✦ Sir, yes Sir ✧
El hombre miraba la figura larga dormida y de nuevo se sorprendió con la belleza etérea de su flamante nuevo esposo.
Era afortunado. El muchacho era perfecto. Cumpliendo recién sus veinte años, gozaba de belleza y juventud. Pestañas largas y espesas que escondían, junto con los párpados, un par de ojos grandes color chocolate. Nariz perfilada y redondeada en la punta dándole ese toque sutil a su rostro. La piel del muchacho era de admirar, sin cicatrices o marcas, completamente lisa y pálida. Mejillas redondas perfectas para llenar de besos; y la mejor parte. Una boca exquisita en forma de corazón, de labios carnosos en un tono rosado natural. Si miraba más de cerca podía ver el lunar en el labio inferior.
Los cabellos oscuros caían desordenados en su frente a la altura de sus ojos adormilados. Recordaba perfectamente haber ordenado que el chico tuviera el cabello largo y mirándolo detenidamente supo que era la mejor orden que había dado. Bajando la mirada se topó con el delicado cuello y las marcadas clavículas agradeciendo fervientemente a la persona que decidió ponerle esa camisa blanca con escote en V. El choker negro de encaje que adornaba el fino cuello creaba un sin fin de fantasías que se moría por cumplir. Sin poder evitarlo relamió sus labios imaginándose saboreando ese delicioso manjar en unas cuantas horas más.
La complexión del muchacho era la ideal. Alto y delgado. De cintura pequeña y piernas largas y estilizadas. Trasero pequeño pero bien formado. Y es que hasta sus manos eran perfectas, con los dedos largos y delgados como los de un pianista.
Bien valía toda la fortuna que había pagado por él.
—¿Quiere qué lo despertemos, señor?
El hombre negó encendiendo un cigarrillo enorme.
—Nuestro príncipe debe descansar un poco más —exclamó con su natural voz gruesa.
Un leve movimiento de los globos oculares captó la atención del hombre mayor.
—¿Estás despertando, príncipe?—caminó unos pasos más hasta sentarse en la orilla de la cama.
Hyungwon apretó las manos debajo de la sábana negándose a abrir los ojos. Sabía que, si despertaba, un infierno comenzaría.
—El muchacho debe tener una pesadilla —comentó la mujer peinando el cabello de Hyungwon con solo sus dedos.
El hombre asintió.
—Salgan todos y dejémoslo descansar.
La orden se cumplió y Hyungwon quedó solo o al menos eso creyó. Al abrir los ojos se topó con la sonrisa amable de la elegante mujer.
De estatura promedio y complexión delgada. De mirada profunda y piel blanca, cabello oscuro recogido en una coleta alta. Kim So Hee estaría a cargo de Hyungwon y todo lo que conllevará a mantener al chico perfecto para el señor Kang, su dueño.
—Buenos días, cielo —sonrió oprimiendo el botón del control para que las cortinas se corrieran y las ventanas se abrieran. —¿Descansaste?
"Recuerda, no hables ni digas nada. Si necesitas responder solo asiente"
Hyungwon asintió levemente sentándose con cuidado. El efecto de la droga todavía tenía presencia en su cuerpo aturdiendo sus sentidos.
—El señor Kang estará complacido si lo acompañas a desayunar —dijo la mujer señalando la puerta.
La mirada de miedo fue suficiente para que So Hee entendiera lo que el muchacho necesitaba.
—Cualquier otro día puedo permitir que te saltes una comida pero no hoy —alisando la falda rojo vino caminó hacía la puerta. —Traeré el desayuno.
Cuando la mujer salió, las lágrimas abandonaron los ojos de Hyungwon resbalando por las abultadas mejillas. Acostumbrado a los regaños, lloró en completo silencio mientras abrazaba sus piernas. Era su primer día en la mansión y no quería ser castigado y menos desconociendo la actitud de su esposo.
So Hee volvió con una bandeja pequeña que solo contenía fruta picada, jugo y un sándwich sin orillas.
—Tu nana me contó que no te gusta el pan con orillas —comentó sonriendo. Dejó la bandeja en la cama y puso las manos en su cadera. —¿Qué eso?, ¿estás llorando?
El miedo se apoderó del menor pero antes de poder negar su reciente llanto, So Hee se acercó a él con un pañuelo de algodón.
—Entiendo que estés asustado —susurró secando las lágrimas —, y sería estúpido si te pido que no lo hagas.
Hyungwon bajó la cabeza mordiendo su labio inferior. Los dedos fríos de la mujer sostuvieron su quijada obligándolo a levantar la cara.
—No voy a permitir que el señor Kang te lastime —murmuró acariciando la suave piel con el pulgar — Tal vez no pueda impedir que reclame tu cuerpo pero haré hasta lo imposible para mantenerte saludable y hermoso como ahora.
Más tarde, Hyungwon salió de la habitación improvisada para conocer a su esposo. So Hee iba delante de él con su característica elegancia al caminar. Verla controlando a todo el personal era admirable a la vista de Hyungwon, pues no parecía ser la misma mujer que le juró lealtad y protección.
Su maquillaje había sido arreglado y su cabello peinado hacia atrás, consiguiendo que no se viera como un niño. Los pantalones ajustados le comenzaban a incomodar, pero So Hee le aclaró que eran necesarios para resaltar sus proporciones. No se quejaba, primero porque no podía y segundo, porque la mujer había sido muy amable, hasta el momento, y no quería meterse en problemas.
—Mi hermoso esposo —Kang abandonó su silla a la cabeza de la mesa para tomar la mano de Hyungwon y acompañarlo hasta su lugar —. Te estaba esperando.
La sonrisa del señor Kang estaba lejos de ser amigable, lo cual preocupaba a Hyungwon.
—Pensé que vendrías a desayunar conmigo.
Hyungwon inclinó la cabeza y ocupó la silla que su esposo había jalado para él. So Hee se instaló detrás de Hyungwon como si fuera su sombra.
—El señorito estaba...
—Señor —corrigió Kang —. Hyungwon es el señor de la casa. De ahora en adelante quiero que todos se dirijan a él de esa forma. ¿Entendido?
Las mucamas, guardaespaldas y demás personal que estaba reunido en el comedor asintieron.
—Entendido, señor.
So Hee mordió el interior de su mejilla.
—Bien. El señor Hyungwon estaba durmiendo —informó acomodando un mechón suelto del muchacho. —No quise molestarlo.
Kang se sintió perdido en el hermoso perfil de su nueva adquisición.
—Esos bellos ojitos tienen que descansar lo necesario —murmuró acariciando el dorso de la mano de Hyungwon.
Hyungwon estuvo tentado a quitar su mano pero prefirió no hacerlo. Se obligó a mantener la mano quieta y la mirada fija en el cubremantel dorado.
—No tienes idea lo ansioso que estaba por tenerte conmigo —dijo Kang emocionado —. Verte a través de la ventanilla del aula ya no era suficiente. So Yeon merece el cielo por regalarme a tan hermoso ser...
—¿Regalarte? —el hombre castaño entró al salón con carpeta en mano y un radio en la otra —. Nos costó una gran fortuna.
Kang gruñó soltando la mano de Hyungwon.
El muchacho pudo volver a respirar, pero al levantar la mirada un escalofrío lo recorrió por completo. El hombre que decía ser su esposo era bastante mayor. Probablemente rondaba los cincuenta y aunque estuviera muy bien conservado, no dejaba de ser un viejo asqueroso.
Hyun bin Kang o mejor conocido como el señor Kang, formaba parte de la clase superior de Corea. Con acciones en las empresas más importantes y al mando de HK, consorcio de servicios internacionales. Estaba casado hace más de quince años con una ex actriz bastante conocida entre la sociedad pero con quién jamás tuvo hijos. Su único hijo y heredero era Kang Jang, producto de un revolcón en sus años locos.
Ante la sociedad, Hyun bin era el hombre más respetable y fiel a su magnífica esposa. Un hombre de familia comprometido con el bienestar de su pareja, pero fuera de las luces rehuía a su esposa. No podía pasar más de una hora junto a ella porque ya estaban discutiendo, por todo y por nada. La mayor parte del tiempo se encontraba en la residencia donde ahora tenía a Hyungwon y de vez en cuando visitaba a su esposa para mantener la farsa.
—Mi esposo vale cada maldito won que invierta en él —afirmó llenando la copa de vino de Hyungwon. —¿No es así, mi cielo?
El muchacho asintió.
—Parece asustado —Jang se burló recargando su brazo en la silla frente a su padre.
—Por supuesto. Tu cara lo asusta —comentó So Hee con sorna.
Jang chasqueó la lengua alejándose de la mesa. —El último cargamento que enviamos tuvo un accidente y ahora tenemos a la policía jodiendo en nuestras oficinas.
Kang gruñó levantándose de la mesa. Miró a Hyungwon que lo observaba de reojo y sonrió.
—Volveré en un segundo, cielo. No me extrañes mucho.
Padre e hijo salieron del comedor y Hyungwon soltó el aire que había estado acumulando.
—Lo hiciste bien, chico —celebró So Hee pellizcando su mejilla.
El pelinegro la miró inexpresivo.
—¿No piensas hablar? —So Hee enarcó una ceja —. Ya no está él...
—Debe estar asustado —comentó una de las mucamas.
La mujer observó detenidamente a Hyungwon y al final asintió. So Yeon había sido muy clara con la descripción del muchacho y hasta donde recordaba Hyungwon no tenía ningún problema de salud, exceptuando el desorden alimenticio. Esperaba ganar la confianza para poder escuchar su voz, mientras jugaría a adivinar cómo sería.
Hyungwon tuvo que comer solo ya que Hyun bin no volvió al comedor y sinceramente era mucho mejor. A petición de So Hee, el muchacho estaba dentro de una tina con sales y velas aromáticas a su alrededor.
—...haremos esto en muchas ocasiones así que te sugiero que vayas acostumbrándote —comentó So Hee masajeando los hombros de Won.
Nuevamente, Hyungwon asintió como respuesta.
—Es la primera vez que me toca estar con un niño tan obediente como tú —murmuró inclinando su cabeza para verlo mejor —, y eso me asusta.
—La actitud del chico es normal —comentó una de las mucamas que sostenía la bandeja con los aceites.
Una joven rubia con rasgos europeos asintió. —Podría ser peor. Las chicas y yo nos habíamos preparado en caso de un inminente ataque de pánico y sinceramente, no me gustaría ponerlo a dormir.
Hyungwon cerró los ojos bloqueando todos los comentarios que las mucamas hacían. Con casi seis años bajo el cargo de su tía So yeon, la obediencia era una de sus mayores virtudes. Largas noches de pie con libros sobre su cabeza para corregir su postura. Horas amarrado a una silla le facilita sentarse correctamente en una mesa. Los azotes le enseñaron a guardar silencio y los ayunos a mantener el peso ideal. La falta de cariño y atención debieron hacerlo más fuerte pero solo lo convirtieron en un niño asustado encerrado dentro del caparazón de un esposo ideal.
El muchacho perfecto que cautivaba a cualquiera que lo viera, escondía una verdad atemorizante. Huérfano de nacimiento y rodando de casa en casa por catorce años hasta que llegó al internado de su tía, So yeon.
Chae So yeon dirigía un internado para señoritas siendo Hyungwon el primer y único alumno que pisaba las instalaciones. El trato fue igualitario y los castigos, los mismos. El principal objetivo del internado era educar a las mujeres que formarían parte de la clase alta en un futuro, acompañando a imponentes hombres que controlaban la economía del país. Existían rumores que involucraban la venta de señoritas, los cuáles eran reales hasta cierto punto, y Hyungwon era el más demandado en las subastas. Con una jugosa oferta So yeon firmó los papeles que volvían a Hyun Bin esposo de Hyungwon.
—Ellas van a ayudarte todo el tiempo —informó So Hee, secando el cabello largo del muchacho —. Peinándote, vistiéndote, maquillándote y si es necesario, bañándote.
Hyungwon hizo un ruidito con la garganta para variar sus escasas respuestas.
—Ya es un avance —So Hee tomó el peine dorado de la mesita y comenzó a cepillar el cabello azabache. —Espero que nos llevemos bien, Hyungwon.
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