CAPÍTULO V
V.
❛ ¿REALIDAD O FICCIÓN? ❜
Álex se despertó tumbada sobre la fría y húmeda tierra. Parpadeó varias veces confundida. ¿Qué había pasado?
Se sentó y observo como a su alrededor todo parecía exactamente igual que antes. Estaba frente a la roca gigante y rodeada por el resto de las enormes piedras. No había nadie más en el claro y la luna ya había cambiado de posición. Ahora ya no se encontraba en la cúspide y tan solo iluminaba parcialmente el círculo de rocas.
Se levantó todavía algo confusa y mareada. Estaba claro que era hora de volver al hotel. Negó con la cabeza mientras emprendía su camino e intentaba olvidar todo lo que había visto y experimentado en aquel lugar. Al final iba a tener razón Yaiza y ese lugar estaba maldito.
Siguió el mismo camino que había cogido las otras veces. Sin embargo, el lugar al que llegó era totalmente diferente. Donde se suponía que tenía que terminar el bosque y haber un sendero por el que continuar hasta el castillo, ahora había todavía más arboles.
"¿Qué...?" pensó mientras continuó avanzando. Conforme más pasos daba, los árboles cada vez eran más altos y grandes. Pero lo que más le llamaba la atención es que contra más se alejaba de Craig Na Dun, hacía cada vez más frió. Las hojas y ramas de los arboles se recubrían de escharcha y la tierra que pisaba era se convertía en nieve, hasta que finalmente todo se volvió un paisaje helado a su alrededor. De nuevo, Álex se vio obligada a abrazarse a sí misma para resguardarse del frío.
Álex se sintió tremendamente perdida. ¿Dónde se encontraba? ¿Acoso se había equivocado de camino? Dirigió su mirada de un lado a otro y continuó andando. Tenía la extraña sensación de estar andando en círculos pues todos los lugares por donde pasaba le resultaban familiares. ¿Había pasado ya por allí? Entonces, un grito irrumpió en el silencio del bosque.
Álex corrió hacia el este, en dirección al grito. En cambio, se paró en seco al llegar al lugar del que provenía. Había dos personas. Una de ellas estaba a los pies de un árbol mirando hacia arriba. Era un hombre viejo y huesudo, no más alto que ella. Le faltaba una oreja y un dedo, y vestía todo con pieles negras sucias y hechas jirones. Y por alguna extraña razón sus ropas le recordaron en gran medida a las de la Guardia de la Noche. La otra persona estaba subida a dicho árbol y se trataba más de un niño que de un hombre. No fue hasta que se fijó en su pelo castaño rojizo y profundos ojos azules, que se dio cuenta de quién era el muchacho.
— ¿Quién eres?— preguntó el chico subido en el árbol, cuya voz y apariencia eran exactamente iguales a las del pequeño Bran, dirigiéndose al hombre al pie del árbol— ¿Cómo has entrado aquí?
— ¿Es que no lo sabes? ¡Ya están aquí! ¡Se acercan!— gritó el hombre, enloquecido. — ¡Vienen a por todos nosotros!
Álex no se podía creer lo que veían sus ojos. ¿El muchacho que tenía delante era realmente Bran? ¿Era eso tan siquiera posible?
Cuando se enfrenta lo imposible, la mente racional se devana los sesos buscando la lógica. Tal vez Álex había entrado en el plató de algún estudio de grabación que estaba representando las escenas de Juego de Tronos con actores de parecido asombroso a los reales.
— ¡Nadie estará a salvo! Ni siquiera tú. ¡Así que baja del árbol y huye mientras aún puedas!— continuó gritando el hombre, justo antes de agarrar al muchacho del pie y tirar de él hacia abajo. El chico cayó del árbol sobre su hombro y emitió un sonido dolor. Empezó a retorcerse en el suelo sin poder levantarse.
Pero no había ninguna razón lógica para que los actores llevaran armas de verdad y se pegaran.
— ¡He dicho que corras!— a Álex se le abrieron los ojos como platos al ver como el hombre sacaba una pequeña navaja y apuntaba a Brand con ella, a la vez que le pegaba una patada para que se levantara del suelo.
Álex se percató de que estaba demasiado a la vista y asustada, corrió a esconderse detrás de un árbol.
— ¡Soy Brandon Stark de Invernalia!— dijo él mientras se incorporaba como podía del suelo y dirigía una mirada de rabia al señor que tenía en frente. Desde luego, el pequeño Bran era tan terco y obstinado como lo recordaba. — ¡Y haré que te ajusticien por esto!
— A los Otros les dará igual quien seas, mocoso. ¡Nos mataran a todos!— bramó, sin dejar de apuntarle. — Tengo que irme de aquí. ¡Tengo que huir!
Y dicho esto, el hombre se dispuso a huir de allí dejando al malherido Bran arrodillado a los pies del árbol. Sin embargo, no llegó muy lejos, pues se encontró de frente con la punta de una espada. Álex no pudo evitar perderse entre los rizos castaños rojizos y los ojos azules del chico que blandía la espada. No podía creer lo que veían sus ojos. Era él. Robb Stark estaba justo frente a ella.
Unos pasos por detrás, Theon Greyjoy apuntaba con el arco al hombre que segundos antes había estado amenazando a Bran con su navaja.
— ¡Robb!— exclamó Bran esperanzado.
— Soltad el arma y os prometo una muerte rápida e indolora— ordenó el chico sin bajar la espada.
En los ojos del viejo hombre se vio reflejado el más puro terror y sin rechistar, dejó caer la navaja.
— Quién sois y de dónde venís— exigió saber el joven.
— Soy un desertor, mi señor. Huí del Muro y de la Guardia de la noche— contestó sumiso y agachando la cabeza.
— Theon, llévalo con mi padre. Que él decida qué hacer con él. — dijo Robb. — Y llama al maestre Luwin.
Theon asintió y el hombre se dejó caer de rodillas a la nieve mientras suplicaba clemencia. Después, Theon se lo llevó arrastras de allí hacía Invernalia. Una vez se hubieron ido, Robb corrió hacia su hermano pequeño que todavía yacía en el suelo retorciéndose de dolor.
— ¿Estas herido, Brand? ¿Dónde te duele?— Robb se arrodilló sobre la nieve y sujeto la cabeza de Bran.
Álex sabía perfectamente que le pasaba; se había dislocado el hombro en la caída. Aquella escena le partía el corazón. El dolor que tenía que estar sufriendo Bran... Robb intentó coger a Bran para llevarlo hasta el maestre Luwin pero el muchacho emitió tal grito de dolor que Robb lo volvió a dejar tumbado donde estaba. No era muy buena idea intentar transportarlo en esas condiciones y Álex lo sabía. Al igual que también sabía la forma correcta de arreglarlo. ¿Se iba a quedar detrás del tronco viendo como el pobre sufría de aquella manera hasta que llegase el maestre?
Por suerte, no tuvo tiempo para contestar a esa pregunta, pues el maestre Luwin, con su túnica de lana gris, su cabello gris y su andares apresurados apareció de entre los árboles. Y aquel fue el primer momento en el Álex supo reconocer donde se encontraba. Aquellos arboles tan familiares... Estaba en los jardines de Invernalia.
— Tiene el brazo desarticulado. — diagnosticó el maestre Luwin tras arrodillarse junto a Bran, quién no dejaba de hacer muecas de dolor— No podemos llevarlo así al castillo, hay que recolocar el brazo primero. Aunque debes saber que hay muchas posibilidades de que no pueda volver a mover el brazo— El maestre miró al mayor de los hermanos como si estuviera pidiéndole permiso para hacerlo y este simplemente asintió con la cabeza— Sujétale bien fuerte, Robb.
Álex observó como el maestre se disponía a recolocar el brazo de Bran. ¿Pero qué estaba haciendo? ¡Lo estaba haciendo mal! Lo más inteligente hubiese sido mantener la boca cerrada, oculta detrás de su árbol y esperar a que todos se fueran para volver a las rocas y descubrir que era lo que había pasado. Pero Álex no lo hizo. Se armó de valor y salió de detrás del tronco con decisión.
— ¡No te atrevas a hacerlo así!— dijo en voz alta, llamando la atención de todos los presentes.
Robb enseguida se levantó y desenvainó su espada.
— ¿Quién sois vos?— preguntó.
Para su sorpresa, se trataba de una mujer. Tendría aproximadamente su edad y era algo más bajita que él. Parecía que hubiera estado caminando por horas bajo la lluvia y su pelo y ropa lucían empapados. Sin embargo, Robb no podía negar lo atractiva que le resultaba la joven.
— Tiene el hombro dislocado. Le romperás el brazo si lo haces así.— Álex ignoró por completo la pregunta de Robb, quien la miraba desconfiado y sin dejar de apuntarle amenazante con la punta de su espada.— Tienes que poner el hombro en la posición correcta antes de deslizarlo en la articulación.
— Nunca he oído hablar de eso— admitió el viejo maestre.— Siempre lo he hecho así.
A Álex le pareció apreciar cierto brillo de indecisión en los preciosos ojos azules de Robb, y a pesar de que le temblaban las piernas y todavía no podía creerse lo que estaba pasando, aprovecho el momento para acercarse a Bran y arrodillarse junto a él. En menos de un segundo, el filo de la espada se colocó en su garganta y Álex alzó la barbilla para no cortarse con él.
— ¿Cómo sé que puedo confiar en vos?— cuestionó Robb.
— No puedes saberlo— dijo Álex.—. Solo tienes que hacerlo.
Robb dudó unos instantes. Primero observo a la muchacha y después posó su mirada sobre expresión de dolor de su hermano.
— Déjala hacerlo, Robb— dijo el maestre Luwin.— Parece que sabe de lo que habla.
Robb apretó la mandibula taciturno. No quería que su hermano perdiese el brazo, pero tampoco sabía si podía fiarse de aquella chica que acababa de salir de la nada. Sin embargo, el maestre Luwin si parecía hacerlo. Así que si esta chica podía hacer algo, no iba a ser él quien se lo impidiera. Eso sí, la dejaría morir de frío a la intemperie esa misma noche si le hacía algo malo a su hermano.
— Haz lo que tengas que hacer— accedió finalmente, retirando su espada del cuello de la muchacha.
Álex cogió el brazo de Bran y este ahogo un grito de dolor.
— Aguántalo firmemente— le ordenó a Robb.
Posicionó el brazo correctamente, le dobló el codo y giró su mano hacía el interior.
— Esta es la peor parte— le advirtió a Bran. Su rostro se había convertido en una continua mueca de dolor y eso le partió el corazón a Álex. Lo mejor sería no retrasarlo más.
Respiró hondo y comenzó a mover el brazo lentamente hacia el interior. Cuando alcanzó los 90 grados entre el hombro y el codo, llevó la mano de Bran hasta el hombro contrario en un movimiento rápido. En fondo quería que todo aquello fuese un sueño, pero sabía que no lo era. Y el grito que Bran pegó al recolocarle el hombro se lo demostró. Justo después el rostro de Bran se relajo y una sonrisa asomó entre sus labios.
— Ya no me duele— aseguró el pequeño.
Álex sonrió satisfecha.
— Pero lo hará.— le advirtió— Estará sensible por unos días. Necesitaras un cabestrillo.
— ¿Un qué?— preguntó Robb confuso.
Álex se aguantó la risa. ¿Cómo no podía saber lo que era un cabestrillo?
— Préstame tu cinturón— le pidió.
Robb frunció el ceño sin fiarse de lo que haría la chica con él. Sin embargo, aunque desconfiado, se quitó el cinturón y se lo pasó. Ella lo utilizó para asegurar el brazo de Bran contra su pecho, envolviendo y atándolo a su espalda.
— No lo muevas mucho en una semana. Cuando empieces a moverlo hazlo despacio y si te duele, para inmediatamente.— le dijo Álex a Bran— Y usa compresas calientes sobre él diariamente.
— Supongo que ya habíais hecho esto antes— comentó el maestre mientras ayudaba a Bran a levantarse.
— Mi madre era curandera— informó Álex. — Estoy acostumbrada.
Robb, Bran y el maestre Luwin se prepararon para emprender el camino de vuelta a Invernalia. Álex se levantó y se expolsó la tierra de la falda mojada de su vestido con dificultad.
— Acompáñanos al castillo— le ofreció el maestre Luwin— Me gustaría que me enseñaras más de cerca como lo has hecho.
Álex sonrió alagada por la oferta. Pero justo unos segundos después cayó en la cuenta de que todo eso no formaba parte de su mundo. Tenía que encontrar la forma de volver. Había sido bonito ayudar a Bran pero ella no pertenecía allí. ¡Ni siquiera sabía cómo había llegado hasta ese lugar! Lo único que sabía era que tenía que volver al hotel. Su mirada se enturbió y su sonrisa desapareció, gesto que no se le escapó al viejo maestre ni tampoco al joven Robb.
— Ya es tarde, la noche ha caído. En el castillo podréis pasar la noche. Os daremos comida caliente y nuevas ropas. — dijo Robb, en un intento de convencerla—. Tomadlo como un gesto de agradecimiento por lo que habéis hecho por Bran.
En algo Robb tenía razón: ya era tarde. Todo estaba oscuro y Álex no estaba segura de si sería una buena idea adentrarse en los jardines de Invernalia, de noche, con el frío que hacía, a buscar Craig Na Dun. Tal vez pasar la noche en el castillo calentita junto al fuego no fuese tan mala idea. Además, aunque todavía no había decidido si todo aquello era real o no, no todos los días una tiene la oportunidad de conocer a los personajes de su libro favorito en persona.
Puede que fuese la horrible idea de pasar una noche a la interperie en los jardines de Invernalia la que le había espantado o puede que fuese porque era Robb el que se lo había pedido y no había nadie que se pudiese resistir a aquello, pero Álex aceptó la oferta.
— De acuerdo— accedió con una sonrisa—. Solo por esta noche.
Los cuatro comenzaron a andar hacia el castillo. Robb no podía apartar los ojos de la misteriosa muchacha. ¿De dónde habría salido? Ella, en cambio, no apartaba la mirada del suelo y parecía pensativa. Robb daría lo que fuera por saber lo que estaba pensando. Esperaba poder hablar con ella durante la cena y obtener todas las respuestas que necesitaba. Como se llamaba, a que casa pertenecía, de donde venía, que buscaba... Pero ese momento nunca llegaría.
De repente, Álex empezó a sentirse terriblemente mareada. Se llevo una mano a la frente y cerró los ojos con fuerza deseando que todo aquello se le pasara. Sintió como un líquido caliente bajaba de su nariz y lo siguiente que sintió fue como perdía el equilibrio y unas manos fuertes rodeaban su cintura impidiendo que chocara contra el suelo.
Oía unas voces lejanas y tan solo era capaz de procesar fragmentos de imágenes: el pelo rojizo y rizado, los ojos azules... Y después todo se volvió negro.
✴✴✴✴
CONTINUARÁ...
Hey!, ¿que tal? 🙆
Siento no haber actualizado antes. He estado muy liada esta semana con trabajos y exámenes. ¡Pero ya he vuelto! 🎉 Espero poder actualizar cuando toca a partir de ahora.
¿Que os ha parecido el primer encuentro entre nuestro sexy Robb y Álex? 😏😏 No es gran cosa pero lo mejor esta todavía por llegar. 🙌🔜
Nos leemos el miércoles~
Only love xx-
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