
͟͟͞͞➳ 28
- Sé que soy el Dios del inframundo - Juyeon escupe sangre ya bastante agitado, y continúa hablando - Pero... antes de ser nombrado como tal, yo sufrí como no tienes idea.
- Resentimiento, ¿jamás vas a superar aquello? Actuamos de acuerdo a la ley - Chanhee se encontraba en las mismas condiciones que Juyeon - Leyes, reglas, normas ¿cuándo vas a entender? No teníamos opción- se defendió.
- ¿Eso? Claro que me dolió, pero no fue todo. Rechazar es fácil, pero ser el rechazado no lo es. En el Palacio celestial, pese a que no tenía poderes, por lo menos tenía luz, existía el día, la naturaleza era amigable, no habían seres queriendo cenar tu carne, no había soledad - A medida que iba hablando su rostro ardía de enojo, y sus lágrimas estaban amenazando con salir. Como pudo se puso de pie, pero aún se mantenía cabizbajo - Cuando llegué, intenté escapar, pero estaba encadenado al infierno, no sabía usar mis poderes, sentí frío... Hasta que él me habló...
- ¿Él? - Cuestiona el Dios de la luz con curiosidad.
- Sombra -Responde a su pregunta - Él si estuvo para mi, me enseñó a defenderme, me dio su poder.
- Juyeon, es un demonio ¿cómo pudiste confiar en él?
- ¿Y? ¿que perdería? Ya no me quedaba nada. A medida que me iba enseñando, me gané el respeto de todos los demonios en el infierno, y de muchos humamos, tuve que adaptarme para poder apoderarme de todo el inframundo, y así fue, a tal punto de ser nombrado el Dios del infierno.
- Que buena manera de justificar todo el mal que has hecho - Dice Chanhee con evidente sarcasmo.
- Lo dices porque tú no viviste mis experiencias, por eso soy más fuerte que tú, durante estos años no he tenido una vida de oro, sólo de destrucción, ¡por eso estoy acostumbrado a ocasionar el caos! - Dicho esto, la batalla continua.
Las calles del pueblo se tornaron carmesí. En cada esquina, en cada callejón, en cada calle, había alguien moribundo o sin vida. Los soldados que quedaban en pie eran pocos, a decir verdad, muy pronto sería aniquilados la mitad de ellos, y luego seguirían con los civiles.
- Lo siento, Chanhee, acabaré con esto - Juyeon hace aparecer su cetro, el cual tenía de protagonistas las rocas del destino, diamantes luminosos, estaban activados para matar a Chanhee. Le esperaba un mal destino, una muerte dolorosa.
- Por todo el mal que me han causado - Susurra el pelinegro cerrando sus ojos, casi como plegarias hacia él mismo.
Chanhee cae rendido, y cierra sus ojos enfrentando su destino. Lo que más le dolía era haber perdido a tanta gente, a Sol, a Sunwoo, a Haknyeon, a muchos humanos... o al primero que perdió, a Juyeon. Un inútil, eso se sentía. Sin mencionar que acababa de llevar a muchos hombres a su muerte.
《Los demonios deben de estar celebrando con el festín de almas》
-Alma...
-Mi Diosa - mucita un Juyeon desconcertado. Alma se interponía en el ataque, extendiendo sus largas extremidades en señal de protección hacia el Dios de cabellos dorados - ¿Alma? ¿Qué crees que haces?
- No puedes hacer eso. ¡Ya basta! ¡Estoy cansada de todo!- Exclama ya con lágrimas en sus ojos - Chanhee, te amo. Todo este tiempo que estuviste con la humana, yo estuve muy celosa ¿Cómo era posible que ella me ganara?
《¿Que ella que? 》 piensa Juyeon muy confundido.
Chanhee se encontraba tan confundido como el contrario.
- ¿Qué dices?...- pregunta el Dios de la luz sin entender lo que pasaba.
Juyeon solo se mantiene en silencio escuchando las palabras de Alma, que por alguna razón no le agradaban, le dolía.
- Chanhee, yo... yo quiero saber cómo pudiste elegir a una simple mortal por encima de mí, la diosa del amor ¿no era lo suficiente para ti?
- ¿Diosa del amor? - Chanhee frunce el ceño.
- ¿De el amor, dices?
- Y tú, Juyeon - La diosa del amor se incorpora y le propina una bofetada al susodicho, dejando boquiabierto a ambos dioses.
《¿Pero qué mierda está pasando?》
- ¿Cómo te atreves siquiera a tocar a mi rey? Estoy cansada de ti y tus estúpidos seres del inframundo. Exijo que devuelvas esos cristales y...
La mujer no pudo terminar su oración, pues la fuerte y sangrienta mano del Dios del inframundo ya se encontraba en el cuello de la fémina. Chanhee aún observaba confuso. Hace un momento ya estaba listo para morir. Juyeon apretaba su agarre cada vez más fuerte.
- No eres mi diosa Alma. ¡Impostora! - Exclama exaltado con ira. La chica llevó sus pupilas hasta arriba, dejando sus ojos casi en blanco. Trataba de safarse de la tortura de Juyeon, y su voz se ahogaba en su garganta - ¡Todos ustedes van a morir! Sus inmundas y miserables almas van a vagar en el oscuro inframundo y se van a arrastrar en busca de pecadores para poder alimentarse - A medida que iba hablando las manos le temblaban, una sosteniendo el cuello de la casi inconsciente mujer, y la otro sosteniendo el cetro.
Chanhee reacciona y adelanta su paso hacia Juyeon con las pocas fuerzas que le quedaban, sin embargo no logra llegar a él a tiempo, este ha sido más rápido y ha despojado al Dios de la luz de sus armas, y con el poder de los cristales lo ha encadenado al frío y sucio suelo en el que peleaban. Solo se limitó a observar con mucho pánico. El Juyeon que conocía cuando entrenaba juntos se había ido completamente, el ser frente a él no era más que un demonio.
La mujer fue perdiendo su forma, dejando en descubierto su verdadera identidad.
- Yeriseth- Susurra el rubio - ¡Juyeon, detente! ¡Déjala! - Grita desesperado - Por favor... ¡Por favor!- Insiste Chanhee incapaz de moverse. Sin embargo, Juyeon no lo escuchaba, la ira lo había consumido, ahora sólo quería acabar con la vida de aquellos diosa que se atrevía a robarle la identidad a su querida amada y a tratar de engañarlo.
- ¡Malditos sean! - Exclama Juyeon como acto final para proceder a acabar con Yeriseth. Dejó caer el cuerpo de la antes mencionada, dejándola solo inconsciente. Así mismo, dejó caer el cetro. Juyeon mantenía la mirada desconcertada, y su respiración aumentó. En su pecho, había una lanza. La sangre brotaba sin pudor alguno, y más al momento de haberle retirado el arma que lo atravesaba. El cuerpo de Juyeon cayó, dejando ver a Alma, la auténtica diosa de los muertos. En sus ojos llevaba el dolor que cargaba, reflejado en un mar de lágrimas.
-¿P...Por qué? - Articula Juyeon agonizando del dolor. La herida le impedía moverse sin que sintiera dolor, pero como pudo logró quedar boquiarriba, su mirada recorrió el dorado y bien elaborado techo del lugar hasta los ojos de la pelinegra, quien no mencionaba ninguna palabra- Ya veo... perdí - Dice finalmente, dejando caer una lágrima que poco a poco se mezcló con la espesa y roja sangre.
La mujer pelinegra giró sobre sus talones, dispuesta a salir. Y así lo hizo, sus ojos estaban empapados de las lágrimas, sus pies descalzos estaban destrozados, su cabello mal cortado y su cuerpo más delgado de lo normal, cada vez se volvía más delgado. Caminó en línea recta, atravesando la ciudad llena de sangre y de cadáveres de todas las edades, no habían rastros de el ejército que el Dios de la oscuridad había invocado con anterioridad, sólo quedaban soldados cansados y cubiertos de sangre que la observaban, no hacían nada para detenerla. Incluso, había llegado el Dios Eric, el Dios Hyunaje y... Younghoon, quién recién llegaba, se veía desesperado, corría hacia ella posiblemente gritando algunas palabras que no podía escuchar.
- Mi corazón le pertenece a Juyeon, cuando sea el momento de su partida, mi corazón se irá con él- afirma para ella misma, dejándose caer. Younghoon, la sostuvo rápidamente, se veían preocupado - Mi corazón...le pertenece... - Alma cerraba sus ojos lentamente- Dios de la belleza, en mi vida creí en ti, y en mi muerte en mi Dios de la oscuridad. Él volverá, pero yo...
- Tú te quedarás conmigo, te lo prometo, haré que vuelvas, porque ya he planeado mi destino junto a ti- Confiesa Younghoon sosteniendo la mano de la diosa, está sonríe con dificultad, y finalmente, su cuerpo se vuelve polvo. Estaba atada a Juyeon, el ser que le dio una oportunidad, al morir, ella también lo haría. ¿Habría hecho lo correcto? Se había preguntado miles de veces, pero nunca sabría la respuesta de aquello.
En los brazos de Younghoon ya no quedaba nada, el viento se había llevado todo rastro de la semi diosa. Sunwoo había conseguido lo que querría sin haber movido ni un solo dedo. Era el Dios con mejor suerte. Younghoon se sentía miserable, nunca protegió algo, o por lo menos no a quienes amaba de verdad. Todo lo que él quería lo perdía. Era el Dios con la peor suerte de todas.
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¡Hi!
Tragedia para los villanos, lastimosamente.
Este es el penúltimo cap, el capítulo final será un poco más extenso.
Planeo un segundo libro, después de haber editado este en cuestión de lógica, narrativa y ortografía, pero la historia sigue siendo la misma.
Espero que estén bien, y tengan buen día, o noche ♡
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