Capítulo 1
Observo frente a mí la gran edificación que se levanta en ladrillos de antaño y moho, con enredaderas espinosas trepando hasta los bordes de las ventanas. Mi vista aterriza de lleno en una ventana en particular, donde una sombra se asoma descaradamente, pero sin dejar ver su rostro. En cuando sostiene mi mirada, se retira del sitio como si de la oscuridad misma se tratara. Trago grueso y noto que los pelos de mis brazos se han erizado, pero es solo el frío, este sitio siempre permanece nublado.
—Heather, venga, ayúdame con las maletas que soy una sola —la tía Joelle me saca del trace con agitación mientras saca del taxi, la última de nuestras valijas.
—Sí, claro —resoplo y voy a socorrerla, no sin antes darle una última mirada al ventanal.
A nuestro lado, mi perro Jack (en honor al de las habichuelas mágicas), ladra como si me apoyara a creer que no estoy loca. Le agradezco con una caricia en su cabeza, buen chico.
En el porche de la edificación antigua luego de que mi tía tocara el timbre que hace poco instalaron con tal de "renovar el lugar", vemos del otro lado de la puerta a una elegante mujer. De inmediato la tenemos abriendo la puerta frente a nosotros, nos da una extensa sonrisa de dientes con esos labios pintados en rojo oscuro y dice:
—Bienvenidas al Bloom Hill Hotel.
Jack ladra por la aparición de alguien desconocida para él, por el rostro que pone la mujer, dudo que permitan animales.
—No se permiten animales en nuestro hotel —no quita el tono amable.
—No se preocupe, mi sobrina se encargará del perro.
—Pero... —me atrevo a protestar, pero la mirada severa de mi tía me hace callar.
En un segundo de palabras cordiales, ya estamos dentro y a penas me estoy recuperando del escalofrío que me dio la sonrisa de esa mujer, además de la mala vibra de tener que dejar a mi perro allá fuera hasta nuevo aviso. No sé de una forma específica qué es lo que me revuelve el estómago, pero solo sé que es demasiada perfección para ser real. Diría que aparenta unos cuarenta años bien conservados, el maquillaje no la hace ver inferior en absoluto, y ese cabello profundamente oscuro y recogido en lo más alto de su cabeza, la hace notar superior. Su traje es elegante, siempre llendo a por tonos oscuros. Por último, agregaré que la punta del tacón de sus zapatos le abriría un hueco en el pie a cualquier ser, incluyéndome a mí con mis poderosísimos Converse.
El interior del hotel no se ve menos cutre que el exterior, la oscuridad emerge en el sitio. La claridad del día se cuela por las ventanas, pero por el hecho de que las nubes grises siempre cubren el cielo, la luz es poco notable. Supongo que encenderán las luces en cuanto anochezca.
—La mayoría de los residentes me llaman Señora Bloom, por mi apellido de soltera porque me tienen miedo —la tal Bloom ríe de su propia broma y la tía con ella para agradar, a pesar de que ya se conocen, así que toda esta presentación es para mí, pero ni hago por pestañear, pues todo esto me parece ridículo—. Pero llámenme Rose, me hace sentir más joven.
—Por supuesto, Rose, te entiendo...
—¿Acaso hay residentes?—mantener la boca cerrada no es lo mío.
—Heather —regaña mi tía.
—Claro, solo que... todos son muy reservados. Otros llegan de paso y se van —sonríe más extendido—. Pero también tenemos algunos inquilinos que han vivido casi su entera vida aquí, son buenas personas, pero no les gusta que se entromentan en sus asuntos. Por cierto, ¿cuánto planean quedarse?
—No lo tenemos definido, solo... llegamos aquí como una opción inmediata ya que como te habrás enterado, me quitaron mi casa, Rose. Además en el último mes me ha tocado cuidar de mi sobrina por el lamentable hecho...
—¡Oh sí, Joelle! Ni lo digas —Rose se gira a mirarme—. Heather, lo siento mucho, no debes de estarla pasando fácil.
—No se disculpe, usted no los mató.
La tensión ambienta el vestíbulo de manera horrorosa, así que Rose suspira decidida a cambiar de tema.
—Bueno, dejen las maletas aquí y luego uno de mis hijos las llevará a su dormitorio, deben de estar exhaustas. Joelle, no te preocupes por el dinero, tu hermano —mi padre—, siempre fue muy cercano a la familia.
—Agradezco lo que haces por nosotras, pero en cuanto encuentre empleo otra vez, te pagaré cada día que pasemos aquí —rezaré por que sean pocos.
—Ni lo menciones —Rose se acerca a detrás del mostrador y agarra una llave de un marco en la pared repleta de ellas, me pregunto dónde está el recepcionista, ¿o ella hace de ello en su propio hotel?—. Aquí tienes la llave de la habitación 103, solo suban las escaleras y podrán encontrarla en el pasillo. Es fácil perderse, y más con la oscuridad de este día, observen bien el número para no tocar a la puerta equivocada —eso me suena a advertencia—. Siento no poder acompañarlas, pero tengo algunas cosas que hacer. Los desayunos son servidos a las siete de la mañana y llevados a la habitación en caso de que no bajen al comedor —señala una habitación cerrada que queda en una pared del vestíbulo—. El almuerzo a las doce, y la cena a las seis, en el comedor. Espero que lleguen a tiempo. En fin, espero que disfruten de su estancia —da una sonrisa de boca cerrada que me da escalofríos.
♦♦♦
Me dejo caer en la cama, he de admitir que el colchón está más suave de lo que imaginé. De alguna forma me hace pensar en qué me ha llevado a estar aquí, en un hotel que bordea un acantilado, y por el otro lado está rodeado del mismo bosque que topa con el pueblo fantasma de Reshville. ¿Qué hace este maldito hotel al borde de un acantilado que le da más olor a muerte del que ya posee? Ni jodida idea, pero en cuanto mi tía perdió su casa a base de las deudas que nos habían sustentado en el último mes, la única opción fue esta: hospedarnos en el hotel que mi padre había apoyado desde que tenía memoria. Algún lazo de amistad profunda con el antiguo propietario o algo de eso, papá ayudaba con el dinero que su amigo no tenía, y en fin, jamás me sentí atraída por esa historia.
Dejar Reshville no es algo que en su principio me agradara demasiado, pero ahora que estoy fuera de esa neblina asfixiante, veo literalmente las cosas más claras. Reshville siempre ha sido un pueblo muy cerrado, no digamos que tiene costumbres extrañas, simplemente el aura de oscuridad que lo envuelve, lo ha declarado en el mapa como un pueblo fantasma que carece que visitantes foráneos. Por no decir que a lo largo de los años de su centenaria fundación, han ocurrido diferentes... cosas.
Veo a la tía salir de inspeccionar el baño debido la ligera obsesión de verificar que todo está en orden. Camina hacia el ventanal de tres ventanas, cubiertas por oscuras cortinas, y las separa dejando esa luminosidad entrar. Antes de poder fijarme en el paisaje del exterior, se escucha un golpe en la puerta.
—Heather, anda a ver, debe de ser el hijo de la señora Bloom con nuestras maletas.
—¿Señora Bloom? ¿No quedaron en que era Rose? —me levanto de la cama con un total fastidio.
—Trato de agradarle, ahora no protestes y has tu esfuerzo para que no nos echen a patadas —aprieta los labios con esa expresión de regaño que quisiera hacer papilla.
—¡Bien! —gruño y me voy a la puerta para hacer mi más hipócrita sonrisa a sabe Dios que clase de alimaña me encuentre.
Preparada para un friki con lentes y fanatismo por las leyendas urbanas de la zona, por poco dejo la boca abierta al verlo. Las valijas se encuentran frente a mí en un perfecto orden, pero eso es lo de menos, no hay nadie.¿Este hotel ha preparado un acoso psicológico para los nuevos residentes o qué?
Por instinto de supervivencia o solo por la curiosidad de quién rayos las ha dejado aquí, saco la cabeza para observar a ambos lados del pasillo. A la derecha nada, volteo hacia el otro lado.
—¡Bú! —no puedo evitar sobresaltarme.
—¿Qué rayos...? —pongo una mano en mi pecho, él ríe.
Ante todo el pasmo del momento, puedo detallar a la figura recostada a la pared, muy cercano a mí. Por poco me lleva dos cabezas de alto, y se ve que tiene buena contextura física, chaqueta negra de cuero como si fuera motociclista o de alguna banda de rock local, cabello rubio amoldado hacia atrás pero con algunos mechones cayendo en su frente. No logro ver el color de sus ojos porque no está mirando hacia mí, sino a un cigarro que prende lentamente y coloca en sus labios para darle una leve calada. Sí noto el piercing en su ceja derecha y el tatuaje de una serpiente enroscada en un puñal, en la parte del cuello debajo de la oreja.
—¿Eres el hijo de la señora Bloom? —pregunto al ser ignorada.
—¿Crees que si no lo fuera pudiera esparcir el humo por todo el sitio como si nada? —esta vez me mira, con una expresión arrogante y puedo ver el color verde de sus ojos.
—¿Crees que si yo fuera adivina te haría tal pregunta?
—Oh, una chica rebelde, me gusta —hace una sonrisa ladeada, hay que admitir que deja sin aliento.
—Puedo ser una chica rebelde si quiero, pero ahora debo de limitar mi vocabulario porque se supone que debemos de estar en buena ley con tu madre para que no nos echen a patadas —resoplo, maravilloso Heather y vas y se lo cuentas al hijo de la dueña.
—No te echarán chica rebelde, créeme. Mi madre adora más a los residentes que a su propio hijo y si a mí que he hecho... cosas, no me ha echado, no lo hará con ustedes —se gira más hacia mí, con una sonrisa un tanto cínica—, sus preciosos residentes —toma mi mentón haciendo contacto visual conmigo, juro que me perdería en esos ojos.
—¿A qué tipo de cosas te refieres?
—Heather, ¿qué demonios te lleva tanto tiempo? —se escucha a mi tía detrás de mí.
—¡Ya voy, tía! —grito de vuelta.
En cuanto voy a encarar a mi nuevo conocido, ya no está. Es como si se hubiera desvanecido con el viento, inclusive el olor del humo de su cigarro. Alargo la vista por todo el pasillo hasta terminarlo en una vuelta tal vez para avanzar a las escaleras hacia la tercera planta. Pienso dejarlo allí y entrar con las maletas, pero un cuadro colgando en esa esquina, me detiene. El mencionado se balancea como si dependiera de dos cuerdas que lo sujetan y una se hubiera roto, pero la verdad es que ha sido virado, y frente a mis ojos.
Camino hacia él y como instinto de orden infundido por mi tía, lo acomodo en su lugar hasta que ya no se balancea. Veo el contenido de la pintura de mediano tamaño: una copa de vino junto a una bandeja de frutas. Muy clásico, juraría haberlo visto en otra parte, excepto por una sombra que se nota desde el interior de la copa... Me encojo de hombros, no es mi problema, tal vez al pintor se le fue la mano en su obra "tan original".
A mi lado es donde dobla el pasillo y comienzan las escaleras, tengo curiosidad por saber si el tercer piso es tan lúgubre como este, pero las reprimo. Es hora de volver a la habitación antes de que a la tía Joelle le de un ataque.
Me quedo paralizada antes de volver al dormitorio. Un carrito de juguete corre hacia abajo por las escaleras, rompiendo el silencio cada vez que rebota en la madera. Esto me comienza a asustar, pues en las películas, normalmente es una pelota de goma la que es lanzada... Al llegar al piso, el carrito viene a mi dirección y choca con mi pie. Lo tomo como si fuera una bomba a punto de explotar, pero solo es un pequeño juguete rojo. Venga Heather, nada que temer.
La curiosidad me persigue y no puedo evitar subir al siguiente piso. La oscuridad es total aquí y no hay ventanas ni algún final visible del corredor. Lo único que le puede dar un poco de claridad al asunto, es la poca luz que se cuela del piso de abajo y que tampoco es mucha. Maldigo no tener mi celular conmigo, hasta que me entretiene la silueta de lo que puede ser una puerta, la chapa con el número de habitación está colgando hacia un lado como el cuadro de hace unos segundos. Por la oscuridad no puedo ni ver el número, por lo que tampoco me preocupo en ponerlo en su lugar.
La jodida señora Bloom dijo que no tocáramos ninguna puerta que no fuera la nuestra, pero esta... Me atrae con un imán y no creo que para tal condiciones siquiera haya un habitante. Giro el pomo de la puerta, abierto. Ni siquiera estaba cerrado, ¿desde aquí habrá venido el juguete?
La puerta se desliza chirriante a mi empuje, tal como en una película de terror. Oh sí, esas me tienen bien entrenada para situaciones extremas. Si en el corredor donde estaba recién, hay oscuridad, aquí ni siquiera se divisan paredes. La abertura que va dejando la puerta, deja colar un poco de ese resplandor y creo poder ver que no hay ningún mueble y si hay ventana, está bien cubierta por cortinas o... algo. Si no reconociera las habitaciones de psiquiátrico de cuando voy a visitar a mi hermano, estaría segura de que donde estoy ahora, es una de ellas, o al menos una imitación casi perfecta.
En la esquina de la habitación, creo ver algo, como una sombra, demasiado parecida a lo que ví en la ventana fuera del hotel. Poco a poco mi mente va reuniendo partes entre la penumbra. Me tapo la boca ahogando un grito. Hay una persona aquí encerrada y me está mirando.
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