Capítulo 12
*Alto contenido violento, se recomienda discreción... Nah, solo hay que tener buen estómago*
Salimos del gimnasio lo más rápido que podemos ya que el mensaje de este chico parece tener más urgencia de lo que parece. Llegamos al estacionamiento y tenemos que parar de golpe ante la escena. Shayna se tapa la boca con la mano para contener el resultado de sus arcadas; Parker intenta mantener su compostura como jugador de fútbol, dado que esto lo supera; y yo no me puedo ni mover, siento que todo mi cuerpo ha comenzado a temblar.
Sobre el coche que recuerdo que el director conducía, Karol camina de forma turbulenta con una botella de whisky en una mano y en la otra sujetando por el cabello la cabeza de Rowan. En el piso de asfalto se encuentra el cuerpo del capitán de fútbol sangrando por la falta de su cabeza que no parece picada con algo cortante como una sierra, sino arrancada de raíz por ella, por lo que ahora mismo la columna vertebral cuelga de sus manos. ¿Cómo...? Karol con la expresión de una borracha casual, salta del techo del auto al capó. Se tambalea pero logra mantenerse en pie y continúa cantando la canción en la que estaba cuando llegamos: “Mad Hatter” de Melanie Martínez.
—¿Qué diablos hiciste? —ella se ríe ante mi pregunta.
—You can be Alice I'll be the Mad Hatter —canta la parte de la canción primero señalándome a mí y luego a ella para dar sentido a los nombres.
—¡Por Dios Karol! ¿Por qué? —grita Shayna con las lágrimas cayendo ante el cuerpo de Rowan.
—¿Quieres saber por qué, querida amiga? —se ríe acercándose al borde del auto con su vestido blanco manchado de sangre—. ¡Era un hijo de perra! Intentó detenerme y así acabó —mueve la cabeza en sus manos.
—Karolina Walsh, ¡baja de ahí de inmediato!
—¿O qué, Heather? ¿Me vas a enterrar viva también? —abre bien sus ojos con burla y puedo ver que no tienen su color avellana puro de siempre, se han tornado en plena oscuridad.
—¡Cállate! ¡No sabes de lo que estás hablando! —aprieto los puños.
—Oh sí que lo sé —entre risas se vuelve a tambalear y aprieta los ojos para centrarse, luego los abre para continuar—. Sé más de lo que crees, pequeña Heather.
—¿Qué diría tu madre, eh? ¿No has pensado en eso? Vas a ir a prisión, tu propio padre tendrá que esposarte...
—Mi madre era una perra —ríe con descontrol—, seguramente si no la hubieran rebanado como un cerdo, ahora estuviera escondiendo el cadáver que su hija dejó... ¡O no! Mejor: lo tiraría al río como un desperdicio. Aunque el maldito de Rowan se lo merecía —con un fingido puchero mira a la cara la cabeza haciendo mover la columna como si fuera un pequeño hilo.
—¿De qué estás hablando, maldita? ¿No te remuerde la conciencia lo que hiciste? —defiende Shayna al capitán.
—No te remordió la conciencia cada vez que te lo tirabas y me mirabas a la cara, ¿o me equivoco, querida amiga? —resalta la última palabra y tuerce la sonrisa de una forma diabólica.
—Espera, ¿qué está diciendo? —Parker habla por primera vez.
—¡No le hagas caso, está demente! ¿Acaso no ves lo que le hizo a tu amigo? —Shayna intenta salvarse el pellejo.
—Oh, pobre Parker, siempre tan ingenuo. Tú te enteras ahora, pero no creo que te lo debas tomar muy enserio cuando ligabas con la primera chica que se te plantase en frente —me mira directamente a mí, ahora la expresión ofendida es la de Shayna—. Yo siempre lo supe —Karol vuelve a mirar la cabeza de Rowan—, pero el amor es ciego, ¿no es lo que dicen?
—Shayna... —Parker no sabe si disculparse o estar enfadado.
—¡No! ¡Déjame en paz! —ella aparta su mano para abrazarse a sí misma por el frío.
—¡Baja ahora! —la agarro del brazo para traerla abajo, ella no hace por zafarse, solo me mira a los ojos.
—Ay Heather, es una pena que no tengas otro camino —niega con la cabeza cambiando su expresión a algo con más seriedad—. Dime, Heather, ¿qué tal le sentó a tu corazón lo que presenciaste en el baño? —otra vez cambia a su tono burlón.
—¿Fuiste tú...? Las notas... —la suelto ante la familiaridad de las palabras con las que comenzó la frase.
—¿Qué mierda está pasando aquí? —la voz de Caiden se escucha detrás de nosotros—. Allá dentro es todo un caos —señala el gimnasio tras de él.
—¡Solo que Karol se ha vuelto una psicópata asesina y dice cosas sin sentido! —grita Shayna entre lágrimas.
—¡Santo Dios! —grita nuestra querida profesora de arte que acompaña a Caiden luego de ver la escena sangrienta.
—Dios... Dios... —murmura la pelinegra en forma de burla—. Dios no va a hacer nada, señorita McGhee. ¿Acaso Dios me limitó para que no le arrancara la cabeza a este mal nacido? —da otro salto para caer con sus pies descalzos en el asfalto del estacionamiento—. Dios no hace nada, ¿cuánta destrucción hay en el mundo? ¿Cuántos monstruos que no podemos ver a simple vista se ocultan en la oscuridad? Son creados por Dios —camina en retroceso alejándose de nosotros, da un trago a la botella que está casi al terminarse.
—Karol detente —alargo una mano por instinto.
—Señorita Walsh, por favor, no está en condiciones para hacer el tonto —reprende la señorita McGhee.
Karol camina en reversa con los brazos abiertos sin soltar el contenido de ambas manos, gira la cabeza hacia un lado con la sonrisa torcida plantada mientras más se acerca a la carretera desolada con solo la luz de los postes. Tropieza con sus propios pies desnudos, pero se incorpora con ese gesto que siempre hace para expresar el “Está bien” tras su torpeza natural. Todos expectantes observamos como al llegar al centro de la carretera con el bosque en penumbra, de fondo, la chica comienza a llorar de una forma silenciosa que disfraza con una sonrisa esta vez más pura.
—Dios no es la salvación —tras esas palabras un auto salido de la nada impacta con su cuerpo.
El coche no se detiene ahí mismo, sino que la arrastra hasta chocar con el poste en la entrada del estacionamiento. La luz comienza a pestañear invitándonos a contemplar la escena sin siquiera detenernos a pensar en quién es el maldito conductor o por qué nos quedamos como piedras sin intentar detenerla. ¿Por qué no hicimos nada?
La mitad de su cuerpo se encuentra aplastada entre el poste y la parte delantera del auto; su cabeza reposa en el capó con los ojos vidriosos abiertos y sin vida; la sangre escurre de su boca por la obvia presión de sus órganos. En su mano veo una vez más el anillo de su madre con el que decidió quedarse una vez que la encontramos, siento como si me mirara, poniendo en mí toda la culpa de lo sucedido. No la odio, ¿cómo la voy a odiar si todo lo que ha hecho es sufrir? Lo único que puedo hacer es cerrar sus ojos con la mano temblorosa para que deje de mirarme y no sentir culpa. Su vestido blanco ahora en su mayoría rojo por más daños que recibió, la hacen ver como un ángel, sin importar que esté manchada de sangre; no todos los ángeles deben de ser buenos, no todos han de seguir a Dios.
Shayna vuelve a los brazos de Parker en pleno llanto, la maestra ha comenzado a vomitar para agregarle repugnancia al asunto, la expresión de Caiden a mi lado es indescriptible y tenemos a un chofer que no se explica qué demonios ha pasado. ¿Por qué esa chica ha salido de la nada? ¿Yo? Tengo la vista fija entre la oscuridad del bosque, donde en el centro de dos árboles puedo ver al maldito causante de todo esto. ¿Por qué simplemente no te puedo odiar?
♦♦♦
Tiro los zapatos al suelo a penas cierro la puerta del dormitorio, me tienen los pies acabados. Veo a mi tía secarse el cabello con una toalla por lo que supongo que se acaba de bañar. Me mira y sonríe para darme la bienvenida de mi “maravillosa” graduación, pero enseguida quita la sonrisa debido a la expresión de mi rostro.
Obviamente pide explicación y no me queda de otra que contarle lo que ha pasado, no puedo evitar lanzarme a sus brazos para llorar, pero cuando termino no me siento tan bien como tendría. Llorar sirve para dejar ir algunos sentimientos, sin embargo, otras veces hay que expresar lo que se siente por medio de palabras. Y luego de que toda la nostalgia desaparece por medio de llanto, solo queda la rabia que tengo que desatar con una persona en especial. Ya no me importa que sea peligroso, que me pueda herir o matar, ¿qué más da la vida propia cuando no hay más personas para compartirla?
Chequeo que mi tía esté dormida a mi lado y salgo silenciosamente. Me dirijo al tercer piso con cada una de mis pisadas resonando en los escalones de madera sin importarme la irregularidad que producen entre el silencio de la noche. Me detengo frente a la guarida del monstruo, tomo una respiración y giro el pomo de la puerta.
Ya del otro lado la cierro recostándome a ella y acostumbrando mis ojos a la oscuridad para poder divisar esa figura sombría en la esquina de siempre. Percibo como levanta la cabeza de entre sus piernas, pareciendo tan inocente como un niño, pero los hechos contradicen.
—Fuiste tú —acuso de forma inmediata.
—¿De qué tengo el honor de ser acusado? —no se mueve de su sitio.
—Obligaste a Karol a hacerlo.
—¿Quién es esa...? Ah, ya recuerdo, la hija de la alcaldesa mutilada.
—La obligaste a poner las notas por toda la escuela ¡y después a que se matara para no revelar nada! —pierdo el control de mi voz y otra vez estoy temblando.
—¿Se murió? Oh vaya, eso si es nuevo para mí, resulta que el encierro no me ha hecho muy bien estos últimos días, no me entero de nada —continúa con ese tono burlón como falta de respeto hacia la muerte de Karol.
—¡No juegues conmigo, imbécil! —percibo que se levanta para mostrar su altura que me hace inferior.
—Esta vez no estoy jugando a diferencia de las otras, Heather. No sé de qué notas o muerte me estás hablando. En general, ¿cómo yo podría influenciar a una persona de tal forma para llevarla al suicidio? Suena absurdo —cada una de sus palabras cínicas me hace querer desatar toda la fuerza contra algo.
—¿Cómo puedes hablar tan descaradamente, Deven? —las lágrimas salen de mis ojos por impotencia y me lanzo hacia él empujándolo, golpeándolo y rasguñando todo lo que puedo—. ¡Si vas a matar a todos los que me rodean, mátame ya para no sufrirlo! ¿O solo quieres que sufra?
Frente a mí se queda como una piedra a pesar de mis débiles golpes e intento de desahogo. No intenta detenerme sin importar que su pecho desnudo ha comenzado a sangrar por mis uñas. Me detengo porque me estoy quedando sin aire y ahogándome con mis propias lágrimas, mis manos se quedan en su pecho rasguñado. De un momento a otro me agarra para pegarme a él... en un abrazo, haciendo que todo de existir a mi alrededor. Sus brazos envolviéndome me hacen sentir protegida, pero más que eso tengo un sentimiento de familiaridad que me hace creer ya haber vivido esto. Tal vez porque Deven me recuerda tanto a mi hermano...
—Jamás quise que sufrieras —susurra a mi oído, dándome la sensación de sinceridad.
—Pero lo estoy haciendo —susurro de vuelta.
—Tal vez sufres porque nunca has dicho lo que sientes —aprieta mi cabeza contra su pecho, manchándome el lado que la cara que tengo apoyada, con su sangre, siento que ya la he probado antes.
—¿Qué sabes tú de lo que siento, Deven?
—Cuéntame una historia —pide como un niño, separándose de mí.
—¿Si no quiero?
—No saldrás de aquí —ladea su sonrisa y enseña una llave en sus manos.
—¿Cómo? En ningún momento te acercaste a la puerta —me apresuro a la puerta a comprobar que está cerrada.
—No puedo dormir en noches donde las almas en pena gritan por no entrar al infierno —toma asiento en su esquina de costumbre—. Una historia y te daré la libertad.
—Esto es estúpido —pongo las manos en mi cintura a mitad de la habitación esperando por un milagro que no llegará.
Comprendiendo que es mi única opción como si fuera el personaje de un cuento que cumple la petición del villano a cambio de la libertad, me arrodillo a su lado. Trazo con la mirada el contorno de su rostro perfecto cubierto por ese cabello oscuro que tampoco deja ver sus ojos que ahora mismo miran a la nada. Por muy sombrías que sean sus expresiones cuando dice palabras que son como cuchillos, puede cambiar a esta forma aniñada e inocente que me transmite el deseo de estar ahí para él.
Su rostro perfilado me llama a sentirlo con mis dedos, quisiera plasmar en papel su perfección más hipnotizante que real.
—¿De qué quieres una historia?
—Sobre ti. Cuéntame tu historia, Heather, pero quiero oír tus sentimientos, no los de alguien más.
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