Chapter 4: The Son Of Poseidon
[Capitulo 4: El Hijo De Poseidón]
[The Lightning Thief]
Ayla POV's
Esa noche, después del ajetreo de la cena, todos se alistaron para capturar la bandera. Por fin llego el momento.
Decir que estoy un poco más nerviosa de lo normal es decir mucho. Annabeth entró acompañada de Luke, los líderes de nuestro bando. Ambos sostenían un estandarte de seda, medía casi tres metros de largo y era de un gris reluciente y tenía pintada una lechuza sobre una ramita de trigo. Por el otro lado entro Clarisse con su propio estandarte, este era rojo fuego, pintado con una lanza ensangrentada y una cabeza de jabalí.
—¿Esas son las banderas? —pregunto Percy a mi lado.
—Así es —le dijo yo—. Tan dramáticos como siempre —dije en voz baja a Percy, quien tuvo que agacharse unos centímetros para escucharme. Mi comentario lo hizo reír.
—¿De verdad, buttercup? —Lo pise con fuerza y eso lo hizo tirar su casco al suelo por la sorpresa y también saltar del dolor—. ¡Mierda, Ayla!
—Ahora, presta atención. —le dije.
—¿Ares y Atenea siempre dirigen los equipos? —negué con la cabeza—. Si el otro equipo captura la bandera, ¿qué hacen?
—Ya lo veras, Percy —le dijo Luke y me sonrió—. Buenas noches, Ayla.
—Buenas noches. —Le dije un poco seca y me volteé a otro lado.
Llámenme loca, pero hay algo en Luke que no me termina de encajar. Es el mejor amigo y crush de Annabeth y nos conocemos desde hace años, por eso estamos juntos muy a menudo, pero eso no significa que me agrade o me caiga en mucha gracia. No me mal entiendan, no me desagrada, pero tampoco me agrada mucho, es un conocido, no un amigo. Es una cuestión de tolerar y aceptar. Tal vez sea su actitud o el hecho de que todas las chicas están locas por él y actúan como bobas a su alrededor, no lo se, solo hay algo que no me gusta y me hace mantenerme alerta a su alrededor.
—¿De que lado estamos? —pregunto Percy.
—Del único que importa, el mío —conteste burlona, Percy me miro confundido y yo rodé o los ojos divertida—. Estamos en el equipo de Atenea. Vamos por la bandera de Ares.
—Y tú vas a ayudarnos. —dijo Luke. Ambos estamos enterados del plan de Annabeth.
Se anunciaron los equipos. Atenea se alió temporalmente con Hermes y Apolo, las dos cabañas más grandes. Ares se alió con los demás; Dionisio, Afrodita, Démeter y Hefesto.
—¿Y que recibimos si ganamos? —preguntó Percy.
—Privilegios. Cosas como; horarios en la regadera, en las tareas, las mejores horas para actividades etc. —Percy asintió.
—¡Héroes! —grito Quirón llamando la atención de todos—. Ya conocen las reglas. El arroyo es la frontera. Se vale todo el bosque. Se me permiten todo tipo de artilugios mágicos. El estándar debe estar claramente expuesto y no tener más de dos guardias. Los prisioneros pueden ser desarmados, pero no heridos ni amordazados. No se permite matar ni mutilar. Yo seré el arbitro y medico de emergencia. ¡Ármense!
Abrió las mesas y estas se cubrieron con equipamiento: cascos, espadas de bronce, lanzas, escudos de piel de buey con protecciones de metal.
—¡Guau! ¿De verdad podemos usar todo esto? —Luke lo miro como si fuera tonto y eso me hizo enojar. Era su primera captura de bandera, no pueden pedirle tanto.
—A menos que quieras que tus amiguitos de la cinco te ensarten. Ten —le paso un escudo del tamaño de un tablero enorme—. Quirón pensó que te serviría.
—¿Qué debo hacer? —antes de que Luke se lo dijera, yo respondí.
—Patrulla de frontera —Percy hizo una mueca y estaba por replicar—. Conmigo —termine de aclarar. El chico suspiro con alivio.
—Ya me estaba preocupando —me dijo divertido—, pero si estas tú ahí, todo estará bien.
Oh. Bueno, eso fue muy lindo de su parte.
—Bueno, empecemos. —dijo Percy moviéndose un poco raro, seguro el escudo le pesaba un montón.
—Alto ahí, tigre —le dije deteniéndolo del brazo—. Ven aquí.
Percy me miro confundido, entonces tomé el casco con un enorme penacho azul profundo que había dejado a un lado y se lo puse en la cabeza. Me sonrió avergonzado con las mejillas rosadas y yo le acomode las correas de su equipo. Se quedo quieto, como si estuviera petrificado y yo seguí ajustando cada correa que veía mal ajustada. Todo con tal de que estuviera cómodo y lograra nuestro propósito. Cuando terminé le sonreí y le di unas palmadas amistosas en el pecho.
—Listo —le dije tomando mi propio casco y colocándomelo. Percy no dejaba de mirarme con sus intensos ojos verdes—. ¿Qué? Me veo linda, ¿verdad? —Luke rio en voz baja.
—Sí, claro. —Me dijo y yo bufé con el ceño frunció. Percy lo miro de reojo y luego a mí. La curiosidad y confusión plasmadas en su cara. Sus ojos me decían que sospechaba de algo, ¿de que? No tengo idea.
—Gracias Luke, pero le estaba preguntando a Percy —aclare, haciendo a Luke hacer una cara de sorprendido, igual que Percy—. ¿Entonces, niño baboso? ¿Qué piensas? —pregunte de nuevo, estaba vez aventando mi cabello hacia atrás, que estaba peinado en una trenza.
—El azul te queda bien, buttercup —me dijo. El tono en su voz se me hizo un poco curioso y le sonreí nerviosa.
¿Qué diablos me pasa? Yo no me pongo nerviosa tan fácil.
—No me digas así. —le dije fingiendo estar molesta.
—¡Equipo azul, adelante! —grito Annabeth.
Hicimos un escándalo, victoreamos, agitamos nuestras armas y la seguimos por el camino de tierra hacia la parte sur del bosque. El equipo rojo nos provocaba con gritos mientras se alejaban hacia el norte. Conseguimos alcanzar a Annabeth a pasos apresurados, prácticamente tuve que jalarlo de la correa para que me siguiera el paso.
—¡Eh! —le gritó Percy a Annabeth y continuamos caminando—. Bueno ¿Cuál es el plan? ¿Tienes algún artilugio mágico que puedas prestarme? —pregunto.
Annabeth se metió la mano en el bolsillo. Yo se que buscaba, su gorra de invisibilidad que le regalo su madre, la diosa de la sabiduría. Era importante para ella, un artilugio mágico, un regalo de alguien importante, como mi brazalete.
—Ojo con la lanza de Clarisse —fue lo único que dijo—. Te aseguró que no quieres que esa cosa te toque. Tú tampoco Ayla, ya te conozco —bufé.
—Que aburrida eres Beth. —Le dije como broma y ella me dio un golpe amistoso en el hombro. Ella era más alta y un poco más alta que Percy.
—Conseguiremos el estandarte de Ares. ¿Te dijo Ayla tu trabajo? —preguntó.
—Patrulla de frontera, sea lo que sea —bufo y yo lo mire mal—. ¿Qué?
—Descuida, es fácil. Solo tienes que quedarte junto al arroyo y mantén a los rojos apartados. Será sencillo, tienes a Ayla para ayudarte —salude con una sonrisa, como si no hubiera estado aquí todo el tiempo—. Déjame el resto a mí. Atenea siempre tiene un plan.
Annabeth acelero el paso, dejándonos solos.
—De acuerdo —murmuro Percy y me miro—, me alegra que me quisieran en su equipo.
Era una noche cálida y con el aire pegajoso. Los bosques estaban oscuros y las luciérnagas brillaban entre los arboles. Annabeth nos ubicó junto a un pequeño arroyo que borboteaba por encima de unas rocas. Era muy bonito, tanto de día, como de noche. Mientras tanto, ella y todo el equipo se fueron entre los arboles.
De nuevo nos quedamos solos.
Esta es una de las razones por las que no me gusta mucho capturar la bandera. Aunque me divierto mucho y es genial, casi siempre suceden en la noche. Y como ya es obvio, me aterra la oscuridad, así que justo ahora, aunque tengo que mostrarme fuerte para darle seguridad a Percy. No puedo demostrar lo inquieta que me siento.
—¿Te dejan usar el arco? —Me pregunto. Miré mi arco y asentí.
—Sí, mientras no le clave flechas a nadie en el cuerpo. —Percy ladeo la cabeza, confundido.
—¿Entonces que sentido tiene? —Yo sonreí presumida.
—Puedo clavar su ropa en algún lado —parecía a punto de replicar—. Percy ¿Qué parte de "la mejor puntería" no entiendes?
—Oh, si, perdón —me dijo avergonzado—. No pensé en eso.
Luego de unos minutos, recordé que mi posición era en los arboles, como arquera me siento mejor teniendo una buena distancia de separación. Bueno, voy a subir. Comencé a alistarme para subir y el niño a mi lado me miraba con curiosidad. Percy se removió a mi lado, moviendo muchos los pies, como si bailara o le dolerán los tobillos. Se que es en parte por el THDA y aunque lo entiendo, estaba comenzando a estresarme y me hacia apretar con fuerza mi espada.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —le pregunte ya desesperada. Percy me miro o eso creía, no puedo ver demasiado bien la oscuridad.
—Sí, perdón —entonces comencé a subir—. ¿A dónde vas? No vas a dejarme, ¿verdad? No se que debo hacer.
—Voy a subir —señale con la cabeza una rama que estaba medio oculta con las hojas y la oscuridad—. Como arquera necesito un mejor ángulo.
—Ah, claro. —me dijo y pego la vista al arroyo.
Subí el árbol con rapidez y me terminé sentando a horcajadas en la rama que vi. Desde este lugar, la luna era mucho más visible y eso me tranquiliza. La luz siempre me tranquiliza.
Mi nombre, Ayla, fue elegido por mi padre desde que supo que yo iba a llegar al mundo. Mi nombre, en griego antiguo, significa "luz de luna" me llamó así en honor a él y su hermana gemela, la diosa de la caza y de las jovenes damas, la diosa Artemisa. Ahora, tanto mi padre como su hermana Artemisa, son los dioses del sol y la luna respectivamente. Mi padre me llamó así por que perdió una apuesta contra su hermana.
Sí, mi nombre se decidió por una apuesta. Ya se, es estúpido.
—Me siento como un idiota. —dijo Percy y suppose que se lo decía a el mismo.
—No solo te sientes, te ves —le dije desde lo alto, mientras me reía. Percy no dijo nada, pero de pronto sentí como una pequeña roca fue arrojada desde el suelo y me golpeaba en el pie—. ¡Hey! —le reclamé. Obvio Percy me la lanzo.
—¿Qué? Yo no hice nada. —se hizo el estúpido, bueno, ya era, pero se hizo más.
—Sí claro, y la roca me la lanzo una náyade. —dije sarcásticamente.
—Tal vez. —me dijo Percy con voz burlona.
—¿Quieres que baje y te de una golpiza? —Percy rio entre dientes.
—Definitivamente no. —me recargue contra el tronco del árbol y suspire.
—Por cierto, Percy. Ese fue un buen tiro, tuviste una muy buena puntería. —le dije sonriendo, aunque él no podía verme.
—Tal vez se me pegó de ti. —solté una risita.
La noche se veía hermosa. Con la luna, estrellas y luciérnagas brillando, aunque la noche me diera mucho miedo, cuando hay un poco de luz, puedo disfrutar un poco de ella. Mis noches más tolerables, mis favoritas, son esas noches de luna llena. Cuando la luna esta en su máximo esplendor y brilla con intensidad.
—¿Estas bien? —escuche la voz de Percy.
—¿Por qué no iba a estarlo? —le pregunte inclinarme un poco. Percy me estaba mirando, ni siquiera me di cuenta de cuanto tiempo llevaba mirándome.
—Te ves.....cansada, creo. —Mire hacia arriba de nuevo.
Ninguno de mis hermanos o hermanas lo sabía, tampoco mis amigos o Annabeth, que era mi mejor amiga. Nadie lo sabía, creo que Quirón y el señor D lo sospechan, pero no han dicho nada sobre eso. ¿Debería ser honesta y decírselo? No se por que, pero sentí un revoltijo en el estomago, algo me decía que debía decírselo.
Negué con la cabeza alejando esos pensamientos.
—Sí estoy cansada —dije, no era del todo mentira—, pero no es eso —ahí va mi boca suelta.
—¿Entonces? —suspire.
—Supongo que, me siento un poco inquieta —Percy bajo la mirada—. ¿Qué pasa?
—¿Es por mi culpa? —pregunto y eso me alarmo.
—¿Qué?
—¿Es por mi culpa? Me refiero a tu inquietud —dijo—. Se que nunca he hecho esto y tú llevabas años haciéndolo. Entiendo que te ponga nerviosa tener que cuidarme, por que soy un inútil. —El remordimiento me gano.
Me sentí muy culpable. Yo hice que Percy se sintiera así.
—Lo siento, no es tu culpa —Percy suspiro, como si le quitara un peso de encima—. Yo, es que también es mi primera vez haciendo la patrulla de frontera.
Eso es cierto, casi siempre estoy encima de los arboles defendiendo la bandera, oculta mientras otro de mis aliados vigila la bandera desde abajo. Incluso de pequeña ese era mi trabajo, todos sabían que mi puntería es la mejor.
—No me mientas para hacerme sentir mejor.
Abracé bien la rama del árbol con mis piernas y me colgué de cabeza de la rama para verlo mejor. Mi trenza estaba rozando su hombro. Percy me miro sorprendido y algo inquieto, temiendo que yo me cayera.
Se giro para verme y ambos quedamos frente a frente. Lo vi pasar saliva y mirarme de arriba abajo.
—¿No te vas a caer? —preguntó.
—¿Crees que lo intentaría si no supiera hacerlo bien? —se encogió de hombros—. No suelo caerme cuando estoy en un árbol.
—Claro. ¿Cómo no lo pensé? —bufó sarcástico y miro al frente, aunque su cuerpo seguía girado hacía mí.
—Percy. —Lo llamé en voz baja, sus ojos verdes me miraron, reflejando la luz de la luna y del arroyo.
—¿Sí? —Preguntó, imitando mi tono.
—Yo nunca miento, no a mis aliados al menos —le dije—. Puedo mentir, sólo si es para sobrevivir. Pero no le miento a mis amigos —él parpadeó confundido—. Es el principio más importante. Al menos para mí.
Percy estaba parado frente a mí, sujetaba con dificultad el escudo y el casco le quedaba muy grande. Sus ojos brillaban reflejando la luna, las estrellas y las luciérnagas, reflejando toda la luz a nuestro alrededor. Parecía un pollito bebé, chiquito, bonito, tierno e indefenso, vestido con armadura y espada. No tiene sentido, lo se, para mí si lo tiene.
—¿Nunca? —preguntó—. ¿Aún si lastimas a esa persona?
—¿Existe otro nunca? —me sonrió.
—Me gusta eso —dijo—. La honestidad.
—A mí también me gusta—le dije—. No te miento cuando digo que lo harás bien y que yo tampoco soy muy buena en esto. No te preocupes por eso, ya verás que al final ganaremos.
—Vamos a ganar —afirmó y yo le sonreí.
—Así se habla —me extendió el puño—. ¿Qué significa eso? —pregunte.
—Se le llama "dar el puño". Es como un saludo o un gesto para celebrar. Chocas el puño sin fuerza con tus amigos y luego haces como si imitaras una explosión. No es difícil. —Me explico.
—De acuerdo —dije yo y extendí mi puño. Percy choco su puño con el mío, mostrándome como se hacía y luego hizo la mímica de la explosión.
—Y luego imitas el sonido, así ¡Boom! —imitó la explosión con su mano, una vez más—. Así es como se hace.
—¡Me gusta! —le dije—. Es divertido —Percy me sonrió.
—Ahora, intentémoslo otra vez, esta vez tú también inténtalo —asentí.
Los dos chocamos los puños sin mucha fuerza y luego imitamos el sonido y la mímica de la explosión. Celebre aplaudiendo y Percy se rio. Me gusto esto de chocar los puños, parecía divertido.
Antes de marearme, regrese a sentarme en la rama del árbol, recargándome en el tronco y Percy regreso a su lugar. El silencio reino por unos minutos. Me relaje recostada en la rama, pensando que al final, la patrulla de frontera no estuvo tan mal. A lo lejos se escucho el sonido de la caracola, rodé los ojos, nos estábamos perdiendo toda la diversión. Estoy segura de que Percy y yo nos divertiríamos mucho más peleando en el bosque que aquí, quietos y aburridos.
Luego de un rato, algo se escucho entre los arbustos. Una especie de gruñido desgarrador, que me hizo apretar el arco en mis manos. Me tensé y de inmediato me puse en posición para lanzar una flecha. Mi arco iluminaba la oscuridad a mi alrededor, igual a una vela o una lámpara brillante.
—Percy. —Lo llame en voz baja.
—Sí, yo también lo escuché. —Vi como tomaba su espada y hacia una pose de batalla.
Al otro lado del arroyo, de pronto, emergieron del bosque cinco guerreros del equipo de Ares, gritando y aullando desde la oscuridad, como unos lobos.
—¡Aplasten a ese mocoso! —grito Clarisse.
Yo me escondí entre las hojas y apunté mi arco. Respire profundamente, bien, Clarisse en el centro, otros dos a la derecha y dos a la izquierda. El viento es muy suave, caliente, es ligero y viaja hacia el norte. Fije mi punto, intentando distinguir con claridad todo a mi alrededor.
El equipo de Clarisse atravesó el arroyo. No hay ayuda a la vista. Todo estaba saliendo justo como en el plan.
—Ayla. —me llamó Percy en voz baja.
—Shhhh, cállate —le dije tan bajo como pude—. Yo no estoy aquí ¿de acuerdo?
Asintió. Cuando los chicos estuvieron cerca, lance mi flecha. Esta viajo por el aire y se clavo justo en el pantalón de uno de los chicos, clavándolo en la tierra.
—¡Hey! —grito y se agacho para quitarla. Aproveche su distracción para clavarle otra en la otra pierna del pantalón y luego una tercera—. ¡Maldición!
Escuche que Percy peleaba con Clarisse.
—¡La bandera esta en esa dirección! —dijo señalando el bosque. Fingiendo un tono más enojado del que estaba realmente.
—Sí —contesto uno de ellos—. Veras, no nos importa la bandera. Nos importa la venganza, contra aquel que ha ridiculizado a nuestra cabaña.
—Pues lo hacen bien sin mi ayuda. —contuve una risa.
Ya que estaban hablando, me asegure de clavar de nuevo el pantalón de ese chico en la tierra, comenzó a ver por todos lados con enojo.
—¡Sal de donde quiera que estes, Barbie cabeza hueca! —me grito Clarisse. Ese apodo por el que me llama desde hace muchos años y el cual odio.
—¡No le digas así! —reclamó Percy y esquivó el ataque de la lanza de Clarisse. Una lanza que le regalo su padre y enviaba descargas eléctricas.
Otro chico le pego en el estómago con su arma. Me mordí los labios, pero me mantuve escondida, no ayudar demasiado era difícil. Annabeth me puso aquí creyendo que yo podría ignorar a Percy y dejar que lo golpearan un poco y confirmar su teoría.
Pero no puedo. Me da remordimiento.
Ignorando la petición de Annabeth, envolví la flecha en mi cuerda y apunte al árbol más cercano. Amarrando la otra punta de la cuerda a la rama, me lance por la cuerda, usando mis guantes para no quemarme las manos. Pase por encima de ellos como a tres metros y a mitad de camino le di un golpe con mi espada en la cabeza a uno de los hermanos de Clarisse.
—¡Maldita Barbie cabeza hueca! —me grito al ser golpeado.
—¡Imbécil! —le grite de vuelta.
En este árbol tengo una mujer o visión. Me puse de pie sobre la rama y apunté hacia otro de los chicos. Con mi buena puntería, me fije cuando la manga de su camisa se despego un poco de su brazo y lance. La flecha se clavo en su manga y lo empotro clavo al tronco del árbol. Esta técnica no es muy buena, solo es para darte tiempo.
—¡Percy, tú puedes! —le grite desde arriba, viendo como los otros tres le daban una golpiza y él trataba de defenderse.
—¡Rubia hueca, sal de ahí! —me grito uno de los chicos, era mucho mayor. Quizás de la edad de Luke. Se nota que no son buenos escalando arboles, si lo fueran, uno ya estaría subiendo para bajarme.
—¡Les he dicho, que no la llamen así! —gritó Percy.
Percy le propino una golpiza con el escudo en la cara. Yo me reí cuando vi la sangre salir de su nariz. Tome otra flecha y me asegure de que el chico del árbol no pudiera sacarse la flecha. Le clave la otra manga en el tronco y otra por si acaso en el extremo del short.
—¡Te odio, estereotipo de rubia estúpida! —me grito.
—¡Yo también te adoro! ¡Y necesitan buscar mejores insultos! —grite con burla.
Percy luchaba contra Clarisse y poco a poco se iba alejando de mí. Alarmada, lo seguí con la mirada, viendo como esquivaba la lanza de Clarisse y trataba de atacar. Su brazo estaba raro y me di cuenta de que estaba sangrando, tenía un profundo corte en su brazo.
—¡Clarisse, no está permitida la sangre! —le recode, aunque se que eso no le importaba.
—Que pena —hizo un sonido de lastima—. Creo que no me tocará postre.
Me quise reír y me contuve, pero se supone que estoy preocupada por Percy. Maldita lunática, eres muy divertida.
Clarisse empujó a Percy al arroyo y yo me acerque bajando con prisas del árbol, creo que es tiempo. Justo como Annabeth lo planeo. Clarisse y los dos restantes se acercaron a Percy, dispuestos a golpearlo. Percy peleo como pudo, como Luke le había estado enseñando en estos días como pelear y no lo hace tan mal.
—¡Vamos, Percy! —le grite corriendo hacia él.
Percy fue atacado por la lanza de Clarisse y temí que le hubiera hecho mucho daño. Pero me sorprendí cuando el chico tomo la lanza de Clarisse y la trapeaba entre el borde de su escudo y la espada. La lanza se rompió como una varita seca y Percy cayo al agua.
—¡No! ¡Gusano, idiota apestoso! —chillo al ver su lanza rota. Y le habría dicho cosas peores, pero el azabache le golpeo en la frente con la empuñadura y la envió tambaleándose fuera del pequeño arroyo.
Entonces se escucharon chillidos y gritos de alegría. Me gire y vi a Luke llegar con la bandera de Clarisse y a nuestro equipo seguirle por detrás. Todos cantaban, gritaban y festejaban, algunos lo estaban cubriendo y oros solo corrían. Los chicos que están golpeando a Percy junto a Clarisse se levantaron alarmados.
—¡Era una maldita trampa! —grito Clarisse.
Trataron de atrapar a Luke, pero ya era tarde. Todo el mundo se reunió en el arroyo y cruzaron a nuestro territorio. Habíamos ganado. La bandera roja se convirtió en otra, reemplazando el símbolo de Ares por el de Hermes. Todos estaban felices, la cabaña once tomo y cargo a Luke en brazos, mientras celebraban.
El juego termino. Ganamos. Percy me sonrió y se acerco hasta mí. Estaba cubierto de sudor y de agua del arroyo. Alce mi mano y él la estrecho con fuerza, con un chasquido fuerte al golpear nuestras manos. Tenía una sonrisa brillante, a pesar d e que le sangraba un poco la nariz y parecía cansado, no soltó mi mano y tampoco hice el esfuerzo de soltarlo, parecía a punto de unirse a la celebración cuando una voz lo llamó desde atrás.
—No esta mal, héroe —dijo Annabeth, todavía invisible, yo sonreí—. No sabía que podías pelear así. Ayla, bien hecho —me dijo.
Percy ladeo la cabeza, confundido y miro a los lados buscando a mi amiga. El aire se estremeció y mi amiga se materializo frente a nosotros. Percy retrocedió unos pasos, apretó mi mano sorprendido y colocándose frente a mí, como un escudo. Cuando vio que se trataba de Annabeth se relajo.
—Bien hecho, a los dos —su gorra estaba en sus manos. Percy se miraba furioso.
—Me usaste como cebo —la indignación era evidente—. Me pusiste aquí por que sabías que Clarisse vendría por mí, mientras enviabas a Luke al flanco —luego se giro hacia mí, me soltó la mano con fuerza, como si le diera asco—. Y tú lo sabías. Ustedes lo planearon todo.
—Percy. —no supe que decir. Annabeth se encogió de hombros.
—Te lo dije. Atenea siempre tiene un plan. —Permanecí callada, avergonzada.
—Un plan para que me maten. —Gruño.
—Eso no es cierto. Vine tan rápido como pude y dejé a Ayla contigo por si necesitabas ayuda. Se que ella te ayudo y yo estaba a punto de ayudarte también, pero —se encogió otra vez de hombros—, no necesitabas mi ayuda. Tampoco la de Ayla.
—¿Eso es cierto? —me miro a los ojos. Lucían tan tristes y decepcionados— . ¿Sabías todo esto? ¿Por eso te escondiste en los arboles?
—Percy yo....—pase saliva con nervios. Los ojos verdes me miraron con más intensidad.
—Dijiste que no dices mentiras —comenzó—. Entonces dime, ¿es verdad? ¿Me dejaste solo por que era parte del plan de Annabeth? —baje la cabeza, tampoco me gusto el plan.
—Lo siento, tampoco me gustó la idea. —Fue lo único que dije.
—Ayla....—estaba a punto de decir algo, pero Annabeth señalo su brazo.
—¿Cómo hiciste eso? —pregunto.
—¿Cómo hice que? —preguntó molesto. Entonces lo note.
El brazo de Percy se estaba curando solo. La sangre desaparecía, como borrada por las gotas de agua que caían de su piel. Mire hipnotizada el movimiento, era fascinante. Como si las gotas limpiaran las impurezas de su piel, todas las heridas y moretones.
—Tú brazo. —Susurre. Annabeth tenía razón, otra vez.
—Sí, es una herida. No me la hubiera hecho si me ayudaban un poco.
—No, Percy, era una herida. —contesto mi amiga.
Percy se miro el brazo con incredulidad. La herida se hizo cada vez más pequeña, hasta que finalmente desapreció.
—¿Cómo...? —se pregunto.
—Sal del agua. —ordeno Annabeth. Percy no se movió.
Tome su mano y lo jale con suavidad para sacarlo del agua. Tan pronto como salió, su cuerpo se vino abajo, igual a un juguete al que se le acaban las baterías. Lo sostuve en mis brazos, sintiendo como su barbilla se acomodaba en mi hombro. Mi rostro quedo pegado de un lado a su cabello. Me llegó un sutil aroma que cada vez se hacía más intenso, un aroma a sal, luego distinguí el aroma a la playa. Percy olía como una brisa en la playa.
—Lo siento. —me dijo. Su voz me acaricio la piel desnuda de mi mandíbula y oreja. Tan cansada y suave.
—Esta bien, te tengo. —pude sentir como sus piernas flaqueaban y sus brazos estaban caídos, igual a unos spaghettis remojados.
—Oh por Estige —maldijo Annabeth detrás de mí—. Tenía mis sospechas, pero no pensé que realmente fueran ciertas.
—Esto no es bueno...—susurre y Percy me escucho, pues prácticamente tenía su oreja pegada a mi boca.
Antes de que lográramos decir algo más, un potente rugido resonó en el lugar. Los campistas se juntaron, acercándose y protegiéndose las espaldas. Algunos gritaron maldiciones en griego y otros buscaban sus armas. Y de las sombras, situado en las rocas encima de nosotros, apareció un enorme perro negro.
No pude soltar a Percy. No puedo dejarlo solo, no otra vez.
Annabeth desenvaino su arma, al igual que todos. El perro nos miraba fijamente, corrección, estaba mirando a Percy. Sentí el terror recorrerme todo el cuerpo.
—¡Percy, Ayla, corran! —grito Annabeth.
Me puse el brazo de Percy alrededor de los hombros y Annabeth trato de interponerse entre el perro y nosotros. Pero fue muy tarde. El perro saltó sobre ella y se abalanzo encima de nosotros. Caímos de espaldas y el perro rasgo nuestra armadura. Sentí un hilo de sangre recorrer mi brazo y advine al suponer que me había rasgado el hombro derecho con sus garras. Grite de dolor. Me removí bajo el perro y me di la vuelta sin soltar a Percy de la mano. Escuché algunos sonidos de algo siendo rasgado y supuse que era nuestras armaduras, me removí con más fuerza y logré sacar el brazo. Con mi mano tome mi espada en el suelo, de un solo movimiento, la tome y le clave la espada en la pata y rasgando mi brazo por consecuencia.
—¡Ahora! —grite. Mis hermanos arqueros me hicieron caso y una ráfaga de flechas fue lanzada. Solté la espada y me cubrí como pude. Percy también temblaba a mi lado y apretaba mi mano con tanta fuerza que nuestros nudillos estaban blancos.
El perro cayo muerto sobre nosotros. Por un milagro seguíamos vivos. Agradecí a ojos los dioses en general y a mis compañeros campistas. Un poco más y seriamos la cena.
Quirón troto hacia nosotros. Entre todos los que estaban a nuestro alrededor, comenzaron a empujar al perro del infierno, para sacarnos de ahí. Fuimos liberados y solos nuestros pies seguían atrapados. Me quede acostada boca abajo, respirando con fuerza y sintiendo la sangre y el aire frío recorrer varios puntos de mi cuerpo. Percy estaba a mi lado, también cansado y aún apretando mi mano.
—¡Di inmortales! —gritó Annabeth y se sentó a mi lado— ¡Traigan una manta o algo para cubrirse!
Me pregunté por que decía eso, hasta que sentí la brisa darme en la espalda.
Ah.
El perro del infierno me había rasgado la espalda y mi armadura ya no existía, eran tirones en el suelo. Mi camisa tenía zarpazos en la espalda y hacia que se me viera todo, goteaban sangre y dejaban expuesta parte de mi piel. Uno de mis hermanos se saco el suéter y se lo paso a Annabeth, ella me lo puso encima, cubriéndome de la mirada de todos.
—Gracias Michael. —Le susurre antes de que se fuera y me sonrió.
Mire a mi lado, Percy también tenía zarpazos en su pecho y respiraba con dolor. Pudimos habernos muerto. Estaríamos ahora mismo con....mm...el señor de haya abajo.
—Un perro del infierno —susurro Luke, me sentí mal por él. Su victoria quedo atrás por este percance inesperado—. ¿De donde salió?
—¡Lo ha invocado Percy! ¡Ellos tienen la culpa de todo! —nos señalo a los tres y tuve ganas de pegarle, pero no pude estando herida en el suelo.
—Cállate. —dijo Quirón.
El cadáver del perro del infierno se convirtió en sombras y luego se fundió con el suelo hasta desaparecer de la tierra.
—Están heridos —dijo Annabeth—. Rápido Percy, metete al agua.
—Estoy bien —dijo él, mientras se sentaba. Yo intente hacer lo mismo, pero mi hombro y pecho me ardían. Annabeth me ayudo a sentarme.
—No, no lo estas —dijo ella—. Metete en el agua. Quirón, por favor ven.
Quirón llegó y Percy hizo lo pedido, se levanto con dificultad y al estar de pie, notamos que aún sostenía mi mano estirada. Me ayudo a levantarme y yo aproveche para ponerme el suéter como era debido, subiendo mi ropa interior y camisa rasgada. En cuento Percy se metió al agua, las heridas de su cuerpo empezaron a cerrarse.
—Impresionante —dijo Quirón.
Todos los campistas reaccionaron igual, con la boca abierta y los ojos pegados en Percy. Arriba de su cabeza, igual de brillante que una antorcha, un tridente apareció, era mucho más grande que todo el cuerpo de Percy y emitía una luz verde.
—Tenías razón —le dije a Annabeth. Ella abrazo mis hombros, ayudándome a mantenerme en pie—. Percy es hijo de Poseidon. Puede que sea el de la profecía.
—Yo no se como.....—susurro y me miro con sorpresa, yo le sonreí.
—Mira sobre tu cabeza —me obedeció, cuando volteo, la señal ya se estaba desvaneciendo, pero si alcanzo a verla—. Felicidades, Percy, fuiste reclamado por tu padre.
—¿Mi padre? —pregunto perplejo. Yo le asentí con una sonrisa pequeña.
Todos los campistas empezaron a arrodillarse, incluso los campistas de la cabaña de Ares, Annabeth se inclino respetuosamente y Percy me miro como si estuviera entre asustado y nervioso. Me incliné como pude, cerrando los ojos y cerrando por que todo saliera bien.
—Poseidon —repitió Quirón—. Sacudidor de tierras, portador de tormentas, padre de los caballos. Salve Perseus Jackson, hijo del dios del mar.
—Salve Perseus Jackson, hijo del dios del mar. —Repetimos todos como un mantra, aún con la cabeza agachada.
—¿Qué...es enserio? ¿Ayla? —me pregunto viéndome a los ojos. Ahora entiendo por que sus ojos me recordaban tanto al mar o por que su cabello me olía como a la playa.
—Sí, es enserio —le sonreí. Ahora que rodó estaba tranquilo, empece a sentir los estragos de mi cansancio y para mi mala suerte, yo no tengo esa habilidad de curarme de inmediato, puedo curar y curarme, pero tarda un tiempo.
—Ayla yo....—su voz se distorsiono.
Vi que su boca se movía, tratando de hablarme, pero solo escuché un eco lejano y un pequeño zumbido en los oídos. Mi vista se nublo y todo me dolía, sentí unas fuertes ganas de vomitar y me aferré a las manos de Annabeth que me sujetaban.
—Que bueno.....que estas bien...—fue lo único que pude decir antes de que mis piernas fallaran, sentí mis rodillas golpearse contra la tierra húmeda, escuché el eco de varios gritos, vi sombras rodearme y todo se volvió negro.
.....
Desperté en la enfermería.
El sol me pegaba en los ojos, mi cabello estaba peinado en una trenza y mi cuerpo se sentía tan pesado, igual que el metal. Trate de levantarme y me ardió la espalda. Mi pecho estaba rodeado de vendajes y tenía una puesta una camisa de botones amarilla pastel, los botones no estaban abotonados, así que pude ver mis vendajes y mi estomago descubierto. Era mi pijama de ositos amarilla.
—Mi pobre pijama. —Dije notando como mi vendaje tenía algunos manchones de sangre y, por ende, mi pijama también.
Los vendajes me rodeaban el pecho y pasaban por mi clavícula, una parte me atravesaba el hombro, como una de esas camisas de una sola manga. Entiendo por que me eligieron este pijama, así cuando tuvieran que cambiar los vendajes de mis heridas, sería mucho más fácil. Solo me haría a un lado la camisa y podrían cambiarla.
Busque con la mirada un vaso en el buró junto a la cama. En ese lugar siempre hay un vaso con néctar o con agua, pero no hay nada.
—Que sed de mierda —susurre para mi misma. Mi garganta me ardió, se sentía rasposa, parecida a una lija. Estaba sola, o eso creí.
—Estas despierta —dijo una voz a mis pies. Asustada, tomé mi almohada y la lancé por puro instinto—. ¡Ayla! —reclamo la voz.
—¡Aléjate, monstruo fétido! —grite lanzado otra almohada.
—¡Ayla, soy yo! —grito. Entonces me di cuenta de que se trataba de Percy.
Los ojos verdes me miraron con reproche, sus cejas oscuras estaban fruncidas y sostenía la almohada que le lancé. Sus ojos se desviaron por un momento de mi cara, hacia abajo, estoy cien por ciento segura de que fue un reflejo. Igualmente me sonrojé por la vergüenza y de inmediato cubrí mi pecho con mis brazos, aunque no se veía casi nada, todo estaba cubierto por vendajes. Percy también se sonrojo, lo vi mal y aparto la mirada en lo que yo terminaba de abotonar la camisa.
—¿Qué haces aquí? —pregunte terminando de abotonar mi camisa. Note con diversión, que Percy se tapaba el rostro con mi almohada.
—Vine a ver como estabas. —Rodé los ojos.
—Eso puedo notarlo. Me refiero a por que estas aquí ¿Por qué quieres verme?
Percy suspiro y le dije que podía bajar la almohada. Sus mejillas seguían rojas.
—Tú me cuidaste cuando estuve aquí —me dijo—. Sólo quería hacer lo mismo.
Eso me hizo sonreír.
—Gracias, pero cuidarte era mi trabajo —Percy bajo la mirada—. No tienes por que sentirte comprometido conmigo.
—No es eso. Sólo....quería verte —sus mejillas estaban rojas y creo que las mías también.
—¿Dónde están todos? —pregunte. Era raro que uno de mis hermanos no estuviera por aquí—. Todavía tengo sed.
—¡Oh! Claro, perdón —vi como tomaba un vaso detrás de él y se sentaba a mi lado, en la cama—. Me dijeron que te diera esto.
Néctar con hielos y un popote. Sonreí, cuando levanté mi mano para tomarlo, mi brazo dolió mucho. Olvide la herida en mi hombro.
—Yo te lo doy. —me dijo al notar que no puedo.
Percy me acerco el popote con cuidado y yo lo tome entre mis labios. Entre más tomaba, mejor me sentía. Me supo a helado de chocolate con menta, mi favorito. Tome despacio, disfrutando de la sensación de alivio en mi garganta y también disfrutando del sabor.
—¿A que sabe? —me pregunto sonriendo.
—A helado de chocolate con menta. —respondí. Es normal que preguntemos eso por aquí. A todos nos sabe diferente la ambrosía y el néctar.
—Eso es asqueroso. —dijo haciendo una mueca. Yo deje de beber solo para mirarlo mal.
—No insultes al helado de chocolate con menta en mi presencia. —Percy bufó.
—Sabe a pasta de dientes con chocolate. —hizo cara de asco.
—¡Claro que no! —me sonrojé y me abstuve de contarle que, cuando yo era más pequeña, había veces donde no tenía nada para comer y me veía obligada correr al baño y tragar cucharadas de pasta de dientes para calmar mi hambre.
—Sabe extraño.
—Es para paladares finos. —Me burle. Percy sonrió.
—Lo que digas, buttercup. —Rodé lo ojos ante el apodo.
Si él me puso uno, creo que tengo el derecho a ponerle uno también. Lo pensé un momento y terminé escogiendo uno.
—Sí, lo que yo diga. Cabeza de percebes, niño percebe...—Percy me miro indignado.
—¡Oye! —lo interrumpí.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí sesos de alga? —dije otro apodo y continué tomando de mi manjar. Percy rodó los ojos y me miro mal.
—Una semana —escupí el néctar en su cara—. ¡Ayla! —me reclamo. Me ahogue mientras tosía. Percy se ría al ver mi cara y dejo el vaso ya vació en el buró junto a la cama de la enfermería.
—¡Es broma! Debiste ver tu cara —se rio a carcajadas—. Llevas aquí una noche —suspire aliviada y le pegue en el estomago con mi pie. Percy no dejo de reír y se sujeto el estomago.
—Eso es por asustarme —le dije. Luego de uno segundos, por fin dejo de reír— . ¿Qué fue lo que paso?
Su rostro cambió. De la nada estaba muy serio. Me asuste.
—Fuimos atacados por perro del infierno ¿Lo recuerdas? —asentí—. Después de que, bueno, mi padre me reclamara. Tú te desvaneciste en los brazos de Annabeth. Michael, Lee, Annabeth, Quirón y yo te trajimos aquí. Tus hermanos se encargaron de curarte, luego de que, bueno, Annabeth te cubriera un poco.
Me sonroje. Oh por los dioses, que vergüenza.
—¿Y luego que paso?
—Quirón estaba muy preocupado. Algunos campistas fueron a buscar un lugar donde pudo haber entrado, pero todo indica que fue invocado aquí. Por un campista.
—Oh Dioses —exclamé pasando las manos por mi cara—. ¿Por que no podemos tener una vida tranquila?
—Me gustaría saber eso también —suspiro—. ¿Hay algo que necesites?
—Sí —quite mis manos de mi rostro—. Quiero salir.
—No se si sea buena idea....—le hice ojitos de perrito y un puchero, Percy hizo una mueca, lo estoy convenciendo—. Ayla, no lo se. Tus heridas se veían bastante feas, no se curaron como las mías. Primero tengo que preguntarle a Quirón o a alguno de tus hermanos.
—Por favor. Soy una hija de Apolo, la luz solar me hará bien —me miro con ojos indecisos, junte mis manos como súplica y le hice ojitos, aumentando mi puchero.
—Mmm....—suspiro derrotado—. Está bien, vamos.
—¡Gracias! Odio estar encerrada. —Percy se quedo esperándome, mientras tanto, con mi brazo bueno, hice a un lado la sabana y me levanté.
El mundo tambaleó por un segundo, estaba tan cansada que mareaba con solo estar de pie, que horror. Cuando sentí que me iba a caer Percy me sostuvo por la cintura. Se paro a mi lado y tomo mi brazo bueno para colocarlo sobre sus hombros. Le sonreí como agradecimiento y caminamos lado a lado hasta salir de la enfermería. El viento me golpeó la cara, al igual que el olor a las fresas, tierra mojada y la luz del sol.
Percy me ayudo a bajar los escalones y me llevó al lugar plano más cercano. Desde ahí pude ver gran parte del campamento. El sol estaba en lo más alto, cubierto apenas por unas nubes blancas y esponjosas. El clima tal y como me gusta.
—Se que voy a sonar como una exagerada —comencé, Percy me ayudo a sentarme en el césped y se sentó a mi lado—. Pero ya quería sentir el sol en mi piel.
—Sólo fueron unas horas. —río Percy.
Sí, pero fueron de las horas más aterradoras de mi vida y de nuevo, todo siempre me ocurría en la oscuridad, en la noche.
—Sí, pero igual lo extrañé —dije y cerré los ojos disfrutando de la sensación.
El sol me daba en la piel, no de esa forma molesta que hace que te piquen los ojos. Era más parecido a cuando estas en la playa tomando el sol o cuando el sol te calienta en un día muy fresco después de la lluvia. Así me siento ahora. Sentí la mirada de Percy, igual a esa sensación de que alguien te observa. Abrí uno de mis ojos y si, me estaba mirando. Bueno, miraba mi pierna.
—¿Te diviertes? —le pregunte. Percy soltó un pequeño jadeo de sorpresa— . ¿Entonces? ¿Te diviertes? —repetí.
—¿Qué? Claro que no. —Respondió sin mirarme a los ojos, aún viendo mi pierna derecha.
Mi pierna derecha tenía una enorme cicatriz, me atravesaba desde la mitad del muslo, hasta debajo de la rodilla. Fue la enorme cicatriz que me gané cuando llegué al campamento, en mi enfrentamiento con el minotauro. Por más que mis hermanos trataron, no lograron hacer que no que mi cicatriz desapareciera. Cargaría con ella toda mi vida. Por suerte estos nuevos zarpazos (los de mi espalda) no eran tan graves para necesitar puntadas o dejarme cicatrices, me recuperaría sin marcas. Bueno, no unas feas. Quizás unas delgadas líneas como mucho.
—¿Te dolió? —me pregunto—. Es una pregunta estúpida, perdón —me reí.
—Que bueno que lo reconozcas —Percy me miro con reproche—. Pero sí, me dolió mucho.
—¿Puedo preguntar como te la hiciste? —suspire, no era un tema del que me gustara hablar.
—Ya me preguntaste —le dije contestando su pregunta—. Me hice esta cicatriz el día en que llegué al campamento, en un enfrentamiento. Casi no se ve por que no suelo usar shorts. No me gusta verla.
Me da vergüenza. Y todavía más con Percy presente. Es decir, el minotauro que me causo esta cicatriz y del que muy apenas pude escapar, es el mismo que Percy derroto en su primer día como mestizo. Yo me había enfrentado a monstruos antes que ese. Nada muy grave, logre arreglármelas para escaparme de varios de ellos y dejarlos malheridos con una pequeña daga. Fue lo único que me lleve de mi casa cuando mi madre murió.
—Se ve, muy dolorosa. —Sus dedos temblaron, supuse que quería tocarla. Pero no, yo no dejo que nadie la toque.
—No lo es. Solo dolió los primeros días. —Fueron meses de agonía y dolor, ya que no podía tomar néctar y ambrosía tanto tiempo. También tenía mi pie roto y varios cortes en todo mi cuerpo.
Pase meses sin salir de mi cama por el miedo. En ese aspecto, Percy era mucho más fuerte y valiente que yo.
—Entiendo, lo lamento. —Percy no dijo nada más.
—No tienes por que —le dije—. No es como que tú me la hubieras hecho. Además, ya pasaron varios años, ya no me molesta.
—Es increíble —dijo Percy—. ¿Puedo tocarla?
—No. —se encogió de hombros.
—Está bien, solo era curiosidad. —me dijo.
—No dejo que nadie la vea, mucho menos que alguien la toque —Percy me sonrió.
—Eso está bien —me dijo—. No es necesario explicar, si no quieres algo, con decir que no debería bastar.
—Gracias por entender.
Ninguno de los dos dijo nada más. No fue necesario. Nos quedamos sentados en el césped, lado a lado, disfrutando de sol y la brisa fresca de la mañana.
.....
¡Hola! Se moi, la autora :D
Cómo ya había dicho, subiré dos capítulos cada lunes y cada viernes. Espero que les gusten mucho. Esté fue uno de mis favoritos jaja, más que nada por la interacción de Ayla y Percy en la patrulla de frontera.
Espero que les haya gustado mucho y que esperen más momentos como ese entre ellos dos. Por que hay muchos.
Voy a contarles un secreto....tienen que poner atención, por que en todos los capítulos, voy dejando pistas de cuál es el defecto fatídico de Ayla. ¿Ya tienen una idea de cuál es? ¿No? No pasa nada, se irán dado cuenta más adelante.
Dicho esto, no olviden comentar y votar en todos los caps, me ayudan mucho con eso y me hace feliz.
Ahora sí, se despide su autora. ¡Au revoir!
;D
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