IX
Fueron eternos aquellos momentos de espera para aquel grupo tan mixto, que se mantuvo sentado en los sillones rojos del lugar.
—Mira como duerme —le susurró la morena a su compañera, viendo al rubio descansar en el hombro de Frey, ambos adormecidos—, es como un gatito acurrucado junto a su dueño.
—Siempre me ha fascinado su lenguaje corporal cuando están juntos, ¿sabes? Suele ser tan contrario —empezó a contar Life, Eukrattos y Destiny le dieron su atención—. Antes, cuando salían, Nathan siempre tomaba esa actitud protectora, y Frey se dejaba defender por él. Pero en aquellas noches en las que se quedaban juntos, aún dormidos, Nathan buscaba con desespero el pecho de Frey, buscaba su olor, sus brazos, y siempre se le eran otorgados.
—Debo admitir que son una pareja única. Esas miradas furtivas, esas palabras encantadoras, ese aire que los rodea, es como si teniéndose lo tienen todo. Me recuerda mucho a una pareja que conocí hace bastante tiempo.
Sin dar oportunidad de continuar la conversación, el Dios salió de su sala, haciendo encuentro con los seres que se encontraban en los sillones.
Life le dio una disimulada patada a su protegido para que se despertara, Nathan despertó, apretando la mano de Frey para mirar al Dios.
—Lamento hacerlos esperar tanto, he tenido unas cuantas cosas que hacer. Pero, he decidido algo.
El corazón de Nathan latió con fuerza, apretó la mano de Frey, quien la acarició suavemente.
Los cinco se pusieron de pie, para darle la atención merecida al Dios.
Por favor, quiero salir de aquí —rogó internamente el rubio, observando al Dios Gluwet.
—Eukrattos, supervisor del grupo del solsticio, he oído tus palabras, tus razones, tus declaraciones. Destiny, he escuchado la forma en la que hablas del protector de tu protegido, y tu explicación de su por qué. Life, estuve al tanto de tus palabras, tu teoría, tu altanería, todo lo que harías por cumplir tu trabajo. Friederich, conocí tus plegarias, explicaciones y culpas. Agradezco a ustedes cuatro por tomarse el tiempo de ayudarme a elegir.
>>Por último, Nathan, oí por lo que pasaste de cinco bocas distintas, y ninguna mintió. Cometiste actos horribles, muchacho —pronunció.
Mierda, estoy jodido —pensó el rubio.
Mierda, está jodido —pensó el demonio.
Esto no está ocurriendo —el ángel de alas naranjas se lamentó—. Me niego a dejar que ellos se pierdan, yo...
No, no, no, no —fueron los pensamientos de Frey, apretando la mano de su novio con fuerza—. Si esta es nuestra última vez, por favor, déjeme besarlo.
Si dice que no me acerco para volverle mierda el rostro —decidió la morena, lista para levantarse y golpearlo.
—Sin embargo, has tenido doble tormento al estar aquí, el genuino del infierno, y el saber que tu chico está sufriendo. Pasaste por mucho dolor en vida, y creo que ya pagaste por tus acciones tanto cuando estabas en el otro plano, como en los meses que aquí has estado. Estás libre de mi reino, nueva alma premiada.
— ¿Libre? Libre. A la mierda, ¡soy libre! —Gritó de emoción, soltando el alivio y tomando la felicidad en sus brazos, a Frey, a su felicidad—. Libre, Friederich. Somos libres.
Por primera vez en los meses que habían estado confinados, sus labios danzaron sin melancolía, con la emoción del primer beso.
Porque no iban a separarse nunca más ahora que eran libres.
Ahora que tenían el tiempo que tanto habían buscado, ahora que no estaban bajo el peso de las armas, del miedo.
Podían sanar juntos, porque joder, si habían sacado a un alma del infierno podían hacer todo.
Cuando la respiración les faltó, Nathan abrazó a las guardianas.
—Gracias por todo esto, no podríamos haberlo hecho sin ustedes. Gracias, gracias.
—Todo por mi protegido, aunque sea un idiota —Life le sonrió, acariciando su rostro.
—Creí que hacía esto por Frey únicamente, pero me he dado cuenta que te he querido tanto, como si fueras mi privilegiado, pues has hecho tanto por él, Nathan. Disfruta de tu libertad, cariño.
—Oh, pero al demonio lo dejan de lado, claro, como ya no lo necesitan —Eukrattos rodó los ojos, Frey le sonrió, acercándose a él para abrazarlo.
Su temperatura de verdad era alta, y estaba empezando a tolerar el olor a anís dulce.
—Gracias por todo lo que ha hecho por Nathan y por mí, señor Eukrattos, se lo agradeceré eternamente.
—Sí, gracias, condenador infame. Espero no conocer a alguien tan cruel como tú —expresó Nathan, el demonio le sacó el dedo medio.
—Cierra la boca, paliducho. Me sigue cayendo mejor tu novio.
—Créeme, a todos —pronunció Life haciéndoles reír.
—Infinitos agradecimientos a usted, señor Gluwet, por tomarse el tiempo de escucharme —habló Nathan mirando al Dios—, espero que mi alma nunca olvide esto, y siempre que necesite un favor de esta alma mortal, se lo cumpliré.
—Nada de eso, Nathan, yo sólo fui justo. Pero ahora que eres un alma premiada, debes salir de aquí cuanto puedas. Eukrattos, ábreles un portal.
Un asentimiento, una despedida del Dios que los había ayudado, sonrisas cruzadas, y el portal se abrió.
—Los acompañaré al limbo, señor —anunció, Gluwet aceptó.
Los cinco pasaron por el portal, apareciéndose en el limbo.
—Este lugar me trae recuerdos agridulces —pronunció el rubio.
—Felicidades por esto, Nathan —le dijo Destiny, sonriéndole—. Felicidades a ambos, ahora que todo esto pasó tendrán aquello que siempre quisieron.
—No lo habríamos logrado si no fuera por ustedes, son seres que merecen lo mejor de este mundo, y sé que el universo no se olvidará de esto y les retribuirá esta acción que han cometido para con nosotros —Frey explicó.
—Creo que más bien, esta es la retribución por algo que nos pasó hace mucho, ¿no creen, muchachos? —Preguntó Life al demonio y al ángel, quienes asintieron con la cabeza— Disfruten pues del paraíso, y de nosotras, porque es probable que nos vayamos pronto, ahora que sus penas están saldadas.
—Sí, porque de mí ya disfrutaron bastante —Eukrattos rió—. Debo volver a mi trabajo, espero que no haya más parejas que me hagan intervenir por ellos, Dioses, que cansino es esto, extraño lo gritos de dolor.
—De ti no lo dudo —pronunció Destiny—. Gracias, Krattos, por esta gran ayuda.
—Por ustedes lo que sea, guardianas de gran valor. Adiós, dulce alma pura, espero verte en otras circunstancias. Así que, nos vemos en tu próxima muerte, condenado infame —se despidió de ambos—. Las veo luego, ángeles.
—Lo dudo mucho, prometo portarme bien en la próxima —Nathan bromeó, abrazando al demonio—. Báñate, apestas, demonio de quinta.
—Parece que ya extrañas mis golpes. Adiós, equipo calma condenados —meció la mano antes de entrar al portal nuevamente.
Pero, el temblor en el limbo lo detuvo, cerrando el portal.
— ¿Quién mierda fue ese? —exclamó, las guardianas encogieron sus hombros, poniéndose delante de las almas premiadas, protegiéndolas.
Olía a... Azufre. El humo negro se hizo presente.
Eso sólo era señal de una cosa... Un Dios furioso se acercaba.
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