien era de una familia respetable, lo suficiente como para que los padres de la chica quisiera hasta deshacerse del ser que tanta desgracia les traía. Así lo hicieron, limpiaron su honor por medio del pecado y para demostrar su poderío y que nadie podría volver a calumniarlos, arrastraron el cuerpo sin vida de su hija por las calles.

La muchedumbre disfrutaba de ello como el más inverosímil de los espectáculos, hasta que una figura inesperada apareció en una esquina observando con esos ojos tan azules como el cielo del que vino, pero con un remolino de emociones imposible de describir. Dolor, desolación, ira, rencor, miedo, desconfianza... ya no podía contar cuantas emociones contenía. ¿Por qué él? ¿Eso se sentía ser un humano? ¿Estas horribles emociones eran todo lo que suponía ser humano? Antes solo había sentido amor, ese incontrolable amor hacia la persona que estaba siendo humillada aún después de muerta, pero lo que sentía en ese momento era como la más grande tormenta dispuesta a arrasar con un poblado.

Sin poder controlar sus nuevas emociones, agarró una espada que estaba siendo forjada en la herrería y cortó las cabezas de una fila entera de los espectadores que llenaban las calles. Todos comenzaron a alarmarse por la sangre y caos, pero él no paró hasta que no quedara ni un solo ser vivo en ese pueblo, bañando sus manos, torso y rostro de sangre ajena. Cuando hasta las llamas relucieron en las carreras abandonadas, el joven herido de forma interina, tomó en sus brazos el frágil cuerpo de su amada sin vida y la llevó hasta el valle donde solían reunirse.

El agua fluía a través de ese río en el que un día ella lo vio por primera vez, teniendo el toque divino del ser alado. Era el lugar perfecto para que ella ascendiera al paraíso, donde sin importar cuánto hubieran manchado su cuerpo, ese era el sitio al que pertenecía. Por tanto, dejó a Azure fluir con el agua, hasta perderla de vista, con el corazón destruido y odiando cada individuo existente tanto en la Tierra como en el cielo, jurando acabar con toda vida que se interpusiera en su camino. Así su sed de sangre arrasó pueblos enteros, año tras año manteniendo su hermosa figura, cosa que llevaba a la conclusión de que la expulsión de los entes de arriba solo los convertiría en una criatura salida del infierno.

Los superiores no podían dejar que ese demonio siguiera destruyendo la obra del creador, pero también le era imposible intervenir en una tarea que ahora era guiada por los líderes del inframundo. La única opción que tuvieron en sus manos fue darle una oportunidad, una que solo él podría aceptar si lo quería, quería amar, podía amar, tenía un corazón para ello. Sin embargo, no tendría nada de una forma tan fácil luego de cargar con tantos pecados, lo que le otorgaron y que no pudo lograr, pronto se convirtió en una maldición disfrazada de una bendición. Quien pudiera amarlo en su nueva forma lanzada como un siniestro maleficio y quien al mismo tiempo él correspondiera, rompería su maldición, la que lo convertía en un monstruo con el olor de todas las muertes impregnado en sí y en vez de sus puras alas, nacerían horrorosas espinas que aumentarían su tamaño y número según la continuidad de sus pecados.

Un ser tan espantoso no podría ser amado incluso aunque su belleza natural fuera de alta gama, para dejar de ser esa criatura lo debían amar como tal. Años y años pasaron en la búsqueda exhaustiva de su amada siendo afectado incluso de forma dolorosa por los cambios de la luna. De regreso al renovado pueblo que sufrió la primera masacre, no pudo dejar de pasar por donde había dejado ascender a su amada y justo allí se encontró con una joven que recogía flores en los rincones del bosque producto de la reciente primavera. Ella también se vio interesada por tan extraño joven que la miraba por detrás de los arbustos por lo que decidió acercarse y hablarle.

En un abrir y cerrar de ojos, él se dio cuenta de cuánto había evolucionado la vida en la Tierra. Existían fiestas alocadas donde se conocía a nueva gente que podría desagradar al primer instante o ser de gran deleite, la cultura y tradiciones habían dado un vuelco radical que se burlaba de la estupideces de antaño por las que hasta habían llegado a asesinar personas inocentes. Él hizo lazos demasiado fuertes con esa joven que lograba tener un gran círculo de amigos que a veces resultaban ser asfixiantes, pero que aún así lograba soportar por ella. Luego de meses pensó que el momento había llegado, ella le había dicho las icónicas palabras de "Te amo" cuando estaban en la cúspide de sus placeres, si eso era cierto, el amor rompería la barrera del horror y repulsión que causaba su mutado ser.

Sin embargo, todo fue muy distinto a como él se había imaginado. La joven cuyo nombre era perteneciente al de la hermosa flor que florece en primavera: Rose; había llegado incluso a vomitar tras ver el monstruo que era en realidad. Huyó del claro en el bosque y luchó contra toda sí para no volver a pensar en aquello, todavía lo amaba, o eso creía. Lo cierto es que sentía un vínculo que no podía negar con ese... chico. Quería volver a verlo, pero al día siguiente cuando despertó en su habitación de hotel no había ni una persona viva, ningún miembro de su familia o huésped. Tal vez fue para desquitarse por el inevitable rechazo o tal vez un impulso de la luna llena que se alzó la noche anterior, pero lo perdonó.

Llamó a su círculo de amigos, en los que supo que podía confiar desde el principio y les contó que alguien había entrado al hotel y asesinado a todos. Ellos por supuesto sugirieron contactar con la comisaría en la cual dos estaban comenzando su vida laboral, pero Rose inmediatamente rebatió con que sería muy extraño que de todos, solo ella hubiera sobrevivido sin un rasguño, sería señalada de culpable. Tras pros y contras, sobresalió la decisión de deshacerse de los cadáveres y hacer cuenta nueva como si ninguno de ellos hubiera existido, así como incluir el plan vacacional de la familia Bloom y los trámites de propiedad del hotel a Rose. Lanzaron cada uno de esos cuerpos al río para que se los llevara la corriente, se hundieran o se desintegraran con el tiempo, el plan perfecto si evitaban visitas inesperadas al pueblo.

El joven se sintió amado por todo lo que había hecho Rose por él, aunque en realidad solo lo hiciera por ella misma. La influencia irrompible solo con la muerte de uno de ellos dos, le hizo imposible a la joven alejarse de él, sentía que tenía una obligación de mantenerlo a su lado para evitar que cualquier intruso hurgara en sus vidas para descubrir todos sus pecados, así que cuando lo vio parado como una sombra en el final del pasillo del último piso, decidió demostrarle sus intenciones genuinas; o al menos simular que lo hacía de forma pura, con la real esperanza de algún día vengar la muerte de todos sus familiares como si eso le costaba toda su vida o la de sus cercanos. Se juró destruirlo.

Solo que no contó con varios aspectos y uno de esto fue la traición de una de sus amigas, no, por supuesto que no delató la existencia del crimen, sino que fue otro tipo de traición. Rose de todas formas, le había dado la espalda al ahora conocido monstruo, había comenzado salir con uno de su mismo grupito de amigos, un guapo cadete recién iniciado en la comisaría. El chico maldito, justo después de dejar un cementerio en el hotel, fue directo a quien más conocía de los amigos de Rose: Genevieve Wilson. Esa mujer jamás había sentido gran cosa por su actual pareja, más bien estaba con él porque a sus padres le agradaba, así que no fue un gran problema entregarse al misterioso chico de aura atractiva y peligrosa que se asomó esa noche en su ventana.

Lógicamente, esta noche de placer traería consecuencias que la llevarían a contraer matrimonio con su actual novio de ese entonces: Richard Steinwedel; quien además de amarla profundamente, creyó que el hijo que ella portaba en su vientre era suyo. Sin embargo, era el mal a punto de desatarse, cosa que él no tardó demasiado en descubrir la noche del nacimiento, pues una sombra se asomó en la habitación del bebé. Genevieve le contó todo mientras la sombra amenazaba con agarrar a su hijo y asesinarlo por razones evidentes de lucha contra su propia maldad. Una madre es siempre una madre, y hace lo que sea por proteger a sus hijos, así hizo ella, con tal de mantener a su pequeño a su lado, ofreció el alma de su siguiente hijo al demonio. Richard no estuvo de acuerdo porque ese sería su hijo en el futuro, pero se había encariñado tanto con el bebé llamado Robyn que actuaría como un verdadero padre para salvarlo.

La figura endemoniada dejó la casa con un hilo del destino atado a esa promesa que se cumpliría dos años después al Genevieve dar a luz a su hija. Con el corazón a punto de salirse de nervios y tristeza, los padres aguardaron en la habitación de su nueva hija a que el monstruo llegara y se la llevara frente a sus ojos el mismo día de su nacimiento un primero de septiembre. Sin objeciones por su anterior promesa, su hija desapareció y fue contemplada por el demonio una vez en su hogar, dispuesto a llevar a cabo el ritual de todos los años, pero no fue capaz porque por primera vez en su maldición, encontró en alguien por muy pequeña que fuera, la esperanza de su salvación. Era ella, su destino, quien rompería su maldición de una vez por todas, la reencarnación de su amada. Primero tuvo sus dudas y esperó unos días antes de hacer algo concreto.

Al quinto día lo había decidido, tenía que devolver a la pequeña criatura con sus padres para que estuviera a salvo porque desde varios días atrás había notado como todos a su alrededor se comportaban de una forma mezquina que gritaba odio en sus ojos, con eso se refería a Rose. Una vez haberle dado un beso a la pequeña para dejarla en la cuna y largarse por la misma ventana, ella comenzó a llorar y alarmó a sus padres que se llevaron la mejor sorpresa de sus vidas. El demonio solo eligió a otro niño del pueblo para así continuar subsistiendo de una forma que haya balance entre el bien y el mal.

—No... ¿Qué? ¿Yo soy la reencarnación de Azure? —eso explica el parecido de los dibujos, tan bien conservados con el tiempo. Asiente—. Y... Mi hermano es... —aprieto los ojos con un nudo en la garganta—. Robyn es su hijo —finalmente pronuncio para convencerme a mí misma.

La perplejidad es obvia en mi rostro, pero no por el hecho de que Deven tenga cientos de años y sea ese monstruo que una vez me atemorizó con ese cuerpo clavado en sus espinas, no. Siempre supe que algo fuera de lo normal ocurría con él, algo que me unía a su ser de una forma inexplicable, solo que ¿cómo un ángel, criatura tan pura puede convertirse en algo que alberga tanta maldad? Claro, es un demonio que ha sido castigado con una horrible maldición y también... lo entiendo. No puedo culparlo, tanto los humanos como sus superiores le hicieron cosas espantosas y él lo único que hizo fue amar...

—El monstruo, la historia del monstruo que les otorgaba a los niños su salvación... —él comienza a reírse de la nada.

—¿Qué salvación, Heather? ¿La muerte? ¿Así es como te lo contó para que no lo odiaras? Aunque de cualquier forma, tú sola decidiste guiarte por ese tonto cuento porque quisiste creerle, apartar todos los obstáculos para llegar a su luz, sin embargo, te diré que él es solo oscuridad —hace una sonrisa torcida que me da escalofríos—. ¿O crees que si fuera tan trasparente necesitaría ingerir el alma de un bebé inocente cada año para mantener la balanza?

—¿Qué balanza?

—El equilibrio que todo ser debe de tener y que si él no obtiene una medida de pureza cada cierto tiempo, que le impida ser arrastrado al infierno por toda la oscuridad que se acumularía, el mundo se desataría en un caos imparable. Esa pequeña dosis de la inocencia de un recién nacido que aún no ha probado la maldad del mundo, es lo que lo mantiene en flote. ¿Ahora crees que salva a alguien? —veo en sus ojos el odio contenido tras esa sonrisa de autosuficiencia.

—Dios... —tapo mi boca con la mano, recurriendo a un repaso mental de la palabra que acabo de pronunciar.

¿Por ello han sido todas sus reacciones ante la palabra religiosa? Por supuesto. ¿Por ello nadie en el hotel pronuncia esa palabra con relación al creador? ¿Le temen porque saben la verdad o el propósito de su culto les prohíbe manifestarse? ¿Qué cantidad de daño sería Deven capaz de hacer a quien se interponga en su camino para lograr cualquiera de sus objetivos? ¿Es siquiera ese su nombre?

—Jamás mencionaste su nombre, Caiden. ¿Cuál es su nombre?

—¿Te serviría de algo decirte que es todo el mal, vicios, perversiones y destrucción del mundo contenido en un solo cuerpo? —me mira directo a los ojos mientras el aire se vuelve más denso y de repente helado.

El clima ha cambiado drásticamente en segundos, ya no hay ningún rastro de sol en el cielo y me arrepiento de haber tomado tan corto vestido. Las nubes negras nos dan esa luz apagada desde arriba como si de una nueva tormenta se tratara mientras el viento feroz mueve el olor a tierra del cementerio así como las hojas secas por el suelo. De repente las lápidas y sus escrituras parecen más opacas, todo indica que el mundo se apagó, ¿tan repentinamente? Algo va mal, el mismo ambiente lo está anunciando, pero el tiempo verdadero ahora es lo que menos me preocupa, sino este torbellino de recuerdos que se juntan en mi cabeza.

Siento que perderé la conciencia en cualquier momento con estos mareos, me aferro al borde de la sepultura y dejo todo fluir. El sabor amargo de antes, es reemplazado por una ola de afecto. Mi visión es esclarecida con un verde pasto en un hermoso claro, el sonido a mi alrededor es calmo con solo el agua chocando las rocas. Sonrío, sé que sonrío mirando a mi regazo donde me doy cuenta de que estoy dibujando esa figura que tanto he intentado memorizar y ahora sé que es mi razón de sonreír. Él se ve diferente, todo él irradia luz y sus alas son de plumas blancas y preciosas como diamantes, su rostro continúa pareciendo esculpido a mano, unos ojos azules como zafiros dan aún más belleza al contorno de su cabello tan oscuro y profundo, salvaje.

Toma mi mano y sonríe, no puedo evitar hacerlo también hasta que observo mi propia mano y me doy cuenta de que no soy yo. Un anillo de compromiso, Azure estaba comprometida, son los recuerdos de Azure... Muchos más pasan frente a mis ojos, caricias, el calor de su piel siempre pálida como si la luz resplandeciente del sol no hiciera ningún efecto en cuanto a bronceado. Su besos... sus labios, me siento fuera de peligro con su vida, la mía uniéndose con la de ella. Quiero ser Azure, siento todo lo que ha vivido, lo que sintió por él... No quiero despertar.

—¿Estás bien, Heather? ¿Qué pasa? —cuando recobro la conciencia, veo a Caiden agitando mis hombros.

—Yo... tengo sus recuerdos. Todo lo que ella vivió... —tartamudeo—. No puedo, Caiden... lo amo.

Él solo se aleja unos pasos, con el rostro... quisiera decir que siente rabia, que quiere algo con lo que desquitarse, pero solo se nota dolor y eso me rompe el alma. Él no tiene la culpa, es su madre la que lo metió en esto desde el principio, su madre...

—Ella... —me mira desconcertado porque sabe que ahora no estoy hablando de Azure—. Rose, tu madre. ¿No dijiste que vengarse había sido su plan desde el principio? —asiente.

—¿Ahora qué? ¿Qué tiene que ver eso ahora?

—Lo va a matar, hoy. ¡Va a matarlo, por Dios! Dijo que lo llevaría al Sanatorio Mental, que lo internaría, pero era sin duda para alejarme de seguir investigando. Pensó que con eso estaría cerrando el tema de una vez por todas, solo que su único plan era matarlo.

—¿Qué? ¡Oh no, Heather! ¡Maldita sea! Ella no lo va a matar —la preocupación crece en su rostro—, él sí. 

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