Episodio Uno
-¡No puede pasar, señor Stan! – gritó la elegante secretaria del Señor Borowski.
-¡Pues me importa un carajo! – gritó Sebastian mirándola por encima del hombro.
Stan abrió la puerta e irrumpió en la impecable oficina de Tomasz Borowski. El anciano levantó la mirada y rodó los ojos al ver la imagen de Sebastian Stan de pie frente a él. ¡Otra vez ese bastardo! ¿No podía sacar una cita? Se preguntó el viejo, pero sonrió a pesar de todo.
-¿Me puedes explicar qué es esto? – gritó molesto Sebastian y arrojó una carpeta con fotografías sobre el escritorio de Borowski.
-¡Hola Sebastian! – exclamó Tomasz - ¿Cómo has estado? Siéntate, ¿quieres un whisky, un refresco, un café? – preguntó mientras tomaba la carpeta y revisaba su contenido.
Sebastian negó con la cabeza y mantuvo su mirada fija en el hombre que analizaba las imágenes que Sebastian había arrojado sobre la mesa. Hacía más de diez años que Tomasz Borowski había pedido dinero prestado a su padre y hasta la fecha no había recibido un centavo de esa deuda. De por sí había sido una cantidad exorbitante de dinero y con el paso del tiempo y la acumulación de intereses, esta había alcanzado dimensiones estratosféricas; ¡y Sebastian necesitaba su dinero!
-¿Y bien? – preguntó Stan - ¿Qué significa esto? – preguntó el hombre señalando las fotografías de un yate y de una exótica isla en el Caribe – Son tus últimas adquisiciones Borowski. Tienes demasiado dinero para derrocharlo en estupideces, mientras que a mí no puedes darme un centavo. – exclamó – Mi padre te perdonó muchas excusas, pero él murió hace un par de meses y yo no voy a perdonarte nada. ¡Quiero mi dinero! Tienes un mes para liquidar toda la deuda, incluyendo los intereses o...
-¡Ay Sebastian! – lo interrumpió Borowski - ¿Estás hambriento de dinero? Yo a tu padre le entregué mucho dinero, la mitad de la deuda. Además, ¿para qué quieres que te pague? Tu fortuna asciende a mil veces más de lo que te debo, lo que yo pedí prestado es un pelo en el cuerpo de un gato de angora.
-¡Pero es mi puto dinero, Borowski! – gritó Sebastian.
-¡No, no! – respondió Tomasz – El dinero era de tu padre, el trato lo hice con él. Tú sólo eres su bastardo, el hijo de la sirvienta.
-¿Cómo te atreves a decir eso, desgraciado? – exclamó Stan – Mi madre es una gran mujer, independientemente de cómo se ganara la vida y yo no fui ningún bastardo. Aquí el único bastardo eres tú y además de eso un ladrón. Muriendo mi padre, tu deuda pasa a ser de mi incumbencia, así que págame o tendrás que atenerte a las consecuencias.
-Pero... ¿por qué irnos hasta los extremos? – Preguntó Tomasz con cinismo – No entiendo porque te exaltas. Podemos arreglar esto como la gente decente y con toda la tranquilidad del mundo.
Sebastian tenía ganas de estrangular a ese viejo y prefirió llevarse las manos a la cabeza. Borowski lo llevaba al punto de perder la paciencia y hacerlo estallar. Pero quizá tuviera un poco de razón, no necesitaba llevarlo todo hasta los extremos, aunque Borowski se empeñaba en hacer lo contrario.
-Mira, Tomasz – Dijo Sebastian – Tengo muchos planes que realizar y el primero en mi lista es hacer una expansión de la empresa, ¡tal y cómo lo tenía pensado mi padre! – Exclamó Stan – Por tal motivo, necesito ese dinero para invertirlo y así poder cumplir los deseos de mi padre.
-¿Y por qué no me lo dijiste antes? – Murmuró el hombre esbozando una sonrisa – Eso lo podemos arreglar en un instante.
Stan lo miró con los ojos entrecerrados y se quitó los lentes. ¿Qué se traía entre manos ese desgraciado? ¿Acaso iba a pagarle? No, ese viejo ladino era astuto y jugaba sucio, de eso estaba más que seguro. Borowski planeaba algo y seguramente se trataba de un movimiento que lo beneficiara sólo a él y a nadie más.
-¿Y qué piensas hacer? – Preguntó Sebastian - ¿Vas a pagarme? Adelante, espero los cheques o la transferencia.
-No, no, no – Dijo el anciano menando la cabeza – Te propongo algo mejor – Murmuró y sonrió ampliamente mientras que Sebastian estaba a nada de perder los estribos – Se trata de una boda – Exclamó Borowski colocando las manos detrás de su cabeza.
-¿Una qué...? ¡Estás loco! – Escupió Sebastian - ¡Vete a la mierda, viejo! Yo quiero mi dinero...
-Te digo que te tranquilices, hijo – Murmuró Tomasz gesticulando y moviendo las manos al darse cuenta que Sebastian estaba fuera de sí – Primero escúchame y después sacas tus propias conclusiones. Se trata de algo que va a beneficiarnos a ambos.
-Dirás que será algo que sólo va a beneficiarte a ti. Porque tú, hijo de perra, ¡sólo piensas en salvar tu propio trasero!
Borowski se rió ante la respuesta de Sebastian, sin embargo, ¡el chico tenía razón! Así era él, siempre buscando su propio beneficio, sin importarle a quién arrastraba detrás de él. Así había hundido a muchos y Sebastian no iba a ser la excepción.
-Te ofrezco la mano de mi hija Vanessa en matrimonio, Sebastian – Sonrió Tomasz – Ella es una mujer muy hermosa e inteligente... ¡es un as en los negocios! Mi mano derecha y mi mayor orgullo.
-A mí no me beneficia en nada casarme con tu hija...
-¡Ehhhppp! – Interrumpió Borowski - ¡Claro que te beneficia! Vanessa es mi única heredera. Si yo muero... que será pronto – Sonrió ante la mirada de curiosidad de Sebastian - ¡Ya no soy un jovencito, hijo! Estoy enfermo y mi empresa pasará a manos de Vanessa y, en este caso, de su esposo. ¡Qué vas a ser tú! Así te harás con uno de los mejores negocios en la historia de los hidrocarburos y lograrás tu ansiada expansión – Se carcajeó el viejo mientras Sebastian se llevaba la mano a la barbilla y reflexionaba en las palabras del anciano.
Era una decisión difícil para Sebastian. Estaba claro de Tomasz no tenía ni la más mínima intención de liquidar su deuda. Eso en primera instancia, en segundo lugar; de sobra sabía que ese matrimonio podía tratarse de un arma de dos filos. El viejo podría planearlo todo y él al acceder y firmar el contrato matrimonial, podría entregarle su imperio y quedar en la calle. Aunque también, ese matrimonio podría beneficiarle si actuaba con cautela. Tenía que ser más inteligente que el viejo Borowski y sacarle provecho a esa unión. De esta forma recuperaría su dinero y sería el nuevo dueño de Borowski Oil Company.
-Voy a aceptar tu trato, pero será bajo mis condiciones. – respondió Sebastian después de varios minutos de silencio – No quiero que saques un as debajo de la manga y tampoco me gustaría darme cuenta de que todo esto se trata sólo de una jugarreta de tu parte.
-¡Por favor Sebastian! – exclamó Borowski – No tengo más ases bajo la manga, se me acabaron las ideas. Esto que acabo de proponerte es mi última opción... ¡mi única opción! Así que no seas paranoico hijo y acepta. Esto que te proponga será un beneficio solamente para ti.
-De acuerdo – murmuró Sebastian – Pero ya te lo dije y lo repito, no juegues sucio o te atienes a las consecuencias. Mis abogados hablarán contigo mañana, traerán con ellos la lista de mis condiciones y los términos en los que se matrimonio será arreglado. – murmuró Stan – Ahora me largo, porque hablar contigo hace que me duela la cabeza y me provoca náuseas. – dijo saliendo de la oficina sin esperar respuesta.
Sebastian caminó a paso veloz hasta el ascensor que para su fortuna estaba vacío. ¿Había hecho lo correcto? Se preguntó mientras las puertas del elevador se cerraban. Él necesitaba ese dinero, quería cumplir el sueño de su padre. ¡Iba a expandirse a como diera lugar! No le importaba tener que casarse o pisotear a alguien en su camino. En realidad no deseaba casarse, hablaría con sus abogados y buscaría la manera de deshacerse de la hija de Borowski en menos de un par de años, cuando Borowski Oil Company fuera parte de Stan Energy.
Bajo del ascensor y salió casi corriendo del edificio para subir a su auto y conducir hasta su casa. Llamaría a sus abogados y los citaría a junta en su departamento. ¡No tenía ganas de volver a su oficina! No después de esa asquerosa charla con ese ser ominoso y despreciable como Tomasz Borowski. Stan entró en su deportivo color negro y permaneció sentado con las manos al volante mientras reflexionaba en lo que había sucedido hacía unos instantes en la oficina del anciano. Bufó y meneó la cabeza. ¡Le convenía! Y repitió eso como si se tratara de un mantra.
Tomasz Borowski dejó el edificio unos minutos después que Sebastian abandonara su oficina. Caminaba del brazo de su hija Vanessa y hablaba con ella respecto a los nuevos negocios que traía entre manos. Sebastian los miró pasar y prestó atención a la mujer. No era fea, de hecho era muy hermosa, pero ¡no era su tipo! Parecía más una top model, siempre elegante y estirada. Y él ya estaba cansado de salir con mujeres así, los miró perderse dentro del elegante restaurante que se encontraba frente al edificio y decidió irse de ahí de una buena vez. Sebastian puso en marcha el vehículo y salió del sitio en el que estaba estacionado, dio vuelta en la esquina para tomar la avenida y se detuvo en seco al ver que una silueta caía delante del auto.
-¿Qué demonios? – Gritó el hombre cuando se detuvo y salió inmediatamente del auto.
Una chica se encontraba tirada a mitad de la calle y se quejaba. ¡Menos mal que estaba viva! Pero, ¿de dónde carajo había salido? corrió hasta dónde se encontraba la mujer y se inclinó para auxiliarla.
-¡Ay, carajo, carajo! – Se quejó la mujer y se frotó la pierna.
-¿Está bien, señorita? – Preguntó Sebastian sujetándola del brazo.
La chica levantó la mirada y observó al tipo que la sostenía. Se trataba de un hombre elegantemente vestido. ¡Gucci! Si no se equivocaba y olía delicioso. Las gafas oscuras le ocultaban la mitad del rostro pero era atractivo, de eso estaba muy segura. Su fuerte mandíbula estaba cubierta por una barba de varios días sin afeitar. Era fuerte, podía sentir sus músculos mientras la ayudaba a levantarse. ¡Pero no, Evania! Se reprendió, por muy sexy que fuera, había intentado atropellarla. La chica se incorporó rápidamente y se apartó de él.
-¡Gracias por detenerse! – Murmuró – Por un momento pensé que se daría a la fuga.
-Con todo respeto, ¡pero usted se atravesó! – Dijo Sebastian mirándola atentamente – Creo que debe saber que por aquí...
-¡Sí, es una salida de vehículos! – Respingó la mujer – Pero también debe saber que hay un paso peatonal y ¡los peatones tenemos prioridad!
-De acuerdo – Bufó Sebastian – Lo siento, discúlpeme, señorita.
-Lo disculpo – Sonrió ella – Hasta luego.
Sebastian la miró alejarse. Ella era guapa, ¡muy guapa! Nada que ver con Vanessa, la hija de Tomasz. Tenía unos ojos preciosos, muy grandes que parecía que siempre contemplaban maravillados el mundo. Sus labios eran gruesos y bien delineados, rostro ovalado y pequeño. A pesar de ser delgada, no aparentaba ser una mujer frágil, sino todo lo contrario. Era una chica fuerte, decidida y muy segura de sí misma. ¡No iba a desaprovechar la oportunidad de conocerla!
-¡Oye, espera! – Gritó Sebastian y corrió detrás de la mujer, sujetándola del brazo.
-¿Puedo ayudarle? – Preguntó con un leve tono de desprecio – Tengo prisa, señor y ya es tarde. Necesito hablar con el señor Borowski.
-¿Con ese viejo carcamán? – Preguntó Sebastian y ella murmuró un ajá mientras volvía a caminar - ¡No está! Se fue hace unos diez minutos, con su hija Vanessa.
-¿Qué? – Gritó la joven llena de coraje - Dios perdóname pero... ¡maldito viejo! ¡Saqué una puta cita desde hace un mes! – Exclamó llena de furia - ¿Puede creerlo? ¡Saqué cita! No es cierto, no es cierto y de seguro, la cara de perro galgo no va a dejarme entrar a su oficina para esperarlo... ¡Ay, lo odio! Jodido viejo – Estalló la chica en una rabieta.
Sebastian la contemplaba divertido. Sí, Borowski era un maldito y su secretaría parecía un perro galgo, ¡no se equivocaba! sí que no pudo evitar echarse a reír.
-¿Le parece gracioso? – Preguntó Evania empujándolo – Se burla de mi sufrimiento, señor... - Gritó – Falté a mi trabajo para hablar con Tomasz de algo de suma importancia y prefiere largarse con... - Suspiró y trató de serenarse - ¡En fin, ya no me importa! Entonces regreso a mi casa – Murmuró para sí y dio media vuelta.
-¡No me reía de usted! – Exclamó Sebastian sujetándola de la mano – Si no de la manera en la que describió a la secretaria de Tomasz – Suspiró – Por cierto, mi nombre es Sebastian, no me llame señor...
-Evania – Dijo la joven mirándolo a los ojos. ¡Tenía los ojos azules! Eran de un azul muy intenso y hermoso. Ahora que se había quitado los lentes de sol, podía observarlo a su antojo. ¡Era hermoso! No era la típica belleza masculina, pero para ella parecía un dios de mármol.
-Es un placer, Evania – Sonrió Sebastian. ¡Esa sonrisa! Derritió por completo a la joven. Y le tendió la mano para estrechar la de ella - ¿Por qué no me permites llevarte a tu casa?
-No, gracias – Murmuró con altivez y se echó a andar – Tengo otras cosas que hacer, ya que no fui a trabajar y tampoco pude hablar con el señor Borowski. Iré a la casa Carlton.
-¿Eres voluntaria en la casa Carlton? – Preguntó Sebastian con curiosidad, ya que ese lugar era un asilo para personas con problemas mentales.
-No – Dijo Evania con una sonrisa – Mi hermana está ahí y creo que pasaré toda la tarde con ella.
-Yo puedo llevarte – Insistió el hombre.
-¿No vas a dejarme en paz verdad? – Preguntó la chica sonriendo ampliamente.
-No, hasta que aceptes salir conmigo – Dijo Sebastian tomándola de la mano.
-No saldré contigo, a menos que hagas una donación para la casa Carlton – Exclamó Evania mordiéndose el dedo pulgar.
-Cada mes donamos un millón – Murmuró Sebastian – Mi familia es miembro del patronato... Mi padre regaló el terreno donde se encuentra ahora...
-¡Bien! – Gritó Evania levantando las manos – No quiero salir contigo, ¿de acuerdo? No me agradan los hombres de tu tipo. ¡Adiós! Fue un placer, señor Sebastian – Murmuró la joven y se echó a correr.
Sebastian trató de ir tras ella, pero el sonido del claxon de un auto lo hizo mirar hacia su deportivo. Había un par de vehículos que deseaban abandonar la calle y él estaba obstruyendo el paso. ¡Maldita sea! Esa chica lo había dejado cautivado, ¡y su negativa! Le había gustado eso. Así que subió a su auto y se dirigió a la casa Carlton. ¡Ya sabía dónde encontrarla!
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Así arrancamos con esta nueva historia protagonizada por Sebastian Stan y Anya Taylor-Joy. Pudimos conocer un poco sobre el padre de Evania, es un tipo abusivo y eso se nota. Sólo busca la manera de salir beneficiado y lógicamente Sebastian quiere recuperar lo que le pertenece, hasta ahí es perfecto. Evania es una chica diferente a lo que Sebastian está acostumbrado a tratar y también es muy diferente a lo que su padre espera de ella, porque hasta cita tuvo que sacar para poder hablar con él. De momento ninguno de los dos sabe quién es quién. Mientras que Sebastian se mostró abiertamente interesado en ella, Evania prefirió huir de é. Interesante, ¿qué seguirá? No se pierdan el siguiente capítulo, porque vamos a conocer a las otras dos hermanas Borowski.
Maria Decapitated
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