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Episodio Veintitres

Evania suspiró al mirarse al espejo. Su peinado estaba listo y se veía hermosa, aunque aún le faltaba el maquillaje y ponerse su vestido. ¡Estaba tan emocionada con su boda! A pesar de todo lo que les estaba sucediendo, de todos los problemas que estaban afrontando, ella se sentía muy feliz y dichosa. Unirse en sagrado matrimonio con Sebastian había sido una de las mejores decisiones que hubiera tomado. Aunque en un principio, él no se ajustaba a su tipo de hombre perfecto, se dio cuenta de que el amor era así, imperfecto. Que el dicho de "polos opuestos se atraen" era verdadero.

Ese era un día muy especial y le estaba rogando al cielo con todas sus fuerzas para que no sucediera nada que pudiera opacar ese bello momento. Estaba muy concentrada orando a todas las fuerzas divinas existentes para que ese fuera un día tranquilo y hermoso, lleno de felicidad y amor.

-¡Te ves divina, hija! – Exclamó Camilla entrando en la habitación.

-Aún no traigo puesto mi vestido – Sonrió la joven mirando hacia la cama donde estaba su ajuar.

-¡Pero tú así te ves hermosa! Con o sin vestido – Suspiró la mujer y se sentó junto a su futura nuera – Acabo de ver al novio y...

-¡No me digas, no me digas! – Gimió la chica – Porque si me dices, soy capaz de salir corriendo a buscarlo.

-¡Nooo! – Gritó Camilla entre risas – Además, eso es de muy mala suerte.

Evania se echó a reír ante el comentario de la madre de Sebastian. Aunque en realidad ella no creía que en ese tipo de supersticiones. Pero estaba ansiosa por verlo, por abrazarlo, por llenarlo de besos y quería decirle cuanto lo amaba.

-¿Ya está lista la novia? – Preguntó Vanessa – Porque el novio acaba de abandonar su habitación y está a punto de salir rumbo a la iglesia.

-¡Se ve deslumbrante! – Gritó Valentina esbozando una enorme sonrisa – Hasta sacó a flote mi lado hetero.

Evania rió junto a Vanessa y su cuñada, mientras que Helen entraba detrás de las mujeres y miraba con sus enormes ojos a su hermana Evania.

-¡Te ves hermosa! – Gritó Helen lanzándose a los brazos abiertos de su hermana – Me gusta tu pelo y me gusta tu vestido – Suspiró la chica - ¿Puedo ir con Sebastian? – Preguntó de pronto.

-No, nena – Murmuró Vanessa sujetando la mano de la chiquilla – Tu vendrás con nosotras en la limusina. Estaremos acompañando a Evania.

-¡Pero yo quiero ir con él! – Murmuró Helen - ¡Él sólo va con Riz! Está solito – E hizo un puchero.

-¡Déjenla que se vaya con Sebastian! – Intervino la madre del chico – Nosotros los alcanzaremos en breve – Comentó al ver que Evania estaba a punto de ponerse su vestido de novia.

-¡Bien! – Dijo Vanessa – La llevaré hasta la limusina.

Vanessa tomó a su hermana de la mano y caminó con ella hasta dónde se encontraban Sebastian y Riz. Stan la miró y la abrazó con fuerza para besarla en las mejillas.

-¡Pórtate bien, Helen! – Dijo Vanessa sonriéndole a su hermana – Y por favor, Seb, no la dejes que juegue mucho y menos en el jardín de la iglesia. ¡Puede ensuciarse!

-¿Qué hay de malo con un poco de lodo o tierra? – Preguntó Riz y se echó a reír.

-Las niñas bonitas no se ensucian – Murmuró Vanessa y se alejó rápidamente.

Sebastian besó la frente de su cuñada y después se inclinó un poco para mirarla a los ojos. La chica esbozó una enorme sonrisa. Sebastian se la devolvió y le preguntó.

-¿Conseguiste lo que te pedí?

Helen asintió y sacó el teléfono móvil que Sebastian le había dado para entregárselo a su cuñado.

-¿No me digas qué...? – Gritó Riz escandalizado - ¡Eso es de mala suerte!

Sebastian no le hizo caso, buscó las fotos en la galería y miró la imagen de Evania en ellas. Sonrió y dejó escapar un largo suspiro. Se veía bellísima, a pesar de que aún no estaba del todo lista y el corazón del chico latió a toda prisa, embargado por la emoción. Riz también miró las imágenes. Evania se veía muy hermosa, ahora comprendía la sonrisa boba que estaba dibujada en los labios de su amigo.

-¡Dame acá, Romeo! – Murmuró Riz arrebatándole el móvil – Eso le llamo yo hacer trampa.

-¡Deja mi teléfono! – Exclamó Sebastian guardando el aparato en el bolsillo – Será mejor que nos vayamos de una vez.

-¡Te sigo en un rato! – Dijo Riz poniendo cara de fastidio – Me está llamando un cliente.

Helen subió a la limusina y después subió Sebastian. Se acercaba la hora en que debían estar en la iglesia y no había más tiempo que perder. El vehículo se puso en marcha y Riz sólo levantó su mano y la agitó en señal de despedida.

Sebastian y Helen charlaban muy animados, el hombre se encontraba un poco ansioso. Ya deseaba tener a Evania cerca de él para besarla y estrecharla entre sus brazos. La charla de la chica le servía como distractor para pensar en otras cosas y reírse un rato. Eso le quitaba un poco los nervios que traía encima. Tan concentrado estaba Sebastian en la charla de la chiquilla que no se percató que la limusina tomaba otro rumbo.

●●●

Evania salió de la habitación y bajó las escaleras. Su hermana Vanessa sostenía la cola de su vestido, mientras que Valentina la tomaba de la mano para ayudarla a bajar. Al pie de la escalera, Camilla tomaba un vídeo apreciativo de la novia.

-¡Qué hermosa estás! – Sonrió la mujer y la estrechó entre sus brazos - ¿Estás lista?

Evania asintió y sonrió. Las mujeres salieron de la casa para subir a la limusina y dirigirse hacia la iglesia. Evania tenía una enorme sonrisa en el rostro y no podía ocultar la emoción que sentía. Su hermana y su cuñada tomaban fotografías y vídeos para guardarlos como un lindo recuerdo de ese día tan especial para Evania y Sebastian.

Al llegar a la iglesia, Riz se apresuró a recibir a las chicas, que bajaron rápidamente del auto. En la cara del hombre se notaba la preocupación, ¡algo no estaba bien! Inmediatamente el hombre tomó de la mano a Evania y exclamó con mucha angustia.

-¡Sebastian no ha llegado! – dijo Riz.

-¿Cómo? – preguntó Evania llevándose las manos al rostro.

-Salió antes que yo – respondió el abogado – Iba con Helen y ambos estaban muy contentos. Yo pensaba seguir la limusina, pero tuve que decirles que los alcanzaría más tarde ya que recibí una llamada de un cliente. ¡Sólo tarde un par de minutos!

-¿Qué estás diciendo Riz? – exclamó la madre de Sebastian - ¿Cómo que no ha llagado?

-No, no ha llegado y le he estado llamando al móvil pero no me contesta. – dijo el hombre con preocupación – Algo no está bien.

-¡Por supuesto que no está bien! – gritó Evania y se echó a llorar.

Vanessa la abrazó y trató de consolarla: - Tal vez quiera darte una sorpresa y es por eso que se ha demorado. No tardará en llegar – dijo la chica - ¡Ya lo verás!

Evania negó con la cabeza, ¡Sebastian no haría algo así! Si le tenía preparada una sorpresa, se la daría ese mismo día frente a todos, pero no la haría esperar. Tomó su teléfono y marcó el número de prometido, esperó por unos instantes pero Sebastian jamás respondió a su llamada.

-¡No me responde! – gimió Evania – Esto es obra de Guadarrama – dijo y lloró con fuerza – Ese hombre quiere matarlo – exclamó histérica.

-¿Qué estás diciendo? – preguntó Vanessa angustiada - ¿Qué tiene que ver Guadarrama con todo esto?

-Alonso se quería casar conmigo y según él, papá había le había dado permiso para que me cortejara – exclamó la chica - ¡Pero yo no lo permití! Ese tipo me repugna, me aterra, ¡parece un demonio!

-Pero se supone que nadie sabía donde se llevaría a cabo la boda – intervino Camilla – Todo estuvo muy bien planeado y organizado, pero conociendo a Guadarrama todo pudo pasar. A ese hombre no se le escapa nada.

-¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Valentina - ¿Llamamos a la policía?

-La policía no hará nada hasta que pasen setenta y dos horas de su desaparición – murmuró Riz – Lo peor de todo es que la niña lo acompaña.

-Es cierto, ¡Helen! – gritó Evania – Me había olvidado de ella, ¡mi hermanita!

-Tranquilas – exclamó Riz – Voy a llamar a uno de mis contactos y seguiremos el rastro de esa limusina ¡no pudo haber ido lejos!

Evania suspiró y observó los rostros angustiados de las mujeres que la acompañaban. Los pocos invitados comenzaron a acercarse para preguntar qué había sucedido o porqué el novio aún no llegaba. Evania sintió una opresión en su pecho, ¡eso no podía estarle pasando a ella!

●●●

Sebastian miró su reloj, parecía que ya había pasado la hora de que él debía estar en la iglesia. El trayecto le pareció demasiado largo y que el chofer se estaba demorando demasiado. Echó un vistazo por la ventanilla y se dio cuenta que ese no era el camino hacia el lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia. ¿Qué demonios estaba pasando? Suspiró hondo y trató de calmarse, no debía alterar a Helen, las cosas no estaban bien, para nada bien.

-¿Por qué no hemos llegado, Seb? – Preguntó Helen - ¡Se hace laaaaaaaaaaaaaaargo el camino!

-No lo sé – Sonrió él intentando aparentar tranquilidad – Voy a preguntarle al chofer.

Sebastian tocó la ventanilla, pero no fue atendido. Volvió a tocar con insistencia para llamar la atención del hombre, mientras el pánico comenzaba a hacer de las suyas en él. ¡Pero debía mantener la calma! Si Helen se daba cuenta de que algo no andaba bien, habría problemas con ella. Suspiró y volvió a tocar la ventanilla y esta vez, el chofer la abrió. Sebastian le sonrió, conservando la calma, carraspeó y preguntó.

-Me he dado cuenta que no llevamos el camino correcto, ¿a qué se debe esta equivocación?

El chofer sonrió con burla y sacó una pistola para apuntar a la cabeza de Sebastian.

-¡Usted no haga preguntas! – Dijo el chofer – El jefe lo está esperando para ajustar cuentas.

Sebastian se hizo para atrás y palideció. ¡Les habían tendido una trampa! Y en su mente apareció la imagen de Guadarrama y la de Tomasz Borowski. ¡Algo planeaban esos dos! Y lógicamente, no era nada bueno. Helen empezó a gritar. La chica había visto todo y estaba muy asustada. Sebastian intentó calmarla y decirle que no se preocupara, pero Helen había hecho oídos sordos y gritaba histérica.

-¡Tranquila, tranquila! – Murmuró Sebastian estrechándola en sus brazos – Estaremos bien, ¿de acuerdo?

-¡No, no! – Gritó la chica - ¡Trae una pistola! ¡Ese hombre malo trae una pistola! ¡Nos va a matar!

-¡No voy a permitirlo! – Exclamó Stan – No voy a dejar que esos desgraciados te pongan una mano encima – Dijo mirando a la chica a los ojos – Sólo quiero que te calmes.

-¿Me lo prometes? – Preguntó Helen limpiando las lágrimas de sus ojos.

-¿He faltado a mis promesas algunas vez? – Respondió el hombre abrazándola con fuerza.

-No, nunca – Suspiró Helen.

-Entonces, quiero que te calmes y que dejes de gritar – Suspiró y ella asintió, guardando silencio – Voy a darte mi teléfono, ¿sabes enviar una ubicación? – Le preguntó a la chiquilla que lo tomaba y volvía a asentir.

-Envía la ubicación cuando este auto se detenga – Le recomendó el hombre – Así podrán encontrarnos fácilmente. Envíala a tu hermana Evania, ella va a saber qué hacer y ¡por favor! Esconde bien ese teléfono.

Helen escondió el teléfono entre los pliegues de su vestido y abrazó con fuerza a Sebastian. El hombre estaba muy angustiado, especialmente por la seguridad de Helen. ¡No debió permitir que lo acompañara! Pero, ¿cómo podría saberlo? Todo estaba planeado meticulosamente para que nadie se enterara de los planes de su boda. Ni siquiera habían invitado a Tomasz para evitar amargas experiencias. Aunque debió ser más cuidadoso, Guadarrama tenía ojos y oídos en todas partes, más de alguna persona involucrada en la organización del evento reveló los detalles de su boda. Suspiró y comenzó a idear un plan para librarse de ese problema y poder escapar. Sin embargo, primero necesitaba poner a Helen a salvo, porque si intentaban hacerle algo a la chica, él no respondería de sus actos y se descontrolaría.

La limusina se detuvo y unos hombres abrieron la puerta. Helen continuaba abrazada a Sebastian y, cuando intentaron sacarla primero, ella volvió a gritar, pataleó y lanzó mordidas a cualquiera que se le ocurriera ponerle la mano encima.

-¡Lleva a la tarada! – Gritó un hombre - ¿Qué hace esa estúpida aquí?

-¡Nooooo! – Gritó Helen mientras un tipo la jalaba para sacarla del auto - ¡Seeeeebbyyyyyy! – Continuaba gritando aferrada a la cintura de Stan.

-¡Haz que se calle o la callaré a golpes! – Gritó el que al parecer era el líder.

Sebastian se aferró a Helen y le susurró al oído que guardara silencio para que no la lastimaran. La chiquilla le dedicó una mirada de súplica. Se le notaba muy asustada, pero necesitaba conservar la calma o podría salir lastimada de todo ello.

-¡Déjenla en paz! – Exclamó Stan – Es a mí a quién quieren, ¿no es así?

-En realidad, nosotros no – Se rió el tipo – El que te quiere es el jefe, pero él no está aquí. Fue a su boda – Exclamó y se echó a reír a carcajadas, seguido por un par de hombres – Se va a casar con la señorita Evania Borowski.

Sebastian apretó los puños y en sus ojos se reflejó el coraje y la impotencia. ¿Así que todo estaba planeado? Guadarrama lo había secuestrado para deshacerse de él y así obligaría a Evania a ser su esposa. De antemano sabía que a él le harían daño y de esta manera, chantajear a Evania para que accediera a los caprichos de Alonso.

Rápidamente cubrieron la cabeza de Sebastian con una bolsa oscura y lo sacaron a rastras de la limusina. Escuchó los gritos de Helen, los cuales se alejaban de él. Temió por la niña, aunque se tranquilizó un poco cuando escuchó a un hombre hablar.

-¿Qué hacemos con la tarada? – Preguntó a su jefe.

-Sólo enciérrala en el cuarto – Dijo el fulano - ¿Qué puede hacer la pobre taradita? Es una tonta, ¡déjenla ahí!

Sebastian caminó dando un traspié y entró en una especie de bodega. Podía percibir el olor a humedad y a suciedad. El viento frío y con un ligero olor a podredumbre le golpeó el rostro. Él trató de soltarse, pero lo tenían muy bien sujeto. Escuchó que cerraron la puerta y fue entonces cuando lo arrojaron al piso y fue a estamparse en la pared, haciéndose daño. Seb intentó levantarse, pero un par de hombres se acercaron y comenzaron a darle puntapiés mientras reían y gritaban. Stan se quejaba y se retorcía a causa del dolor. ¡Esos malditos se la iban a pagar! Pero llevando encima esa bolsa en la cabeza, su respiración era más forzada y estaba desorientado. Como pudo se levantó mientras un par de lágrimas brotaban de sus ojos. Le dolía saber que quizá no volvería a ver a Evania y se suponía que ese sería el día más feliz de su vida, no una pesadilla.

De pronto, le quitaron el saco de la cabeza y él pudo ver a sus agresores. Como no le habían atado las manos, se lanzó sobre esos hombres y comenzó a golpearlos. Repartió varios puñetazos, haciéndoles daño. Desgraciadamente para él, otro hombre entró en la habitación, llevando un bate de béisbol y lo golpeó en la espalda. Stan cayó al piso y antes de perder el conocimiento, susurró.

-¡Evania!

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¡Oh, no! Pobre de Sebastian y ¡pobre de Evania también! En el día de su boda, les arruinaron todo. Ese maldito de Guadarrama,¡pero no se va a salir con la suya! Esta vez no. ¿Qué les pareció? Déjenme sus comentarios respecto a este capítulo. Gracias por todo su apoyo y en prueba de mi agradecimiento les regalé un capítulo más este sábado, ¡no se lo pierdan! Ya queda muy poco para el final.
Maria Decapitated

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