
12
Lisa pensó que, después de aquella tutoría, Jennie se daría por vencida. O al menos, que le daría un respiro. Pero, por supuesto, no lo hizo.
Al día siguiente, la castaña estaba sentada en su lugar antes de que Lisa llegara, cruzada de piernas y con una sonrisa de satisfacción pintada en el rostro. Como si supiera que estaba ganando una guerra silenciosa.
—Llegas tarde, Manobal —murmuró Jennie cuando Lisa dejó su mochila sobre la mesa.
—Llegué a tiempo —corrigió Lisa, sin mirarla—. Y no empecemos con tus tonterías.
—Oh, tan gruñona... me encantas.
Lisa negó con la cabeza, sentándose a su lado y abriendo el cuaderno.
—Vamos a repasar álgebra. Si sigues así de distraída, no aprobarás el examen.
—Tal vez me concentre más si te relajas un poco —susurró Jennie, inclinándose hacia ella, lo suficiente como para que el perfume caro que usaba se colara en sus sentidos.
Lisa apretó la mandíbula. Estaba acostumbrada a su coqueteo, pero últimamente, Jennie lo estaba llevando a otro nivel. Como si hubiera decidido derribar sus defensas a cualquier costo.
—Concéntrate —advirtió Lisa, aunque su propia mente no estaba haciendo un gran trabajo en mantenerse enfocada.
Jennie la miró durante un largo momento, en silencio, y luego se acercó más. Demasiado más.
—¿Qué pasa, Lisa? —murmuró en voz baja, con esa sonrisa ladeada que la volvía loca—. ¿Te pongo nerviosa?
Lisa soltó una risa seca, intentando ignorar cómo el calor le subía por el cuello.
—No me hagas reír, Kim.
—No me estás respondiendo.
—Porque no vale la pena —replicó Lisa, pero sus manos se tensaron sobre el cuaderno cuando Jennie inclinó la cabeza, dejando que un mechón de su cabello cayera sobre su rostro.
—¿Y si te beso? —La pregunta salió con una suavidad peligrosa.
Lisa levantó la vista, dispuesta a poner un alto a sus provocaciones. Pero no esperaba que Jennie estuviera tan cerca, con la mirada fija en sus labios como si fuera a probarlos en cualquier momento.
—No lo harías —susurró, más para convencerse a sí misma que a Jennie.
—¿Ah, no? —Jennie sonrió con malicia, inclinándose aún más, hasta que sus labios apenas rozaron la comisura de los de Lisa. Un roce que no era suficiente, pero que dejó una chispa ardiendo en el aire.
Lisa contuvo la respiración. Su mente le gritaba que se alejara, pero su cuerpo estaba demasiado consciente de lo cerca que Jennie estaba.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó en voz baja, sin moverse.
—A ti —Jennie lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo. Y, para enfatizarlo, deslizó lentamente su mano por el muslo de Lisa, apretando suavemente antes de subir hasta su cadera—. ¿Es tan difícil de entender?
Lisa apretó los labios, su resolución tambaleándose peligrosamente.
—Esto es un juego para ti...
—No lo es —Jennie negó con firmeza, acercándose hasta que sus narices se rozaron—. ¿O necesitas más pruebas?
Lisa no estaba segura de quién se movió primero. Sólo supo que, un segundo después, sus labios chocaron con los de Jennie en un beso caliente y lento. No había delicadeza, sólo la tensión acumulada durante semanas desbordándose en un contacto que ninguna de las dos pudo seguir evitando.
Jennie gimió suavemente contra su boca, deslizando su mano debajo del suéter de Lisa, acariciando la piel caliente de su cintura.
Lisa debería haber detenido todo. Era lo lógico, lo racional. Pero cuando Jennie mordió su labio inferior y sus uñas se clavaron ligeramente en su cadera, todo su autocontrol se fue al carajo.
—Estás jugando con fuego, Kim... —murmuró, separándose apenas para tomar aire.
Jennie sonrió contra sus labios, triunfante.
—Siempre me ha gustado el calor, Manobal.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro