—El presagio de la muerte, está más cerca de nosotros de lo que pensamos —dice Alice elevando los brazos como si recibiera alguna orden divina—. ¡Hoy es el punto más escencial para colmar nuestra existencia y pulir nuestros pecados! —me detengo a escuchar sus palabras, que por raras que suenen, tienen algo de razón.
—Venga Alice querida, a esta hora los peces ya deben de estar nadando hacia el otro lado —Clifton con la caña de pescar al hombro, cierra la puerta tras de ellos.
—Estoy comenzando a creer en los poderes de Alice, ¿sabes? Dice algo sobre un mal presentimiento del Red Hunt y todo sale asombrosamente mal —Kiersten resopla.
—Sí, raro —así como el hecho de que ella y su esposo hayan salido como si nada del bosque cuando los demás están muertos—. Entonces Kiersten, ¿dónde estaban ustedes que tuvieron tanta suerte?
—¡Sí que tuvimos suerte, linda! De no ser porque Nash decidió seguir a un lobo hasta más allá de las fronteras, estarías ahora mismo en nuestros funerales y no aquí atendiendo el hotel —ríe tranquilamente.
Los Schmidt bajan las escaleras hablando tan juntos y sospechosos como siempre, ni siquiera se encargan de darnos los buenos días, sino que continúan hasta el comedor, para arrinconarse en la cara de la pared que no vemos. Le sonrío a Kiersten para darle la razón mientras me acerco a la ventana más a la izquierda del vestíbulo, es decir, más cerca del comedor. Abro las cortinas para dejar más paso a la claridad mañanera (como cabe en el cielo nublado de Reshville). Me hago la que estoy viendo el paisaje del bosque más allá del acantilado, al mismo tiempo amarrando ambos extremos con la mayor lentitud posible.
—Tienes que estar más calmada, mujer. Luego de esta noche todo será igual a antes —escucho al hombre hablando con su esposa.
—No lo sé, Harold. Por mucho que me duela perderla, creo que no podría hacércelo a alguien más. Es una injusticia...
—Heather —me sobresalto e inmediatamente dejo caer la cortina para observar a Rose detrás de mí.
—¿Sí, Rose? —trago grueso con las manos comenzando a sudarme.
Desde que presencié aquello, no he sido capaz de comportarse normal en su presencia por más que lo intente. Es que desde un principio, su sola cercanía me aseguraba que no debía de confiar en ella por todos los asuntos turbios que podría llevar detrás, pero eran solo suposiciones, ahora tenía un hecho consistente en mis manos. Por el otro lado, parece enterada de todo el tema de los Schmidt, cosa por la que tiene cara de querer deshacerse de mí para que deje de escuchar detrás de las paredes. Mencionada pareja me deja en claro que su pérdida tiene que ver con Annie, la supuesta chica sin familiares.
—Necesito que lleves estas cortinas a la tintorería del pueblo —con la falta de su sonrisa habitual, me extiende las cortinas dobladas.
—No hay problema —las agarro con la firme idea de que solo quiere enviarme lejos.
♦♦♦
—No me digas que trabajando tan temprano, pelirroja.
—Cortesía de tu madre —doy una sonrisa de boca cerrada, él se pone tenso por la mención de su madre—. Caiden...
—¿Sabes? Deberías de dejar esas viejas cortinas por ahí y venir conmigo —otra vez recupera su sonrisa burlona.
—¿Qué? Caiden, no vengas con lo mismo...
—Olvídate de esta porquería, pelirroja. ¿No crees que tenemos demasiado con la cruda vida real? Alguna vez se podría escapar de esa crueldad por un momento —su mirada me transmite un pesar, siento la necesidad de apoyarlo.
Miro las telas en mis manos, pienso en cuanto quiero escapar de los ojos de mi hermano que me han perseguido toda la semana, dejando notas cada día, ya sea tocando la puerta de mi habitación mientras estoy en la ducha o llevando algún encargo a algún huésped. También he encontrado algunas calzadas bajo los jarrones que adornan el pasillo, o en el borde de una ventana. Mis nervios han estado a flor de piel, a punto de estallar como una piñata sorpresa, esparciendo todo su contenido de caramelos, solo que mis sesos son los que se van a despilfarrar.
Además, soy consciente de la rareza que ha tenido Caiden estos días, a pesar de que no me ha dicho nada, sé que está enterado de lo de su padre, con un adicional de lidiar con su madre asesina. ¿Por qué se queda callado? ¿Por qué simplemente no huye como me propone? Quedarse con todo esto, sin tener voluntad para escapar, me parece asfixiante. ¿Es que el amor por su madre es tan grande como para no permitir largarse? No lo entiendo, ¡no entiendo nada de lo que está sucediendo! ¡Rayos!
—Solo con la condición de que antes pasemos por la tintorería, no quiero que tu madre me despida por trabajo ineficiente.
—Trato hecho, pelirroja. Además, no creo que tengamos tiempo cuando volvamos y sea de noche —se dirige a la moto y me alcanza el casco.
—¿Qué? ¿A dónde rayos vamos?
—Fuera de Reshville.
De un momento a otro, comienzo a contemplar nuestros alrededores, las imágenes fugaces del profundo bosque que se extiende por toda la carretera cubierta por un manto de neblina, como si todavía no hubiera amanecido. Con la cabeza recostada en la espalda de Caiden, y mis brazos rodeando su cintura para sostenerme, me permito sonreír a medida que vamos dejando atrás toda esa nube de tinieblas que acecha Reshville, para obtener una vista más clara del cielo sobre nosotros. Acabamos de pasar el cartel que da la bienvenida al pueblo y la verdad es, que me siento más segura fuera que dentro.
Unos minutos luego de cruzar la frontera sabiendo que nos dirigimos más al sur de lo que sea que se encuentre allí (algún pueblo o ciudad grande), las nubes se van separando para calentar nuestros rostros con los rayos del sol. Hacía tanto tiempo que no lo veía brillar, que ahora es uno de los acontecimientos más hermosos que podría pensar o atesorar. Es increíble cómo tan solo de cruzar la línea que define nuestra salida de Reshville, dejamos atrás todo por lo que hemos vivido en las sombras.
Caiden reduce la velocidad de la moto en una curva, ¿acaso se le ha olvidado llenar el tanque de combustible otra vez? Genial, lo que nos faltaba. Finalmente se detiene por completo, apagando la moto y echando la llave en el bolsillo de su chaqueta, mientras yo ni me muevo.
—Bájate.
—No me digas que se quedó sin gasolina otra vez —resoplo mientras me bajo y me quito el casco.
—No esta vez, pelirroja —me guiña un ojo a la par que se baja—. No puedo creer que tu apreciación del paisaje sea tan barata —niega con la cabeza mostrando decepción—, pensé que tu buen gusto se atribuía al general —pasa la lengua por la comisura de sus labios.
—¿Te oyes a ti mismo? Por Dios, ¡qué ego! Si todo eso se hiciera material, estoy segura de que el suelo no aguantaría su peso —bromeo dándome la vuelta de cara hacia el margen de la curva, el cual se trata de un acantilado con vista al resto del bosque en su fondo, como si estuviéramos en la cima de la montaña.
—Entonces te arrastro al infierno conmigo —me abraza desde atrás poniendo su barbilla en mi hombro.
—Esto es... hermoso. Sé que sonará muy de película, pero me siento como en la cima del mundo —dejo salir un suspiro infantil.
—Sí, suena demasiado a película, qué ridículo, pelirroja —susurra en mi oído, cosa que comienza a ponerme desde ya al sentir sus labios—. Sin embargo, si pensamos en nuestra realidad como un filme de suspenso, erotismo —sé que sonríe en mi oreja—, y cargado de emociones de cualquier tipo, lo hace menos doloroso ya que, al menos sentimos conexión con los personajes que sufren en las películas. La única diferencia es...
—Que solo son actores —completo con el mismo timbre de pesar—. ¿Hay alguna forma de escapar? —miro hacia el cielo frente a nosotros, evitando el contacto directo con el sol para no dañarme la vista.
—¿Has oído sobre los hilos rojos del destino?
—Creo que he obtenido bastantes referencias —resoplo separándome de él y buscando un sitio donde sentarme.
El aire no deja de revolver mi cabello que hoy tuve la maravillosa idea de no llevar atado porque por supuesto, pensé que habría un trabajo “ligero” en el hotel siendo domingo. Logro ver una piedra lo suficientemente grande para tomar asiento, y con una buena sombra proporcionada por un árbol que prácticamente pende de un hilo, ya que, se encuentra en el mismo borde. No podría decir si su raíz está más propensa a caer o a quedarse en tierra firme.
—No te creerías cuántas referencia hay por todo el mundo, inclusive por las tantas personas que utilizan esas palabras, sin tener la mínima noción de su significado —se agacha para estar a mi altura y aparta el cabello intruso en mi rostro por el aire—. Pues no es un secreto que estamos conectados por numerosos vasos sanguíneos que se dirigen a varias partes del cuerpo. Entre estos vasos se encuentra uno que une al corazón con el dedo meñique. Cosa que da inicio a esos juramentos en los que normalmente creen los niños pequeños, entrelazando sus dedos de forma inocente. La longitud de este hilo no mide solamente la distancia entre el corazón y el dedo, sino que continúa de manera invisible hacia el meñique de otra persona; aquella que conoceremos en algún momento de nuestra vida, y que sin saberlo, se convertirá en alguien... importante —suspira y me da una sonrisa extrañamente sin picardía—. El hilo que nos conecta hacia el nuevo individuo podrá torcerse o estirarse, pero jamás va a romperse. De esta manera, cuando el tiempo pase, nos daremos cuenta de que esa persona era la que estaba destinada a permanecer en nuestra vida para siempre.
—¿Crees en ello, Caiden? —¿así como los locos del hotel?
—Son tonterías, Heather —se muerde el labio inferior dejándose caer finalmente en el piso, con sus antebrazos apoyados en las rodillas—. Es solo una leyenda, de hecho, la versión más inocente que se les cuenta a los niños para que crean en algo —su mirada es triste, acorde a sus palabras.
—¿Significa que hay una verdadera de la que se deriva esta versión? —me deslizo de la piedra para arrodillarme frente a él—. O tal vez su significado sea tan simple como respirar, como los sucesos del futuro forjados a través de las acciones del pasado —recuerdo vagamente lo que me dijo Deven—, una acción premeditada incluso antes de que nacieras —a lo que Alice se refirió—, por la voluntad de alguien que no es capaz de contrariar su fin —me detengo de repente con la mirada en la nada, aunque Caiden esté frente a mí.
—Él no se merecía ese fin, Heather —vuelvo la mirada hacia él, sabiendo que se refiere a su padre.
—Lo sé, ninguna vida merece ser tomada por alguien más —cierro los ojos permitiéndome imaginar a Deven pidiéndome matar a alguien, lo haría—. Pero hay veces que...
—Tranquila, no tienes que explicarme nada —tensa la mandíbula y aparta la mirada, dejándome solo con su cabello como el oro, desordenándose por el fuerte viento—. Podemos fingir que nada en el bosque pasó y puedes continuar con el juego de detective que gira en torno a mi hermano.
—¡Caiden, no! ¡No quiero pretender que nada pasó! Porque sí pasó, yo... —me sostengo con mis manos, inclinada hacia delante, cuando él vuelve a encararme.
—¿Vas a aceptarlo finalmente, pelirroja? —como si nada, su sonrisa socarrona vuelve a aparecer mirando el escote en forma de V de mi suéter, le dedico una mirada de incredulidad con una sonrisa sugerente—. ¿Qué? ¿Creíste que soy de los que se dan por vencidos en cuanto el viento sopla en otra dirección?
—Jamás terminé de tragármelo, Caiden Black —me subo encima de él con una pierna a cada lado y mirando a sus ojos verdes.
Acabo con esa sonrisa al estampar mis labios contra los suyos, abriéndome paso al interior de su boca y sintiendo el leve sabor a cigarro que aunque olerlo sea desagradable, en su boca es como de dioses. Presiona mis caderas contra su cintura y se deja caer junto conmigo, de espaldas al suelo. Mueve sus manos dentro de mi suéter para acariciar mis pechos por encima del sujetador ya que, no se las ha podido arreglar para zafarlo. Gimo por el suave contacto de sus dedos en mis puntos sensibles, mientras besa, muerde y chupa la piel de mi cuello.
—Te dije que serías mía, Heather, que yo sería el que te haría sentir cosas inimaginables, te llevaría al infierno... —susurra en mi oído, desabrochando mi pantalón para introducir sus dedos.
—Caiden... —gimo en sus labios, de una forma que suena idéntico a la voz de la profesora aquel día en el baño, lo que me hace separarme de inmediato.
Me siento en el pasto a su lado, con la respiración agitada y decidida a no continuar con esto. Siento que estoy siendo usada por un imbécil que solo ha utilizado su rostro bonito para obtenerme de fácil, tanto como para gemir su nombre como esa profesora desquiciada. No puedo dejar que se aproveche de mí de esta forma, ¿y si solo quiere algo de una noche conmigo para romper mi corazón en pedazos y seguir como si nada? Tengo que esperar, detallar con mis propios ojos si puedo dejarlo estar en mí.
Aprieto mis piernas entre sí para bajar el calor, que aunque me dice a gritos que siga con lo que estoy, mi mente le debate con retenerme.
—¿Qué pasa?
—Eh... No creo que sea lo ideal hacerlo en medio de una curva en la carretera —señalo lo obvio.
—Pues es de lo más desierto que vas a ver, nadie entra o sale de Reshville a menudo —resopla con molestia, apartándose el pelo de su frente.
—Como sea, Caiden, es raro —me encojo de hombros tratando de disimular para ir a sentarme en la piedra a mirar el paisaje una vez más.
No le quedó más que aceptarlo, hablando de estupideces llenas de insinuaciones de lo que me haría en una cama del hotel. A penas nos dimos cuenta de que el tiempo pasó muy rápido, será mediodía y creo que es hora de volver al hotel, pero sin embargo, él solo sugiere pasar por un pueblo del otro lado de la carretera para ir a por algo de comida. Está bien, podemos quedarnos un poco más, pues lo que busca es estar alejado de ese ambiente, para dejar de pensar en su padre, como usualmente hago yo, alejarme...
—¿Me vas a dejar aquí, Caiden?
—¿Extrañándome y todavía no me he ido, pelirroja? —bromea poniéndose el casco, solo resoplo—. Tranquila, serán unos quince minutos y ya me tendrás contigo. No te muevas, no quiero tener que sacar un cadáver de entre los árboles —guiña un ojo detrás del cristal.
Los que eran quince supuestos minutos, se convirtieron en horas y las gotas de mi paciencia, se agotaron al mi teléfono marcar las cuatro de la tarde. ¿Le habría pasado algo en el camino? Lo dudo. Recuerdo la mirada hostil de Rose al intentar sacarme del hotel, ¿y si todo esto era el plan desde el principio? ¿Utilizar a su hijo para esto? Vaya, eso sí que es caer bajo, aunque no me debería sorprender viniendo de una asesina. Él, de él no me lo había esperado, entretenerme para cumplir los planes de su madre... Solo que con esto solo me han hecho sospechar más de que esta noche de luna llena, pasará algo de lo que no quieren que nadie se entere.
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