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Capítulo 7: El Enano de Acero y el Perro de Ascuas

De más estaba decir que Edward y Gerald no lograron dormir la noche antes de partir, la emoción de saber que pronto se volverían Alquimistas Estatales les quitó el sueño por completo.

Apenas amaneció, fueron a la estación de trenes siendo acompañados por Winry, Alphonse y Pinako, obviamente la rubia tenía sus miedos, le preocupaba que dos de sus amigos fueran utilizados como un par de armas humanas y que algún día fueran llevados a la guerra tal como en un pasado ocurrió con sus padres, por eso soltó unas pocas lágrimas cuando vio el tren alejarse llevándose a los chicos.

Los padres de Winry eran médicos, no militares, y aún así fueron llamados a la guerra para curar a los soldados, pero al igual que en el caso de los padres de Gerald, el campo de batalla fue el lugar donde soltaron su último suspiro.

El hermano del rubio, por más que quisiera acompañar a los mayores, tuvo que quedarse en Resembool. Le interesaba la idea de volverse Alquimista Estatal, pero no podía pues Gerald les había contado que una parte de la prueba incluía un examen médico, y aunque pudieran inventarse una excusa para el brazo de automail de Edward, la armadura vacía de Al no la podrían explicar.

En cuanto a Envy, él había abordado el tren siguiente al que tomaron los chicos, adoptando la apariencia de un simple turista. Tampoco quería que lo descubrieran observándolos en un espacio tan pequeño como un tren.

Luego de varias horas de viaje, cuando ya empezaba a oscurecer, llegaron a su destino. En vez de quedarse en la ciudad, habían pedido el tren directamente a Aquroya para tener la casa del moreno para descansar al menos hasta los próximos días, era más conveniente ya que quedaba a menor distancia.

—Puedes usar la habitación junto a la mía, no es necesario que duermas en el sofá —El de cabello castaño se encontraba en la sala de estar de la casa con el rubio, estaban ambos comiendo algo ligero.

La habitación que le había ofrecido era la de sus padres, cosa que Edward no le parecía muy correcto usarla, pero eso a Gerald no importaba.

—Por favor, Ed. Es la habitación de mis padres, no un museo intocable, así que no te compliques. Cualquiera que lo necesite puede utilizarla y yo te estoy autorizando, ¿esperas una invitación o algo? —añadió tras ver que la mirada en el rubio no parecía convencida.

El más pequeño, tanto en edad como en tamaño, se sorprendió al ver que el castaño hablaba de una manera fría e irónica a pesar de tratarse de un tema que creía delicado, era como si no le tomara la gravedad al asunto, pero ya no sabía porqué se seguía sorprendiendo, el moreno siempre hablaba de esa manera, para empezar.

Aún sin estar completamente convencido, obedeció a su amigo y pasó la noche en la habitación de los padres del castaño mientras que Gerald dormía en su propio cuarto, todo estaba exactamente igual a como él recordaba que estaba, incluso le sorprendía que no hubiera nada de polvo en las habitaciones aunque hayan pasado varios meses sin nadie habitándola.

La noche en la casa de Gerald, a pesar de estar alejada del resto de las otras casas, era un poco más ruidosa que las del pueblo natal de Edward, pero eso no fue impedimento para que los dos durmieran perfectamente bien, incluso para el castaño que usualmente tardaba en conciliar el sueño rápidamente, en esta ocasión ambos lograron dormir lo necesario para estar llenos de energía cuando llegó el siguiente día.

Desayunaron con rapidez una vez que despertaron, se vistieron, Gerald con su uniforme militar y sus guantes de ignición, y Edward con ropa negra de un material similar al cuero, y finalmente fueron a la estación de trenes que los llevaría a Ciudad del Este. Después de llegar, fueron unos pocos minutos de caminata ya que a esa hora no transitaba mucha gente por las calles y la estación de la ciudad tampoco quedaba tan lejos de su destino.

—Sargento Gember, ha pasado tiempo.

Ni siquiera habían alcanzado a subir todos los escalones que daban a la entrada de la edificación antes de que una voz detuviera los pasos del mencionado y de su acompañante. No hubo necesidad de voltear para que Gerald supiera de quién se trataba, era imposible que él no reconociera el sonido de esa voz, además, había sólo una persona que lo llamaba así.

—¡Roy! —exclamó el castaño.

No le importó tener que volver a bajar todos los escalones y tampoco le importaba si llegaba a caerse, había pasado un año desde que no se veían y lo había extrañado mucho. Corrió hacia él, lanzándose desde el quinto escalón a abrazarlo de inmediato con mucha alegría.

El mayor no se esperaba tan repentina muestra de afecto, pero fue capaz de recibirlo con sus brazos, evitando así que cayera.

—Te extrañé tanto, pequeño... ¿Cómo has estado? ¿Has entrenado? —cuestionó el mayor tras corresponder suavemente a aquel abrazo y revolver con suavidad el cabello del menor.

El de claros ojos lo soltó después de unos segundos mientras asentía.

—Así es, y estoy listo para esto —respondió—. También los extrañé, ¿qué tal están tú y Riza?, ¿ya son novios?

—¿Qué...? No —negó rápidamente mientras las mejillas rápidamente se le ponían de un color rojizo—. Pero adivina quién se volvió padre mientras no estabas aquí.

El moreno no pudo reprimir una exclamación de asombro y sonrió al instante, de todos sus cercanos, sólo había un militar que estaba casado.

—¡¿Hughes es padre?! ¡Es increíble!

La mirada algo fastidiada de Roy le dio a entender que él no opinaba lo mismo.

—Sí, te parecerá increíble los primeros días, pero luego te llamará día y noche para decirte lo adorable es su hija y empezarás a aburrirte —explicó—. En fin, hemos estado bien. La Teniente seguro se pondrá muy feliz cuando sepa que has regresado —añadió luego de dar la noticia sobre su mejor amigo—. Fui todos los días a limpiar tu casa hasta antes de ayer, si quieres puedes invitarme a almorzar como pago.

Gerald sonrió con sorna.

—¿Me estás invitando a que te invite a almorzar? Sólo a ti se te ocurren esas cosas, papá.

Roy sólo soltó una suave risa, mas luego se detuvo tras procesar bien las palabras.

—¿Cómo me dijiste...?

—Te dije... ¡No! ¡Nada, nada! —se apresuró a negar el castaño luego de darse cuenta.

La palabra "papá" había salido casi por inercia al final de la frase, sí, lo consideraba uno, pero no había sido su intención.

Mustang se había sobresaltado casi tanto como el moreno, sin embargo, con esa palabra no fue capaz de sentir nada más que una ternura gigantesca y sonrió.

Para evitar causarle mayor vergüenza frente a su amigo, Roy miró al rubio esta vez, quien acababa de bajar la escalera y no había escuchado nada de la conversación que el Teniente Coronel tuvo con el Sargento.

—Me alegra ver que también estás aquí. Pensé que convencerte iba a ser más difícil, enano.

—¡¿Quién es tan pequeño que puedes confundir con un grano de arena?! —chilló él con ganas de lanzarse al militar para así poder golpearlo, pero se contuvo, y sin decirle nada volvió a subir los escalones con una expresión molesta, pero, a la vez, cómica.

A Mustang le hizo gracia su reacción, aunque claro, también le sorprendió, Gerald ya estaba acostumbrado a eso por eso ya no reprimía su risa cuando lo llamaban así.

—Olvidé decírtelo —susurró el de ojos claros a su superior, asegurándose de que Ed ya no los estuviera mirando—. No debes decirle enano al enano, no es seguro —dijo entre un par de risas con el mismo volumen.

La risa fue contagiada al Teniente Coronel.

—Supongo entonces que tendré que ser cuidadoso con lo que diga —concluyó el mayor aunque incluso él sabía que no iba a cumplir con su propia palabra ya que le pareció divertido molestar al rubio con esos apodos.

Parecía ser que Roy quería decir algo más, pero le interrumpió un carraspeo forzado proveniente de Edward para llamar la atención de ambos.

—¿Vienes o no, Katsu? —cuestionó prácticamente gritando desde arriba.

—¡Voy! —Le respondió de regreso, gritando hacia arriba, luego volvió a mirar a Mustang—. Supongo, entonces, que nos vemos después, Roy. Después de esto te invitaré a almorzar —dijo el Sargento mientras empezaba a caminar nuevamente hacia el interior del Cuartel General, alcanzando al rubio.

Sin embargo, aún mientras el menor no lo estaba mirando, Mustang le volvió a hablar.

—Estaré viendo qué tal les va. Te deseo mucha suerte, Katsu —dijo a modo de despedida, ganándose una mirada de reojo molesta por parte del niño, esto debido por usar el apodo, que ni siquiera era el habitual de él, con un tono burlesco.

Al ver la reacción en el rostro del niño, Roy sólo rio y entró por otra parte.

Sin darle demasiada importancia a ese último comentario, los menores siguieron avanzando por el pasillo hasta que se toparon con dos militares, aparentemente los estaban esperando. Después de asegurarse que eran ellos, los llevaron a una sala en donde se encontraba otro rostro conocido, al menos por uno de ellos.

—Señor —Se apresuró a decir Gerald adoptando el saludo militar. Le parecía raro que el Führer se encontrara ahí, ¿también evaluaba a los Alquimistas Estatales?

Una risa se escapó de los labios del de mayor edad.

—Sargento Katsaros, ha pasado mucho tiempo sin verte por aquí. Sabes que no hay necesidad de tanta cordialidad —dijo Bradley mirando a los dos muchachos—. Veo que vienes con un amigo, ¿qué es eso?, ¿un brazo de acero? —preguntó el del parche mirando un poco más de cerca al rubio.

El mencionado miró su propio brazo y asintió.

—Oh, sí. Algo de la guerra de Ishval también nos afectó en mi pueblo —respondió Ed.

Eso obviamente era mentira, pero no había forma en la que le contaran lo que verdaderamente pasó.

—Entiendo. Una guerra terrible, tuvimos muchos problemas con Ishval. Perdimos a muchos militares buenos, como los padres del joven Gerald, por ejemplo. Fue una muerte horrible considerando además que era sólo un niño —contestó el mayor.

Edward no supo porqué había mencionado un tema tan delicado como si nada, Gerald tampoco lo sabía, y para ser honestos, esta vez sí le dolió, por lo que apartó la mirada ligeramente y apretó los puños con claras intenciones de no mostrarse herido.

Ed rápidamente miró a su amigo, este, al sentir la mirada dorada del menor, regresó la vista al Führer y se forzó a sonreír.

—¿Podríamos empezar con el examen, señor? Él también va a realizarlo.

—Claro, síganme —El de cabello negro no esperó que le preguntaran de nuevo y empezó a caminar hacia otra sala aún más grande.

Tenía una pequeña sonrisa adornando su rostro, notaba perfectamente que la expresión del moreno era fingida, eso significaba que el comentario anterior le había hecho recordar, al menos por un momento, que en un pasado estaba molesto con los militares, igual que ahora.

Gerald lo siguió inmediatamente a la vez que era seguido por Edward, había algo de confusión en el rostro del último ya que había algo que no terminaba de entender.

—Oye, ¿quién es ese? —Le preguntó a su amigo, refiriéndose a la máxima autoridad del país.

—Idiota, es el Führer de Amestris, King Bradley, ¿en serio no lo conoces? —musitó el moreno ganándose una respuesta negativa, pero no le dio tantas vueltas al asunto, cuando él llegó al ejército, tampoco sabía quién era.

Tras caminar por un largo pasillo para llegar al salón, fueron rodeados por otros militares, ellos también estaban ahí para evaluarlos. Mustang estaba mirando desde un segundo piso, interesado por ver las habilidades de ambos.

—Sargento Katsaros, usted irá primero —comentó uno de los militares de alrededor.

Sin decir ni una palabra, el muchacho chasqueó los dedos de su mano izquierda encendiendo una chispa que al instante controló con su mano derecha para que girara alrededor de él. Cada vez parecía que el fuego se acercaba más a su cuerpo, pero nunca acababa quemándolo. Luego de que pasaran unos segundos, lanzó la llama que tenía en sus manos hacia arriba, y haciendo un pequeño control con la mano derecha la deshizo antes de que tocara y quemara el techo.

—Con eso basta, joven Katsaros. Muy buen trabajo —expresó el Führer sonriendo.

Sus expectativas con ese niño habían sido las correctas. Ya había logrado unirse a la milicia y dominar el fuego, ahora sólo faltaba que se fuera uniendo a él y sus "hermanos".

—Ese es mi chico —Mustang no estaba sorprendido, pero sí orgulloso. Conocía las capacidades de Gerald, después de todo, él mismo lo había entrenado.

Edward sí estaba sorprendido debido a que nunca lo había visto realizar alguna transmutación, esto debido a que el moreno siempre había entrenado solo cuando estuvieron en Resembool.

—Es su turno, joven Elric. Puede comenzar —añadió el de rango más alto en toda la habitación luego de averiguar el nombre del rubio.

Sin embargo, algo le pareció extraño a los militares que estaban más cerca de él.

—¿Tienes todo lo necesario para dibujar el círculo? —cuestionó uno de ellos intentando que su confusión no fuera tan notoria. En el caso de Gerald esto no les pareció raro ya que el círculo estaba en sus guantes, pero ni eso tenía Edward.

—No necesito nada de eso —respondió él juntando las palmas para luego llevarlas al suelo. Una luz celeste apareció mientras que algo se empezaba a formar; una lanza.

—¿Sin círculo de transmutación? —susurró el Teniente Coronel asombrado. Gerald seguía sin saber cómo lo hacía, pero ya lo había visto en Resembool así que no le sorprendía mucho.

Bradley, por su parte, estaba interesado, Envy ya le había hablado de él hace poco, así que por eso fue a presenciar los exámenes, ese chico también podía serles útil para otra cosa.

—Ambos son bastante buenos —dijo el de parche en el ojo mirándolos a ambos con interés.

Una vez que Edward terminó de transmutar la lanza, corrió en dirección a la máxima autoridad y lo amenazó con esta.

Los otros militares le apuntaron con sus armas, pero el Führer les ordenó que se calmaran.

Ahora sí que Gerald se alteró.

—¡Idiota! ¿Estás demente? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? —gritó.

Él, al igual que varios más, se había acercado, pero no iba a atacarlo, claro. Su amigo no lo miraba, estaba con la vista fija en King Bradley.

—Alguien podría intentar asesinar a una persona importante aquí —dijo Edward sin quitarle la mirada de encima—. ¿No deberían ser más cuidadoso en cómo evalúan los exámenes? —añadió mientras alejaba el arma.

Lejos de parecer molesto, el Führer sólo suspiro.

—Realmente tienes mucho valor —comentó. Luego dio media vuelta empezando a retirarse—. Pero en verdad no sabes cuán amplio es este mundo, ¿o sí?

Los jóvenes no comprendieron a qué se refería, pero cuando vieron que la lanza que Ed aún tenía en la mano se rompió, eso dejó de importarles.

—¡¿Pero qué?! —chilló el rubio mirando el arma.

El Sargento, sorprendido, sólo volvió a mirar al Führer. Este estaba caminando con una espada en sus manos, una que nunca notaron que había sacado.

—Esfuércense en sus otros exámenes, jóvenes alquimistas —añadió Bradley dándoles la espalda.

—¿En qué momento sacó su espada? —murmuró el rubio sin salir de su sorpresa.

Ninguno pudo salir muy rápido del asombro, ni siquiera Mustang.

Pese a ser parte de la milicia, Gerald jamás había visto pelear al mayor, por eso le pareció sumamente asombroso. Tras pensar eso, miró al menor, iba a regañarlo otra vez por haber intentado algo tan imprudente como amenazar a Bradley, pero en lugar de eso, sólo rió.

—¡Mira tu cara! —exclamó mientras seguía riendo—. Esa expresión tuya no tiene precio.

—¡Cállate o te callo! —gritó Edward a su amigo, aunque sólo logró que este riera con más fuerza.

—Bien hecho, ustedes dos —dijo Mustang uniéndose a los chicos—. Aunque sólo pudiste hacerlo porque yo te enseñé —añadió esta vez dirigido sólo al castaño.

Gerald le sonrió.

—Sí, sí, como sea —respondió sarcásticamente. Estaba sumamente agradecido con el de mayor rango, pero aprovecharía el momento para bromear un poco—. Me enseñaste a dominar el fuego, pero nunca te he visto hacer lo que yo hice.

Mustang únicamente rodó de ojos, conociendo al menor, esa era su forma de decir gracias.

—Tú también lo hiciste increíble —le dijo esta vez a Edward.

—Gracias —dijo el menor. Aparentemente ya había olvidado que lo había llamado enano—. ¿De casualidad sabes cuando estarán nuestros resultados?

Como respuesta, Roy asintió.

—Vuelvan la próxima semana, ahí tendré respuestas —contestó el de cabello negro. Bueno, en realidad esa instrucción era sólo para el rubio ya que como el de ojos celestes había vuelto tenía que pasar todos los días por ahí para trabajar.

Aquella semana pasó rápida para ambos muchachos, Ed se había quedado en la casa de Aquroya y sólo viajó a la ciudad cuando estuvieron listos los resultados, y tal como Roy Mustang les había dicho, ya tenía noticias; buenas noticias, afortunadamente.

—Esta es la insignia de todo Alquimista Estatal, el reloj plateado —Los tres ahora se encontraban en la oficina del Teniente Coronel, habían dos cajas pequeñas sobre su escritorio con un reloj de bolsillo plateado al interior de cada uno—. Estos son sus certificados, contratos que tienen que firmar y sus exámenes médicos —mencionó el Alquimista de Fuego dejando los papeles mencionados junto a los relojes de cada uno luego de leerlos—. Mira, Gerald. De nuevo te salieron elevados los niveles de ingenuidad en la sangre.

—De acuerdo, ¿me avisas cuando me tengo que reír? —cuestionó el mencionado mirándolo desde un sofá sin dejar de sonreír, Mustang sólo sonrió y le restó importancia con una felicitación para ambos.

Luego de terminar de leer, les entregó los papeles que no les había dado antes.

—Bien hecho, chicos, ahora son oficialmente perros de los militares —dijo mientras los menores leían.

Uno de los dos mencionados no le respondió nada, sólo se dispuso a leer y únicamente habló cuando le surgió una interrogante.

—¿Título de "Ascuas"? —cuestionó una vez que terminó.

—El mío dice "Acero" —Le siguió Edward mirando al mayor en la habitación.

Mustang asintió con lentitud mientras se sentaba junto al otro alquimista de fuego.

—A los Alquimistas Estatales se les da un título. Los que ustedes portarán serán "El Alquimista de Acero" —dijo refiriéndose a Edward— y "El Alquimista de Ascuas" —añadió ahora mirando al castaño—. Lo sé, ambos tienen títulos bastante irónicos.

El menor de ahí sonrió de una forma un tanto extraña antes de hablar, era como si se sintiera ofendido, pero feliz al mismo tiempo.

—La forma grave y desagradable que suena encaja conmigo. Me gusta.

—El nombre de Ascuas también me queda; pueden ser un verdadero problema si causan un incendio. Lo usaré con gusto —dijo Gerald sumándose a las palabras de su amigo.

Ya estaba. Lo había logrado. Ambos lo habían hecho. Era hora de avanzar y cumplir las metas que se habían propuesto, después de todo ¿qué podía salir mal? Sin duda, más de una cosa mala ocurriría, sólo que aún no lo sabían. Para ellos su historia como Edward, el Alquimista enano de Acero y Gerald, el perro de los militares conocido como el Alquimista de las Ascuas con poca paciencia, tan sólo acababa de comenzar.

I was bound and tired
Waiting for daylight and I

Bang my head against the wall
Though I felt light headed
Now I know I will not fall
I will rise above it all

Found what I was searching for
Though I felt light headed
I should have failed, and nailed the floor
Instead I rose above it all
~ Bang my Head/David Guetta ft. Sia & Fetty Wap

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