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1 | MALAS NOTICIAS

C A P I T U L O   U N O
malas noticias


               EL CORAZÓN IBA A SALIRSE DE SU PECHO, mientras observaba cómo su amigo se sacudía frenéticamente, con sus manos y pies atados a una cama. El cuerpo del niño se encontraba rojo, empapado de sudor, con las venas marcadas y sus ojos a punto de salirse de las córneas. Una imagen que asustaría a cualquiera.

El calor en la cabaña no hacía más que subir y subir, así como la tensión. Todos esperando por algo que ni siquiera sabían si iba a funcionar y con ello sometiendo a Will a una tortura inimaginable. Le dijeron que era la única opción, el mejor plan hasta ahora. ¿Pero cómo podría ser la mejor idea, sí con ello le hacían daño a su amigo? Sus gritos agónicos hacían ecos en los oídos del muchacho.

—¡Me duele! ¡Me duele! ¡¡Suéltenme!! ¡Me duele mucho! ¡Suéltenme! ¡Mamá! ¡Me duele!

—Mamá —murmuró Jonathan.

Por un segundo Greg tuvo la esperanza de que todo esto se detuviera, que alguien haya descubierto otra manera de sacar al Desollamentes de Will sin hacerle daño. Pero Joyce, con mirada desafiante, subió más la temperatura.

El niño soltó otro grito que retumbó en las paredes, como un trueno en medio de una lluvia torrencial.

—¡Déjenlo! —exclamó Greg. Hubiese ido a desatarlo él mismo de no ser por Tabitah, que lo sostenía en contra de su voluntad—. ¡¡Déjenlo!! ¡¿No ven que está sufriendo?! ¡¿Cómo le puedes hacer esto a tu hijo?!

—¡No es él, Greg! ¡Sabes que no es mi hijo! ¡No es Will!

—¡¡Greg!! ¡¡Greg, ayúdame!! ¡¡Sácame de aquí, me duele mucho!! ¡¡Greg, por favor!!

—No lo escuches, Greggie —susurró Tabitah en su oído—. No es él... es ese maldito monstruo. Está tratando de engañarte.

—¡¡Greg, auxilio!! ¡¡Me quemo, Greg, ayuda!!

—No lo escuches, no lo escuches... no es él, no es Will...

Pero él sabía que sí se trataba de su amigo. El Desollamentes solo lo usaba como un caparazón; en el exterior, era Will quien agonizaba. Era él quien pedía ayuda. Quien se estaba quemando vivo.

—No funciona —dijo esta vez Jonathan—. ¡No está funcionando! ¡Mamá! ¡¿Me estás escuchando?!

—¡¡Suéltenlo ya!! ¡Libérenlo, debe haber otro modo! ¡¡Suéltalo, Joyce!!

—¡ESPEREN! —chilló la mujer, pero no tan alto como los lamentos del hijo.

—¡¿Cuánto más?! ¡Míralo, míralo!

—¡He dicho que esperen!

—¡Lo estás matando!

—¡Greg, auxilio!

—No es él, Greggie.

—¡¡Me duele!! ¡Greg! ¡Greg!

¡Greg!

—¡¡Lo estás matando!!

—¡¡Esperen!!

—¡No, Greg! ¡No lo toques!

—¡Jonathan, aléjate!

¡¡Greg!!

—¡He dicho que esperen!

—¡¿A caso no ven que están torturándolo?!

—¡Esa cosa no es mi hijo! ¡Tenemos que sacarlo de él, Greg! ¡Entiende!

¡¡Greg!!

—¡Greg, no!

—¡Lo está ahorcando! ¡¡Lo está ahorcando!!

—¡Will... Will no me haría... daño!

—¡No es él, Greg!

¡¡Greg!!

—¡No!

—¡Greg!

—El Desollamentes...

—¡¡Greg!!

—¡Vas a matarlo!

—¡Está sufriendo!

—¡No es Will!

—¡Sí es Will!

—¡Greg!

—¡Greg!

—¡Greg!

¡¡GREG!!

El chico se levantó de un salto, jadeando como un asmático y con su cuerpo cubierto de una ligera capa de sudor. El manchón borroso que era Tabitah lo observaba desde la orilla de su cama.

—No más pesadillas, ¿eh? —dijo molesta.

—Tenían mucho tiempo que no me visitaban, las comencé a extrañar.

Buscó a tientas sus gafas y con las manos temblorosas logró ponérselas, notando que el rostro de su hermana coincidía con el tono de voz.

—Necesitas ayuda, Greggie. ¿Crees que es normal que todos los días me despierten tus gritos?

—Puedes dormir con mi walkman puesto, si quie...

—¡Esto es serio! —Tabh posó una mano sobre las suyas. Su preocupación era palpable y eso no le gustó nada—. Sé por qué no quieres buscar un psicólogo, pero pasar de ello y actuar como si nada no va a solucionar el problema, ¿me entiendes? Vivimos cosas que sólo pasan en las películas y es normal que nos afecte, pero... cuando esto sucede una y otra vez, se vuelve una mierda que hay que tratar.

—Ya sé que necesito un terapeuta, Tabitah. Pero ve tú a decirle a nuestro padre que su hijo no solo es un fracasado bueno para nada, si no que también está loco y que le tiene que pagar el psicólogo —Greg soltó un bufido—. Te deseo suerte.

Tabitah apretó los labios. Pudo ver la impotencia en su cara, queriendo hacer más por él pero frustrándose ante su escepticismo. Aquello le dolió más que su cabeza luego de la pesadilla. Detestaba muchas cosas: que se le desataran las agujetas, la nueva edición de la Coca-cola y que la gente que quiere se preocupe por él.

No valía la pena.

Aunque Tabh pensara lo contrario.

—No tiene por qué enterarse —dijo—. Buscaré un trabajo de verano y con ello te pagaré un psicólogo.

Greg tuvo ganas de reír, porque su mente se llenó de inmediato con mil y un cosas sin sentido que podía señalar de esa frase.

—Ningún trabajo de verano que puedas conseguir te va a alcanzar para pagarme un psicólogo, Tabitah...

—¡Tendré varios! ¡Uno tras otro! ¡Hasta los domingos también! Hablaré con Steve, a ver si puede buscarme algo en el Starcourt. ¡O con Eddie! Puedo atender un bar. Ya he peleado con monstruos multidimensionales a punta de guitarrazos. Los ancianos borrachos no significarían nada contra mí. 

—Estás loca —el muchacho dejó su cama e inmediatamente buscó su walkie talkie—. Y hay un millón de cosas que no has pensado. ¿Sabes cuánto cobra un psicólogo? ¿Cómo organizarás tus horarios? ¿Qué le vas a decir a papá cuando no te vea en todo el día? Las pesadillas se irán en cualquier momento, Tabh. No merece la pena que te arriesgues de ese modo por mí.

—Pues a mí me importa un carajo que tú creas que no vales la pena, Greggie —la chica simplemente encogió sus hombros y caminó hacia la puerta—. Y no has logrado que cambie de opinión, ni lo lograrás. Te buscaré un psicólogo o me dejo de llamar Tabitah Bowers de Buckley Harrington.

—No te llamas así.

—Pues según Steve y Robin, sí. Aún siguen peleándose por mi mano. Hasta ahora va ganando Robin.

Greg sonrió, pues estaba acostumbrado a que su hermana hiciera bromas del tipo que pondrían furiosísimo a su padre. Hace un par de años incluso parloteaba sobre estar enamorada de Nancy Wheeler. ¿Quién no está enamorado de Nancy Wheeler?, decía.

—¿Y Eddie está de acuerdo con eso?

—Nop, pero dejé de prestarle atención hace raaaato —Tabh le plantó un beso en la frente antes de salir—. Por cierto, mamá me dijo que Bruce volverá mañana de su viaje de negocios, así que más te vale disfrutar este día y medio que te queda antes de que regrese el Diablo. ¡Me voy a buscar trabajo! ¡Adiós, lávate la boca, te adoro!

Por un momento, Greg tuvo muchas ganas de llorar sin conocer el motivo. ¿Se sentía conmovido? ¿Asustado? ¿Angustiado? No lo sabía. Solo estaba seguro de que no era merecedor de tener a Tabitah como hermana.

El walkie talkie que tenía en la mano captó su atención, alejando todos sus pensamientos salvo el objetivo que tenía en mente: hablar con Will.

Ambos chicos habían cumplido su promesa al pie de la letra, pues uno acompañó al otro aquellas noches donde se perdían en el terrible mundo de los recuerdos. Les servía de consuelo e incluso se burlaban de sus desgracias para reír un poco. Greg creía que era una de las mejores ideas que había tenido en su vida, porque desde ese entonces ya no se sentía miserable al tener un mal sueño.

—Will el Sabio, ¿estás ahí?

Hubo estática por un momento, pero casi al instante la inconfundible voz de su mejor amigo se hizo presente:

—Aquí Will el Sabio, copiando a Greg el Elfo.

—Pensé que aún estarías durmiendo —una sonrisa se formó en los labios del chico de lentes—. ¿Te desperté?

—Mamá me levantó para despedirse porque debía ir a trabajar —explicó Will—. Le dije que podía dejarme una nota en el refrigerador pero se niega a irse sin darme un beso.

—Aw, mami quiere mucho a su bebito —se burló Greg en tono infantil.

A pesar de las risas, Greg sabía por qué Joyce era así. Ella también había quedado con secuelas. Sus pesadillas distorsionaban la realidad de las cosas, haciéndole ver todo incluso más caótico de lo que fue (si es que eso podía ser), pero el muchacho en ese momento no comprendía cómo Joyce podía someter a su hijo a esa tortura. Fue después, cuando todo mejoró, que entendió el sacrificio y la fuerte voluntad de la mujer. Hizo todo por amor a su hijo, para salvarlo de aquello que lo atormentaba. Se preguntaba si su madre sería capaz de hacer lo mismo por él.

Por desgracia, si ella también estaba haciéndose la vista ciega ante el dolor de sus hijos, no creía que fuese para liberarlos de un mal mayor.

—¿Greg? ¿Greg el Elfo? ¿Me copias?

—S-sí, sí. Te copio, ¿qué decías?

—Te preguntaba sí... se trata de otra pesadilla —dijo Will, cauteloso.

—Sí —el chico exhaló—. Tuve otra hoy. Vino Tabitah a despertarme hoy.

—¿De... de qué trataba esta vez?

Dudó en contarle, porque sabía que era un tema muy duro para su amigo. ¿Cómo no, si fue él quien lo vivió en carne propia? Pero se mostró incapaz de mentirle, así que relató la pesadilla de comienzo a fin, lo que resultó ser más una anécdota revivida que otra cosa. Will guardó silencio en todo momento y Greg casi pudo ver su rostro traumatizado al otro lado del canal, con sus grandes ojos llorosos y los labios temblando.

—L-lamento haberte hecho pasar por eso, Greg —susurró.

—Ah, ¿disculpa? Hasta donde yo sé, el culpable de todo es un pedazo de humo con forma de araña capaz de manejar monstruos mitad sapos terribles que vienen del mismísimo Mordor. ¿Escuchas tu nombre en esa oración? Porque yo no.

—Sabes a qué me refiero.

—Lo sé, pero ya te dije que no tuviste la culpa. Así como tampoco la tienes de mis pesadillas.

—Quisiera poder hacer que ya no tengas más —reveló el muchacho.

Greg sintió una cosa rara en el pecho, pero no le prestó tanta atención.

—Y yo quisiera tener súper fuerza y volar autos con mi rayo láser pero no todos podemos ser Ce. Y ya superé el susto, ahora en lo único que pienso es en desayunar y luego organizar todo para hoy en la noche, ¡veremos Día de los Muertos!

—Si Steve nos deja pasar —Will rió.

El chico de lentes se puso los pantalones de diario, haciendo maniobras sobre un pie para sostener el walkie talkie entre el hombro y la oreja y no caerse en el intento.

—La opción más inteligente para él es dejarnos. De lo contrario nos tendrá molestando en la heladería y puede que eso le guste a sus jefes.

—¿Serían capaz de amenazarlo con eso?

—Ni siquiera creo que haga falta, William. Él ya lo sabe. Lo tenemos entrenado y lo mejor es que no se da cuenta.

Se detuvo a pensar en que eso había sonado como algo que diría su hermana. ¿Era bueno o malo? No tenía ni idea. Lo que importaba era la efectividad.

—Bueno, espero que funcione. Voy a levantar a Jonathan, para que vaya a comprar leche. Deséame suerte, ¿sí? No quiero encontrar nada asqueroso.

—¡Oh, Jesús! ¡Por favor no dejes que Will vea a su hermano dejar su semillita en la flor de Nancy! ¡Amén!

Su amigo soltó una carcajada al otro lado del canal.

—Que te escuchen —suspiró—. Nos vemos más tarde. Will el Sabio se despide, cambio y fuera.

Gregory arrojó el aparato a la cama, terminando de cambiarse. Una sonrisa iluminaba su rostro, con la emoción palpitándole en el pecho como un tambor en la banda de la escuela, repitiendo una y otra vez la conversación, como si fuese su canción favorita en el walkman de su cabeza. Con el paso de los minutos, la pesadilla que había tenido en la mañana quedó olvidada en un rincón de la habitación, mientras salía a desayunar Eggos y una taza de té.

               TABITAH LLEVABA HORAS TRATANDO DE CONSEGUIR UN MALDITO TRABAJO. Ahora entendía por qué la taza de desempleo en el país estaba tan alta, ¡es que por el Santísimo Freddie Mercury, era imposible! Le pedían demasiados requisitos que no tenía. ¿Qué pasa si aún no es mayor de edad? ¡Cumpliría los dieciocho dentro de un mes, prácticamente ya los tiene! ¿Y cómo carajos pretendían las personas que uno tuviese "experiencia" en algo, si nadie nunca quiere enseñarte porque necesitas experiencia previamente? ¡No tiene sentido!

Por si fuese poco, la mayoría de tiendas en el centro habían cerrado o estaban en liquidación, sin poder contratar a alguien más por falta de ventas. Según Joyce, todo era por culpa del Starcourt, ya que desde que el novedoso centro comercial abrió sus puertas la gente se fue como polillas hacia las llameantes luces de neón. Era todo un milagro que el supermercado donde trabajaba no hubiera cerrado aún.

—¿Y Jonathan qué está haciendo? —preguntó, mientras le pagaba el paquete de chicles sabor cereza del que se antojó.

—Trabaja a medio tiempo como fotógrafo en el Hawkins Post, con Nancy. ¿Tu padre no te ha hablado de ellos? Jonathan dice que lo ve casi a diario.

La mención de Bruce causó en ella una amarga sonrisa, que trató de disimular llevándose un chicle a la boca.

No es ni de lejos su persona favorita, pero su madre la obliga a mantener las apariencias.

—No pasa mucho tiempo en casa últimamente. Ahora mismo está en un viaje de negocios, supongo que en algún convenio con otro periódico de otro pueblo o qué sé yo.

Esperaba que ese negocio durara meses pero ahora solo quiero que en su viaje de regreso lo atropelle un camión, pensó en su interior.

—¿Y por qué no le pides que te dé un empleo pequeño ahí? Estoy segura de que eso serviría para tus cartas a la universidad, o eso es lo que Jonathan dice.

Tabitah casi suelta una carcajada. ¡Ay, Madonna, Joyce sí que tenía sentido del humor! Pobre e inocente de ella, que no tiene ni puta idea de que su padre jamás haría algo como eso por sus hijos. ¿Y la universidad? Tabitah ni siquiera se le cruzó eso por la mente. Al demonio aquello, ella necesitaba dinero para ayudar a su hermanito traumatizado.

Decidió ir al Starcourt justo cuando la noche empezaba a caer. Así mataría tres pájaros de un tiro: buscaría oportunidades de empleo, estaría ahí para acompañar a Greg a casa y vería a Steve y Robin. Con suerte, podría convencer a sus amigos de conseguirle un puesto en la heladería. Se probó el traje de marinerita de Robin una vez y no le quedaba para nada mal. Además, amaba los helados casi tanto como el chicle.

El Starcourt era un viaje de luces, música y colores. Muchas tiendas de ropa, juegos electrónicos, un teatro donde ver películas y las magnificas escaleras eléctricas, algo completamente nuevo que apareció casi de la nada, pues tardaron menos de un año en construirlo y ponerlo a funcionar. Tabitah no comprendía nada de eso, pero su hermano se mostró bastante emocionado cuando anunciaron que abrirían las puertas, diciendo que sería un paso grande hacia el futuro del pueblo.

Si este maldito hueco de mierda podía tener uno, claro.

La muchacha entró al local de nombre Scoops Ahoy, encontrándose con Robin mostrándole al público su alegre cara, sarcasmo incluido.

—Robin, ya puedes ser feliz, querida. Llegó quien ilumina tus noches —Tabitah dejó su mochila sobre el mostrador y pasó como perro por su casa.

—Eso sonó muy mal —la rubia sonrió—. Me gusta.

—¿Dónde está mi marinerito favorito? —Tabitah asomó la cabeza por la ventana que daba a la cocina.

En ese mismo instante apareció Steve ante sus ojos, inclinado sobre la barra al punto en que sus narices casi se tocan. La muchacha tuvo el impulso de echarse hacia atrás, pero aquello habría sido un acto de nerviosismo que para nada le demostraría. En cambio, relamió sus labios y sonrió de lado.

—¿Me extrañaste?

—Si extrañar es rogar porque no te aparezcas nunca por aquí, sí, te extrañé demasiado —Steve bromeó—. ¿Qué haces aquí?

—¿Es que acaso no puedo venir a visitarlos?

—Nunca vienes solo a "visitarnos". Siempre hay un motivo tras eso y te digo de una vez que no pienso seguir dándote helados gratis, Tabitah. Me dejarás en bancarrota.

—Qué exagerado eres, Harrington. No puedes quedar en bancarrota por mis helados, ¡eres literalmente rico!

—Eso fue antes de que mi padre decidiera castigarme.

Tabitah hizo una mueca. A Steve lo habían rechazado del Instituto Técnico y desde entonces su padre le quitó el ingreso a todo su dinero, razón por la que ahora usaba un estúpido gorro que le quitaba el encanto, según él.

—Bien, a partir de ahora pagaré cada helado que te debo, ¿sabes por qué? Porque conseguiré un empleo aquí.

—¿Aquí, en la heladería? —Steve alzó las cejas—. Déjame adivinar, ¿quién ayudará a conseguirte un puesto?

—Bueno —Tabitah se puso a jugar "distraídamente" con la corbata roja del chico—. Por suerte tengo un mejor amigo que haría todo por ayudarme y hacerme feliz, ¿no es así?

—Ve a buscar trabajo en el bar de Eddie, en ese caso.

La chica se echó a reír por el rastro de celos que había en la voz de Steve, pero no desistió.

—Vamos, Harrington, de verdad necesito conseguir un trabajo. Varios, en realidad.

—¿Y eso por qué? Tu padre es el segundo al mando en el Hawkins Post, tienes el dinero suficiente para pagarme cada helado que comes y más.

La cosa era que su padre podría tener todo el dinero del mundo y aún así no le daría nada a ellos, si consideraba que era por algo estúpido. Y según la lógica de Bruce, todo lo que le ocurre a sus hijos es estúpido.

—Sólo quiero poder manejar mi propio dinero —dio una excusa rápida—. Por favor, Steve. Incluso será divertido tenerme aquí, ¿no lo crees? Seriamos como los tres chiflados. Si dos de ellos fueran mujeres y terriblemente atractivas.

El chico soltó un suspiro, pero admirando los ojos claros y brillantes de su amiga, no pudo decir que no.

—¡Oigan, idiotas! —Exclamó Robin—.  ¡Dejen de coquetear y vengan a atender a sus niños!

—No estábamos coqueteando, Robin, deja los celos.

Tabitah giró sobre sus talones, encontrándose con su hermanito y su grupo de amigos parados frente al mostrador. Steve a sus espaldas soltó un bufido.

—¿De nuevo? ¿Es en serio?

Ninguno dijo nada. A Tabh le causaba gracia que un grupo de niños pudiera manipular a Steve tan solo con mirarlo. No es que ella no hiciera lo mismo, pero era mayor y con más experiencia en el arte de conseguir lo que quiere con él, aunque no era tan difícil en realidad, porque su amigo de excelente cabello tiene el corazón blandito.

A Mike solo le hizo falta tocar de nuevo la campanita para que Steve bajara todas sus defensas.

—Y agradece que no está Dustin aquí, hubieras tardado menos en ceder —bromeó Tabh mientras Steve dirigía a los chicos a la parte trasera del local.

Detuvo un momento a su hermano, acomodándole el cabello que tenía pegado en la frente tras las orejas. El niño seguía empeñándose en parecer cada vez más a un nerd.

—¿Cómo has pasado el día? —cuestionó en un susurro.

—Bien, sin ningún problema... lo prometo —dijo al ver la cara de su hermana—. ¿Aún sigues buscando trabajo?

—Le pedí a Steve que me hiciera el favor. Pero seguiré intentando, por si no resulta.

—Te dije que no importaba, Tabh...

—Y yo te dije que a mí no me importa que a ti no te importe, Greggie.

—¡Greg! —llamó Will—. ¡Apúrate, ya vamos tarde!

Su hermano menor le regaló una sonrisa antes de girar y correr tras su amigo. Tabitah lo vio alejarse con una mueca en la cara, pensando en lo preocupante que era eso de que no le importara para nada su bienestar.

—¡Les juro que si alguien sabe de esto...! —Steve dijo.

—¡Estamos muertos! —terminaron los chicos.

Steve negó, cerrando la puerta y regresando a su sitio.

—Juro que será la última vez.

—Nadie te cree —dijeron las chicas al mismo tiempo.




               GREG TOMÓ ASIENTO ENTRE WILL Y MADMAX, mientras su amigo de cabello de hongo le pasaba comida de su bolso.

—Coca-cola original para ti porque odias la nueva —dijo, haciendo sonreír al de lentes.

—Me alegra que no se te olvide.

—¿Cómo? Siempre estás peleando con Lucas por eso.

—Lucas está loco y salvo por Max, tiene pésimos gustos.

—Gracias, Greg —dijo Madmax, chocando los puños con el chico.

—Sabes que te estoy escuchando, ¿no? —dijo el moreno desde su asiento. Greg le sacó la lengua, causándole una risa a la pelirroja.

Todos guardaron silencio porque la película ya comenzaba. Por un momento pensó que llegarían tarde, porque Mike se había demorado pues regresaba de ver a Once. Era una pena que a la chica no la dejaran salir tan tarde, porque hubiese estado genial que los acompañara. Sin embargo, Greg se encontraba bastante entusiasmado, llevaba esperando tiempo por el estreno de Día de los Muertos. Amaba las películas y libros de terror.

La película hasta el momento no lo decepcionaba, mediante avanzaba, lograba hacer crecer el suspenso, manteniendo a todos expectantes y preocupados por Lori, la actriz. Greg lo sabía porque la había visto en otros filmes y porque siempre, antes de ver alguna película, se informaba lo suficiente del tema. Sí, era todo un nerd del cine.

Justo cuando sentía que venía el momento del susto, la enorme pantalla dejó de funcionar y la luz abandonó de golpe toda la sala, quedándose a oscuras. Greg sintió la mano de Will buscar la suya y la tomó, para darle un apretón firme.

—¿Estás bien? —murmuró solo para que él lo escuchara.

—No me gusta la oscuridad —dijo.

—Lo sé, de pequeños solías tener una luz de noche con la figura de Mickey Mouse.

—Aún la tengo —reveló y ambos rieron.

Las quejas inundaron el sitio, como era de esperarse. Cuando sus ojos se acostumbraron a la falta de luz, pudo notar como Madmax le sacaba el dedo a la pantalla. Mike y Lucas se unieron a los gritos de la multitud, diciendo cosas que harían sufrir a sus madres un colapso. Y Will y Greg se sonreían, divertidos con la situación. Claro que no tuvieron mucho tiempo así, porque unos cinco minutos después la energía regresó y la película continuó.

Will y Greg soltaron sus manos.

Y en medio de la celebración del público, el chico de lentes observó a su amigo que, de repente, se llevó la mano a la nuca. Pudo haber pasado eso por alto completamente, pero lo que le hizo fruncir el ceño fue su rostro. Tuvo un flashback, donde varias versiones de esa misma expresión pasaban una tras otra en su mente y todas ellas significaban una sola cosa:

Malas noticias.

Por desgracia, no del tipo común de malas noticias que uno se esperaría.

No. El rostro de Will era un poema y ese poema hacía referencia del Upside Down.

—Hey —Mike reaccionó antes que él, sacándole a ambos chicos un sobresalto—. ¿Estás bien?

—S-sí —respondió Will con rapidez.

Greg que a través de todos estos años había aprendido a interpretar cada mirada de Will, comprendió que mentía.

—¿Estás seguro? —insistió el pelinegro.

—Claro —el chico le sonrió.

Mike asintió y regresó su atención a la película. Greg por el contrario, se quedó viendo a su amigo por mucho tiempo más, casi inspeccionándolo. Nada en él indicaba que estuviera bien. Estaba seguro de que sólo fingía. Will se giró hacia el muchacho, dándole una pequeña sonrisa de tranquilidad, como sabiendo lo que intuía.

—Estoy bien —dijo—. Te lo prometo.

—¿De verdad? ¿No pasa nada?

—Fue solo un escalofrío, porque regresó la luz de golpe y me asustó.

—Will...

Pero el chico volvió a su posición, dejándolo con la palabra en la boca. No obstante, buscó su mano por debajo del asiento, para que nadie más se diera cuenta, incluso antes del primer susto, y Greg la sostuvo.

Él quería creerle, de verdad. Sin embargo, en el fondo, sabía que habían muchísimas probabilidades de que algo malo los asechase de nuevo.

Y no se equivocaba.








PRIMER CAPITULO, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

Qué emoción le tengo a esta historia, no se imaginan cuánto. Publico esto y de una me voy a organizar el segundo cap.

Mientras, cuéntenme, ¿Cómo están? ¿Cuánta estabilidad emocional les dejó el Vol.2? Porque a mí, ninguna.

¿Qué tal les pareció el capítulo? Al principio tenía pensado incluir todo el primer episodio de la serie en un solo cap, pero no quiero hacer un copia y pega. Así que entre poner mis escenas originales y las de la serie, se vuelve muy largo, por lo que decidí ir dividiéndolo por partes. Díganme, ¿qué tal les parecen Greg y Tabh? Yo creo que se entiende más o menos lo que quiero hacer de esta novela, ¿no? Tipo, ir narrando desde diferentes puntos de vista de mis oc's pero siempre dándole más protagonismo a Greg y Will, porque es su libro. 

Bueno, ya me callo tres hectáreas. Muchas gracias por todo el apoyo que le están dando, veo a muchas personas agregando la historia a sus listas y lo aprecio mucho <3 

No se olviden de dejar su voto y comentar, para que la historia tenga más visibilidad!

Sin más que decir, se despide Lex Luthor. 

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