Episodio Dos
El taxi se detuvo frente a la casa Carlton y Evania bajo inmediatamente agradeciendo al chofer por sus atenciones. Corrió escaleras arriba y entró en el lugar. El guardia de seguridad la saludó con una sonrisa y ella se la devolvió mientras se dirigía a la recepción.
-¡Buenas tardes, señorita Borowski! – la saludó una mujer mayor - ¿Cómo estás? Llegas muy temprano, ¿no se supone que deberías estar en tu trabajo?
-¡Buenas tardes! – respondió la chica – Hoy no fui a trabajar, pedí el día libre ya que quiero pasar el resto de la tarde con Helen. ¿Cómo se ha portado, por cierto?
-Muy mal – dijo la mujer – No ha querido comer, se deprime mucho en este lugar. Ella no pertenece aquí, este sitio no es para Helen. Ella debe estar en su casa con su familia, ¡sólo es una niña! Y ella no está mal de la cabeza.
-¡Lo sé! – suspiró la chica – Desgraciadamente no puedo hacerme cargo de ella por el momento, pero hablaré con mi padre y arreglaré la situación de mi hermana.
-Espero que puedan hacer algo por Helen – exclamó la recepcionista – Ahora ve a verla, ha estado muy inquieta y seguramente se pondrá muy feliz de verte.
Evania se despidió de la mujer y corrió por el pasillo hasta detenerse frente a la escalera. Tenía que subir seis pisos para llegar hasta la habitación de Helen que se encontraba en la planta alta. Su padre había pagado mucho dinero para que su hija menor fuera confinada en ese lugar, con todos los lujos y como si se tratara de un cuarto de juegos. La chica permanecía encerrada todos los días bajo el cuidado de médicos y enfermeras, pero a Helen no le gustaba estar ahí sola con esa gente y a veces lloraba todo el día o se negaba a comer.
Evania había puesto el grito en el cielo cuando su padre decidió enviar a su hermana menor a esa institución. Helen no padecía ninguna enfermedad mental, simplemente era una chica de diecisiete años con la mente de una niña de tres. Era una chica sana y feliz que disfrutaba de jugar con sus muñecas, las coleccionaba y contaba con cientos de ellas, pero debido a su encierro, Helen poco a poco se apagaba y su humor era terrible. La chica entró en el piso en el que se encontraba su hermana y miró a la enfermera que la cuidaba, la mujer tenía cara de pocos amigos y estaba a punto de perder la paciencia.
-¡Qué bueno que llega, señorita Borowski! – Murmuró la mujer – No puedo controlarla...
-¡EVANIA! – Se escuchó el grito de Helen, quién corrió a los brazos de su hermana mayor - ¡Esa vieja me quiere pegar!
-No, señorita Borowski – Intervino la enfermera – Usted sabe que en este lugar no maltratamos a nuestros internos, sin embargo, Helen sí ha tratado de golpearme.
-¿De qué estuvimos hablando ayer, Helen? – Preguntó Evania mirando a su hermana – A la gente no se le golpea. La señorita sólo quiere ayudarte y cuidarte – Después se dirigió a la enfermera – No se preocupe, yo me encargo de ella ahora. Puede ir a descansar.
-Gracias – Exclamó la enfermera y salió de ahí.
Helen corrió hasta el televisor y lo encendió, mientras comenzaba a gritar a aplaudir. Justo en ese momento, el comercial de sus muñecas favoritas, donde aparecía la nueva colección de estas se estaba proyectando. La chica gritaba para llamar la atención de Evania, que contemplaba sorprendida la pantalla. ¡Eran las mismas muñecas! Sólo que tenían atuendos diferentes.
-Vaya, la nueva colección – Murmuró Evania sin mucha emoción – Son muy lindas y... ¿a qué te gustaría jugar hoy? – Preguntó mirando a Helen.
-Quiero muñecas – Gritó la chica señalando la pantalla.
-¡Ya tienes muchas! – Le reclamó su hermana – Además, ¿las mereces?
-¡Sí, las merezco todas! – Gritó lanzándose sobre su hermana para llenarla de besos - ¡He sido buena niña, he sido buena niña! – Murmuraba aferrada al cuerpo de Evania.
-No, Helen – Respondió Evania – Por ahora no puedo comprarte muñecas.
-¡Papá lo hará! – Exclamó la chiquilla sentándose en el piso - ¡Quiero ver a papá! – Gritó y comenzó a sollozar.
-Papá está muy ocupado, y lo sabes – Dijo Evania tratando de contener la calma – Y ni menciones a Vanessa – Añadió de inmediato, pues sabía que su hermana mayor accedería de manera inmediata a los caprichos de Helen y no se trataba de eso.
-¡Yo quiero muñecas! – Gritó Helen a todo pulmón y con una voz aguda y penetrante - ¡MUÑEEEEEEECAAAAAAS!
-¡Basta! – Exclamó su hermana – No más muñecas, ¡no te has portado bien! Connie me lo dijo hace un minuto, no quieres comer y tampoco obedeces a tu cuidadora.
-¡MUÑEEEEEEECAAAAAS! – Gritaba sin escucharla – Muñecas, muñecas nuevas – Siguió gritando y empezó a lanzar todos los juguetes al piso.
-¡He dicho que no o me veré obligada a castigarte! – Dijo Evania tratando de ocultar su desesperación y de sonar molesta – Ahora guarda silencio y siéntate por dieciocho minutos en el tapete del rincón – Suspiró señalando el tapete de castigo – No hablarás ni te moverás por dieciocho minutos, ¿de acuerdo?
-Eres muy gruñona – Exclamó la voz sexy y masculina de Sebastian.
Evania rodó los ojos y después giró la cabeza para mirar hacia la puerta. Ahí estaba Sebastian, luciendo impecable, fresco y varonil mientras sostenía un gran ramo de flores y una enorme caja adornada con un moño color de rosa brillante. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Se preguntó... ¡Ella se lo había dicho! Pero, ¿cómo dio con ellas? Era... ¡seguro preguntándole a Connie! Se suponía que su familia formaba parte del patronato de la institución, así como su padre. Y Connie era una mujer, en ocasiones, bastante comunicativa.
-¿Qué se le ofrece, señor Sebastian? – Preguntó Evania.
-¡Quería volver a verte, Evania! – Suspiró el hombre y le tendió el ramo de flores – Espero que te gusten...
-¡Hombre malo! – Gritó Helen y lo empujó para alejarlo de su hermana – No tocar, ella es mía.
-No le gustas – sonrió Evania – Así que ya puedes irte, Sebastian.
-Pero tengo un regalo para ti, linda – Exclamó Sebastian sin dejar de sonreír mientras le mostraba la caja a Helen.
-¡No! – Dijo Evania – No es necesario.
-¿Es una muñeca? – Preguntó la chica acercándose a él y recibiendo la enorme caja de regalo.
-Son seis – Murmuró el hombre y la cara de la niña se iluminó al escucharlo – Me dijeron que se trataba de la nueva colección de las muñecas favoritas de las niñas. Yo no sé de eso, pero ella, como buena vendedora, ¡sí!
Helen rompió con desesperación el papel que envolvía la caja y gritó llena de felicidad al ver la nueva colección de sus muñecas favoritas y sin pensarlo dos veces, se abalanzó a los brazos de Sebastian mientras lo llenaba de besos.
Evania suspiró resignada, ¡ese tipo era enfadoso! Y jodidamente sexy... Pero después sonrío con picardía, Helen no lo dejaría en paz. Le pediría que jugara con ella y el hombre se fastidiaría, ¡así las iba a dejar a solas, se iría y ya no sabrían más de él! Lo iba a dejar que se las arreglara como pudiera con Helen que, aunque adorable, era un dolor de cabeza cuando estaba de malas.
-¡Juega conmigo, señor! – Exclamó la chica dándole una muñeca de cabello rojo y pecas en la cara.
-No me llamo señor – Murmuró Sebastian – Mi nombre es Sebastian y ¡yo sé que te llamas Helen!
Helen sonrió y asintió mientras se sentaba en el piso de la habitación y comenzaba a sacar todas sus muñecas para entregarle cinco más a Sebastian. Evania le sonrió de manera triunfante y se sentó en un sillón rosa mientras tomaba un libro de cuentos y se ponía a leer.
-Juega con ella, por favor – Murmuró Evania – Es bastante divertido. Pensándolo bien – dijo poniéndose de pie - Voy a dejarlos a solas, ya que veo que se van a llevar muy bien e iré por el almuerzo de Helen.
Sebastian no respondió, pero se daba cuenta que Evania se traía algo entre manos. No se iba a deshacer de él tan fácilmente. Suspiró y le dedicó una sonrisa antes de que la chica dejara la habitación y comenzó a jugar con Helen, quién parecía que no podía dejar de hablar ni un instante. Seb sonrió y comenzó a jugar con la chica. Si algo le sobraba a él, era paciencia, especialmente cuando necesitaba que la balanza se inclinara a su favor.
La ausencia de Evania se prolongó largo rato. Pero a Sebastian le pareció sólo un lapso de tiempo. Helen era una chica muy encantadora y ocurrente, no se explicaba porque se encontraba ahí. Ese sitio no era un lugar para ella, simplemente necesitaba ir a la escuela y convivir con todo el mundo. A simple vista no aparentaba tener ningún problema, especialmente por estar vestida como una adolescente cualquiera y no como una niña pequeña.
-¿Te gusta este lugar? – Se atrevió a preguntar Sebastian.
-No, pero papá dice que está bien. Yo quiero ir a casa – Murmuró Helen abrazando a una de sus muñecas.
-¿Por qué simplemente no le dices a Evania que te saque de aquí? – Preguntó con curiosidad.
-Porque yo no tengo el poder para hacerme cargo de mi hermana – Exclamó Evania irrumpiendo en la habitación – La custodia de Helen no me pertenece y yo no puedo hacer nada al respeto – Dijo un poco molesta.
-Perdón si me meto en terreno prohibido – Se disculpó Sebastian – Pero...
-Podemos hablarlo en otro lado, no me gustaría que Helen escuchara cosas desagradables. – dijo Evania – A pesar de todo sólo es una niña y no quiero que se estrese más de lo que ya está.
-De acuerdo – respondió Sebastian - ¿Qué te parece si cenamos mañana? Podemos llevar a Helen si quieres.
-¡Si, yo quiero ir! – exclamó feliz la chica – Quiero comer hamburguesas y que me compren una cajita feliz.
-Bueno, si quieres que Helen nos acompañe entonces no podremos hablar de nada – respondió Evania con una sonrisa – Eso me parece bien.
-Vamos a comer y llevamos a Helen a jugar. Conozco un lugar donde podrán cuidarla mientras jugamos. – dijo el hombre.
-No le gustan los extraños – dijo inmediatamente Evania.
-¿Quién dijo que iba a cuidarla un humano? – exclamó Sebastian – Iremos a mi casa y ahí estará custodiada por un perro muy agradable.
-¡Perros! – exclamó Helen llena de felicidad – Me gustan.
-Bien, entonces vamos a comer Helen – dijo Evania resignada. ¡No se lo iba a quitar de encima hasta que saliera con él! Estaba segura que una vez que Sebastian la conociera bien, se iba a alejar de ella para siempre.
●●●
Un enorme boyero de Berna se encontraba tirado en el pasto del jardín. El perro dormitaba con la cabeza de Helen sobre su barriga. La chica también dormía, había tenido una tarde de juegos y había comido muchas hamburguesas. Evania y Sebastian la miraban a lo lejos, ellos estaban sentados debajo de un gran roble.
-¡Tienes una casa muy bonita! – exclamó Evania – A Helen le encantaría vivir en un lugar así.
-¿Y por qué no la sacas de ese lugar? – preguntó Sebastian mirándola fijamente – Yo te puedo ayudar. Mi madre estaría encantada de cuidar a una niña como Helen.
-¡No puedo! – dijo la chica con tristeza, la propuesta de Sebastian era perfecta. Ella misma también lo había pensado – La custodia de Helen no me pertenece, le pertenece a mi padre.
-¿Y si lo convencemos? – dijo Sebastian rodeando los hombros de Evania con su brazo.
-¡No es tan fácil! – respondió ella – Mi padre es un hombre muy necio y jamás accederá. Es duro y autoritario. Se avergüenza de Helen.
-Entonces no es un buen padre... - dijo Sebastian muy molesto.
-¿Quién dijo que lo era? Él sería capaz de vender a sus propias hijas para obtener su propio beneficio. –suspiró – Pero no quiero hablar de él, no quiero hablar de eso por ahora. – dijo Evania y recargó su cabeza en el pecho de Sebastian.
Sebastian la apretó con fuerza y besó su cabeza. Estar en los brazos de Sebastian la llenaron de paz, se sentía tan bien estar protegida por esos fuertes brazos y escuchar los latidos de su corazón. Pero él sólo estaba tratando de ser un buen tipo y a ella no le convenía dejarse llevar por esos sentimientos. Aunque él podría ayudarla a obtener la custodia de su hermana e irse de ahí, lejos de Tomasz Borowski.
●●●
Vanessa trataba de procesar todo lo que su padre acababa de decirle. ¡Conocía al hombre! Pero solamente había intercambiado un par de frases aisladas con él. Sebastian Stan era un completo desconocido para ella. Sabía que era un playboy, que también era un genio de los negocios y uno de los hombres más ricos del mundo. Ese hombre no era para ella, ¡ella estaba enamorada de otra persona! De alguien que en realidad su padre nunca aprobaría. Vanessa tenía que acceder al capricho de su padre, siempre lo hacía y esta vez no debía ser la excepción.
-¿Estás seguro que él está de acuerdo? – preguntó la chica a su padre - ¿Sebastian Stan quiere casarse conmigo? Porque créeme padre que ese tipo no es de los que se casan.
-Él va a casarse, aceptó hacerlo. – respondió el señor Borowski – Pero es un matrimonio por conveniencia. ¡No puedo mentirte! Me conviene que tú y él se casen.
¡Claro, claro, siempre le convenía! Pensó Vanessa, él nunca hacía un movimiento sin antes saber que obtendría algún beneficio.
-¿Y cuándo quieres que nos casemos? – preguntó Vanessa tomando un sorbo de su bebida.
-¡Cuándo Sebastian lo decida! – respondió el viejo – Pero no te preocupes, será pronto.
-Esto es por la deuda, ¿no es así?
-No te equivocas. – dijo el hombre – Tengo el dinero para pagarle, pero no quiero. Obtendremos más con una fusión de empresas. Lo estuve pensando y analizando.
-¿Y vas a venderme? – lo cuestionó Vanessa- ¿Será un trueque o algo así?
-¡Ay Vanessa! Por favor no lo veas de esa manera – exclamó Borowski – Te conviene también a ti, pero haces que parezca un monstruo y yo no soy así. Lo hago por nuestro bienestar, no deseo ir a la cárcel.
-Dirás tu bienestar, papá. – murmuró Vanessa y se levantó - ¿Es todo lo que tienes que decirme? Pero antes responde esto, ¿qué pasa si me niego a hacerlo?
-Dejas de ser mi hija, como le sucedió a Evania. – dijo el hombre encogiéndose de hombros – Te quedarás en la calle y adiós a tus lujos.
Vanessa no dijo más, sólo movió la cabeza y abandonó el restaurante. ¡Ella no era como su padre! No vivía de lujos, pero temía que la ira de Tomasz afectara su carrera profesional y que moviera sus influencias para desprestigiarla. ¡Eso si le dolería mucho! Por eso siempre hacía su voluntad, por miedo.
●●●
¡Vaya! Parece que Sebastian insistirá en mostrar lo mejor de él para impresionar a Evania. Por ahora ya se ganó el corazón de su hermana Helen, que se nota que también es una chica difícil. En cuanto a Tomasz Borowski, es un desgraciado hijo de perra. ¡Pobre Vanessa! ¿Qué les pareció este capítulo? Espero sus comentarios y gracias por su apoyo.
Maria Decapitated
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