Capítulo 11: Primeros Encuentros
El tipo frente a ellos se hizo llamar Número 66, usaba una armadura al igual que Al. Seguía atacando a los más jóvenes sin siquiera darles algún motivo, no obstante para ellos no resultaba tan complicado pelear con él pues sus movimientos no eran tan veloces comparados a otros oponentes.
Alphonse podía pelear solo si lo quisiera, pero Gerald no quería quedarse sin hacer nada así que peleó sin usar alquimia ya que realmente no requería de esta.
—Sólo quédense quietos y déjenme cortarlos —Se quejó el mayor intentando atacar nuevamente, aunque sin éxito alguno.
Para ver a qué se enfrentaban, Alphonse le golpeó la cabeza, esta salió y cayó al suelo mostrando el interior vacío de la armadura. No sólo usaba una armadura como Al; él era igual a Al.
—Ese cuerpo... —murmuró Gerald sin sorprenderse demasiado.
—Hay una razón para esto, les contaré una historia, seguramente la conozcan —comenzó 66 mientras dejaba de moverse para poder hablar con más calma, a pesar de eso los otros dos no bajaron la guardia—. Hace un tiempo existió un tipo llamado Barry aquí en Central, él era un carnicero que amaba cortar la carne en pedazos. Pero un buen día Barry se aburrió de sólo cortar vacas y cerdos, fue así que empezó a deambular por la ciudad por las noches y a cortar la carne de los humanos. A pesar de que la policía militar logró capturar a Barry, su número de víctimas era ya muy grande, así que fue condenado a morir, y todos vivieron felices por siempre...
La calma dentro de sus palabras y su forma de hablar indicaba que estaba disfrutando mientras contaba la historia.
—Esa es la versión que se les dio a todos, no obstante, la historia no termina ahí. Verán, Barry realmente no está muerto, él sigue vivo y le fue asignado vigilar este lugar aunque su cuerpo le haya sido arrebatado —Gerald y Alphonse se miraron entre sí, haciéndose una clara idea de lo que diría a continuación—. ¡Así es! Él hombre parado justo delante de sus narices es el famoso asesino serial ¡Barry, el Carnicero!
Ahora los menores comprendían cómo es que obtuvo ese cuerpo. Fue arrestado y supuestamente ejecutado, pero en lugar de eso lo sellaron en esa armadura.
Si habían experimentado con un hombre condenado al pabellón de la muerte metiendo su alma al cuerpo de una armadura, entonces no veían porqué no podían hacer lo mismo para hacer Piedras Filosofales.
No tenían dudas, habían acertado.
Gerald y Alphonse se miraron entre ellos una vez más después de que la armadura asesina terminó con su relato. Sin decir ni una palabra, el moreno negó con los brazos cruzados luego de haberse encogido de hombros.
—Lo siento, pero nunca hemos escuchado nada sobre ti —comentó Alphonse dejando sorprendido a su oponente—. Nosotros nos criamos en el área Este así que...
Barry quedó paralizado unos segundos, se veía notablemente ofendido.
—Gerald ¿Podrías entrar y ver cómo está mi hermano? —cuestionó al ver que estaban perdiendo más tiempo de lo que deberían en esperar a que 66 reaccionara nuevamente.
—Con gusto —respondió el mencionado dando un salto al hombro de Al para después saltar a la rendija de ventilación, entrando del mismo modo que antes Ed lo había hecho, lo que pasó después en esa pelea fue completamente desconocido por el moreno.
La ventilación era muy estrecha, apenas cabía ahí mas por suerte lograba avanzar muy lentamente, seguramente Ed pasó con mayor facilidad. Una pequeña sonrisa triunfante se asomó por sus labios después de ver que del otro lado de la ventilación había un pasillo con algunas luces encendidas, eso sólo significaba una cosa.
—No parece abandonado para mí —pensó el de claros ojos en voz alta mientras avanzaba.
No sabía bien por dónde debía ir o qué camino tomar, sólo se decidió por seguir las luces del suelo para guiarse.
Unos minutos después, llegó a una habitación amplia con un gran círculo de transmutación en el suelo, sin embargo, no dedicó demasiado tiempo a analizarlo ya que había algo más importante de lo que ocuparse; Edward estaba peleando con una armadura. El moreno pensó que también era un condenado a muerte que unieron a una armadura como Barry, y no se equivocó, mas era extraño ya que era sólo el torso el que lo atacaba.
La armadura acorraló a Edward en el suelo, él estaba herido y mareado por la sangre perdida.
El de cabello rizado, que aún no había sido visto por ninguno en esa habitación, chasqueó los dedos lanzando fuego a la armadura, causando que se partiera en dos casi al instante, sólo entonces notaron su presencia.
—Creí que habías dicho que debíamos entrar y salir rápidamente del laboratorio. En serio eres lento, sólo me tomó un chasquido ¿Tratas de perder tiempo, enano?
—¿Katsu? ¿Qué haces aquí? —murmuró él en voz baja. Aún si el moreno no hubiera aparecido, Ed ya había pensado en una técnica para ganar, pero no fue necesaria. Luego pareció reaccionar a sus palabras—. ¡¿Y tú a quién llamas enano?!
—Maldito, niño ¡Mira cómo nos dejaste! —Se quejaba el torso intentando moverse, pero sin ser capaz de llegar a ellos.
Gerald miró sorprendido a la armadura, había dicho "nos" ¿Así que torso y cabeza eran dos almas diferentes? Eso explicaba porqué peleaban de manera separada. Después dirigió su vista a Edward otra vez para darle la explicación de su llegada.
—Alphonse estaba preocupado, así que vine. No pensé que fueras a dejarte matar.
—Cállate. Mi brazo empezó a fallar, además no sabía si atacarlo a ciegas sería buena idea —Se quejó Edward a modo de respuesta—, si lo hacía tal vez destruiría su sello de sangre y no me podía arriesgar, necesitaba respuestas.
Edward estuvo peleando contra un par de asesinos llamados Slicer, eran dos hermanos; uno era la cabeza y el otro el torso.
—¿Acaso no piensas matarnos, chico? —cuestionó el hermano que correspondía a la cabeza. Por lo que Edward dijo entendió que nunca tuvo la intención de matarlos—. Ni siquiera podríamos ser llamados humanos.
La sorpresa de ambas partes de la armadura fue grande al ver que el rubio negó.
—No lo haré, no soy un asesino. Además, mi hermano menor es humano... Si no los aceptara a ustedes como humanos también estaría negando que él lo es —respondió sentándose con cuidado en el suelo, aún seguía bastante cansado.
Una carcajada se escapó de la cabeza de la armadura.
—Hemos robado y asesinado desde que tenemos memoria, y ahora que tenemos estos cuerpos de armadura es la primera vez que nos consideran humanos —Aquello se le hacía bastante irónico, mas tenía que aceptar que se sentía bastante bien—. Les contaremos todo, muchachos. Aquel que selló almas en armaduras y nos obligó a vigilar este lugar...
Estaba por hacerlo, realmente iba a decirles, pero unas alargadas lanzas lo impidieron, atravesaron el sello de sangre, entregándole una muerte instantánea.
La responsable fue una bella y elegante mujer con un tatuaje de Ouroboros en su pecho; Lust.
—Estás hablando de más n°48.
—Vaya, vaya ¿Cómo llegó aquí este par de enanos? —Se sumó otra voz; la de Envy.
Él ya había visto a Gerald antes, pero podría decirse que fue esta la primera vez que el moreno lo vio.
El torso de Slicer lloraba por su hermano, sin ser capaz de moverse. El cambiaformas, sin pensarlo, tomó la espada que usaron y la clavó repetidas veces en el sello de sangre hasta que la armadura dejó de gritar.
—¡Idiota! ¡Querían matar a dos preciados recursos! ¿Qué habríamos hecho entonces? ¿eh?
Los otros dos veían con cierto temor, ni siquiera le dio tiempo de rogar, tan sólo acabó con su vida en un instante.
Era más que obvio que debían tener cuidado con ellos.
Envy se acercó a los menores sonriendo y Lust pronto hizo lo mismo mientras que Gerald ayudó a su amigo a ponerse de pie, estaba consciente en que no tenían la ventaja siendo que sus oponentes serían dos y Edward estaba herido.
—Venir a donde no los llaman no está bien ¿saben? ¿Acaso debería... matarlos también?
—¿Quiénes son ustedes? ¿A qué se refieren con "recursos"?
—Ed —interrumpió Gerald para que dejara de hablar—. No estás en condiciones, así que no busques más peleas, ¿quieres? —El castaño sabía que el tono empleado por el rubio buscaba parecer amenazante, pero aquel no era el momento.
—Deberías escuchar a tu amigo, enano. No deberías esforzarte —añadió Envy mirando a Edward de más cerca.
Gerald se quejó por lo bajo cerrando los ojos resignado, el Alquimista de Acero iba a molestarse más por ese apodo. Dicho y hecho, Edward miró al de largo cabello con enojó mientras respiraba agitado.
—No me llames enano.
—Un enano es un enano ¿cierto, enano? —El rubio, ya harto con lo del "enano" lanzó una patada al cambiaformas, aunque él la esquivó—. Oye... No hay que pelear, no me gusta... A menos, claro, que quieras lastimarte.
Ed juntó sus manos, a punto de realizar una transmutación.
—Tú empezaste esta pelea —Sin embargo, de repente, su brazo ya no se movió, cayó inerte junto a él sin poder moverlo.
—Se rompió... —observó el moreno abriendo apenas los ojos soltando nuevamente un suspiro.
—¡Qué suerte! —Al menos así Envy no tendría que pelear, y noquear al cansado rubio resultó fácil.
Sujetó del cabello a Edward y le dio un certero golpe con la rodilla en el estómago, impidiéndole respirar con normalidad. Ed perdió el conocimiento, pero al menos seguía con vida.
—Que bueno que se rompiera... de otro modo no habrías salido tan ileso —Dicho esto, dejó caer el cuerpo del rubio al suelo. Sólo quedaba Gerald consciente ahora, así que el cambiaformas dirigió sus felinos ojos violeta a él—. No querrás acabar como él, ¿verdad? Si es así, tendrás que hacer lo que decimos.
El moreno llevó su mano izquierda hacia adelante con la intención de chasquear los dedos, no parecía molesto, sólo serio.
—¿Hacer lo que dicen? Olvídalo. Sólo sigo órdenes de mis superiores, no tengo razón para obedecerte —Los otros dos se miraron entre sí—. No quería tener que pelear, pero si atacaron a Ed supongo que no tengo opción —Gerald chasqueó los dedos, mas ellos esquivaron la chispa rápidamente causando que el fuego llegara a la pared.
El moreno miró sus dedos con sorpresa y luego miró a los otros dos ¿Cómo pudo fallar si estaban a una distancia tan corta? Además su rapidez... Era sobrehumana.
—Eres muy lento —dijo la mujer aprovechando el estado de asombro del chico.
Transformó sus dedos en largas lanzas las cuales estiró para que rasgaran los guantes del chico dejándolo incapaz de lanzar más fuego, además, con las mismas causó tres cortes en la mejilla derecha del chico y una en su hombro.
Por tratar de esquivar el ataque, y fallar, Gerald perdió el equilibrio y fue cayendo al suelo, pero logró dar una pequeña voltereta antes de tocar el suelo para que así el impacto no fuera tan grande y, además, podría intentar trazar alguna estrategia de escape, sin embargo ni siquiera alcanzó a levantarse cuando Envy le sostuvo ambos brazos por la espalda con una sola mano, fue cuando Lust acercó uno de sus dedos para atravesar la pantorrilla de Gerald, causando que sangrara.
Ya con eso, el cambiaformas lo soltó, no iba a ser capaz de levantarse por sí mismo.
Esta vez, el de ojos celestes no pudo hacer nada para lograr quedarse de pie, la herida en la pierna empezaba a doler bastante. Luego sintió que un mechón de su cabello fue tirado con fuerza hacia adelante, tan fuerte que llegó a levantarlo un poco, él se quejó, no obstante no cambió su expresión de seriedad.
Para hacerlo peor, no pudo dispersar el fuego que llegó a la pared, poco a poco todo se iría quemando.
—Pero que estúpido eres ¿Realmente creíste que tendrías una oportunidad contra nosotros, Teniente Coronel Gerald Katsaros? —cuestionó Envy tirando más fuerte del cabello. El castaño frunció el ceño ¿Por qué diablos conocía su nombre?
—No realmente...
—Si ese es el caso entonces deberías dejar de exponerte a situaciones peligrosas. Te necesitamos vivo ¿Entiendes eso? —La otra mano de Envy pasó a tocar sin ningún cuidado los cortes que Lust había hecho en el rostro contrario, eso dolía más que el tirón de cabello por lo que el menor cerró los ojos quejándose otra vez.
—¿A mí? —El castaño no comprendía, habían matado a dos tipos frente a él, noquearon a su amigo, lo herían a él, pero ahora resultaba que lo querían vivo—. Que delicados son con los que pretenden mantener vivos —Incluso en una situación así no podía dejar el sarcasmo de lado, dolía mucho el que tocaran sus heridas abiertas pero no gritaba—. ¿No habías dicho que no te gustaba pelear?
—No estamos peleando, hay una diferencia entre pelear, hacer daño y matar. Oh, y no sabes lo mucho que me gusta hacer las últimas dos... Créeme, no te imaginas las ganas que tengo de matarte, pero no puedo. Al menos herirte también será divertido —Lejos de detenerse, el mayor tiró con un poco más de fuerza, sin embargo no le sacaba ni un grito, sólo quejidos por lo bajo—. Vamos... ¿que no piensas rogar? Preferiría verte llorando.
—¿Serviría de algo...? —cuestionó Gerald sin esperar respuesta, era de esperarse que no pararía aunque se lo pidiera.
Levantó la vista ligeramente para al menos poder ver su rostro. No lo reconocía, no conocía a ninguno de los dos, mas era obvio que ellos sí lo conocían a él, además, tenía una sensación extrañamente familiar.
—¿No te he visto antes...? —añadió mirando más detenidamente al que representaba la envidia. De rostro no lo había visto nunca, pero sentía conocida la presencia del contrario.
—Es poco probable —contestó la mujer sin dejar que el interrogado respondiera—. Escúchame, niño. No olvides que nosotros lo estamos dejando vivir —Esta vez se estaba refiriendo a Edward, el rubio parecía estar luchando por despertar pero no podía lograrlo—. Vete antes de que todo esto se queme, hay una salida por el mismo lado que vinimos. Envy, tú deja sus heridas y lleva al Niño de Acero con su hermano.
—Debo admitirlo... Tal vez no sea tan aburrido que seas nuestro juguetito —murmuró Envy sujetándolo esta vez sólo de su cuello, impidiendo forzosamente el paso normal del aire—; uno al que puedo lastimar cuanto quiera sin que este llore como un patético... Es extraño cómo pareces tan frágil, pero tan resistente al mismo tiempo...
Ver que Gerald hacía su esfuerzo por respirar, mas a la vez se esforzaba por soltarse y que, además, no mostraba ni ápice de miedo, le hizo pensar en esa dualidad.
—Vamos... Llora...—Sonrió con malicia—. Veamos cuanto aguantará esa cara bonita antes de soltar su primera lágrima...
—Envy, dije que lo dejes.
—No eres nada divertida...
Envy soltó al joven con brusquedad e inmediatamente el aire regresó. Mientras tanto, el menor se levantó como pudo y se fue por donde Lust le indicó a paso muy lento pues la herida en su pierna seguía ardiendo, ni siquiera debería estar caminando en esos momentos pero no le quedaba de otra.
El fuego se había propagado bastante desde que lo había lanzado, mas al menos tuvo el tiempo suficiente para salir antes de que todo empezara a colapsar.
La salida no llegaba al lugar al que entró, llegaba a las puertas de la prisión que habían visto en el mapa, iba a regresar por donde vino, con algo de suerte alcanzaría a llegar con Edward y los otros, pero una voz lo detuvo.
—¡Hey, ven a ayudarnos! ¡Hay poco personal! —Aquel era un hombre perteneciente a la policía militar, le habló ya que vio el uniforme militar de Gerald.
El castaño bien podía no obedecerlo, no obstante tampoco era que pudiera ir a algún otro lado, además, estaba consciente en que solo no podría llegar a un hospital, así que decidió obedecer.
—Señor, acabo de salir de una pelea. Necesito ir a un hospital de inmediato —dijo el menor intentando seguirle el paso, pero con sus heridas no resultaba algo tan fácil.
Aquel militar miró la pierna del chico y al ver que seguía sangrando, asintió.
—En seguida llamaré a un vehículo para que lo transporte, pero mientras tanto necesito que vigile un pasillo —De cualquier modo no podía hacer nada hasta que el vehículo llegara, así que acató la orden.
El pasillo que le tocó vigilar estaba prácticamente vacío a excepción de una celda.
Los prisioneros de todas las celdas de otros pasillos gritaban debido a la estruendosa caída del laboratorio junto a ellos, pero en la que Gerald estaba no se escuchaban gritos. Si era un prisionero calmado entonces no entendía porqué necesitaba vigilancia, mas ya había aceptado, no podía negarse ahora.
—Que agradable...
Luego de un tiempo ahí, Gerald escuchó una voz en la celda. Miró de reojo las rejas sin mirar al prisionero.
—Es agradable sentir el sonido de un edificio derrumbándose luego de una explosión. Sumado a los gritos de los demás, es música para mis oídos.
Él sólo hablaba como si supiera que había alguien ahí para escucharlo.
—Por la cercanía del sonido debo suponer que se trata del Quinto Laboratorio, ¿no?
—Está en lo correcto. Supongo que se me pasó la mano con las llamas —El prisionero no comprendió la respuesta en su totalidad, pero creía entender que le decía que él fue el responsable de todo. Gerald aún no lo miraba, no sabía si debería estar hablando con él, mas lo haría pues empezaba a aburrirse—. Aún así... Creo que disfrutaría más de los gritos si fueran de ese ishvalano...
Eso último el castaño lo había dicho para sí mismo, aunque de cualquier modo el prisionero escuchó y dejó escapar una risa. El encerrado estaba sorprendido de recibir esa respuesta, de hecho, le sorprendía el simple hecho de haber recibido una, los otros guardias nunca le hablaban.
—¿De un ishvalano? Tienes razón. No hay nada mejor que los gritos de ishvalanos al ser asesinados. No pensé que alguien más disfrutaba escucharlos.
—Nunca los he escuchado, pero creo que me gustaría hacerlo —contestó el muchacho mirando al lado opuesto de la celda, levantando sutilmente la pierna que tenía herida—. ¿Estuvo usted en Ishval? —cuestionó nuevamente mirando de reojo, aunque como respuesta sólo recibió otra risa.
—¿De verdad no sabes quién soy? —Gerald quedó en silencio, la verdad no tenía idea, no reconocía su voz y se sentía un poco adolorido como para poder pensar, así que respondió con un simple "no"—. ¿No te suena alguien de nombre Kimblee?
El de ojos celestes ahogó un suspiro, aquel que estaba en la celda... ¿Realmente era él?
—¿Usted es Solf J. Kimblee? —cuestionó el menor asombrado.
—Oh. Así que sí me conoces —observó el mayor mirando hacia los barrotes de su celda, aunque no podía ver al chico—. ¿Por qué no te acercas un poco más? Quisiera conocerte.
El menor caminó con cuidado por delante de las rejas, con cierta emoción mirando por primera vez al Alquimista Carmesí. Él tenía el cabello largo, negro y algo descuidado, seguramente por el tiempo que llevaba ahí, y los ojos de un azul eléctrico bastante llamativos.
—Estás herido...
— ¿De verdad? No lo había notado —respondió sarcástico—. Debo decir que es un honor hablar con usted, lo admiro desde que supe de su participación en Ishval —comentó el joven sonriendo.
—Por favor, no tienes que ser tan formal. Puedes tratarme de "tú" —El mayor sonrió con orgullo y luego se dedicó a mirarlo con más atención—. No sabía que el ejército estaba tan desesperado como para reclutar niños —dijo este con intenciones de molestarlo, pero Gerald estaba tan emocionado que no le había afectado—. ¿Cuál es tu nombre, pequeño?
—Soy Gerald Katsaros. Teniente Coronel y Alquimista de Ascuas —respondió él.
Se notaba la emoción del chico mientras hablaba, como si buscara sorprender al Alquimista Carmesí, y la verdad lo había logrado un poquito.
—No me molesta que me digan pequeño, pero no soy un niño, tengo quince años.
—Alquimista Estatal siendo un niño, debes ser talentoso —comentó Kimblee repitiendo a propósito el "niño", aunque era obvio que estaba bromeando así que ambos soltaron una risa. Le era agradable hablar con alguien con una forma de pensar similar a la suya—. Oye... Tu apellido me suena... ¿Katsaros dijiste?
Siguieron hablando un rato más. El prisionero escuchó la historia de Gerald, el menor se estaba poniendo un poco nostálgico, pero de algún modo el mayor logró tranquilizarlo, le resultó un poco extraño que un asesino de guerra lograra hacer que mantuviera la calma, pero lo había logrado.
—Ritter y Nicia... Claro que los recuerdo. Ellos se tomaron su trabajo muy en serio hasta el último momento. Daba mucho gusto tener compañeros así —Gerald sabía que sus padres no eran asesinos desenfrenados, pero no conocía como eran ellos en el trabajo así que tal vez sí lo eran, bueno... Ya nunca podría saberlo, así que dejó de tomarle importancia.
Kimblee tenía una mirada empática ¿Sería falsa? Cualquiera creería que sí, pero no lo era, Kimblee realmente admiraba a aquellas personas que hacían las cosas impulsadas por sus ideales.
—¿Sabes qué recuerdo, también? El cuerpo del ishvalano que los mató estallando igual que una bomba. Sí, yo mismo lo maté.
El moreno se sintió un poco mejor al escuchar eso, al menos sentía que sus padres fueron vengados, sin embargo, pensaba que debería sentirse mejor de lo que se sentía realmente, era como si una parte de esa herida en su corazón fuera incapaz de sanar.
—Aunque es una lástima, Gerald, me hubiera gustado conocerlos más. Tampoco sabía que ellos tenían un hijo, por lo visto se guardaron bien ese secreto... sin embargo, ahora que te conozco, es fácil deducir que fuiste y seguirías siendo su mayor orgullo.
—Te lo agradesco mucho, Kimblee...
—Ven, acércate lo más que puedas a las rejas... —Sin entender mucho el motivo, el castaño obedeció—. Me agradaste así que voy a curarte esas heridas.
Mientras Kimblee se acercaba también a las rejas, el moreno no mencionó nada al respecto, pero le parecía ilógico que lo pudiera curar. Estaban en una prisión, dentro de las celdas no debería haber ni siquiera un botiquín de primeros auxilios, además el mayor tenía las manos esposadas; por donde se viera, una curación era teóricamente imposible.
—Ahora, debo pedirte que cierres los ojos...
Otra vez Gerald le hizo caso aún estando confundido, y es que realmente no perdía nada con hacer lo que le pedían. Aún cuando todo lo que veía con los ojos cerrados era oscuridad, fue capaz de distinguir un brillo rojo iluminando, lo que lo obligó a fruncir el ceño, ni aunque quisiera podría hacer mantenido los ojos abiertos. Luego, sintió un cosquilleo recorrer desde su estómago hasta su mejilla. Algo le incomodaba, sin embargo era reconfortante a la vez pues podía sentir que el dolor en su rostro disminuía.
—Ya está. No hay defectos.
—¿Qué...? —El moreno abrió los ojos otra vez y se tocó la mejilla, grande fue su sorpresa al ver que ya no había ni rastro de sangre— ¿Cómo fue que...?
—Lo siento, a veces es mejor no revelar algunos secretos... —respondió Kimblee—. ¿No lo crees así?
—Omitir información o callarla es otro modo de mentir ¿Me crees un mentiroso?
—Claro que no... Alguien que le cuenta su vida a un completo desconocido no puede ser un mentiroso, ¿verdad? —El castaño se sorprendió un poco, es verdad, se había abierto demasiado—. Deberías tener cuidado con eso... Alguien podría traicionarte y usar todo lo que sabe de ti en tu contra.
Gerald se sobresaltó otra vez.
—¿Tú me traicionarías?
—Jamás. No le haría eso a mi mayor admirador.
El moreno sonrió otra vez. Quería quedarse ahí y seguir hablando con él, pero un policía lo llamó anunciándole que su vehículo había llegado para llevarlo al hospital.
—Fue un gusto conocerte, Gerald. Espero nos volvamos a ver —Mientras el menor se iba no pudo evitar sentirse bien por eso y sonreírle; le había agradado al Alquimista Carmesí, al mismo hombre que por mucho tiempo había admirado—. Lamento no haber alcanzado a curarte tu pierna y tu hombro.
Rápidamente el menor fue trasladado al hospital, aunque sus heridas tenían algo de gravedad, no era nada de riesgo.
La herida en su pantorrilla fue profunda así que la curaron de inmediato, hasta que curara debía estar en cama y movilizarse sólo si era necesario. El rasguño en su hombro cruzaba hasta por parte de su cuello, mas no era severo, sanaría por sí sola y no causaría mayor incomodidad más que alguna molestia. Su cuello había quedado marcado, la presión ejercida en este había sido demasiada y le dolía un poco por el roce de su ropa, mas eso también curaría sólo.
Edward estaba similar, sólo que sus heridas resultaron más graves que las suyas. Cuando supo que despertó, Gerald ignoró lo de quedarse en cama y pasó casi todo el tiempo en la habitación del rubio, Alphonse y los escoltas estaban ahí, también, pero algo se veía raro en la armadura.
—¡Maldición! Un poco más y habría descubierto la verdad —Se quejaba Ed, aún no podía creer que el laboratorio fuera destruido, Gerald decidió no decirle que eso había sido básicamente culpa suya para evitarse algún problema.
Los militares aún estaban ahí presentes, y le hicieron entender a Edward, a través de una bofetada, que no tenía que hacer esas cosas sin avisarles, podía confiar en los adultos para poder ayudar. Edward tuvo la suerte de que Denny y María llegaran al Quinto Laboratorio luego de notar su ausencia, de otro modo habría tardado aún más en ser trasladado.
—Por cierto, Ed —anunció Gerald sentado en la cama del menor—. ¿No has olvidado que aún queda alguien más que te reprenderá?
El mencionado bajó la cabeza con algo de miedo entendiendo perfectamente a lo que se refería mientras los militares se miraban sin entender.
—Supongo que tendré que llamarla —pensó el mencionado sin levantar la cabeza—. ¿Podría alguno llevarme a los teléfonos? —cuestionó.
María asintió, lo ayudó a subirse a su silla de ruedas y lo llevó, aunque él si podía mantenerse de pie sin esfuerzo, no podía caminar demasiado.
El Sargento y al Teniente Coronel se quedaron en la habitación. Se notaba que Denny quería preguntarle qué había pasado con el menor, pero Gerald fue más rápido en hablar.
—Así que... ¿Cuándo admitirá que siente algo por la Teniente Ross? —cuestionó el moreno al estar solos.
No faltó la risa al ver el rostro de Denny enrojecerse.
—¿Y tú de dónde sacaste eso? —El moreno soltó una sonrisa al ver que no lo había negado—. Quiero decir... Yo... ¿Sabe qué? Da igual ¿Por qué no mejor me dice qué les pasó ahí dentro? Salió por su cuenta y nunca volvió con nosotros —habló el mayor ahora usando un tono más formal.
—Ya veo, busca cambiar de tema ¿no, Sargento? —molestó otra vez el Alquimista de Ascuas, pero no siguió más con eso—. Será un fastidio tener que contarlo más de una vez, así que lo haré con Ed en conjunto cuando todos lleguen.
Edward no tardó mucho más en volver a la habitación con María, sin embargo no dijeron nada sobre lo ocurrido, los dos coincidían en que sería mejor una vez que estuvieran todos.
El rubio había ido a llamar a Winry. Durante de la "pelea", si es que así se podía llamar, contra el extraño chico del laboratorio, el automail de Ed falló y ahora no podía mover más que los dedos, por eso necesitaba que la rubia le hiciera un mantenimiento.
Winry llegó a Central esa misma tarde, había llegado bastante rápido.
—Yo... No lo equipé apropiadamente ¿verdad? —preguntó la rubia al verlos, sin siquiera saludar.
—¿Qué? ¡Claro que no! Tu mantenimiento fue perfecto como siempre —Se apresuró a decir Edward al sentir todas las miradas sobre él.
Winry parecía extrañada, pero se alegró por algún motivo que el resto desconocía, tal parecía que la falla del automail no fue porque Ed peleó sin cuidado, mas eso era algo que ella no le diría.
Al se asomó por un momento al oír voces dentro de la habitación, pero inmediatamente después cerró la puerta y se fue dejando a todos confundidos. A esas alturas, todos sabían que estaba actuando extraño, incluso Winry que acababa de llegar, no obstante al preguntar sólo respondía con un "No pasa nada".
El mantenimiento no tardó demasiado, aparentemente sólo eran unos pocos ajustes y ya.
Luego de que este estuviera completo, Hughes llegó. Nadie lo esperaba, ni siquiera sabían cómo se había enterado que ellos estaban en el hospital.
—¡Hola, Ed y Katsu! —saludó el mayor. Como había escuchado que Ed usaba ese apodo con Gerald, él también lo usaba a veces además de "chico poca-paciencia"—. Supe que trajeron a una chica a su habitación.
—¿Qué? ¡Ella es mi mecánica de automail! —Se quejó Edward completamente avergonzado por lo que escuchó de Maes.
De haber estado en buenas condiciones, posiblemente no le habría dolido el pecho por la sorpresa.
—Y a mi no me gusta de ese modo. —respondió Gerald, notablemente más calmado que Ed mientras se encogía de hombros.
El mayor siguió molestando al rubio mientras se acercaba a la chica. Winry estaba algo sonrojada, aunque no tan avergonzada como lo estaba Ed.
—Mucho gusto, soy Maes Hughes —Se presentó él con un apretón de manos mientras Winry hacía lo mismo. Después, dirigió su mirada a los chicos—. Ustedes ya casi están libres de sus escoltas.
—¿Escoltas? —cuestionó Winry mirando a su amigo de la infancia—. ¿En qué lío se metieron ahora?
Pero Edward no le respondió y el castaño intentó calmarla diciéndole que no era nada, sin embargo, Winry no era una tonta, sabía cuando le estaban ocultando algo.
—No se por qué me molesto, después de todo ustedes nunca me dicen nada —Se quejó la más alta tomando sus cosas—. En fin, será mejor irme a buscar en dónde pasar la noche.
—Quédate en mi casa —dijo Hughes decidiendo por ella. No era la primera vez que decidía por los otros sin siquiera consultarles—. Mi esposa e hija estarán encantadas —No se detuvo a escuchar la respuesta de la rubia, simplemente la tomó de un brazo y la arrastró con él. Y es que simplemente Maes lo hacía porque quería, ayudar a los otros siempre lo hacía feliz.
Mientras eso ocurría, Brosh acompañó a Gerald a su habitación pues ya era algo tarde, dejando solo a Edward con Ross en la suya.
A la mañana siguiente, el moreno despertó mucho mejor que el día anterior, desayunó, le cambiaron el vendaje en su pierna e intentó caminar; pudo hacerlo, pero no con normalidad.
—Hola. Buenos días, Winry. Buenos días, Hughes —saludó Gerald al verlos caminar en el pasillo hacia la habitación de Edward.
—Buenos días ¿Vienes con nosotros a la habitación de Ed? —cuestionó la rubia después de saludarlo.
El castaño asintió y los siguió a paso lento, tampoco podía ir muy rápido. Al llegar y abrir la puerta vieron a Alphonse levantarse de una silla con brusquedad, y por el tono empleado era sencillo notar que estaba molesto.
—¡No soy así porque quiera!
I just wanna party all night long
I'm doing all for fun
Don't need your love
I'm a sinner
There's my lover crying on the
Dancefloor
I'm a sinner
I'm a sinner
There's my lover crying on the
Dancefloor
I'm a sinner
I'm a sinner
~Sinner/waykap ft. Lola Are
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