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tres

JIMIN.

Abrí la puerta principal tan lentamente que casi pude escuchar cada engranaje sonar y Dido estaba desesperado por bajarse de mis brazos. El corazón me saltaba del pecho como si hubiese corrido en un maratón. Eso sólo hizo que me doliera más la cabeza.

Dido corrió directamente dentro de la casa y yo cerré la puerta tras de mí igual de lento. No sé a qué le tenía miedo, si al hecho de entrar a mi nueva casa o porque sabía que no volvería a salir de ella pues no tendría otra. 

Esta ahora era mi casa.

Dejé caer mi maletín a un lado y entonces mis ojos se abrieron para poder absorber visualmente la maravilla que tenía en frente de mí: Calicó. Hogareña, llena de madera, olor a pino, grandes muebles de roble, una escalera de caracol en mi frente, una gran biblioteca que abarcaba los dos pisos, un ventanal detrás de la escalera que dejaba ver el patio trasero, chimenea, sin televisor, y... otros misterios que mi vista no alcanzaba a descifrar.

El espacio era amplio, en mi frente estaba a cierta distancia la imponente escalera de caracol hecha de madera con detalles en rojo en el pasamanos. A la izquierda de ella toda la pared era una gran biblioteca que abarcaba dos pisos. Caminé hacia mi derecha donde me encontré con un escalón y un pasillo que me abrió a una gran sala con chimenea y acolchados muebles de roble. Un piano, un tocadiscos y a la derecha de allí, la cocina. No era muy grande y estaba mayormente repleta de azulejos. 

Seguí caminando hasta encontrarme con lo que parecía ser un salón de baile donde había otra chimenea y grandes cuadros que luego me pondría a estudiar, investigar y descifrar. Uno o dos baños se me atravesaron por el camino. 

Las decoraciones eran preciosas y cada adorno sentí que tenía un significado como una linda estatua al lado de uno de los muebles donde dos personas sin sexo definido bailaban.

Vi que Dido empezó a olisquear el piano y lo amenacé en voz alta si se atrevía a marcarlo pero inmediatamente dirigió su atención hacia las escaleras y se puso a ladrar como un loco.

— Oye Dido, entiendo que este ambiente es nuevo para ti pero si hubiese fantasmas en este sitio seguramente ya los despertaste a todos —digo arrugando mi ceño mientras levantaba mi dedo índice como si de verdad él pudiera entenderme. 

Me paré al borde de las escaleras y tomé aire. La cabeza todavía me dolía pero eso no haría que no inspeccionara mi nuevo hogar, así que, con mucho cuidado sin hacer que los escalores rechinaran (y no lo hicieron) subí hasta el segundo piso. Igual de grande que el piso de abajo.

Acá lo primero que alcancé a ver fue una comoda, un espejo y un portarretrato vacío. 

Podré una foto de Taehyung y yo allí. 

A la derecha el remanente de la biblioteca, a la izquierda un pasillo que se bifurca en dos lados. 

Antes de seguir mi inspección miré a través del gran ventanal desde el cual pude ver el patio trasero y fue precioso. Hay un desgraciado lago allí. 

¿Cómo podía ser tan afortunado? 

Fui a través del pasillo y me encontré con dos habitaciones y un baño en la bifurcación izquierda. Mi cuarto sería el que tiene la cama gigante porque la del otro cuarto no es tan excesiva y a mí me gusta estirarme, aunque probablemente Taehyung se cuele algunas noches y termine durmiendo conmigo. Somos dos koalas.

Somos los mejores amigos del mundo sin ningún sentido romántico entre nosotros. 

Me llamó la atención la única habitación que estaba del lado derecho del largo pasillo y parece que a Dido también cuando empezó a retorcerse entre mis brazos para ir hacia esa puerta.

— Ve a olisquear —le dije soltándolo mientras abría la puerta pero me fijé que tenía llave. Fruncí el ceño y al momento no le di importancia. Dido siguió ladrando como un lunático y tuve que llevármelo hacia abajo de nuevo para darle de comer.

Nuestra nueva casa era hermosa, algo fría pero hermosa.

El viento sopló por detrás del cristal del gran ventanal y silbó como un fantasma agónico en busca de compañía. Tendría que acostumbrarme a los sonidos del viento, la madera crujiendo y quién sabe que más.

Dido se puso a comer las galletas que llevaba guardadas en el maletín y yo aproveché para tomarme un analgésico. Recé internamente porque Taehyung llegara con nuestra comida o la hipoglicemia y la migraña me iban a desmayar.

Me senté en la mesa de la cocina y traté de aprenderme el lugar de las cosas, después de todo la casa está equipada y por suerte había agua y jugo de naranja en el refrigerador, me serví un vaso y me fui hasta la biblioteca para ver qué ejemplares había allí.

Hileras e hileras de libros que podría contar sin terminar. Dido se paró detrás de mí y miró hacia la puerta principal sin hacer sonido alguno. Estaba muy ansioso y lo sentí por tener que someterlo a esto pero no puedo estar sin él. 

El viento volvió a soplar y pareció que algo golpeó el gran ventanal, di un respingo que hizo que me echara el jugo de naranja encima y maldije en voz alta. Corrí hacia la cocina para secarme y me obligué a mí mismo a recordar que tengo que acostumbrarme a los sonidos de la naturaleza. Helsinki no es Corea.

Mientras me secaba la camisa por el rabillo del ojo el tocadiscos llamó mi atención y supe que lo que necesitaba para sentirme menos tenso en mi nueva casa era algo de música, así que miré la gran colección que había a un lado y tomé lo primero que encontré.

Inmediatamente el ambiente cambió por completo, incluso Dido se relajó cuando las notas musicales chocaron contra las blancas paredes.

— Esto está mejor, ¿verdad? —cerré los ojos y me dejé llevar por el sonido de la música. Necesitaba un baño, una buena comida y dormir hasta mañana. Quería estirarme y sacudir mis músculos, abrazar a Dido entre las sábanas y sumergirme en un dulce sueño que me hiciera olvidar por qué me había ido de Corea. 

Quería empezar de nuevo, volver a nacer, tener a mis padres a un lado, tomar la mano de alguien con quien pudiera casarme y... Me dejé llevar por todos mis pensamientos que no me fijé que el tocadiscos se detuvo de repente y el vaso de cristal que había dejado en la mesa de la cocina se estralló contra el suelo.

— ¡Demonios! —dije corriendo hasta allá y Dido lanzó un ladrido de advertencia.

El viento estaba arruinando todo.

De repente, Dido salió corriendo hasta la puerta principal y ladró otra vez eufórico avisándome antes de que el timbre sonara.

— ¡Voy! —grité dando gracias al cielo que Taehyung estuviese de vuelta. Dejé los vidrios apilados con mis manos a un lado y caminé hacia la puerta —Te juro que este viento no juega... —pero delante de mí no estaba mi fiel amigo.

En su lugar un chico alto, fornido, bastante apuesto y de cabello rubio vistiendo un cuello tortuga beige y un abrigo largo marrón estaba en mi puerta sosteniendo una caja de alguna cosa.

— ¿Sí...? —pregunté confundido con Dido alborotado alrededor de mis pies aunque ya no ladraba.

— Perdona la visita inesperada, soy Kim Namjoon. Uno de tus vecinos —dijo el apuesto chico regalándome una linda sonrisa.

Tiene hoyuelos en las mejillas, dulce.

Soy un chico enamoradizo y cualquier persona hermosa se merece la mirada de admiración que le regalé a ese tal Namjoon.

— Me han avisado que habría nuevos vecinos y he traído esto —alzó la caja en mi rostro nuevamente —Es un pastel de avellanas. No es mucho y espero que te guste a menos que seas alérgico a las avellanas... —pude notar que el señor Namjoon es algo nervioso al hablar —En fin —levantó las cejas y me ofreció nuevamente la caja.

— Soy Park Jimin —le respondí haciendo una leve inclinación —Y este ruidoso es Dido, disculpa mis modales es que acabo de romper un vaso y creo que dañé el tocadiscos. Estoy llegando y ya soy un desastre —tomé la caja y me reí nerviosamente.

— No pareces ser un desastre, Jimin —respondió sonriendo nuevamente y sus hoyuelos aparecieron —¿Quieres que le eche un vistazo al tocadiscos? Sé manejarlos.

¡Sorpresa, boquiabierto!

Asentí y lo dejé pasar sólo por cortesía.

— Me ha dicho la señora Miska que eres escritor —alcancé a decir mientras me moría de la verguenza de su comentario.

Namjoon caminó hasta el tocadiscos apenas lo vio.

— Lo soy, ¿también tú?

Asentí nuevamente dejando la caja sobre la mesa de la cocina.

— En otra ocasión podemos ponernos al día sobre nuestros caminos, ¿te parece? —Namjoon era realmente educado en su forma de hablar y si no fuera porque voy a morir juraría que lo invitaría a salir. Su cabello es muy lindo y parece ser bastante inteligente.

— Tengo bastante tiempo. 

El me sonrió.

— No hay nada malo con este tocadiscos, ¿por qué pensaste dañarlo?

— Es que simplemente se detuvo y yo no sé nada de esos artefactos —admití encogiéndome de hombros —¿Quieres pastel? 

Aceptó.

— Deja que termine de recoger los restos del vaso para que Dido no se corte y te serviré.

— Puedo traer café de mi casa, ¿te gustaría? 

Pero no alcancé a responderle.

— ¿Dónde está Dido?

Y maldición si había dejado la puerta abierta.

— ¡Dido! —corrí dejando a Namjoon con las palabras en la boca. ¿Cómo había sido tan descuidado sabiendo que el pequeño ansioso se escapa de la casa para husmear y luego no sabe volver? ¡Y con un desgraciado lago detrás! 

Corrí hacia el patio delantero y no lo encontré, sentía que mi corazón ahora empezaba a salirse de mi pecho. Volví a gritar su nombre mientras revisaba detrás del árbol y finalmente me caí de bruces cuando fui hacia detrás de la casa y me enfrenté al lago. No era demasiado enorme, pero era grande.

— ¡Dido! ¿¡Dónde estás!? ¡Dido! —lo sentía por los vecinos si lo primero que iban a conocer de mí era mi voz chillona y llorosa pero mi perro era lo más importante para mí en ese momento. 

Me levanté del suelo con un ligero dolor en la rodilla y caminé unos minutos hasta terminar cerca de la orilla del lago. Estaba que me echaba a llorar y me maldecía internamente porque no encontraba a mi caniche. Me apoyé sobre mis rodillas y sentía mis ojos picar porque lo había perdido en un lugar que yo no conocía.

Pero el alma me volvió al cuerpo cuando escuché su agudo ladrido a lo lejos.

— ¿Dónde...? —levanté la mirada y miré hacia la negrura del lago, luego hacia la parte trasera de las demas casas y luego hacia la mía. 

El ladrido venía de...

Namjoon venía caminando hacia mí y señalaba hacia mi casa.

— Creo que lo he escuchado dentro de tu casa, Jimin.

Tenía que ser el más estúpido para avergonzarme así.

— Está dentro —volví a correr hasta la casa seguido de Namjoon, Dido volvió a ladrar y supe que estaba en el piso de arriba. Corrí a través del pasillo con el corazón martillándome los oídos y fue cuando lo encontré delante de la puerta de la habitación cerrada con llave.

Me arrodillé a su lado y me eché a llorar.

— Juro que si vuelves a hacerme esto te quedas huérfano —le dije mientras lo abrazaba pero él parecía inocente de su fechoría mientras le ladraba a la habitación. Me alejé de allí con él y bajé, Namjoon estaba en la puerta principal mirándome con una sonrisa pequeña.

— Creo que tendrá que ser en otra oportunidad lo del café, ¿verdad? 

Asentí y le regalé una sonrisa de pena.

— Pasaré por acá luego. Bienvenido de nuevo, Park Jimin —y con ello me despedí del chico amable que me trajo un pastel.

—Y tú acabas de arruinar una potencial charla con un potencial chico —le di un beso en la nariz a Dido y me fui hasta la que sería mi habitación con él. Ya tendría tiempo de acomodar todo, recoger el vaso y poner en orden mis pensamientos. Ahora simplemente estaba cansado y quería dormir.

Necesitaba desconectarme de todo.

Me acoste en la gran cama de lisas sábanas blancas y gran edredón del mismo color, puse a mi caniche a un lado y cerré la puerta para finalmente dejarme sumergir en el mejor de los mundos: El de los sueños. 

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