Episodio Diecinueve
Evania miró el móvil y bufó con fastidio. Sebastian le cancelaba de última hora, se encogió de hombros y le respondió brevemente. La chica guardó sus cosas y salió de su trabajo para dirigirse hasta la parada del autobús, ¡no le quedaba de otra! Esperó unos minutos y subió al vehículo, mientras volvía a consultar su teléfono. No tenía más mensajes y le parecía raro que Sebastian le cancelara de último momento. Cuando llegó a casa, dejó las cosas sobre un sillón y fue recibida de inmediato por Helen y Arthur.
-¡Evania! – Gritó la chica - ¡Vamos a jugar! – Dijo entregándole una muñeca.
-¿No te cansas de jugar? – Rió Evania tomando el juguete en sus manos – Pero la verdad, no tengo ganas, tengo hambre y me duele la cabeza.
Helen hizo un puchero y se dejó caer en el piso, mientras comenzaba sollozar. Evania sabía lo que eso significaba, ¡una nueva rabieta!
-¡No! – Murmuró Evania – A mí no me vas a convencer con esas lágrimas de cocodrilo. Mejor ponte de pie y acompáñame a comer algo y si eres buena, jugaré contigo.
Helen se puso de pie y dejó escapar un bufido, sorbió los mocos y se limpió el par de lágrimas con la punta de su suéter. Caminó detrás de su hermana con aire derrotado, ¡a Evania no podía convencerla como lo hacía con Vanessa o Valentina! Evania se dio cuenta de la expresión d su hermana y la abrazó, besando su mejilla.
-Dime una cosa, ¿estudiaste?
-¡Sí estudié! – Dijo Helen poniendo cara seria – Mamá me está enseñando y...
-Ya escribió su nombre – Murmuró la madre de Sebastian entrando en la cocina - ¡Hola Evania!
-¡Felicidades, Helen! – Sonrió la joven – Buenas tardes Camilla – Exclamó dirigiéndose a la madre del chico - ¿Ya llegó Sebastian?
-Se suponía que pasaría por ti – Murmuró Camilla - ¿No lo hizo?
-Me envió un mensaje, diciéndome que no podría hacerlo, porque tenía una reunión o algo así – Exclamó la joven preparándose un sándwich y sirviéndose un poco de pasta – Pero me pareció raro que cancelara de última hora – suspiró – Pero seguro no es nada, ya llegará.
Luego de comer, Evania se entretuvo jugando con Helen en la habitación de la chica, pero constantemente revisaba el móvil, pendiente de algún mensaje de Sebastian. Desde que el chico le escribió, no lo había hecho de nuevo y Evania tenía un presentimiento, un mal presentimiento para ser verdad. Sabía que eran cosas del trabajo, pero una vocecilla necia en su cabeza mencionaba el nombre de Alonso Guadarrama a cada momento y aunque ella tratara de pensar en otra cosa, eso la atormentaba a más no poder.
Se llegó la noche y Sebastian no apareció. Evania no pudo ni cenar, pero no deseaba preocupar a Camilla con sus malos presentimientos. La madre del chico estaba muy tranquila, hablando con Helen y reprendiendo al gato que se subía a la mesa para que la chica le diera de comer.
-Hora de ir a la cama, Helen – dijo Evania sonriéndole a su hermana – Recoge tus platos y llévalos al fregadero.
De pronto, los ladridos de Arthur las interrumpieron, el gato saltó de la mesa y bufó, corriendo escaleras arriba. Evania fue la primera en levantarse de su silla y en salir hacia el vestíbulo. ¡Sebastian estaba en casa! La joven corrió y se arrojó a los brazos de su amado, besándolo varias veces en el rostro.
-¡Estás en casa! – Murmuró la joven y de pronto se apartó de él para mirarlo fijamente – Y a salvo – Susurró.
-Sólo tuve una junta de último minuto – Sonrió Seb tratando de aparentar tranquilidad – Y se demoró más de la cuenta. ¡Pero ya estoy aquí! – Murmuró sujetando a Evania de la cintura y besándola en los labios.
Sebastian saludó a Helen y a su madre. Estaba hambriento, así que cenó muy bien, mientras charlaba con su madre y con la hermana de Evania. Su chica, por el contrario, parecía callada y ausente. Algo le preocupaba y él sabía de qué se trataba.
Un rato más tarde, todos se retiraron a descansar, Sebastian entró a su habitación, seguido de Evania. El chico cerró la puerta con seguro y se sentó junto a la chica, quién tenía las manos en el regazo.
-¿Y bien? – Preguntó Evania - ¿Qué fue lo que sucedió? ¡A mí no me vengas con el cuento de una junta de último minuto!
Sebastian suspiró y la miró fijamente, mientras esbozaba una sonrisa. ¡Ella tenía razón! No podía engañarla, ¡tenía qué decirle la verdad! No importaba lo que fuera, Evania debía saberlo. Las manos de Sebastian sujetaron la de la chica, apretándola con fuerza mientras la mano libe de la chica le acariciaba el rostro, él apoyó su mejilla en la mano de Evania y volvió a suspirar.
-Tienes toda la razón – Le dijo por fin – Estuve secuestrado por un rato.
-¿Qué? – Gritó Evania - ¿Cómo que secuestrado?
-Saliendo de la oficina, cuando estaba a punto de ir a buscarte, aparecieron los hombres de Guadarrama – Bufó – Y me pidieron "amablemente" que los acompañara porque su jefe quería hablar conmigo – Murmuró enarcando las cejas.
-¿Y qué quería ese desgraciado? – Gritó Evania - ¿Acaso no nos va a dejar en paz?
-No, no va a dejarnos en paz – Exclamó Sebastian – No hasta que tú te cases con él y le hagas caso.
-¿Y el muy imbécil cree que lo voy a hacer? ¡Primero lo mato! – Bufó Evania con coraje.
-¡Hey! – Murmuró Seb estrechándola entre sus brazos - ¡No te alteres, mi amor! Comprendo tu coraje y créeme que yo me tragué las ganas de reventarle la cara a ese hijo de puta. Pero debemos actuar con cautela – Suspiró – Ese hombre es muy malo y yo lo que menos deseo es que dañe a uno de nosotros, sólo para conseguir lo que él quiere.
-¿Y qué vamos a hacer? – Preguntó Evania con desesperación – Esta situación cada día se pone peor. Por un lado mi padre y ¡ahora Guadarrama!
-Después de la boda nos iremos de aquí – Exclamó el chico – Puedo manejar mis negocios desde otro lado. Nos llevaríamos a tus hermanas y a mi madre. Tenemos que alejarnos de esa gente y buscar un lugar seguro.
-Estoy de acuerdo – Respondió Evania – Tenemos que marcharnos lejos y lo que yo menos deseo es que ese maldito de Guadarrama se atreva a hacerle daño a mis hermanas o ¡a ti! – Exclamó acurrucándose entre los brazos de Sebastian - ¡Estaba tan angustiada! Cuando me enviaste el mensaje, una vocecilla necia en mi cabeza comenzó a nombrar a Guadarrama y me entró el pánico y...
-¡Ya no digas nada! – Le susurró Sebastian – No quiero que te angusties, vamos a conservar la calma y a pensar en nuestra próxima boda...
-Y en nuestra felicidad, en una nueva vida juntos, en nuestro futuro y nuestro bienestar lejos de la gente que nos quiere hacer daño – Murmuró Evania poniéndose de pie - ¡Te amo, mi amor!
-Y yo te amo a ti, mi dulce señorita de ojos hermosos –Exclamó Sebastian con una enorme sonrisa y mientras se estiraba, dejaba escapar un profundo suspiro - Creo que me tiraré ahora mismo en la cama y me dormiré – Continuó Sebastian mientras comenzaba a quitarse la ropa.
Evania se quedó de pie, mirándolo embobada, al tiempo que se ruborizaba intensamente, imaginándolo completamente desnudo. La chica se mordió el labio inferior y caminó con lentitud situándose frente a él para colocar sus manos sobre su pecho y trazar suaves círculos sobre los pectorales del hombre.
-¡Nena! – Murmuró Sebastian tratando de reprocharle, pero más que reproche, parecía una súplica.
-Es imposible que me contenga – Exclamó Evania pasando sus labios por los pezones masculinos – Te deseo, mi amor. Me excitas mucho y ¡ni siquiera me has tocado!
-Yo también te deseo, Evania... ¡te amo y sólo puedo decirte que siempre estás en mi mente!
Sebastian dejó escapar un jadeo cuando Evania mordió sus pectorales y deslizó su lengua sobre la piel caliente del hombre. Él colocó sus manos en la cintura de Evania para atraerla hacia sí y besarla con pasión lasciva. La chica clavó sus manos en el pecho de Stan y se frotó contra él, revelando su deseo a través de su lenguaje corporal. La lengua del hombre invadió la boca de la joven y la saboreó mientras sus manos se posaban en el borde de la camiseta que ella llevaba puesta, levantándola para tocar su piel. Evania gimió ante ese roce ligero y mordió bruscamente el labio inferior de Sebastian quién se quejó un poco.
-¡Salvaje! – Rió él contra la boca de la chica - ¡Te amo!
Evania suspiró al escuchar esas palabras y acarició su rostro cubierto por la espesa barba. La chica sonrió, anhelando sentir su roce áspero sobre su espalda y su trasero. Ella se apartó un poco de él, Sebastian la contempló con ojos voraces y oscurecidos por el deseo mientras la chica se quitaba la camiseta y el sostén, liberando sus pechos y acariciándolos con suavidad. Él jadeó cuando ella jaló sus pezones y dejó escapar otro gemido, sin perder un instante, Sebastian cerró la distancia que los separaba y tomó los pechos de la chica entre sus manos para estrujarlos y masajearlos. Depositó varios besos encima de ellos, lamiendo y succionando sus pezones. La espalda de Evania se arqueó, entregándose a él, suplicando por más caricias y besos, jadeando descontroladamente mientras sus manos deambulaban sobre la cabeza de Seb.
Él suspiró y comenzó a dejar un camino de besos por el cuello de Evania. Ella se estremeció ante esos besos. Evania intentó decir algo, pero los labios de Sebastian cubrieron los de ella. Nuevamente, sus lenguas colisionaron y él exploró la boca de la chica, las manos del hombre recorrieron la espalda desnuda de la joven, deteniéndose en su trasero, el cual presionó y estrujó a placer. Evania se retorcía entre los brazos de su amado, frotando sus duros pezones contra los pectorales de él, sintiendo entre sus muslos la presión de la excitación del hombre. Sebastian la tomó entre sus brazos y sin dejar de besarla, caminó con ella hasta la cama, dónde la depositó con suavidad.
Sebastian se quedó de pie un momento, contemplándola. La piel de Evania brillaba bajo la luz de la lámpara. Él suspiró y le dedicó una sonrisa al ver cómo su chica extendía sus brazos, invitándolo a colocarse sobre ella. El hombre se inclinó y sujetó las manos de la joven subiéndolas por encima de su cabeza. Besó sus labios con amor y comenzó un descenso, deteniéndose unos instantes sobre los pechos de la chica, deleitándose nuevamente con ellos. Después de esa hermosa tortura, sus labios continuaron su dulce viaje, hasta detenerse en la cinturilla del pantalón de la joven. Con rapidez, Seb desabrochó la prenda y con violencia la retiró del cuerpo de la chica, lanzándola a un rincón de la habitación. Evania soltó una risa sexy que se convirtió en gemido al sentir la intensa mirada de su amante sobre su cuerpo.
Sebastian se arrodilló delante de Evania y acarició sus piernas, abriéndolas delicadamente y contuvo un jadeo, se inclinó con premura y dejó varios besos sobre los muslos de la joven, quién arqueó la espalda de manera involuntaria. Los dedos del hombre la acariciaron delicadamente, abriéndose camino por su intimidad y jugueteando con sus pliegues húmedos. Evania suspiró y estrujó las sábanas, ahogando un grito cuando la lengua de Seb se deslizó por su humedad, al tiempo que sus manos se colocaron sobre sus pechos, estrujándolos firmemente.
-S-Seb – Suspiró ella y cerró los ojos para concentrarse en esas deliciosas caricias.
-No digas nada – Murmuró el hombre – Sólo disfruta, ¡quiero oírte gemir! – Exclamó mientras le pellizcaba los pezones.
Evania exhaló un sonoro gemido cuando la lengua del hombre la penetró una y otra vez. La espalda de la chica se arqueaba y sus manos apretaban las sábanas, lanzando gemidos cada vez más intensos. La lengua de Sebastian la estaba llevando hasta el cielo, a veces sus dientes la mordían provocándole placenteros estremecimientos, o bien, los labios del hombre succionaban su feminidad. La chica sentía derretirse, retorciéndose de placer y gimiendo con fuerza. Stan levantó la vista y contempló a la chica, con la frente perlada de sudor y los labios entreabiertos.
-¡Sí, joder, sí! – Gimió el hombre – Grita mi nombre, Evania, ¡grítalo!
Las manos de la chica se posaron sobre la cabeza de Sebastian, quién siguió concentrado en brindarle placer con la boca. Ella volvió a retorcerse, presa del placer que la embargaba y, finalmente lanzó el ansiado grito para entregarse al orgasmo.
-¡Sebastian! – Jadeó la joven - ¡Oh, Sebastian!
Él se levantó satisfecho, relamiéndose los labios y deleitándose con su dulce sabor, con velocidad, se quitó los zapatos y los pantalones, liberando su erección. ¡Estaba ansioso por poseerla y estar dentro de ella! Ansiaba sentir el estremecimiento de su cuerpo con cada una de sus embestidas, adoraba los gemidos de su amada y la forma en la que ella solía entregarse. Quería sentir cómo se retorcía debajo de él, gozando de la unión de sus cuerpos. El hombre reptó sobre la cama, colocándose sobre la chica y la besó con pasión, mientras que ella lo envolvía entre sus brazos y acariciaba los músculos de su espalda.
-¿Me amas? – Preguntó ella mirándolo a los ojos.
-Más que a mi vida – Dijo él – Y por ello voy a protegerte, voy a cuidarte, voy a estar a tu lado siempre. De ahora en adelante ya no seremos tú y yo en singular; vamos a ser un nosotros. Un todo...
-¡Oh, mi amor! – Suspiró la chica y acarició el rostro de Sebastian quién la besó nuevamente.
Esta vez, el beso era más exigente, la lengua de Evania acarició la boca de Sebastian y lo saboreó. Las manos de la joven respondieron a ese beso ardiente y pasional, deslizándose hasta las nalgas del hombre y estrujándolas, mientras sentía como su pene enhiesto presionaba la entrada de su sexo.
-¡Estás muy caliente! – Murmuró la joven entre jadeos.
-Lo sé – Gimió él incorporándose y apoyándose sobre sus palmas.
Evania lo miró a los ojos, mordiéndose el labio inferior y abrió las piernas. Sebastian le dedicó otra sonrisa de complicidad y comenzó a frotar la punta de su miembro contra la cálida humedad de la chica, quién ahogó un jadeo al sentir el roce sobre su clítoris. La pelvis de Sebastian se balanceó con mayor velocidad, mientras que la chica cerraba los ojos, ahogando una maldición.
-¡Por favor! – Suplicó por fin la mujer - ¡Sólo ponlo adentro! – Gritó arqueándose.
Sebastian se rió y se inclinó pasa besarla con lujuria, mordiendo su labio. Evania se aferró a su espalda y él se deslizó lentamente dentro de la chica. Las uñas de ella se clavaron en la carne del hombre y ambos comenzaron a balancearse rítmicamente. Era un vaivén frenético y urgente. En esos momentos, sus problemas y preocupaciones se desvanecían, nada les importaba, sólo dar rienda suelta a su pasión y a su amor, olvidándose que afuera había un mundo caótico, ahora sólo importaban ellos dos.
Sebastian embestía a Evania con frenesí, besando el cuello de la joven y dejando las marcas de su pasión sobre su piel. Las caderas de la chica se movían a la par de las embestidas y de su boca se escapaban sonoros gemidos y frases entrecortadas, posando sus manos en la cintura del hombre, urgiéndolo a continuar y a no separarse de ella. Sebastian gruñía, presa del delirio, embriagado de deseo, ¡no podría controlarse por mucho!
El hombre se incorporó un poco, para contemplar los ojos de Evania y continuó con sus violentas embestidas, ella sonreía, jadeante y sudorosa. La chica gimió y levantó sus manos para acariciar el pecho del hombre. Él cerró los ojos y sonrió, continuando con su movimiento pélvico, sintiendo cómo las paredes vaginales de la joven se contraían alrededor de su virilidad. Evania clavó las uñas en sus pectorales cuando las primeras oleadas de la culminación se hicieron presentes en ella. Sebastian la embestía con violencia, gruñendo y jadeando. La espalda de la joven se arqueó para recibirlo y se dejó arrastrar por el orgasmo, seguida inmediatamente por el hombre.
Los amantes se dejaron caer sobre el colchón, exhaustos y sudorosos, ella lo besó en todo el rostro y se colocó encima de él. Sebastian la envolvió en sus brazos y la besó varias veces, hasta que cerró los ojos y se quedó profundamente dormido.
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Vanessa y Valentina entraron apresuradas en la casa de Sebastian. Evania las había llamado y en su voz se notaba preocupación y angustia. Algo malo estaba sucediendo, pero Evania no quiso entrar en detalles hasta no verlas en persona. Detrás de ellas apareció Riz, quién también entró presuroso en la casa.
Helen corría y gritaba con alegría en el jardín, mientras que Arthur corría tras ella ladrando gustoso. La niña no se percataba de lo que estaba sucediendo y era por ella que Sebastian y Evania habían decidido marcharse de ese lugar justamente un día después de su boda.
Hasta el momento, la única persona informada de la situación era Camilla. La madre de Sebastian estaba demasiado preocupada por las amenazas de Alonso Guadarrama sobre su familia. Ella conocía a ese hombre y estaba consciente de lo que era capaz. Ese hombre había terminado con la felicidad de un gran amigo de su esposo, dejándolo en la ruina y arrebatándole a su esposa. Su gran amigo había muerto de tristeza al ser condenado a cuarenta años de prisión por robo de combustible y venta ilícita. Y así como esa historia, Camilla conocía otras más y no deseaba que su hijo y sus seres queridos se enfrentaran a una situación similar o a algo mucho peor.
-Por las caras de todos deduzco que algo no está bien – exclamó Riz - ¿Qué es lo que está pasando, Sebastian? – preguntó el hombre – Cuando me llamaste te escuché muy preocupado, ¿han decidido cancelar la boda?
-¡Nada de eso! – respondió Stan – Evania y yo vamos a casarnos, pero hemos pensado abandonar esta ciudad un día después de nuestra boda. ¡Ya no viviremos aquí!
-Pero, ¿por qué? – preguntó Valentina con preocupación - ¿Qué no está bien?
-¿No pueden decir qué es lo que está sucediendo? – intervino Vanessa - ¿Tiene que ver con papá, Evania?
-Evania y yo hemos recibido amenazas de parte de Alonso Guadarrama, un socio de tu padre, Vanessa. – respondió Sebastian.
-¡No puede ser! – exclamó la rubia llevándose las manos al rostro – Sabía que ese hombre no iba a traer nada bueno, pero papá insistió en que debías invertir en su compañía. – dijo y lanzó un suspiro – A partir de ese momento todo cambió para bien de Borowski Oil Company. Tuvimos más capital, más inversiones y las instalaciones se renovaron.
-Y de la noche a la mañana nuestro padre se enriqueció, ¿no es así? – exclamó Evania y Vanessa asintió - ¿Pero a costa de qué? Le prometió a ese tal Guadarrama entregarle a una de sus hijas y esa soy yo.
-Esto no está bien – gimió Vanessa - ¿El desgraciado de nuestro padre te prometió a ese hombre? – gritó - ¡No es justo! Ese viejo tendrá que escucharme.
-Ya no tiene caso, Vanessa – respondió Evania – Ese hombre no va a quedarse de brazos cruzados y exigirá lo que se le prometió de alguna manera. No le importa a quién tenga que quitar del camino y lo que yo menos deseo es que le haga daño a Helen o a cualquiera de nosotros.
-Evania y yo por eso hemos decidido marcharnos de aquí – intervino Sebastian – Irnos lejos, a un lugar donde no puedan localizarnos. Yo estaré manejando mis negocios desde ese lugar y regresaré en contadas ocasiones. – exclamó – Vanessa y Valentina tendrán que acompañarnos para ponerse a salvo y Riz se encargará de mantenernos al tanto de todo lo que suceda en esta lugar.
-Al menos hasta que las aguas se calmen – Murmuró Evania – Es por el bien de todos nosotros.
-Yo estoy de acuerdo – Murmuró Valentina mirando a Vanessa – Se puede comenzar de nuevo en cualquier otro lugar, ¿no es así, Vane?
-Sí, pero antes hablaré con mi padre – Murmuró la joven sujetando las manos de su novia.
-¡No vayas a reclamarle nada! – Gimió Evania.
-¿Cómo crees? – Respondió Vanessa – Sólo voy a renunciar a su empresa y, como dijo Valentina, se puede empezar de cero en cualquier sitio.
-Cierto, cualquier lugar es mejor si estamos lejos de papá – Respondió Evania.
Vanessa se puso de pie y fue al encuentro de Helen, quién regresaba del jardín y llevaba un ramo de rosas en su mano, mientras que Arthur ladraba feliz. Evania también la vio entrar a la sala y caminó hacia su hermana. Helen abrazó a ambas chicas y ellas la besaron en las mejillas para después mirarse la una a la otra, ¡tenían que protegerla!
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Creo que nos acercamos peligrosamente al final de esta historia. Ellos han comenzado a hacer planes para alejarse de toda la porquería que les rodea, sin embargo, esa porquería (llámese Alonso Guadarramay Tomasz Borowski) tiene otras cosas en mente que quizá no permitan que sus planes se lleven a cabo. ¿Qué les pareció este capítulo? Muchas gracias por sus lecturas y comentarios.
Maria Decapitated
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