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Capítulo 9: De Regreso a Resembool

Las gotas de lluvia seguían cayendo, parecía ser una señal de mala suerte pero no, esta vez la suerte estuvo de su parte. Edward y Alphonse estaban heridos, pero vivos, aunque no parecía que eso seguiría siendo así por mucho tiempo; un tipo con una cicatriz en forma de cruz en su frente estaba a punto de tocar al mayor de los Elric y parecía que él no se defendería mientras que Alphonse estaba con parte de la armadura destruida, revelando que esta estaba vacía.

Un disparo al aire fue suficiente para llamar la atención de los Elric y del hombre de la cicatriz, muchos militares habían llegado, sorprendiendo incluso a Edward que creía que moriría ahí mismo.

—¡Ya es suficiente! —gritó Mustang al asesino de alquimistas. Habían llegado justo a tiempo—. Scar, estas detenido por asesinato de Alquimistas Estatales.

El culpable miró a los militares, se sintió rodeado pero no se alejó ni se acercó. A pesar de todo, no sentía que estaba haciendo algo incorrecto.

—Los alquimistas transforman en abominaciones las cosas que Dios creó. Yo actuaré como su mano justiciera —dijo el de la cicatriz siendo esa su única explicación para sus atroces crímenes—. Si piensan interferir, los eliminaré también.

No sabían si tomarlo como una amenaza o una advertencia, mas pese a la gravedad del asunto, la mirada de Roy expresaba diversión.

—Interesante... —murmuró Mustang dejando en manos de Gerald la pistola que antes había usado.

Al ver que se colocaba bien sus guantes, el moreno y Riza entendieron en qué estaba pensando mas no comprendían la razón.

—Coronel Mustang, ¿qué hace? —cuestionó su subordinada al ver la determinación en los ojos negros.

No obstante, al escuchar su nombre, Scar fijó su mirada en el mencionado.

—¿Mustang? El Alquimista de Fuego —mencionó Scar alejándose de Edward para acercarse a Roy—. Así que viniste a recibir tu castigo por tu cuenta.

La rubia desvió su mirada hacia el castaño notando que tenían la misma confusión y luego ambos regresaron su mirada al Coronel ¿En qué pensaba Roy? ¿Pelear? Sus subordinados sabían que eso no serviría de nada, entonces ¿por qué seguía tan confiado?

Sin perder más tiempo, la rubia corrió hacia él y le pateó la pierna. Roy perdió el equilibrio y cayó al suelo, pero ese golpe era lo de menos, si Hawkeye se hubiera retrasado al menos un segundo más, Mustang habría muerto sin siquiera poder defenderse ya que las llamas son inútiles durante la lluvia.

Una vez hecho esto, Riza empezó a disparar, Gerald se acercó a ella con la pistola que el Coronel le entregó e igualmente disparó. Al igual que Mustang, Ascuas era inútil en esos momentos, y aunque no podía hacer mucho, usar el arma era más útil que disparar llamas. Aún así, pese al intento de ambos y la buena puntería de Hawkeye, Scar era muy rápido y esquivó todas las balas.

—Oye, ¿por qué hiciste eso? —cuestionó Roy desde el suelo.

La Teniente no despegó la vista de su adversario.

—Lo sabes mejor que yo, eres inútil en los días lluviosos —Sólo eso bastó para que el Coronel se sintiera aún peor al instante, y la mirada sarcástica que Gerald le lanzó de reojo, como diciendo "Te dije que sin nosotros no eres nada", lo hizo despegar la mirada frustrado.

Faltaron sólo unos segundos para que Armstrong también entrara a la pelea. Su aparición fue espectacular y repentina para todos ya que nadie esperaba que también le dijera al enemigo que era un Alquimista Estatal cuando lo mejor en esos momentos era que sus posibles victimas pasaran desapercibidas. Pero aún con su ayuda, Scar seguía siendo muy veloz.

Acercarse era peligroso, pero Edward y Alphonse seguían estando demasiado cerca de Scar.

—Sé lo que estás pensando, no lo harás murmuró —murmuró Mustang una vez que se levantó del suelo, sacando a Gerald de sus pensamientos mientras colocaba una mano sobre su hombro como para asegurarse que no se moviera.

El menor sólo quería ir a sacar a Edward de ahí, nada más. Sí, iba a ser peligroso, pero pensaba que si el rubio se mantenía ahí podía ser peor.

—No tengo pensado pelear, sólo...

—Ya sabe que yo estoy aquí, también sabe de Armstrong y de Acero —Roy no lo dejó seguir hablando pues sabía a lo que quería llegar—. Si te acercas mucho, igualmente te descubrirá y eso sólo te traerá problemas, así que no te alejes de mí, ¿bien? No te preocupes por él, Hawkeye y Havoc ya lo están ayudando.

Gerald no entendía porqué Mustang lo había entrenado tanto para defenderse solo si en las situaciones que lo ameritaban era él quien lo protegía.

Bueno, por un lado estaba bien ya que no tendría que preocuparse, pero por otro lado lo hacían dudar de sí mismo, sentía que Roy no confiaba en él del todo.

—Eres un alquimista, también, ¿no es así, Scar? —cuestionó Armstrong en voz alta provocando que el resto de la milicia lo mirara.

La alquimia contaba de tres etapas; entendimiento, descomposición y reconstrucción, pero por alguna razón, los cuerpos de sus víctimas, incluyendo a Nina, parecían haber sido destruidos desde adentro, como si se detuviera en la segunda etapa.

Era un tipo de alquimia, pero uno diferente.

—¿Pero entonces no está yendo en contra de Dios? Va en contra de sus propias creencias —pensó el moreno en voz baja.

Mustang se encogió de hombros, indicando no tener idea.

—¿Y por qué va sólo tras los estatales?

Riza volvió a dispararle repetidas veces, aunque errando la mayoría, sólo una fue lo suficientemente cerca para hacerle una herida y tirarle los anteojos de sol que tenía.

Al verlo directamente, Hawkeye, Armstrong y Mustang se asombraron, la Teniente ni siquiera pudo seguir disparando.

—¡¿Piel morena y ojos rojos?! —exclamó el musculoso.

—Un ishvalano —concluyó el Alquimista de Fuego sin quitarle la vista.

Sólo con verlo, miles de recuerdos llegaron a Armstrong, Roy y Riza sobre la terrible guerra contra Ishval hace muchos años. Puede que el tiempo pasara y la guerra concluyera, pero para aquellos que habían participado en ella era una herida que seguía abierta, y verlo no hizo más que regresarlos otra vez a ese escenario.

Por su edad era evidente que Gerald no participó, mas no podía decirse que la guerra no le  dio golpes fuertes. Era un hecho que al igual que los tres militares ya mencionados, también tenía una herida abierta, sólo que ver a alguien de esa raza le afectó de peor manera que a ellos. Gerald se paralizó y dejó de pensar con claridad; ese tipo era un ishvalano, de la misma raza que los que mataron a sus padres y ahora uno estaba tratando de matar a su mejor amigo... alguien así merecía morir.

—Maldito... ¡Maldito! —gritó moviéndose con intenciones de querer lanzarle fuego. Él sabía que no podía, pero ya no estaba razonando—. ¡Voy a matarte!

Scar no entendía porqué estaba tan molesto, sin embargo no parecía importarle ese hecho. Sólo volvió a mirarlo cuando Mustang sostuvo al chico fuertemente y, sin querer, lo llamó por su nombre y no por su apodo.

—¡Contrólate, Gerald! ¡Sabes bien que no puedes hacer nada si llueve! ¡Ni siquiera sabes sí...!

—¡Me da igual! ¡Suéltame! —El moreno se veía realmente molesto, más que en cualquier otro momento.

Mustang sólo se limitó a agarrarlo con más fuerza, pero Gerald no parecía calmarse en lo más mínimo, nada parecía disminuir su furia.

—Gerald... ¿Gerald Katsaros? ¿El Alquimista de Ascuas? —cuestionó Scar mirando aquella escena nuevamente. Roy entrecerró la mirada; había pasado justamente lo que no quería que pasara—. Debe ser suerte divina que todos ustedes vinieran por su cuenta a recibir su juicio, pero por el momento no puedo hacer nada más.

Riza no dejó de apuntarlo en ningún momento, así lo mantenía en la mira en caso de que quisiera atacar a alguien o huir.

—No intentes escapar, estás rodeado —dijo la rubia notando que el ishvalano de nuevo había dejado de mirarlos.

Sin embargo, él igualmente pudo huir; usó su alquimia para destruir el suelo causando una explosión de la que todos se cubrieron. Encontrarlo requeriría una investigación mayor, pero por ahora estaban todos a salvo.

—Ya está. Ya se fue... —dijo Mustang al menor.

Gerald no parecía más calmado, se notaba en su rostro que estaba más que enojado, aunque ya no le servía de nada estarlo así que de a poco intentó ir regulando su respiración.

Soltándolo despacio, Mustang iba a darle un pequeño sermón por haber actuado con imprudencia, pero fue interrumpido por Edward corriendo en dirección a su hermano, esto pareció distraer al de claros ojos de su enojo ya que su rostro se relajó un poco más.

—¿Ese es el menor de los Elric? —preguntó Armstrong a los militares más cercanos a él.

Ya no se podría esconder; la armadura de Alphonse estaba rota, ahora varios vieron que dentro de esta no había nada.

Ninguno se acercó, vieron a los hermanos tener una pequeña discusión a lo lejos, pero preferían darles su espacio. Cuando se estaban reconciliando incluso el sol apareció en el cielo, como si señalara que ya todo estaba bien.

—Será un secreto —dijo Hughes decidido a no revelar lo de Alphonse. Él conocía desde hace muy poco a los Elric, pero ya le agradaban, así que no pensaba decir o hacer nada que fuera a perjudicarlos—. No dejaré que salga a la luz. Ahora son objetivos de un hombre peligroso.

Los ojos del moreno se posaron en el militar de su mismo rango.

—Estarán bien si no actúan con imprudencia —opinó él, ganándose que el de anteojos le revolviera el cabello.

Sonriéndole y sin despegar su mirada de la escena de los hermanos, Hughes se acercó un poco al de cabello rizado. La mirada de este parecía confundida.

—Lo dice el que imprudentemente intentó atacar a Scar —mencionó con diversión mientras agarraba sus mejillas—. Mira esto, Roy, esta carita pensaba pelear con Scar ¡Qué valiente eres, chico poca-paciencia!

Un suspiro salió de los labios de Roy, pero le fue inevitable reprimir una sonrisa seguida de una suave risa.

—Hughes, déjalo.

Gerald normalmente se habría molestado, mas sólo apartó la mirada avergonzado sin reclamarle nada. En el fondo sabía que el mayor tenía razón y sentía que se lo merecía, era como un padre que lo castigaba de una manera bastante rara.

Así se dio por terminada su misión ahí, por lo que todos fueron al Cuartel General, más específicamente a la oficina de Roy.

Debido a dudas de los Elric, el Alquimista de Fuego les resumió la guerra de Ishval, causando que al moreno le afectara de nuevo, pero esta vez se lo tomó con calma y en silencio.

—Arrastrar a gente inocente en su venganza... ¡No hay justicia en eso! ¡Qué repugnante! —Se quejó Edward enojado luego de escuchar toda la historia.

Tenía razón; ni él ni Gerald fueron a la guerra y aún así Scar los mataría si se le daba la oportunidad, él ya estaba cegado por el odio y la venganza, razonar con alguien así sería imposible.

Mustang no podía estar más de acuerdo con las palabras del rubio.

—La próxima vez que lo veamos, lo aplastaremos sin darle tiempo de hablar.

—¡Sí! —asintieron todos los presentes al unísono después de escuchar al Coronel, sin embargo ni Edward ni Alphonse dijeron nada, parecían aún procesando lo que acababa de sucederles, pudieron haber perdido la vida.

El Teniente Coronel Hughes miró a los hermanos y suspiró.

—¿Ustedes qué planean hacer? —cuestionó haciendo que los Elric dejaran de pensaran en el incidente y volvieran a la realidad.

La sonrisa de Edward no tardó en aparecer en su rostro, finalmente ya sabía qué hacer.

—Repararnos para poder seguir nuestra búsqueda —respondió con total seguridad—. ¿Qué dices, Al? ¿Volvemos a casa? Sólo podré arreglar tu armadura si antes arreglan mi brazo.

—Me parece un buen plan, hermano —contestó el hermano menor asintiendo ligeramente con su cabeza metálica.

El resto sonrió al ver que los hermanos tenían otra vez una misión fija y los apoyarían en lo que pudieran con el fin de acercarlos a su meta.

—Roy, ¿puedo ir con ellos? —cuestionó Gerald dirigiendo su vista al Coronel—. Hace tiempo que no viajamos juntos y no he hecho nada más que dedicarme al trabajo últimamente. Creo que me merezco un descanso.

El mencionado parpadeó un par de veces ya que el menor no solía pedir vacaciones, pero no tardó en aceptarlo.

Estaba decidido, los tres partirían al día siguiente en el primer tren.

Todo iba según lo planeado cuando subieron al tren, sólo había un detalle con el que no contaban, sin embargo no había con quién quejarse. Unos golpecitos sonaron en la ventana, cuando los jóvenes miraron, vieron al Teniente Coronel de anteojos.

—Los muchachos en el Cuartel estaban muy ocupados para venir, estoy aquí para despedirlos en su lugar —dijo él mirando a través de la ventana.

—Lo sé, Roy estaba demasiado ocupado para venir... demasiado ocupado encargándole su papeleo a los demás como para venir a desearme un buen viaje... —comentó Gerald con sarcasmo, aunque no se trataba de nada más que de una broma, él bien sabía que su superior estaba bastante ocupado.

—Aún así... ¿por qué el Mayor Armstrong viene con nosotros? —cuestionó Ed mirando fastidiado al señor más grande. Ese era el detalle que salía de sus planes.

—Será mejor que tengan un escolta —explicó el mayor—, si Scar aparece, tú no podrás pelear y el chico poca-paciencia aquí presente perdería la cordura. Sólo acepta su amabilidad —añadió mirando a ambos.

Resignado, Ed miró al Mayor y finalmente se sentó en su asiento esperando a que el tren empezara a moverse. Al no estaba con ellos ya que Armstrong lo puso en el vagón de ganado, ver la reacción del rubio fue divertida desde el punto de vista de Gerald.

—Te acostumbrarás a viajar con él —comentó el moreno después de dejar de reír.

—Bueno, nos vemos, chicos —habló Hughes al oír el motor del tren en marcha—. Si van a Central, no duden en visitarme.

Tras esas palabras, los cuatro se despidieron colocando la mano derecha sobre su frente, Ed la izquierda ya que no tenía la otra, y finalmente partieron. El viaje duró todo el día, incluso más.

Al amanecer del día siguiente habían llegado a una estación, aunque esta no era Resembool, se trataba de un pequeño pueblo.

Gerald aún no terminaba de despertar cuando Armstrong se asomó por la ventana al ver un rostro conocido. No escuchó bien la conversación, tampoco le interesaba, sólo entendió algo sobre que vieron a un alquimista talentoso, o algo así, pero ni siquiera se molestó en seguirlos cuando se bajaron del tren.

Decidió bajar y esperar a que regresaran en la misma estación, pues era probable que el vehículo se moviera pronto, y no podía irse sin ellos, tampoco quería perderse buscándolos, además quería estirarse un poco. No obstante, en ningún momento notó que una bella mujer de cabello azabache se quedó observándolo en todo momento.

Pasadas unas pocas horas, los otros volvieron y le contaron al muchacho su pequeño viaje; resumiéndolo, encontraron a un alquimista llamado Marcoh con una Piedra Filosofal y aunque este no les dejó ver su investigación les bastó con saber que podían crear la piedra.

Antes de que abordaran el tren, Marcoh los alcanzó, se trataba de un adulto de mediana edad de cabello negro, y les entregó un papel con las instrucciones para acceder a la investigación, les dijo que la buscaran sólo si no se arrepentían de "alcanzar la verdad detrás de la verdad", luego se fue. El papel decía que la investigación estaba oculta en una de las bibliotecas de Central, tenía sentido, un bosque era el mejor lugar para esconder un árbol, después de todo.

El resto del viaje no fue tan largo, llegaron a Resembool más o menos a medio día.

—Señora Pinako, ha pasado tiempo —saludó Gerald acercándose a la anciana.

Pinako sonrió cuando vio al primero acercarse a ella.

—¿Eres tú, Gerald? Casi no te reconocí. Creciste.

—¡Volvimos! —dijeron los hermanos al unísono cuando alcanzaron a su amigo.

La mujer parecía preocupada al ver a Ed sin un brazo y ver a Al destruido, pero parecía feliz de verlos ahí.

—Él es el Mayor Armstrong —dijo Edward presentándolo.

Los dos mayores se dieron la mano para terminar aquella presentación.

—Me alegra mucho verlos de nuevo. Ed, estás más pequeño —comentó la señora mirando al rubio.

La reacción de Edward fue la misma de siempre, a pesar de tener ahora quince años había cosas que no cambiarían.

—Se supone que deberías decir "Mira cuanto has crecido" —Se quejó él mostrándole su puño a la mujer.

—A Gerald se lo dije porque es verdad, pero ¿por qué a ti debería decirte algo que claramente sería mentira? —Eso molestó más a Edward, pero no pudo volver a quejarse debido a un fuerte impacto en su cabeza.

Desde la casa, una chica rubia había lanzado una llave de tuercas golpeando certeramente a Ed. Tras las risas que esto causó, todos entraron.

Winry estaba feliz de ver de nuevo a sus amigos de la infancia, pero su felicidad se acabó al ver completamente destruido el brazo de automail que ella misma había hecho con tanto esmero.

—¡Los dos están rotos! ¿Qué clase de vida llevan? —chilló ella, pero no recibió respuesta de parte de ninguno.

Aunque la pierna no estaba rota, también necesitaba algunos ajustes ya que Edward, por increíble que parezca, sí había crecido un poco,.

—¿Cuánto tardaría la reconstrucción? Necesito ver unos documentos importantes en la biblioteca de Central.

—Despreocúpate —dijo la abuela sonriendo al rubio mientras colocaba una pierna temporal—. En tres días podrás ir.

Para dejárselo aún más claro, iban a terminar antes de que se acostumbrara a la pierna de repuesto.

Mientras pasaban esos tres días, el Mayor y el Teniente Coronel no podían quedarse vagando, así que ayudaban en labores domésticas; Armstrong cortaba leña y Gerald ayudaba con la cocina, así todos cooperaban.

—Ya terminamos nuestras tareas, señora Pinako —comentó el de bigote siendo seguido por el castaño hacia el interior de la casa—. ¿Dónde se encuentra Edward Elric?

Ya había pasado gran parte del primer día y no habían visto al chico, pero la anciana les explicó que sólo fue a visitar la tumba de su madre.

—¿Así que alcanzaste el rango de Teniente Coronel, Gerald? —cuestionó la mujer haciendo unos ajustes en la pierna de automail.

El mencionado asintió.

—Aunque no lo parezca soy un superior de Armstrong —comentó él y ambos militares se miraron sonriendo.

Sin embargo, Pinako no sonrió.

—¿Podrías decirme qué clase de vida están llevando ustedes tres? —Ahora sí comprendió el rumbo de la conversación que la mayor quería tomar, estaba preocupada después de todo.

—Los tres son alquimistas muy conocidos, incluso en Central, aunque Gerald también a veces suele tener labores de oficina —dijo el Mayor ya que el menor parecía no saber por dónde empezar—. A veces les trae problemas el ser tan conocidos, pero son muy fuertes, no tiene por qué preocuparse.

Eso pareció aliviar a Pinako un poco, aunque no completamente. Siguieron hablando un poco más hasta que la señora dio por finalizado el trabajo por el momento para preparar la cena con ayuda de Gerald.

Edward volvió cuando ya estaba oscuro, ni siquiera alcanzó a avisar que llegó cuando fue sorprendido por uno de los sofocantes abrazos de Alex Louis Armstrong.

El tiempo pasaba al igual que los días, y para Edward cada vez era más difícil esperar. Quería sus automails pronto para poder irse, pero no le quedaba de otra más que esperar.

—Vamos, Ed. Se supone que yo soy el poca-paciencia —dijo Gerald recostándose en el pasto al igual que Edward, sólo intentando sacarle una risa—, sólo espera un poco más y ya.

Él suspiró.

—Es fácil decirlo, pero sabiendo que hay información valiosa para nosotros es difícil quedarse quieto, Katsu —murmuró él antes de gritar—. ¡No me puedo calmar!

El castaño sonrió con ironía, esta vez sin mirarlo.

—Bienvenido a mi mundo —soltó en un suspiro.

—¡Está listo! —gritó Winry llamando a los tres chicos.

El rubio se puso de pie rápidamente y corrió a la casa, el moreno esperó afuera con Alphonse.

Se escuchaban algunos gritos provenientes del interior de la casa a lo que Gerald no pudo evitar sonreír, aunque no para burlarse esta vez sino por el significado oculto detrás de ese dolor.

—Me parece adorable que tu hermano soporte ese tipo de dolor por querer ayudarte. Debe sentirse lindo tener un hermano mayor —comentó recargándose ligeramente en la armadura del menor de los Elric.

A su vez, este bajó la mirada hacia el castaño y asintió.

—Lo es, pero tampoco me agrada que se arriesgue mucho —respondió Al luego pensando en la situación del castaño—. Tú también debes sentirte así ¿no? Es decir, sé que no tienes un hermano, pero el Coronel pareció preocuparse mucho por ti cuando Scar apareció.

Gerald no pudo evitar desviar la mirada.

—Puede que tengas razón, sí se preocupa por mí como un hermano mayor... o como mi papá... —opinó el mayor soltando un suspiro algo pesado—. Pero ¿sabes? A veces pienso que me defiende tanto porque cree que no puedo hacer algo por mi cuenta.

—No creo que sea eso, tal vez sólo no quiere que corras peligro porque no quiere perderte —dijo Alphonse sorprendiendo un poco a Gerald—. Sólo puedo decir esto porque es lo mismo que me preocupa de mi hermano... Deberías saber mejor que yo que el Coronel no es alguien que se exprese tanto por palabras, se expresa más con acciones. Han pasado mucho tiempo juntos ¿Realmente crees que no te cogió el cariño suficiente para querer cuidarte?

El de claros ojos no respondió, únicamente sonrió. Hablar con Alphonse siempre le hacía sentirse mejor, no importaba si realmente no tenía un problema.

Unos minutos después, Ed volvió con sus implantes nuevos ya puestos y reparó la armadura de Al. Ya todo era como antes, ahora podrían volver a retomar su viaje.

Por mi piel morena borraron mi identidad
Me sentí pisoteado por toda la sociedad
Me tuve que hacer fuerte por necesidad
Fui el hombre de la casa a muy temprana edad.
~ Mi Verdad/Anita Tijoux

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