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Capítulo 5: El Niño y la Armadura de Resembool

Hola, gente bonita. No sé si hay gente que lea esta historia, pero igual prefiero dejar esta clase de avisos. Sólo quería avisar que de aquí en adelante los eventos ya empezarán a tener relación con la trama original. Hasta aquí mi reporte, Joaquín.

Gerald no era una de esas personas a las que se le hacía raro ascender tan rápido, pero Roy sí lo era, así que no fue ninguna sorpresa que se lo cuestionara apenas recibió la noticia de un posible nuevo ascenso del menor. A fin de cuentas estaba orgulloso del chico, pero no podía evitar que se le hiciera extraño.

—¿Ya están pensando en ascenderte otra vez?

—Pasaré de ser el Cabo Katsaros al Sargento Katsaros ¿No es eso genial? Pronto tendré el rango de mamá —Al de cabello rizado no le molestaba para nada, por el contrario, disfrutaba ver la cara de sorpresa que ponía Roy al contarle la noticia.

No era que a él no se le hiciera curioso, pero en realidad poco le importaba.

Hawkeye, que todo el tiempo se encontraba con Mustang, también quería saber por qué ascendía tan rápido. Por un tiempo pasó por su mente que Gerald y algún militar de alto rango tuvieran alguna especie de trato para que el menor subiera tan rápido, y de ser ese el caso era preocupante siquiera pensar en lo que Gerald estaría metido, pero luego se relajaba al pensar que eso no tenía mucho sentido siendo que Roy pasaba demasiado tiempo con el menor para no enterarse de algo así.

Sea como sea, ya el asunto se les hacía un poco extraño a todos los que rodeaban a Gerald cuando alcanzó el rango de Sargento, pero ahí las cosas empezaron a regularse y se mantuvo en ese puesto.

Riza y Mustang también habían subido un rango desde que lo conocieron, ahora el Alquimista de Fuego había ascendido a Teniente Coronel y la rubia se había vuelto Teniente. Al igual que Riza y Havoc, el moreno se unió al equipo de Roy de manera oficial y empezó a trabajar con ellos y otros militares que fue conociendo a lo largo del tiempo.
Por esa razón fue que cuando le comentaron al de cabello negro que había un alquimista habilidoso en un pequeño pueblo llamado Resembool, fue con él y Hawkeye en su búsqueda para darle la idea de trabajar para el estado.

El de ojos claros se fue todo el viaje pensando en cómo sería ese alquimista ¿Sería tan habilidoso como decían? Tenía las ilusiones altas y estaba emocionado por conocerlo, sin embargo, cuando llegaron, se encontraron con la vivienda del alquimista totalmente deshabitada y abandonada, todo en su interior estaba desordenado. Había mucha sangre, incluso un círculo de transmutación dibujado en el suelo.

—No están... —musitó el mayor ahí presente.

—No es posible... —añadió el menor de ellos en una voz lo suficientemente audible para que Roy pudiera escucharlo. Los ojos celestes no se despegaban del círculo—. Roy... ese círculo es de...

No había necesidad de terminar la frase, completarla era sencillo para Mustang, lo que el Sargento quería decir era "Ese círculo es de transmutación humana"; el único tipo de alquimia que estaba prohibido realizar además de la transmutación de oro.

Ese tipo de alquimia nunca había tenido un resultado exitoso y traía severas consecuencias a quién la realizaba, ni siquiera el moreno se habría atrevido a llevarla a cabo para revivir a sus padres, no negaba que por un momento la idea había pasado por su mente cuando se enteró de la noticia, pero al razonarlo bien, era una locura el sólo pensarlo. Basados en el Intercambio Equivalente, había que dar para recibir algo del mismo valor ¿pero qué podía darse para recibir a cambio un alma humana?

—Tampoco están en las otras habitaciones —dijo Hawkeye llegando con ellos antes de ver el estado de la habitación en la que estaban y quedar igual de sorprendida que los otros dos.

—Maldición, ¿dónde están? —cuestionó el de cabello negro entre dientes—. ¿Dónde están esos hermanos Elric?

Si realmente el alquimista de esa casa había realizado la transmutación humana, debían encontrarlo inmediatamente pues era una falta muy grave, así que lo primero que harían sería preguntar en las casas vecinas sobre él.

Tardaron menos de lo que hubieran imaginado en hallarlo, estaba en la casa más cercana a la que se encontraban. Gerald pensaba que se trataría de un adulto con muchos años de estudio debido a la complejidad de la teoría de la transmutación humana, por eso se decepcionó un poco cuando vio que se trataba de niño rubio, más o menos de la misma edad que él, en silla de ruedas. Le faltaba un brazo, le faltaba una pierna y tenía la mirada completamente sumida en la tristeza.

—Pero si es... —empezó el castaño.

—¿Sólo un niño? —completó Roy.

El Teniente Coronel tampoco pudo contener su sorpresa al verlo. Se había imaginado un adulto, o al menos un adolescente mayor que Gerald, pero nunca a alguien igual o menor, y mucho menos en ese estado.

Sin ningún tipo de cuidado lo sostuvo de la larga camiseta y lo levantó bruscamente de la silla de ruedas.

—Estuvimos en esa casa, ¿qué fue lo que hiciste?

Había algo de enojo en la forma de hablar de Roy, y los de menor rango, aunque entendían la razón, intentaron calmarlo.

A pesar de que el niño trató de mirarle, sus ojos sólo se entristecieron aún más cuando su mirada se cruzó con la del Teniente Coronel. Mustang estaba por añadir algo más, pero una armadura de acero sostuvo su hombro intentando tranquilizarlo.

—Lo sentimos... Por favor, perdónenos —dijo la armadura ganándose la atención y sorpresa de Roy. Era la voz de un niño, tal vez menor que el de la silla de ruedas-. Lo sentimos... Lo sentimos... —repetía el del cuerpo de acero con la voz quebrada a la vez que su cuerpo temblaba causando suaves sonidos metálicos.

—Teniente Coronel —murmuraron los de menor rango con la misma intención que la armadura; calmarlo.

El mencionado soltó un suspiro dejando al chico de cabello dorado de regreso en la silla de ruedas, retrocedió unos pasos para quedar entre los otros uniformados y volvió a suspirar con resignación, estaba arrepentido, pero no por eso iba a irse.

La dueña de casa, una mujer anciana, luego de darse cuenta de que no podría echarlos, se resignó a que los militares dijeran lo que tenían que decir y dejó que se sentaran para que estos les dieran una explicación, la armadura también llevó la silla de ruedas más cerca de ellos.

Riza prefirió esperar en otra habitación junto a la nieta de la anciana mientras Roy hablaba con los niños, llamados Edward y Alphonse. Gerald iba a ir con Hawkeye, pero Mustang permitió que se quedara a su lado para demostrar que no sería problema unirse aunque fuera un niño.

—Escuché que había alquimistas talentosos, pero no creí que eran niños. Esta juventud de hoy me sorprende más cada día —dijo Mustang para dar inicio a su conversación—. Aunque falló, hicieron una transmutación humana y sellaron un alma en una armadura. Tienes más que suficiente para ser un Alquimista Estatal.

Finalmente le dijo al rubio lo que venía a decir, sin embargo, la mirada de Edward no cambió en lo más mínimo, esta seguía igual de muerta, sin brillo y completamente perdida.

—Si se vuelve Alquimista Estatal, tendrá que pelear como soldado cuando se le necesite. Al mismo tiempo, esa posición trae muchos privilegios y se les permitirá realizar investigaciones del más alto nivel.

El de cabellos dorados levantó ligeramente la vista hacia el Teniente Coronel, seguía sin decir nada pero entendía a qué quería llegar el Alquimista de Fuego con su visita; ese podía ser el único modo de recuperar sus cuerpos.

—La edad de Edward no sería un problema —empezó a hablar el castaño tras recibir una mirada de su superior—. Yo tengo once años y me uní al ejército cuando tenía diez. Tendrá los mismos privilegios que un adulto —explicó mirando al niño.

Gerald sentía algo lástima por él; Edward era hijo de padre ausente y de madre fallecida a la cuál trataron de revivir con la transmutación humana, podría decirse que sus historias eran algo parecidas en el sentido de que no tenían con ellos a ninguno de sus progenitores. Era una desgracia lo que le ocurrió, pero por otro lado, Gerald no entendía porqué entristecerse tanto tiempo por la muerte de un ser cercano si, por lo que había escuchado, la madre del rubio había muerto hace tiempo. A Gerald se le pasó la tristeza de perderlos al día siguiente, pero ellos estudiaron por meses la teoría de la transmutación humana para transmutar a su madre y regresarla a la vida; cosa que no sucedió.

—Si la alquimia es capaz de hacer algo tan horrible como lo que encontré en su casa, entonces me opongo —dijo la mayor quitando a Gerald de sus pensamientos.

Una vez realizada la transmutación, Alphonse cargó a su malherido hermano a pedir ayuda donde la señora, y ella, luego de ver lo que habían transmutado, quedó horrorizada. Esa cosa era un verdadero monstruo, ni siquiera tenía forma humana.

—¿Quiere que estos chicos vean el infierno de nuevo? Tampoco quisiera que se vuelvan monstruosos asesinos dentro de la milicia.

El moreno se sobresaltó ¿Acaso estaba diciendo que la milicia formaba asesinos monstruosos? Él también era parte de la milicia y sentía que la señora lo estaba tratando como si fuera un asesino. Frunció el ceño y miró a la anciana.

—Oiga, señora ¡Nosotros no...!

—Sargento Katsaros —dijo el mayor colocando un brazo frente a él, indicando que se calmara.

Él ya estaba acostumbrado a escuchar cosas así del ejército, pero Gerald no, y eso sumado a la poca paciencia que tenía, entendía que se molestara. Luego, dirigió su mirada a la señora otra vez, y finalmente, a Edward.

—No quiero forzarte a entrar, sólo estoy mostrándote cuales son las posibilidades —Su voz era calmada, pero no dejaba de tener algo de fuerza.

El Teniente Coronel miró al de menor rango una vez que el pequeño de ojos celestes se encontraba más tranquilo, indicándole que podía hablar nuevamente. Tras esa señal, el castaño miró también a Edward.

—Puedes terminar tu vida sumido en la desesperación o levantarte y buscar en el ejército una oportunidad —dijo lentamente—. Yo estaba perdido y el ejército me dio una oportunidad, contigo puede ser igual si eliges este camino —concluyó el de cabello rizado.

—Deberías seguir adelante si la posibilidad de recuperar sus cuerpos existe, ¿verdad? —añadió Mustang mirando al menor—. Incluso aunque ese camino sea horrible.

Aunque la anciana claramente no estaba de acuerdo, no dijo nada más. Los dos militares mantuvieron su vista en el pequeño Edward, y una pequeña sonrisa se asomó por los labios de ambos al notar algo en concreto. Después, el Sargento y el Teniente Coronel se pusieron de pie, se despidieron y se retiraron con Riza.

En el camino de regreso a la estación de trenes que los llevaría de regreso al Este, los dos hombres le fueron contando lo ocurrido a Hawkeye.

Ella escuchó todo con atención y luego de finalizar el relato, suspiró.

—Me pregunto si se unirá —murmuró ella después de escuchar la historia.

—Lo hará —respondió Mustang con seguridad. Riza lo miró intrigada, no había ningún rastro de duda en las palabras del de cabello negro.

—Pero sus ojos se veían muy apagados —opinó regresando la imagen del niño en silla de ruedas a su mente.

El menor ahí soltó una suave risita y miró a la rubia.

—¿Eso crees? —cuestionó el chico, dirigiendo su vista lentamente hacia Mustang—. También lo notaste, ¿no es así, Roy?

El mencionado asintió a las palabras del moreno.

—Esos ojos...

—Tenían llamas ardiendo en ellos —La mujer se sorprendió un poco al escuchar eso dicho al unísono por sus compañeros, pero le alegraba que la visita no hubiera sido en vano. De algún modo se le hacía divertido que esos dos relacionaran todo con el fuego, pero no dijo nada al respecto, sólo sonrió.

Pasados unos segundos, Mustang simplemente dejó de caminar, haciendo que los otros, instintivamente, se detuvieran también.

—Gember, hay una misión que quiero encargarte —dijo sólo Mustang esta vez.

—¿Eh? Sí, claro ¿De qué se trata? —preguntó el aludido, sorprendido por lo repentino que fue la petición.

El rostro de Roy indicaba que estaba pensando bien sus palabras, o tal vez se preparaba para la reacción del menor al oírlo, en este caso, eran las dos.

—Eres capaz de dominar el fuego en su totalidad. Aunque seguiremos trabajando juntos no necesitas más entrenamientos de mi parte —hizo una pequeña pausa antes de concluir—, así que necesito que te quedes aquí.

Tanto Riza como Gerald se sorprendieron. Por nada del mundo el chico se esperaba lo que acababa de oír. No supo bien que responderle, aunque si era una orden de igual modo debía cumplirla.

—¿Por qué quieres que haga algo así? —cuestionó saliendo sólo un poco del asombro.

—Pude darme cuenta de que es un chico muy parecido a ti, y son de edades parecidas, también—respondió el Teniente Coronel.

El menor también se había dado cuenta de eso antes; ambos perdieron seres queridos, aunque el rubio no intentó buscar venganza, claro, pero al menos en eso se parecían.

—Tú mismo viste lo triste que estaba y creo que eres capaz de motivarlo un poco, eres el más cercano de los tres en comprender su dolor.

El de cabello rizado lo pensó, tenía sentido, aunque estaba seguro de que Mustang le encargaba esa misión en caso de que el joven rechazara la oferta de unirse.

—Bien, lo haré —dijo finalmente el menor, al final no había sido necesario mucho para convencerlo—. ¿Por cuanto tiempo será?

—Hasta el próximo año, más exactamente hasta el día que realices el examen de Alquimista Estatal —contestó.

El Sargento no sabía bien por qué ese día específicamente, pero, como si hubiera leído su mente, Roy prosiguió.

—Lo más probable es que Edward se quiera unir lo antes posible, y la fecha de exámenes más cercana es la que tú tomarás en un año. Eso significa que la tomarían juntos si mi teoría es correcta.

Gerald asintió.

—Entonces, nos vemos el próximo año —dijo él, mirando a ambos adultos.

—Cuídate mucho y no dejes de entrenar, ¿si? —comentó Hawkeye a modo de despedida, muy parecido a como una madre lo haría.

—Hasta el día de tu examen, Gember —añadió Roy revolviendo ligeramente el largo cabello de Gerald—. Buena suerte.

Tras eso, el menor corrió de regreso a la casa. Dos segundos después de empezar, dio media vuelta y adoptó el saludo, despedida en este caso, militar con algunas risas.

—Adiós, Roy. Adiós, Riza —dijo por última vez antes de seguir corriendo.

Una vez que notó que el moreno no volvería a mirar atrás, Riza bajó el brazo que estaba usando para despedirse y miró al mayor.

—¿Estás seguro que dejarlo aquí solo es una buena idea? Tal vez sea distinto al resto, pero siendo sólo un niño —cuestionó Hawkeye cuando el pequeño ya se encontraba fuera de su rango visual.

Mustang esbozó una sonrisa mientras miraba de reojo a la mujer.

—Confía en mí, es buena idea —aseguró él caminando en dirección opuesta a la que el moreno se dirigía—. Es perfectamente capaz de cuidarse solo, además tu y yo lo conocemos bastante bien; si viene de regreso al Este con nosotros, se estresará y empezará a entrenar día y noche para su examen. Será mucho mejor que pase ese tiempo disfrutando con niños de su edad, es lo más sano.

Riza estaba algo sorprendida por su respuesta pues, a decir verdad, lo sintió muy paternal, pero luego pensó que el azabache tenía razón. Dejarlo ahí hasta el año siguiente traería más beneficios que pérdidas.


I can still recall
Our last summer
I still see it all
Walks along the Seine
Laughing in the rain
Our last summet
Memories that remain.

~Our Last Summer/ABBA

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