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A serpent in the sky


Precaución. Tema religiosamente sensible. No se pretende ofender a nadie, ni atacar las creencias personales de forma directa. Leer bajo precaución

Antonio Duarte venía a la misa de las 7 am todos los domingos, sin falta alguna, tras caminar 9 minutos desde su bendecido hogar. He hablado varias veces con él una vez termina el sermón. No hay nada que resaltar de aquel hombre humilde corazón, pues como todos, se levanta día a día a seguir con su oficio, siendo imperfecto, pero todos los somos, por obra y gracia del señor. De lunes a sábados se levantaba temprano, antes que el alba empujara el manto nocturno. No tenia que salir de su casa para ir a trabajar, habiendo fundado un servicio de llantas junto a su padre, el cual ya no podía trabajar junto a él debido a su edad, aún así, se sentaba a ver a su hijo trabajar, al mismo tiempo que vigilaba a los otros dos empleados, que aunque ya se habían ganado la confianza de Antonio, su padre era un señor terco, algo que nunca dejaría de ser, ni aquí en la tierra, ni en los cielos.

A pesar de todo, su mayor preocupación es no poder ayudar a su padre. Hugo Duarte ya era un hombre mayor con el cual el tiempo no ha sido favorable. Con andadera al caminar, sufría osteosarcoma en una de sus piernas. Su trabajo apenas le daba lo suficiente para subsistir y mantener su hogar. En un punto, el mismo agradecía no tener pareja, algo le preocupaba a su padre, que cuando se sentía con fuerzas, admitía que quería a alguien en la vida de su hijo, para que este ahí para cuidarlo, para cuando no este. Ambos rezaban debajo de la imagen de nuestra señora la virgen de Guadalupe, con rosario en mano...

Con el rosario aun en la mano, intentaba levantar a su padre del suelo. El dolor de Antonio no solo eras angustia por levantar a su padre de los suelos, pero el hilo rojo que bajaba por su cabeza no era tan impórtate para él en este momento, tenia que sacar a su padre ante todo. La ayuda intento llegar, pero el techo se derrumbaba a su alrededor, cayendo sobre un señor que ofreció su mano amiga, pero sufrió un destino lamentable cuando una enorme porción del techo se separo de la estructura tras una centella repentina... Que el señor lo tenga en su gloria. Debía... Oh Dios, perdóname por todo. He sido tu humilde ciervo estos 60 años de vida, años que agradezco, con dificultades y desafíos, me has ayudado a seguir en los momentos mas difíciles, pero en este momento, en el más dificil, no siento tu presencia.

"Te falta fé hermano Juan", no... Fé es todo lo que tengo en este momento, fe que lo que ven mis ojos sea mentira, debe ser mentira, una obra del mismo demonio. Mi mente apenas podía procesar lo que había delante mío, intentaba darle forma, pero no lo terminaba de comprender. tal vez una pequeña parte de mí decía que simplemente era muy grande para darle forma, que sobrepasaba mi capacidad visual, pero quería callar a esa parte de mí. Tenia que morir, pues indicar que era algo de una masiva envergadura, era admitir que lo que veía, sobrepasaba cualquier cosa escrita en los textos sagrados. Tenía que ser una tormenta, me mentía a mi mismo para mantenerme sano, pero mi inmóviles piernas me decían que lo que sea que hubiese en los cielos, no era un simple fenómeno atmosférico.

"Natural". Es palabra estaba siendo introducida en mi mente, no por mí, al menos no por mi lado consiente. Lo que estaba arriba mío era natural, pero era más allá de lo que conocía. Sobrenatural, disforme y deforme eran las palabras adecuadas. Miedo y embeleso. Sí, aquella cosa era dificil de no mirar, pues había algo en mi sangre, en lo profundo de mi alma que me llamaba a ello, a responderle. ¿Cómo luce? No creo que esta en mi capacidad para definirlo. Era como ver los primeros colores de la aurora y el ocaso guerrear entre sí para darnos un hermoso espectáculo, chocando entre enormes extremidades que se movían constantemente, emanando aquellos vendavales que hacían volar las rocas como si fuesen metras en un juego de un grupo de niños que han terminado su jornada escolar. Oh, de emanantes colores, era dificil discernir que eran, porque podrías pensar que era la aurora encasillada en abanicos que generaban constantes vortex de escombros y polvo, que de vez en cuando eran progenitores de rayos y centellas que terminaban de reducir el lugar a través del fuego. Sentía las llamas alzarse cerca mío, tal vez me he quemado con alguna, pero el dolor no me llamaba, porque algo colosal lo hacía. Estupefacto, no voltee hasta que gritos de dolor me llamaron, a cortos pasos de mí, se acercaba un manantial carmesí, que bañó parte de la blanquecina lana de mí toga. Llego a mis zapatos, pero no quería ver de donde provenía, no quería se los juro por Dios todopoderoso, pero el estruendo me hizo dudar, en mis adentros, que aquel titulo fuera verídico. Jesús perdóname por esta blasfemia, tengo miedo, lo admito.

Pero el miedo fue lo que me hizo subir la mirada a donde se originaba el charco. Ahí estaba, el cuerpo de Antonio sin vida alguna, con sus ojos perdidos en la nada, mientras algo importante fue arrancado de él, su corazón. Ahora, se encontraba en las manos de su padre, que con sus rancios dientes, intentaba despedazar el musculo, hasta que logro arrancar un pedazo, lo masticaba sin importar que la catedral se caía a nuestro alrededor... Dios, vomite como un reflejo, asqueado de tal salvajismo, tal maldición que había caído sobre nosotros. Tal acto llamo la atención del condenado, que cometió un pecado imperdonable. No me dio tiempo el pensar el como o el por qué de sus actos, pues tomaría un impulso al abalanzarse contra mí, lo que lo dejaría sobre mi cuerpo paralizado. No tardo mucho antes de que sus uñas empezaron a desgarrar la piel de mi rostro. Con un alarido de dolor, describía como sentía que mi mejillas eran desgarradas por sus uñas mal cortadas. Con la poca fuerza que me quedaba intentaba apartarlo, mientras el lanzaba sus mandíbulas contra mi antebrazo, que utilizaba en un intento de tomar distancia. El forcejeo nos llevo un rato, hasta que logre empujarlo lejos de mí, con un pedazo de mi brazo en sus fauces. Jadeaba de dolor mientras cubría la zona expuesta con palma, intentando retener las lagrimas. Mientras el endemoniado, porque no hay otra forma de llamar a un ser que hace menos de 2 horas no podía caminar sin depender de su andadera. Por el bendito cielo, la tormenta arrasadora que estaba destruyendo el lugar desprendió rayos que cayeron a nuestra cercanía, lo suficiente para darle en un extremo. Ahora la mitad de su cara estaba derretida tras el impacto, cayendo al suelo, siendo alcanzada por las llamas que esparcía el viento.

Buen señor, ya no quería seguir. Quería descansar en los dulces brazos de nuestra señora de Guadalupe, pero la resignación no es digna de los cielos. Quedarse aquí era un suicidio, y las almas que se suicidan no llegan a las puerta de San pedro. Así que con mis últimos alientos me levante, intentando que el viento no me tumbara, y me dirigí a la salida. Algunos cuerpos de aquellos que asistieron a la misa estaban alrededor de la entrada, aplastados por los escombros, pero solo hizo falta mover un poco las piedras para salir. A este punto, arrastraba mis pies al salir, dando mi mayor esfuerzo en bajar por las escaleras de lo que alguna vez fue el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe. Mi brazo dejaba gotear sangre a mi caminar, pues era una herida que necesitaba ser atendida, pero a mis alrededores, no parecía que quedase nadie. La ciudad de Zamora, o lo que alguna vez fue, se encontraba hundida en el caos. El cielo fue engullido por una tormenta masiva, mientras los suelos eran violados por vendavales, lluvias y rayos. Dios había bajado de los cielos y nos había castigado, el problema para nosotros, es que no era nuestro dios, no era Dios. Lo confirme, cuando me vio a los ojos.

Pensar que lo que destruyo el templo solo fue una pequeña fracción de él, que ahora puedo distinguir que era. Un ala, un ala de alba y ocaso que retorcía la realidad alrededor de él. En Isaías 41:10-20 Dios dijo que no tuviera miedo, porque el es nuestro Dios, pero no siempre fue el dios de esta ciudad. El me vio, con una figura algo distorsionada, como si se intentará acomodar a nuestra realidad, pues los dioses no pertenecen a ella. Con ojos dorados como el oro fundido, sabía que me estaba mirando fijamente desde los cielos, su cuerpo recorría toda la ciudad, pero era dificil distinguir entre las nubes tormentosas y su cuerpo serpentino. Me arrodille con el templo detrás mío, ardiendo hasta que sus simientes quedaran en cenizas, cerré mis ojos, sabiendo que por primera vez en mi vida, sabía que me esperaba al morir, algo mucho peor que cualquier infierno... Dios tenga misericordia de los vivos, y Quetzalcoatl tenga misericordia de Dios.

8 de agosto de 2023. La caída de Michoacán

El imperio purépecha tenia sus propios dioses antes de volverse Michoacán, dioses que repelieron a los mexicas durante cientos de años. Ahora, la gran serpiente emplumada había vuelto para reclamar las tierras que repelieron a su pueblo, pero su pueblo no yacía vivo, su nombre burlado y sus compañeros en un eterno letargo. Para salvar a la humanidad, primero hay que destruir aquello que los ciega. Para las mentes de los débiles, su cuerpo será receptor de fuerzas que corrompen, tal vez antiguos espíritus sirvientes de Curicaveri que intentaban, a través de la sangre, despertar a su señor del fuego, pero era tarde. Tucúpacha estaba dormido, y un nuevo señor del cielo y la vida reclamaba sus dominios. México entro en estado de emergencia, sin saber que nadie podría ayudarlos, para cuando movilizaron fuerzas, LOS DIOSES YA HABÍAN REGRESADO.

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