V
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎
the great war!¡ ⛑︎
❛ - No te odio, nunca lo hice.
- Yo siempre lo hago hasta cerrar los ojos al anochecer,
lo hago porque no soporto verme en un espejo sabiendo
lo que soy, al fin y al cabo soy un monstruo, ¿No? ❜
- recomiendo escuchar "Stay" de Gracie Abrams mientras leéis este capítulo -
Habían pasado más de dos semanas desde la última vez que vio a Pedro aquella noche, ni siquiera había escuchado sobre él en el barrio, es como si hubiese desaparecido, y en cierto modo tampoco se esperaba otra cosa. Quizás simplemente pidió un traslado a otro país o está tan ocupado con sus que haceres de antijudio.
Cada vez que lo recuerda le hierve la sangre, es como algo que no puede controlar, ni siquiera se da cuenta de que está apretando sus puños o que de repente siente que sus ojos se irritan de la rabia.
Pablo es consciente de que no es su culpa, ni suya ni de Pedro. O por lo eso es lo que quería creer, por cómo había actuado la última noche que lo vio. Sin embargo eso no quitaba que su padre sea quien es, el general más odiado por los judíos, hace poco escuchó que había sido el encargado de movilizar a todo un pueblo hacía quien sabe donde. Su madre dice que seguramente sea para trabajar en las minas, pero Pablo huele algo raro en eso.
¿Miles de personas para trabajar en una mina minúscula? No, ahí tiene que haber gato encerrado así que su mejor opción es preguntar a la única persona que puede hablarle sobre el tema de primera mano. Avisa que saldrá un momento y que no tardará mucho en volver.
Quedan menos de cuatro horas para el toque de queda y sinceramente no quiere arriesgarse a saltárselo, la casa de su amigo está a media hora de la suya, al llegar la madre de Ferran le recibe con una sonrisa y le dice que su hijo está en su habitación, ha sido de los pocos soldados que han sido asignados en su "lugar natal".
Como ha dicho su madre, su mejor amigo está tumbado boca abajo en la cama, por su respiración diría que está dormido profundamente.
- Ya tiene que ser importante lo que estás pensando como para que vengas a casa, desembucha.
Pablo se sienta en la cama al lado de Ferran que por fin levanta la cabeza y mirar a la persona que tiene al lado. El más joven de los dos juega con sus dedos, nervioso.
- ¿A dónde llevan a toda la gente en esos trenes?
- Sabía que preguntaría eso, pero no te lo voy a decir. - Ferran se apoya en sus manos reclinándose levemente hacia atrás.
- Por favor, dímelo aunque cueste.
Su amigo suspira.
- Se los llevan a campos de concentración, están repartidos por todo el país y por distintos territorios, una ciudad como Berlín tiene como destino Auschwitz, uno de los más grandes, allí te quitan tus pertinencias y te rapan el pelo, luego te ponen a trabajar, eso es todo lo que se.
Cada palabra se clava como una flecha directa al corazón y aún así sabe que la verdad que se esconde tras lo que dice su amigo solo se podrá revelar de una manera.
Preguntando a la conexión más directa que conoce.
Ojalá no hiciese falta, pero su curiosidad es más que eso, lo desea, más bien lo necesita para saber si su destino es lo que cree, necesita comprobar que algún día en ese lugar dejará de haber personas inocentes.
Ferran coloca una de sus manos en el hombro de Pablo.
- Si una cosa he aprendido en lo que llevo en el ejército es que es mejor no preguntar a dónde van, y se que tú no vas a soportar escuchar lo que sea que te diga.
Pablo mira a su amigo sin comprender nada.
- Lo que quiero decir es que en el fondo estás buscando una excusa tonta para verle, porque te arrepientes de lo que dijiste y porque por alguna extraña razón necesitas saber de él. - Ferran suspira y suelta una carcajada espontánea - Que no soy tonto, Pablo, te conozco desde siempre, puede que si que tengas curiosidad, pero no es tu razón principal, ¿Me equivoco?
-...No, nunca lo haces Fer.
Ferran se ríe y le revuelve el pelo a su mejor amigo que está rojo de la vergüenza.
- Siempre me vas a tener aquí, para aclararte las ideas y para cuidarte Gavi.
Pablo sonríe y se acerca a Ferran para abrazarlo.
- Ahora marcha a casa si no quieres acabar en la cárcel.
El de cabello castaño asiente y se despide de todos, no sin antes llevarse un trozo de bizcocho ofrecido por la madre de Ferran.
El camino de vuelta es tranquilo, al llegar a su casa su familia lo espera sentado en la mesa, la cena pasa tranquila y entretenida, siempre que puede aprovecha a pasar tiempo con su familia. Antes de irse a la cama decide escribirle una carta a su hermana Aurora, hace poco se enteró de su embarazo así que es la ocasión perfecta para mandarle una carta acompañada de un pequeño dibujo.
...
Las tardes de los sábados son sin duda sus favoritas, sobre todo cuando hace sol en los días fríos de invierno, es como un rayo de esperanza entre las nubes.
Como siempre baja hasta el lago para dibujar un rato, hace bastante que no lo hace.
De todo lo que se hubiese podido imaginar no se imaginaba encontrarse con un chico de ojos marrones bastante familiar. Tiene el cuerpo completamente sumergido en el agua a excepción de la cabeza.
"Tu nombre es Pedro González, te gusta mucho el mar, los libros y tu color favorito es el marrón."
Pablo puede llegar a escuchar ese susurro que se repite una y otra vez, como si se lo quisiera aprender de memoria.
- ¿Pedro?
El recién nombrado se gira bruscamente quedando con medio cuerpo en el agua, Pablo se lleva una mano a la boca, su torso está recubierto por heridas, tanto recientes como muy antiguas, también se ha dado cuenta de que está mucho más delgado que la última vez, pero aún conserva la musculatura de alguien que pertenece al ejército.
- ¿Qué haces aquí?
- Siempre vengo aquí a dibujar. - Pablo levanta su cuaderno y sus lápices.
- Entonces no te molesto más. - Pedri se dispone a salir del agua.
- No, quédate aquí, por favor.
La expresión en la cara del más mayor pasa de sería a una más relajada, Pedro vuelve a sumergirse en el agua y deja de prestar atención a lo demás. Pablo aprovecha para capturar ese momento, más allá de una fotografía, sabía que quería quedarse con ese instante mostrándolo en un papel. No tardó mucho en empezar a dibujar, los trazos fluían y todo parecía encajar a la perfección, a lo lejos los colores anaranjados del comienzo del atardecer, los árboles y toda su vegetación, el brillo del agua y sobre todo su silueta. Cuando termina el dibujo es casi de noche, ni él ni Pedro se han movido de su sitio, tampoco han intercambiado palabra.
- Se que quieres preguntarme algo, hazlo. - Pedri sale del agua quedando al lado de el más pequeño.
- No, da igual.
Pedro se gira y enarca una de sus cejas.
- ¿Dónde se quedó el otro Pablo? Ese no tuvo ningún problema en "hablar" conmigo.
- ¿A dónde se dirigen esos trenes?
Pablo nota cómo los músculos de Pedri se tensan, parece que de todo lo que podría preguntar no se esperaba eso.
- ¿De verdad quieres saberlo?
- Si, Ferran me dijo que les llevan a trabajar.
Pedro suelta una carcajada que juraría que estaba llena de amargura.
- Esos trenes son el camino al infierno, van a trabajar, si, pero seguramente tu amiguito no te haya hablado de la selección que sufren previamente, si sirves, vas directo a trabajar hasta que mueras, y si no, a los quemadores o las. cámaras de gas, si consigues sobrevivir las secuelas que tendrán serán irreparables hasta en algunos casos provocar el suicidio. - hace una breve pausa antes de continuar - Y quieras o no, ese será tu destino, Pablo, trabajar hasta que puedas más, hasta que tus pies sangren de dolor.
Una lágrima furtiva cae sobre la mejilla de Pablo, sabía que algo raro se escondía detrás de lo que su madre le decía, en lo más profundo de su corazón sabía que la crueldad humana estaba involucrada en ello.
- Y por eso aquella tarde comprendí que era mejor que me odiaras a que te quedases. - por primera vez su mirada se conecta con la de Pedri.
- Yo no te odio, nunca lo hice.
- Pues yo si lo hago, todos los malditos días hasta que cierro mis ojos al atardecer, porque solo es ahí cuando puedo descansar, no soporto mirarme en un espejo y saber en lo que me he convertido, al fin y al cabo soy un monstruo, ¿No?
- La otra vez fui cruel, no sabía tu historia.
- ¿Y si te la contase cambiaría algo? ¿Acabaría esta guerra? ¿Dejarías de tener miedo por vivir?
- No cambiaría nada, pero quizás encontraría un amigo para sobrellevarlo.
Pablo se acerca hacia él, desde esa distancia puede observar mejor sus magulladuras y sus heridas, muchas de ellas son diminutas, casi inexistentes, pero en la superficie hay cortes, golpes y rasguños mal curados. Gavi pasa una mano por las heridas, Pedro da un respingo sorprendido por la acción del más pequeño.
- No las toques, son horrorosas.
- Pedro, estas cicatrices son belleza, tu belleza.
En el momento en que sus miradas vuelven a conectarse, ambos sienten como si estuviesen otra vez en esa clase, rodeados de niños y esperando a la profesora.
Es como si el tiempo jamás hubiese avanzado.
- Serán belleza, pero para mi son el recuerdo de lo que soy, de que he sido entrenado para matar, a quien sea en donde sea, incluso si esa persona para mi es importante, porque eso es lo que quiere padre.
- A mi me gustaría ser médico, pero, ¿Quien te dice que en algún momento me toque matar a personas para conseguir lo que quiero? Tú no has elegido esto.
- Lo elegí en el momento en que dejé en el que mi padre se metiese aquí. - Pedri se señala la cabeza - No deberías ni siquiera hablar conmigo, acabarás pagándolo.
- No me importa, me ofreciste ir a tu cumpleaños incluso sabiendo mi condición, nunca me juzgaste, ni siquiera cuando te dije que mi estrella no me permitía hacer muchas cosas, todo eso cuando tu padre es...uno de ellos.
Pedri quiere alejarse, quiere salir corriendo y seguir con la idea de intentar superar a Pablo, pero cada vez que lo ve es como retroceder a la casilla de salida, al punto de partida en el que todavía no lo había llamado "monstruo" porque Pedro podría perdonar todo, pero por la noche esos comentarios vuelven a su cabeza.
Por otro lado Pablo sabía que intentar ser amigo de alguien como Pedri era muy arriesgado, no por quien era sino por lo que le rodeaba, deseaba que Pedro hubiese sido un chico normal, uno que no tuviese los pies y las manos atadas a un régimen dictatorial que en cierto modo acabaría transformándolo en alguien que no es, en una máquina de matar.
Y aún siendo conscientes de todo aquello se dieron una oportunidad.
- ¿Sería muy tonto si te pido un abrazo?
Pablo ríe ante la inocencia del otro.
- Ven aquí.
Pedro se acerca lentamente recostando su cabeza en el hombro de Pablo y siendo rodeado por los brazos del mismo, la calidad inunda el cuerpo de ambos jóvenes.
- Cuando sientas que más te odias, ahí estaré yo, tengo amor suficiente para los dos, para eso están los amigos.
- Perdón por ser yo, Pablo.
De pronto Pablo siente que su hombro comienza a estar húmedo, siente el cuerpo de Pedro temblar, está llorando. Inconscientemente Gavi lo acerca más hacia él, como si quisiese protegerlo.
Porque si de algo se habia dado cuenta es de lo frágil que era Pedro, de lo fácil que era corromperlo y hacerlo mil pedazos hasta desgarrar lo más profundo de su ser, también sabía que escondía mil secretos que le costaría revelar.
Pero, que paciencia y caminando despacio estaba seguro de que conseguiría saberlo, saber el porqué ya no es el niño alegre que conoció, averiguar el cómo ha llegado a convertirse en alguien tan...dañado.
Aunque sabiendo que la guerra misma solo son daños, no será muy difícil, no cuando de un día para otro su verdadero destino comience.
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