
21
Lisa estaba cansada de luchar.
Toda la semana había intentado mantener las cosas bajo control. Ignorar a Jennie, no pensar en su boca, en su piel, en cómo la hacía sentir con solo una mirada. Pero Jennie Kim no era de las que se rendían.
Y Lisa... tampoco.
Por eso, cuando Jennie apareció esa tarde en la biblioteca—otra vez—con su típica sonrisa de niña malcriada, Lisa supo que no iba a salir de ahí ilesa.
—¿Me extrañaste? —Jennie se dejó caer en la silla frente a Lisa, cruzando las piernas con una elegancia irritante.
—No. —Lisa ni siquiera levantó la vista de su libro, aunque su cuerpo entero estaba consciente de cada movimiento de Jennie.
—Mentirosa —susurró la castaña, inclinándose sobre la mesa—. No has dejado de pensar en mí, ¿cierto?
Lisa apretó la mandíbula, negándose a morder el anzuelo. Pero Jennie no se detuvo.
—Te he dado espacio, Manobal. Pero me estoy cansando de esperar.
—¿Esperar qué? —La mirada de Lisa se levantó lentamente, encontrándose con los ojos oscuros de Jennie.
—A que dejes de fingir que no te mueres por tocarme.
Un silencio denso cayó entre las dos. Lisa sintió su control resquebrajarse. Jennie la provocaba con cada palabra, cada gesto, y lo peor era que lo sabía.
—¿Eso es lo que quieres? —La voz de Lisa bajó una octava, más grave, más peligrosa.
Jennie asintió con una sonrisa lenta y confiada.
—Eso y más.
Lisa cerró el libro con un golpe seco. Si quería jugar, entonces jugarían a su manera.
—Levántate.
La orden fue firme, y por un momento, Jennie pareció sorprendida. Pero no dudó en obedecer. Lisa también se puso de pie, agarrando la muñeca de la castaña y tirando de ella con decisión.
—¿A dónde vamos? —preguntó Jennie con una risa suave mientras la seguía por los pasillos desiertos.
—A darte lo que llevas semanas pidiendo.
Lisa no estaba pensando con claridad, y honestamente, ya no le importaba. Su paciencia había llegado al límite.
Entraron al antiguo salón de audiovisuales, uno que casi nadie usaba. Lisa cerró la puerta con seguro antes de acorralar a Jennie contra la pared.
—¿Esto es lo que quieres, Kim? —susurró contra sus labios.
Jennie no respondió con palabras. En su lugar, deslizó las manos por el cuello de Lisa, jalándola hasta que sus bocas se encontraron en un beso feroz, hambriento, sin ningún tipo de suavidad.
Lisa gimió contra sus labios, dejando que semanas de frustración explotaran. Sus manos viajaron por la cintura de Jennie, apretándola contra ella como si quisiera fusionarlas. Jennie, por su parte, no se quedó atrás. Sus dedos se enredaron en el cabello oscuro de Lisa mientras profundizaba el beso, haciéndola temblar.
—¿Esto es todo lo que tienes? —provocó Jennie, jadeando cuando Lisa descendió por su cuello, mordiendo suavemente la piel sensible.
—Ten cuidado con lo que deseas. —Lisa sonrió contra su clavícula antes de morder un poco más fuerte, arrancándole un suspiro ahogado.
La tensión acumulada entre las dos se desató como un incendio. No había espacio para las dudas, para los juegos. Lisa la tenía atrapada contra la pared, y Jennie no quería estar en ningún otro lugar.
—Admítelo —susurró Lisa, sus labios rozando el oído de Jennie—. Te encanta cuando pierdo el control.
—Me encanta todo de ti —respondió Jennie sin un atisbo de vergüenza, deslizando las manos bajo la sudadera de Lisa.
Lisa rió suavemente, pero la risa se desvaneció cuando Jennie arqueó las caderas contra ella.
—Vas a volverme loca.
—Ese es el plan.
El aire se volvió más denso, más caliente. Lisa ya no intentaba resistirse. Por primera vez, dejó que Jennie la desarmara por completo, y lo peor de todo... le gustaba.
Y para Jennie, eso era una victoria absoluta.
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