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mermaid's hair.
«Si quieres ese hechizo, necesito que me traigas el mechón de una sirena enamorada»
Esa fue la frase que desencadenó todo, la frase que llevó a Jung Hoseok, Capitán del Lady Perla Azul, a emprenderse en un viaje que podría costarle la vida. Después de todo, las sirenas eran seres complejos y extremadamente ermitañas que, de ofenderlas, podrían ahogarte en el fondo del mar sin dudarlo.
Pero si quería salvar su vida, necesitaba arriesgarse.
El problema fue que... encontrar sirenas no era una tarea sencilla. Aquellas criaturas raramente salían a la superficie, pues desde que los humanos comenzaron a esparcir leyendas sobre ellas para incitar al mundo a capturarlas, las sirenas habían preferido ocultarse en el fondo del océano, tan profundo que nadie pudiese siquiera adivinar su paradero.
Por ello, muchos miembros de su tripulación incluso le miraron con lastima cuando les contó su plan, pues todos sabían que encontrar una sirena era una tarea imposible, pero aún más imposible era ganarte un favor de ellas, pues eran terriblemente hurañas con los humanos y cualquier ser terrestre.
Todo indicaba que jamás podría encontrar una y mucho menos conseguir un mechón de ellas para el hechizo que salvaría su vida.
Pero entonces, fue un total milagro que él conociera a Yoongi.
Aunque la manera en que se encontraron por primera vez no fue la mejor, pues lo rescató de la red de un barco mercante, con una herida de arpón en el costado que casi lo había matado, pero luego de días cuidando de él y asegurándole que no lo arrastraría a tierra firme para venderlo, el tritón cedió a confiar en él.
Hacerlo hablar fue difícil, requirió de días y días insistiendo en charlar con él, le habló de mil temas diferentes esperando una respuesta, pero Yoongi jamás le contestó, solo llegó a mirarlo en silencio, con una mirada aburrida mientras chapoteaba alrededor del Lady Perla Azul, siguiendo la ruta del barco como gatito siguiendo a su dueño, aunque fuese uno arisco.
Cuando por fin logró sacarle una palabra, casi le cuesta su único ojo.
—Oye, pescadito —llamó, mientras balanceaba su pierna en el aire, pues estaba sentado sobre el borde del baupres del barco—, ¿qué opinas de los krakens? ¿Crees que mi tripulación y yo podamos vencer a uno para...?
—¡Que no me digas pescadito! —chilló, con una voz tan aguda que Hoseok tuvo que taparse los oídos para que no le sangraran, pues el sonido se asemejó al de garras arañando un cristal.
—Oi, tranquilo, no quería ofenderte, es solo que... ¡Baja esa lanza! —Hoseok exclamó, cubriendo su rostro con sus manos al ver al tritón apuntarle con la filosa punta de su lanza, esa misma lanza que usaba para cazar.
—No me llames así —insistió el tritón, gruñendo y enseñando sus filosos dientes de forma amenazante.
—No te diría así si me hubieses dicho tu nombre, ¡las cincuenta veces que te pregunté! —protestó el pirata, cruzando sus brazos sobre su amplio pecho.
El tritón bajó su lanza lentamente y resopló, desviando la mirada.
—... Yoongi.
—¿Huh? ¿Qué dijiste? —preguntó, pues el tritón había hablado entre dientes, casi en un susurro.
—Mi nombre es Yoongi —repitió, esta vez más claro y alto.
Hoseok le miró sorprendido y repitió el nombre en voz baja para sí mismo, saboreando las letras en su lengua.
—Hah, lindo nombre —halagó, rascando su barbilla—. Empezaba a creer que no hablabas la lengua de los terrestres y que solo estaba haciendo el ridículo hablando solo.
—No suelo hablarlo mucho. —Yoongi se encogió de hombros, mientras ponía un largo mechón de cabello húmedo tras su peculiar oreja—. Solo lo aprendí porque a veces el eco de las voces humanas llegan a mi cueva.
—Bueno, eso es realmente impresionante. No creo que yo pudiese aprender el idioma del mar solamente escuchandoles hablar —confesó, mirando al tritón con cierto grado de orgullo.
Yoongi se sonrojó y no tardó en sumergirse dentro del agua hasta que solo sus ojos fueron visibles, probablemente para ocultar el rubor que había pintado su piel.
—Oi, Yoongi, ¿ya te vas? Me dices tu nombre y me abandonas, eso no es de caballeros —tarareó Hoseok con fingido tono herido, buscando molestarlo.
—Decirte mi nombre fue un error... —gruñó el tritón, mirándole con irritación—. Guarda demasiado poder para un humano sin...
—¿Mucho poder? ¿Qué quieres decir con eso?
Sin embargo, Yoongi no le respondió, solo le regaló una mirada de fastidio y se sumergió de nuevo, golpeando el agua con su cola con tanta fuerza que Hoseok terminó empapado.
Pero, a pesar de la clara hostilidad de Yoongi hacia él, Hoseok no se rindió. Necesitaba ganarse la confianza del tritón, lo suficiente como para que la criatura quisiese regalarle un mechón de cabello sin arrancarle la yugular de un mordisco en el proceso.
Siguió hablándole, siguió sacando temas estúpidos solo para verlo sonreír bajo del agua con timidez. Insistió, insistió e insistió hasta que las barreras del tritón fueron ablandandose, hasta que ya no era solo él hablando por horas sobre cosas sin sentido, sino que ahora eran ambos compartiendo conversaciones sobre la vida bajo del mar y la vida en tierra firme.
Al final, solo necesitaba volverse amigo de ese tritón para pedirle su ayuda y su vida se salvaría.
Pero entonces...
—Y dime, ¿las sirenas se comprometen? —preguntó un día, sintiéndose algo nervioso pues había llegado el momento de hacer la gran pregunta.
—¿Uh? Bueno, nos cortejamos y luego nos apareamos para tener bebés. —Yoongi contestó, mientras flotaba sobre el agua boca arriba, su aleta sacudiendose de vez en cuando para no desviarse lejos del barco.
—Uy, ustedes si que son prácticos —rió el pirata, antes de morder su labio—. ¿Tú ya tienes a alguien para cortejar y aparearte? —preguntó, sintiéndose extrañamente tímido de repente.
—Mhm, no, no realmente. Por si no te habías dado cuenta, no vivo con una manada, así que no he podido conocer a alguien. —Yoongi se encogió de hombros, restándole importancia.
Pero Hoseok sintió que todo su mundo se tambaleaba, porque si Yoongi todavía no había cortejado a alguien, eso quería decir que...
—¿Nunca te has enamorado, Yoongi? —susurró, sintiendo el vértigo revolver su estómago.
—No, nunca.
Todos los planes del pirata se vinieron abajo en ese preciso instante.
Porque había pasado semanas relacionándose con ese tritón, con la esperanza de que ya estuviese enamorado de alguien y simplemente le diese su mechón de cabello en nombre de la amistad.
Pero si no estaba enamorado, su cabello no le era útil.
Lo peor del caso es que ni siquiera podía darse el lujo de simplemente buscar a otra sirena. Yoongi había sido una mera casualidad, casi un milagro, dudaba que pudiese repetir su suerte y encontrar a otra sirena antes de que la maldición en su cuerpo lo matara.
Iba a morir.
A menos que...
—Apuesto a que podría enamorarte —soltó sin pensarlo mucho, ganándose la mirada asqueada del tritón.
—Ustedes los humanos tienen mucha imaginación —se burló Yoongi—. Nunca me enamoraría de un humano y menos de un pirata, ustedes si que causan revuelo en nuestras aguas.
Hoseok tomó una honda inhalación y miró con decisión al tritón.
—¿Es un reto?
—Huh, quiero verte intentándolo, humano.
Hoseok sonrió de lado, tratando de mostrarse confiado, aunque no lo estaba. Solo le quedaban unas pocas semanas más antes de que la maldición se cumpliera y lo matara, así que si no lo lograba estaría perdido.
—Vas a volverte tan loco de amor por mi que querrás cortejarme y llevarme contigo al mar —se burló, aunque en el fondo deseó que se volviese realidad.
Era ahora o nunca, no podía fallar.
[...]
La cosa fue que nadie le advirtió que podría ser él el que terminara loco de amor por ese tritón.
Ni siquiera podía explicar cómo había pasado, porque ni él mismo lo comprendía.
Solo sabía que su corazón simplemente había decidido comenzar a latir como loco cuando un día Yoongi llegó y le regaló una perla, insinuando que los tritones amaban regalarle perlas a sus pretendientes durante el cortejo.
O cuando el Lady Perla Azul atracó en una isla y ambos se acostaron sobre la arena a ver el atardecer, mientras la larga y brillante cola de Yoongi le rozaba los pies, humedeciendo su piel y llenandole de escalofríos.
Y habían compartido muchísimos más momentos como esos, en los que Hoseok se olvidó de su objetivo y simplemente deseó abrazar a Yoongi con fuerzas, sin importarle que lo empapara con la salada agua del mar.
Se enamoró tanto que, cuando Yoongi le besó por primera vez en aquella costa que se había convertido en su lugar seguro, Hoseok no sintió más que dolor de saber que estaba guardandole un importante secreto.
Por eso, se mantuvo en silencio y se negó a pedirle el mechón de cabello, pues antes quiso buscar una manera en la que la verdad no resultase dolorosa para su bonito tritón.
Sin embargo, el tiempo se acabó para él.
—¡Hobi, Hobi! ¿Qué te sucede? —gritó Yoongi, mirándole con sus redondos ojos marrones llenos de pánico.
Hoseok se sostuvo el pecho y cerró los ojos, sintiendo un aplastante dolor retorcerle el corazón, como si alguien le hubiese atravesado las costillas y tuviese a su pobre músculo cardíaco entre su puño para apachurrarlo.
Así que simplemente hizo la pregunta, esperando que Yoongi lo perdonara.
—¿Me amas, Yoon? —murmuró a duras penas, su voz saliendo apretada por el dolor en el pecho.
—¿Qué? ¡Claro que te amo, Hobi! —sollozó el tritón, tratando de envolverlo entre sus brazos para sostenerlo, pero al estar sobre la arena se le dificultaba poder moverse.
—¿Dirías que... eres una sirena enamorada?
—¿Acaso el dolor te puso tonto? ¡Pues claro que lo soy, Hobi! —exclamó, con las lágrimas rodando por sus mejillas húmedas sin cesar.
Hoseok nunca había visto llorar a Yoongi hasta ese momento y su corazón volvió a doler, pero esta vez no por la maldición.
—Entonces dame un mechón de tu cabello, damelo y estaré bien —dijo, antes de toser con tanta fuerza que un poco de sangre se escurrió por sus labios.
—¿Qué?
—Tengo una maldición —comenzó, mientras su respiración se iba haciendo cada vez más errática—. Una maldición que va a detener mi corazón en cualquier momento y la única manera de salvarme es con un hechizo que requiere de un mechón de cabello de una sirena enamorada.
Yoongi le miró estupefacto por unos largos segundos, antes de que la realización brillara en sus ojos.
—Tú... ¿Desde el principio quisiste mi cabello? —susurró, con una expresión acongojada en el rostro—. ¿Por eso insististe en seducirme, porque necesitabas que estuviera enamorado para salvar tu vida?
—Lo siento, Yoon, yo no...
—Me utilizaste, lo hiciste como todos los humanos lo intentan —acusó, con la rabia desbordando de su mirada—. ¿Me amas siquiera?
—Claro que... —Su voz se quebró, mientras un nuevo dolor atravesaba su pecho—. Te amo, Yoon, te amo tanto, no estoy mintiendo para salvar mi vida, realmente te amo —murmuró, casi ahogándose con su propio aliento—. Te amo tanto que decido morir aquí antes que pedir tu cabello y...
—Pero yo también te amo —gruñó Yoongi, con su voz temblorosa—. Te amo tanto que prefiero salvar tu vida y no volverte a ver antes que dejarte morir sabiendo que pude salvarte.
—¿Yoon...?
Entonces Yoongi sacó la pequeña daga que guardaba en su bolso de "excursión", tomando uno de los largos mechones de su cabello castaño y cortándolo de un solo movimiento, mientras su mirada triste se posaba en el pirata.
—Toma, dile a la bruja de tu tripulación que haga ese hechizo —murmuró Yoongi y Hoseok se sorprendió, pues nunca le mencionó que tenía a una bruja a bordo del Lady Perla Azul, pero supuso que Yoongi simplemente había sentido la magia irradiar de ella.
—Yoon...
—Salvate, por favor, Hobi.
Y Yoongi ya no le miró más, simplemente volvió a arrastrarse al mar, sumergiendose en el agua sin dejar rastros.
Hoseok trató de ir tras él, pero el dolor llegó a ser tan intenso que se desmayó. La próxima vez que despertó fue en su camarote, tres días después, con Yeji (la bruja de su tripulación) mirándole con una sonrisa apenada.
¡Se había salvado, había vencido a la muerte!
Pero...
—¿Y Yoon? —preguntó, todavía hundido entre las sabanas de su cama.
—No lo hemos vuelto a ver por la costa desde hace tres días —reveló Yeji, mirándole con algo de lastima.
Hoseok sintió su corazón doler de nuevo, tan intenso que pensó que simplemente explotaría dentro de su pecho. Pero recordó que la maldición ya había sido expulsada de su cuerpo, así que ese dolor solamente podría significar...
Un corazón roto.
Y todo era completamente su culpa ni siquiera se sentía con el derecho de llorar cuando él había sido el culpable del abandono de su Yoongi.
Los siguientes días, mientras esperaba a su completa recuperación para regresar al mar, se la pasó aferrándose a la perla que Yoongi le había regalado, paseando por la costa como un fantasma errante.
Se sentía deprimido, tanto que había evitado decir el nombre del tritón en voz alta, pues sentía que no sería capaz de soportar la sensación de acariciar su nombre con los labios sabiendo que ya no lo vería más.
Y sin embargo...
—Quiero verte —rogó Hoseok, arrodillado sobre la arena mientras miraba el vasto mar con una expresión de total agonía—. Solo déjame verte una vez más, por favor, un último beso y prometo no volver a molestarte —sollozó, apretando la perla de Yoongi entre su puño—. Yoongi, por favor, ven a mí.
Entonces algo sucedió frente a sus ojos.
El mar brilló intensamente, haciendo burbujear el agua mientras un suave canto creaba eco en la superficie.
Y cuando la luz dejó de brillar, Yoongi apareció frente a sus ojos una vez más.
—¡¿Yoon?! —gritó, con las lágrimas atoradas en sus largas pestañas, sintiéndose en un sueño.
—¿Hobi...? ¿Cómo...? —Yoongi murmuró, luciendo desorientado—. Yo estaba en el archipiélago del Sur, ¿cómo es que...? —Pero terminó guardando silencio a media pregunta, mirándole con cautela—. ¿Llamaste a mi nombre?
—¿Huh? Yo... ¿si? —murmuró, sin entender nada.
—Te dije que los nombres de las sirenas guardaban demasiado poder —suspiró, sosteniendo su frente con una mano—. Nosotros no les damos jamás nuestros nombres a los humanos, nuestros nombres son vistazos de nuestra alma y quién los sepa puede conjurar... Bah, como sea.
Hoseok parpadeó, sin entender nada de lo que Yoongi había dicho.
—Yoon...
—Así que si te salvaste, ¿huh? —rió Yoongi, mirándole con una mezcla de amargura y alivio.
—Yoon, yo...
—Parece ser que el cabello de sirena enamorada es verdaderamente poderoso —suspiró, negando con la cabeza—. Me alegro que tu esfuerzo haya servido de algo, al menos así...
—¡Yoon! —gritó el pirata, corriendo hacia la orilla del mar para alcanzarlo, sin importarle que sus botas y sus pantalones se mojaran—. Yoon, yo hubiese preferido morir, ¿me escuchas? —declaró, sosteniendo las mejillas húmedas del tritón con manos temblorosas, mientras su voz se quebraba a mitad de un sollozo.
—¿Qué...? —masculló, tratando de alejarse del pirata.
—Estos días... Me he sentido como muerto en vida sin ti —confesó, dejando fluir las lágrimas de nuevo, sintiéndose demasiado vulnerable frente a Yoongi, pues él nunca había llorado frente a alguien—. Si me hubiesen dicho que estar sin ti iba a doler tanto, hubiese preferido morir entre tus brazos esa tarde antes que pedirte el mechón.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Los humanos acaso...?
—Los humanos somos débiles, Yoon, somos tan débiles que preferiríamos morir antes que estar sin el amor de nuestras vidas —dijo, temblando ligeramente pues el agua que le llegaba a la cintura estaba helada—. Te amo, Yoon, te amo y estar sin ti duele más que cualquier maldición que puedan lanzarme.
—Hobi... —murmuró el tritón, su mirada por fin dejando el resentimiento atrás y suavizandose, mirando al pirata con tristeza—. Yo también te amo tanto que duele cada que respiro —susurró, envolviendo su cola alrededor de las piernas del humano para acercarlo más—. Las sirenas amamos mucho, amamos demasiado, nuestro amor es tan grande y tan vasto como el mar, un humano jamás podría soportar el peso de nuestro amor porque...
—Yo si sé, porque es así como yo te amo —interrumpió Hoseok, deslizando sus palmas por el cuello del tritón, sus palmas cálidas acariciando las escamas que pintaban la piel de sus hombros con suavidad—. Yoon, por favor, no me dejes, juro que perderte podría matarme más rápido que cualquier maldición.
Yoongi le miró en silencio unos cuantos segundos, antes de que sus manos rodearan la cintura del pirata, atrayendolo para robarle un beso.
Hoseok sintió que respiraba correctamente después de largos días de agonía, saboreando los labios salados de Yoongi con urgencia mientras se aferraba al cuerpo delgado y húmedo con desesperación.
Oh, había extrañado tanto eso.
Al final, terminó completamente empapado de agua por la intensidad del beso, pues Yoongi varias veces lo había arrastrado con él bajo del agua mientras lo besaba, pero no se quejó.
Si Yoongi decidía ahogarlo, justo como las leyendas contaban, no le importaría.
Ahogarse entre los brazos de Yoongi no sonaba a un mal plan para él.
—No me iré, Hobi, ya no me iré. Te seguiré a ti y a tu barco hasta el fin del mundo —declaró el tritón, aferrándose a la cintura del pirata mientras este se sentaba a horcajadas sobre su cadera.
Hoseok rió de dicha y asintió, antes de volver a besar los labios del tritón con intensidad.
—Entonces, ¿ya pasamos la etapa de cortejo y podremos pasar al apareamiento o...? —Hoseok alzó una ceja, mientras besaba la mandíbula de Yoongi con coquetería.
—¡Hobi!
Y las leyendas contaron sobre un pirata que se embarcó en la búsqueda de una sirena enamorada para robar un mechón de su cabello pero que, en cambio, terminó enamorándose de un solitario tritón que le regaló la magia de su nombre y su amor.
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