Capítulo 29
Con un pequeño ardor palpitando en mi brazo, abro los ojos para ver una claridad chocante. Acomodo la cabeza en la almohada y sé que estoy en mi habitación, con una hirviente quemadura en el brazo y un desconcierto de otro mundo. Veo en la mesita a mi lado una bandeja con una jarra de agua y un vaso, enseguida se me antoja, pues la garganta la siento extremadamente seca, rayos. Me percato de una nota calzada con el vaso de cristal que dice en una letra desconocida:
"Buenos días pelirroja, espero que estés mejor. Estaré allí en unos minutos, no te pongas jodidamente impaciente. Hidrátate.
C.B"
¿C.B? Por supuesto, Caiden Black, aunque el sello de "pelirroja" lo dice todo, ni siquiera tenía que firmar. ¿Acaso estuvo cuidándome todo el tiempo que estuve inconsciente? ¿Y cuánto tiempo fue ese? Lo último que recuerdo es el vestíbulo en llamas... Deven y el llanto del bebé. Oh por Dios, ¡el bebé! ¿Qué le habrá pasado? En mis brazos no pudo estar demasiado seguro puesto que perdí la conciencia.
Termino de tomarme el segundo vaso de agua por el momento cuando me percato de la resistente luz que azota la habitación. La ventana está abierta dejando entrar una suave brisa que no es extremadamente fría o molesta, es cómoda y agradable, acompañada de rayos de sol. Eso es exactamente lo que me desconcierta, ¿sol en Reshville? ¿El pueblo que permanece todos los días del año cubierto de nubes negras? ¿Se aplicará a eso lo de que después de la tormenta viene la calma? Pues esta calma es muy cálida, no puedo evitar asomarme a la ventana para recibir calor en la piel. Eso me hace darme cuenta de que no traigo mi anterior ropa empapada y sucia, sino un vestido de pijama de seda, de color blanco y de un largo algo por encima de las rodillas. Mi cabello cae por toda la espalda y esta cosa roja en mi brazo está palpitando... pudo estar peor, ¿cierto? Al menos para haber estado entre las llamas.
Me escurro por el pasillo desierto e iluminado por el extraño día soleado que me hace cuestionarme si de verdad sobreviví al infierno, porque esto se da a un aire de paraíso. Bajo al primer piso y lo primero que llega a mi nariz es un olor a madera chamuscada evidentemente del vestíbulo que ha quedado destruido y con un hueco que da hacia el exterior, en el borde del acantilado diría yo. Me viene a la mente como Deven se marchó por ahí y lo curioso es que jamás lo vi alejarse por algún camino, es como si hubiera escalado la pared fuera de la vista de todos. Al menos siento alivio porque esté bien.
Como todavía la soledad está acentuada en esta zona, me dirijo al otro punto del hotel que me da la impresión de que será el punto de reunión por mucho tiempo, o bueno, hasta que reconstruyan el vestíbulo. En la sala común percibo que hay dos personas que llevan la pelea principal: Gemma y Marcus. Los gritos se escuchan antes de llegar, así como el fuerte llanto del bebé en los brazos de la mujer. Me alegra enormemente que la criatura esté a salvo, si algo le pasaba por mi culpa, era incapaz de perdonármelo. No tengo intención de interrumpir cualquier cosa que estén discutiendo, pero no me hará nada mal escuchar.
—¡No vas a llevarte a mi hijo! —grita Gemma entre llantos.
—¡Que no es tu hijo, mujer! Estás enferma mentalmente, no te lo voy a dejar —rebate el hombre.
—¿Enferma? ¿Eso es lo que intentas hacer? ¿Intentas hacer que todos crean que soy una loca desquiciada incapaz de criar a su hijo? ¡Eres un maldito! —me asomo un poco a la escena para ver que ella le da una bofetada a Marcus y lo empuja un poco para alejarlo.
En la misma habitación se encuentra Rose ordenando un poco los sofás para disimular que sí está escuchando la fuerte discusión, pero sin intervenir como si esperara un campeón. Caiden es el otro individuo de la sala, aparta una cortina oscura para dejar pasar la magnífica luz del sol que llega hasta los pies de Gemma.
—¡Lo estás, Gemma! Perder a tu hijo te afectó demasiado, no voy a dejarte al mío.
—¡Cállate! ¡No sabes de lo que estás hablando! Este es mi hijo y tú eres un acosador de mierda, así que aléjate o tendré que matarte —oculta al bebé entre sus brazos.
—Por favor, solucionen esto de una forma civilizada —habla la que sacrifica niñas inocentes—. Al menos dejen al niño fuera de esto y solucionen sus problemas aparte.
—¡No, Rose! ¡Este maldito tiene que irse ya y dejarnos a mi hijo y a mí en paz!
—Claro que me iré, pero no voy a dejar a mi hijo contigo —él se abalanza hacia Gemma para agarrar al niño que llora incesantemente.
Logra quitárselo con un montón de forcejeos en los que nadie más interviene. Gemma solo grita groserías como si saliera de repente de su papel de madre tranquila que siempre mostró en el hotel. En sus ojos realmente se ve la furia y descontrol mental, como cuando el sheriff desató sus verdades. Con todo su odio listo para atacar, se lanza a recuperar a su supuesto hijo, y desde otra perspectiva se ve claramente como no le importa dañar al pequeño mientras cumpla su cometido. A Marcus se le hace imposible seguir deteniéndola de herir a su pequeño, en un rápido pero firme empujón, Gemma cae hacia atrás y se golpea la cabeza con el borde de la mesita de centro.
El silencio crece en la sala mientras el hombre no lo puede creer, Rose parecía estar esperando justo eso y no puedo descifrar la expresión de Caiden, es como si al mismo tiempo estuviera en contra del homicidio directo de una persona y por otra parte tiene el pensamiento de que esa persona se lo merecía. Yo solo estoy un poco impactada por ver el charco de líquido rojo y espeso que se esparce por la alfombra bajo el cráneo roto de una Gemma con ojos abiertos y sin vida. En este momento, la mirada fija de Rose en mi dirección es lo que más me espanta, cosa irónica porque de verdad que es la mirada más condescendiente que he recibido de esa mujer.
Marcus está en pasmo, se sienta en un sofá para asimilar la situación. Detrás de mí me hace sobresaltar Justine que pasa a toda prisa directo a la sala, ni siquiera me ha tenido en cuenta. Cuando ve la escena no hace ni un mínima mueca, sino que se dirige al lado de Marcus con intención de ayudar, toma al bebé en los brazos debido a que el padre está descontrolado y se sienta a su lado. Justine sonríe al bebé mientras dice cosas lindas como la típica madre cariñosa, ¿acaso planeó todo esto? ¿Era lo que quería? Retener al hombre por su asesinato y tener al hijo que siempre quiso.
—Caiden cielo, envuelve esta alfombra y llévala al sótano —con el cadáver dentro supongo—. Marcus... no tienes nada que temer, en el hotel estarás a salvo con tu hijo —pone una mano en el hombro del hombre.
—Yo... la maté... soy un asesino —se mira las manos con culpa.
—Expiaremos tus pecados para que tu alma quede libre de ellos y puedas criar a tu hijo con una pura convicción —esta vez es Justine—. Aquí no apartamos a las personas que buscan donde quedarse, Marcus, aquí le damos un refugio donde sin importar su origen o pasado, pueden vivir plenamente.
Caiden se tira en el hombro el cuerpo envuelto en la alfombra y pasa a mi lado con una mirada de seguridad, pero al mismo tiempo con un ligero miedo a que lo juzgue. Supongo que se dirige al sótano, a deshacerse del cuerpo.
—No lo podrías haber dicho mejor, Justine. Aún así es su decisión quedarse en el hotel y sé que no es el mejor sitio ahora mismo, pero en cuanto lo remodelemos quedará como nuevo —Rose esboza su gran sonrisa—. Esta tormenta no nos puso venir mejor —imposible (que se note el sarcasmo)—. Bueno, dejaré que lo pienses un poco y después me ves para registrarte a ti y al bebé en el hotel —el hombre sigue en pasmo, así que posiblemente esas palabras sonaron insignificantes.
Rose se dirige hacia a mí resonando sus tacones y sonriendo de una forma tan estirada que me pasa por la cabeza que me podría comer. Trago grueso en cuanto se posiciona frente a mí, observa por un momento la quemadura en mi brazo con una expresión de lástima que a estas alturas no sé si es verdadera o falsa.
—Heather, que bueno verte. Si estás aquí es porque ya estás mejor, ¿me equivoco?
—Sí, estoy bien —contesto cortante ella mira hacia atrás donde ocurrió el recién crimen y luego otra vez a mí.
—Genial, entonces creo que ya podrás volver al trabajo —sonríe y se dirige escaleras arriba—. Acompáñame —asiento y voy tras de ella—. No somos tan malos como tú crees, Heather —saca de la nada en medio del pasillo del segundo piso—. Esa mujer, Gemma Thompson era una impostora. Hace seis años su hijo fue llevado como los demás en un primero de septiembre como este, por cierto, feliz cumpleaños, Heather.
—Oh... —me quedo sin habla por un momento—. Le agradezco.
—Mi hijo me lo dijo —¿cuál de los dos?—. En fin, como te iba diciendo. Gemma sufrió psicológicamente durante todos estos años. Marcus es un buen hombre, pero por desgracia la madre de su hijo murió de parto y en unos meses se casó con Gemma para que su bebé creciera con una figura materna. El descontrol mental de su nueva esposa era algo de lo que no tenía idea hasta pasado un tiempo en que ella actuaba como la verdadera madre del niño. Marcus estaba asustado de que la obsesión enfermiza de Gemma la pudiera llevar a lastimar a su hijo con tal de no separarse jamás de él, así que acudió con varios especialistas que le pudieran ofrecer consultas a ella. Por supuesto, ella se negó repetidamente e incluso se hizo la idea de que la querían internar en el Sanatorio Mental, así que escapó con el bebé y como buena conocedora del pueblo, llegó a aquí.
—Entonces ella solo era su madrastra desquiciada —admito sin pudor—. Realmente no le importaba lastimar al niño para mantener su ideal de tenerlo consigo...
—Así es, era un peligro, pero también una víctima —nos detenemos en una puerta que no reconozco como habitación, sino donde almacenan los accesorios del hotel como cortinas, alfombras, sábanas, toalla e incluso jarrones de repuesto—. Gemma solo fue una víctima de la crueldad de una estúpida leyenda —en su rostro me percato de un atisbo de pena por sus palabras—. Como muchas otras... pero a veces hay cosas que solo pasan y no las puedes evitar, Heather —me sonríe amablemente y procede a abrir la puerta.
—¿No se podría haber evitado la muerte de Aubree? —pregunto sin más, ¿qué más da seguir haciéndome la tonta si esta mujer parece estar enterada de todo?
—Créeme, hubiera querido evitarla más que tú. La crié como mi propia hija, desde que vino a nuestra puerta y a los brazos de John, la amaba, pero ya estaba maldita —aparta la mirada para agarrar unas toallas limpias—, desde que él la tocó —¿él? No puedo abrir la boca para preguntar porque enseguida cambia su tono nostálgico para ser la jefa de siempre—. Bueno, cielo, la hora de trabajar está aquí y más ahora que el vestíbulo está destrozado, pero no te preocupes, nuestros hombres se encargarán. Ve a dejar estas toallas en cada habitación y lleva las usadas a la tintorería, de paso trae la alfombra que llevó Caiden hace unos días. Ya sabes que no podemos dejar el piso del salón descubierto —guiña un ojo y me entrega las toallas.
—Claro... será genial salir a dar un recorrido con este buen tiempo, pero espero que la alfombra no pese mucho, ¿o sí?
—No te preocupes, cielo. Es amplia, pero ligera —sonríe con despreocupación.
...
En efecto es ligera, traerla sobre el hombro imitando la facilidad de Caiden con el cuerpo, no es tarea muy pesada. Voy de regreso al hotel luego de aproximadamente dos horas en la jodida tintorería que cada día se hace más difícil encontrar lo anteriormente encargado o hacer el mismísimo encargo. Aunque estar fuera con este aire puro cargado del calor del sol, me hace bien, extraños días son estos en Reshville y creo que los habitantes lo han notado a pesar de que algunas casas han sido arruinadas por la tormenta. En las calles hay más gente de lo normal, usando sus mejores conjuntos de verano aunque este sea el más horrible día de todo el año.
Aproveche la oportunidad para ponerme uno de mis pocos vestidos veraniegos, recogerme el cabello en una coleta alta y unos pendientes bonitos, lo único que me falta es el collar... Sí, tengo otros collares que combinan con mis aretes, pero la falta de ese collar en específico, me da una sensación de lo más extraña. Está esa parte en la que quiero conservar el recuerdo de mi madre conmigo, pero por el otro lado, quisiera repeler esos mismos porque aunque quiero hacerme de tonta con las palabras que dijo Walsh, un sentimiento en el pecho me grita que debería de creerlas. Sin embargo, me niego, no quiero creerlas por ambas partes, no quiero culpar a mamá de nada y a él... ¿Qué? ¿Cómo? "Un monstruo engendrado por otro monstruo..."
Las mismas palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez, necesito verlo, necesito saber cosas, preguntarle y asegurarme de una vez por todas que puedo confiar en él y mi devoción a su ser no es en vano. Por lo que mis pasos resuenan en cada uno de los escalones que me llevan al tercer piso, luego de haber dejado la alfombra recostada a un lado de la pared. Entro a su habitación de forma apresurada y la esperanza de encontrarlo ahí baja en cuento veo que está todo vacío.
El aire viniendo de la ventana rota, choca en mi rostro haciéndome achinar los ojos debido a que aquí arriba es más potente. Toco los bordes de la misma con mis dedos, notando los rastros de sangre en el vidrio filoso, él se hirió, se hizo daño al salir por aquí, debe de tener varias heridas puesto en todo el marco hay, pero me extraña que siendo tan hábil y pudiendo caber perfectamente sin más que herirse un poco. Es como si fuera más grande y fuerte haciendo el esfuerzo para salir, desearía estar ahí para curar sus heridas... ¿Dónde está? ¿Dónde pudo haber ido luego del incendio de anoche? ¿Cómo si quiera pudo hacer para bajar al suelo desde tanta altura sin lastimarse? Esa sombra de la ventana...
Voy a salir definitivamente de la habitación, cuando mi vista se detiene en la pila de tablas rotas en una orilla. No hay nada en esa simple madera, lo que me tiene capturada la vista es que debajo de todo eso, pareciera como que el propio piso tiene una ranura. Como una tabla que no encaja. Por supuesto tengo que meter mis narices y apartar esos tablones para ver qué hay debajo y en efecto hay una tabla que sobresale de la continuidad del suelo. Es como si recién la hubieran levantado para agarrar lo que sea que oculta, si él lo hizo... Tal vez su plan es que yo vea esto, como una señal para encontrarlo.
Quito la tabla con un poco de fuerza que hasta casi caigo de trasero hacia atrás. Mis ojos se abren por el contenido del hueco: dibujos. Saco el bulto completo de papeles para darme cuenta de tantas cosas a la vez que se arremolinan en mi cabeza como una maldita nube. Los dibujos son sobre mí, o al menos las primeras hojas que parecen de un papel bien fresco, recuerdo los primeros días cuando hicimos el intercambio del teléfono por información y todo encaja. Las poses que se ven en los numerosos dibujos son poses que he usado en las fotos que me tomo con mi móvil, para eso lo quería, quería guiarse por mis fotos para dibujarme. Esto parece obsesivo, pero se me hace hermoso, lo que no encaja es que en su historia él no necesitaba de guías para dibujar a su amada, sino que la tenía en la mente, pero este no es el caso y algo me dice que no es solo un cuento al azar.
Los otros papeles están arrugados y amarillentos como si hubieran sido conservados por mucho tiempo. El olor a polvo me hace estornudar mientras me doy cuenta de que la chica dibujada en los papeles viejos no soy yo, pues además de un cabello más ondulado, no hay poses que yo haya hecho antes y sus ropas son... más antiguas y diferentes a las que yo uso. Si tan solo me guío por su rostro, no encontraría mucha diferencia, podríamos ser hermanas, gemelas quizás. ¿Quién rayos es esta chica? ¿Es la joven de la historia que Deven me contó? Guardó todos sus dibujos aquí... con los míos, como si intentara reemplazar su ausencia conmigo. No sé cómo sentirme...
Reviso en el hueco por si hay algo más y una punta blanca reluce en una esquina calzada por más madera. La jalo lentamente para no rasgar el contenido y extenderlo una vez libre. Lo que veo ante mí es algo como un plano de trazos claros, como un mapa que da a tres caminos, el del centro más largo y los de ambos lados más cortos llevando a varias sendas. El sótano del hotel, las tres puertas. Allí está, debe de estar allí o quizás hay algo que quiere que vea, tras una de esas puertas.
Sin pensarlo dos veces, me dirijo hasta allí, cruzo la puerta que se encuentra entre el depósito de agua y allí me encuentro, en la encrucijada donde tomé la puerta del centro para ver ese horrible ritual. Ahora todas las cerraduras de la puerta a la derecha, están abiertas y las cadenas que la retenían están en el suelo junto al candado. Hay alguien allí dentro, estoy segura, pero ¿qué se supone que debo hacer? No puedo escuchar tras la puerta porque por lo grueso del metal es imposible oír algo. Por lo que deparo en la de la izquierda, con tan baja seguridad como la de un clic.
Hago la misma fuerza que ejercí con la anterior para evitar el ruido monstruoso y la oscuridad no me deja ver todo con claridad. Lamento haber perdido mi maldito teléfono. De todas formas, puedo percibir la silueta de cosas muy particulares como juguetes poco peligrosos para pequeños infantes, una cómoda repleta de adornos pequeño y... una cuna. Es la habitación de un bebé, aquí en una de las extrañas puertas del sótano, solo que no se derivan más puertas como el mapa indicaba, la cosa no se puede poner más turbia. Los pelos se me erizan e inmediatamente siento la necesidad de salir de allí.
Una vez fuera, le transmito mi expresión de susto a Rose que recién acaba de cerrar la puerta de máxima seguridad con un llavero grueso en las manos. Se pone la otra mano en el pecho y suspira con alivio porque sea yo, pero no de forma muy agradable, obviamente porque no tengo que estar aquí.
—Heather, ¿qué haces aquí?
—Rose, creo que no debemos andar con muchos rodeos así que le diré directamente que estoy buscando a Deven —ella hace de su boca una fina línea.
—Está aquí —confiesa de forma extraña para mí, señalando la puerta tras de ella—. Su habitación en el ático está en muy malas condiciones, además de que con las nuevas remodelaciones del hotel vamos a cerrar esa área definitivamente.
—Hay muchas habitaciones de huéspedes, ¿por qué en el sótano tan alejado del mundo normal? Es algo estúpido.
—Mi hijo no se puede exponer a condiciones normales, como puedes ver el día está especialmente soleado —sonríe con un pequeño giro a la cabeza—. Por lo que también te puedo decir que son sus últimos días en el hotel, sus crisis están empeorando y va siendo la hora de internarlo y dejarlo con profesionales.
—¡Pero si él no está loco! ¡Ni siquiera tiene problemas en la piel! Rose, pensé que íbamos a hablar sin tapujos y ahora me está diciendo tales mentiras estúpidas.
—Él es un chico complicado, Heather. Te ha hecho creer que está bajo algún tipo de maldición infernal que condena su vida, pero la verdad es que su propio trastorno mental le hace creérselo a sí mismo. Te estoy hablando sin tapujos, al final de esta semana lo llevaré al Sanatorio Mental de Shadeview donde lo tratarán los expertos y le incorporarán los medicamentos que no puedo suministrarle. Esto se me está yendo de las manos.
—Es... No... No puedo creerlo, él es real, no me ha mentido. Usted sí, no voy a creerle —dejo la boca abierta sin más argumentos y salgo de allí.
No puedo creerle, él no está loco, él dice la verdad, es imposible que haya creado toda esa fantasía en su cabeza. ¿Cómo se va a explicar el hecho anormal que ocurrió en la semana antes de luna llena? A alguien con trastorno psicológico no se le encadena como una bestia y se le pone un bozal metálico. ¿Y la habitación de niños? Ellos... ¿Son el monstruo que se lleva a los bebés cada primero de septiembre?
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