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Otra pastilla. Y ya van dos en dos días. Pero no estoy mal; en absoluto.
Recuerdo a duras penas que, cuando vino la ambulancia a llevarse a Jimin, ya teníamos a media cafetería sobre nosotras. Y claro, eso me dio todavía más ansiedad. Por suerte, mientras Ahn espantaba a la mayoría, Tae, que vino al escuchar el revuelo, vio cómo me encontraba. Ni si quiera sé cómo lo hizo. Lo mismo le señalé la mochila, o decidió él buscar por su cuenta. El caso es que encontró la caja de ansiolíticos y me hizo tragar uno con agua antes de que se llevasen a mi amigo. Ahn fue con él en la ambulancia (porque, claramente, yo no estaba en mis cabales) y Tae, sin comer nada, decidió acompañarme andando al hospital.
Al principio pensaba que era para que me viera un médico a mí también, pero cuando vio que estaba un poco más tranquila, dejó que me quedase en la sala de espera con Ahn mientras él iba a comer algo.
Ahí es donde estamos las dos ahora, en completo silencio. Ella se mira los dedos, que no para de retorcer y entrelazar, mientras mantiene los codos sobre sus rodillas y la mirada perdida. Nunca la he visto tan callada, pero como la pastilla ya ha hecho su efecto no me preocupo demasiado. Hasta que habla.
—No tienes ni idea de qué ha pasado, ¿verdad?
—No —reconozco. Y miro su perfil, porque sus manos, en realidad, me ponen un poco nerviosa. No me tranquiliza más ver su cara, desencajada.
—Sobredosis.
No dice nada más, porque ya lo ha dicho todo. Y solo esa palabra hace que empiece a cuestionarme la efectividad de la pastilla, porque me empieza a latir el corazón más deprisa.
—¿Cómo...?
—¿Te acuerdas de cuando hablamos sobre tíos y sexo? ¿De encontrar al indicado? —asiento, pero ella no me mira, así que no sé si era una pregunta retórica, porque continúa—. Mi indicado vino después de mi primera experiencia desastrosa. Y es la clase de indicado que sé que se hubiese quedado para siempre, de no ser por la puta droga.
—¿También...?
Pero Ahn no me deja hablar. Está perdida en sus recuerdos, en lo que acaba de vivir y en que su amiga está a su lado, empastillada y sin entender una mierda. Sé que probablemente ni si quiera esté pensando en que me lo está contando a mí, sino que lo está soltando al aire, como si lo necesitase para no volverse completamente loca.
Y lo sé porque ni si quiera me mira mientras sigue con su discurso.
—Yo pensaba que lo había dejado por mí, pero supongo que su gran amor siempre fue la droga. Y se lo llevó. Y yo no pude hacer nada. Nada.
Tampoco hace falta que diga la gran palabra para saber qué pasó con él. Y no solo es por su tono, sino porque veo algo que pensaba que no iba a ver jamás: cómo Ahn se derrumba.
Sus labios tiemblan y una lágrima cae silenciosa por su mejilla. La gota que se desborda antes de que la presa estalle. Por eso la abrazo, para que cuando lo haga no se sienta tan sola y triste, y parece que funciona, porque Ahn se sujeta a mi cuerpo como si yo fuese el muro de contención de todo su dolor, de todo lo que tenía enterrado bajo capas y capas de indiferencia y fortaleza fingida.
En el fondo, no somos tan diferentes.
Cuando Ahn está más tranquila (sus ojos secos, sus brazos sin fuerza y más cansancio que preocupación en el rostro), creo que el abrazo ha traspasado parte de su estado a mi cuerpo, porque puedo sentir la desazón a pesar de la pastilla, y no me gusta. Pero me lo callo e intento tranquilizarme, porque ahora Ahn me necesita, aunque no vaya a admitirlo. Por eso se separa cuando recupera la compostura, secándose los restos de lágrimas con el dorso de la mano y sacando pecho.
—Jimin va a estar bien —dice, al cabo de un rato, volviendo a su postura inicial. Pero ahora me mira, para que pueda ver el dolor directamente en sus ojos, pero también la esperanza—. Todavía tenía pulso cuando ha venido la ambulancia, así que va a estar bien.
—¿Por qué lo haría?
Sé que es un pensamiento en voz alta más que una pregunta. Pero Ahn lleva su mano a mi brazo y da un apretón.
—La droga te hace sentir mejor y a veces es la única salida que ven. Y para dejarla hay que ser muy fuerte.
No quiero pensarlo, pero lo hago. Porque Jimin no se drogaba cuando yo era su amiga (o eso creo), así que supongo que todo esto también empezó a raíz del accidente. Y no quiero sentirme culpable por una cosa más, pero lo hago.
Creo que Ahn lo nota, porque ahora es ella la que rodea mis hombros con su brazo izquierdo y apoya su cabeza en mi hombro.
Ni si quiera sé el tiempo que nos quedamos así, solo que Tae viene al cabo de un rato y nos pregunta si hay alguna novedad. "Nada", respondo yo, y él pone una mueca de preocupación antes de sentarse al lado de Ahn. Y, aunque estoy segura de que Ahn necesita su apoyo también, sigue contra mi hombro, como si supiese que ahora mismo nuestro mejor consuelo es el de la persona que siente lo mismo que ella.
—¡Doctor, doctor! Park Jimin, ¿cómo está?
La voz de Ahn, más alta de lo normal, hace que abra los ojos, que ni si quiera sabía que había cerrado. Me desestabilizo un poco porque se ha levantado a toda prisa y está delante de un hombre canoso, moviendo sus manos con el mismo tic nervioso que le ataca desde que llegué al hospital.
—¿Es parte de su familia?
—Soy la que le ha traído hasta aquí y la que le hizo los primeros auxilios, ¿qué coño importa que sea parte de su familia?
Yo me levanto también para acercarme al médico, que me mira para después mirar a Tae, que ha copiado mis movimientos.
—Es la normativa del...
—Soy su hermano —miente Tae. Pero el médico ni si quiera se plantea que no se parecen ni le pregunta absolutamente nada. En su lugar asiente, como si esas fuesen las palabras mágicas, y se dirige a él de inmediato. Ahn bufa.
—El señorito Park está estable. Hemos conseguido expulsar de su cuerpo toda la droga, pero tendrá que quedarse ingresado para su evaluación y posterior tratamiento.
—¿Tiene ya habitación?
—Tiene asignada la... 514 —dice, después de observar detenidamente un informe—. Pero todavía tardarán un rato en llevarlo a planta.
—Vale. Gracias, doctor —dice Tae, antes de hacer una reverencia. Yo le copio, pero Ahn, todavía bastante indignada, se queda estática. Por suerte, al médico parece no importarle lo más mínimo, porque se va con bastante prisa.
—Ahn... —la reprocha Tae.
—Lo siento, no pensaba darle mis respetos a una persona que claramente ha decidido omitirme por una puta mentira sin fundamento.
—Pero sabemos cómo está, ¿no? Eso es lo importante.
—Si se cree una mentira no sé si fiarme de él. Vamos a la puerta de la habitación. No me voy a mover hasta que no vea con mis propios ojos que está estable.
Ni si quiera nos espera. Empieza a caminar en dirección al ascensor y nosotros la seguimos como podemos.
Sé que en realidad está más tranquila, porque hace diez minutos no había ni rastro de la Ahn que yo conozco en su cuerpo, y Tae creo que también se ha dado cuenta de que, a mí, en realidad, me ha quitado de encima una parte muy pequeña del peso que cargo: el de la culpa. Sé que se hubiese acrecentado si el médico nos hubiese dicho que había muerto, pero también soy consciente de que Jimin no está bien. Está estable, que es lo mismo que decir que se mantiene con vida a duras penas. Y precisamente por eso sigo callada hasta que nos apoyamos en la pared de enfrente de la habitación 514.
A Jimin tardan en llevarle cuarenta minutos, o eso dice Ahn que, después de soltar un suspiro de alivio, finge que todo le da igual (aunque yo ya he visto que no) y dice que qué clase de servicio sanitario trata así a los acompañantes de sus pacientes.
Yo empiezo a morderme las uñas en cuanto le veo, lleno de tubos por todas partes y pálido, muy pálido. Una enfermera es la encargada de acomodarle y sonríe enternecida cuando ve que la seguimos hasta la habitación.
—Tiene mucha suerte de tener unos amigos que le apoyen —dice, después de que Ahn empezase a hacerla un interrogatorio. Incluso dice en voz alta que le inspira más confianza que el médico que nos ha informado de su estado de salud—. Lo va a necesitar si quiere salir de su adicción.
Ahí es cuando Ahn se calla, porque yo ya estaba muda de todos modos.
—¿Cree que podrá dejarlo?
—Claro que sí —admite, revisando un gotero antes de mirarnos a todos. Primero a Tae, que es el que ha hecho la pregunta, y por último a mí—. Solo tiene que encontrar la motivación para seguir. Ver que, en realidad, no necesita la droga para sobrevivir.
—Se lo haremos saber, no se preocupe —sigue Tae, siempre correcto, y hace una reverencia a la chica antes de que se marche, dejándonos a solas con Jimin.
Después de dos minutos mirándole de fijo, haciéndome mil doscientas preguntas por segundo, tengo que apartar la mirada para no llorar.
"Tranquila, Hye, respira. Está bien. No es tu culpa".
—¿Qué tal está?
Levanto la vista del suelo en cuanto escucho su voz. Ha tenido que venir corriendo desde el trabajo, aunque todavía no sé quién le ha avisado, porque lleva puesto el uniforme negro de la cafetería.
—Estable —responde Ahn, por todos nosotros, mientras mi novio entra con cautela en la habitación. Lleva las manos en los bolsillos y, aunque me ha mirado ya un par de veces, tiene la mirada fija en la figura de Jimin en la cama.
—Ha sido la droga, ¿verdad?
Mis ojos se abren de par en par cuando le escucho. ¿Lo sabía?
—¿Cómo coño lo sabías tú? —pregunta Ahn. Si no estuviese tan en shock le daría las gracias.
—Por Jihyun —dice, y alza la mirada de Jimin para mirarnos a todos—. E-es su hermano. Me contó que estuvo en rehabilitación y que se vino a Seúl para mantenerse limpio pero...
—¿Por qué no dijiste nada? —pregunto yo.
Sé que sueno dolida, pero no sé si es tanto porque me siento un poco traicionada o por no haberlo visto antes.
—Porque es cosa suya, Hye —responde, mirándome con intensidad—. La última vez que hablé con él me dijo que estaba limpio.
—¿Y le creíste?
—¿Por qué no iba a hacerlo?
—No lo hiciste —respondo.
Lo veo con absoluta claridad en sus ojos. Y, si rebobino, también lo puedo apreciar en sus palabras. Ni si quiera parecía impactado.
—Si me dijo que estaba limpio, ¿qué querías que hiciera?
—¡Decírnoslo!
—Oye, Hye... —noto el brazo de Tae acercarse, pero levanto la mano. No quiero que nadie me toque ahora mismo.
—¿Para qué? Si quería volver a drogarse iba a hacerlo sabiéndolo tú, Ahn o cualquiera de nosotros.
—Chicos... —ahora es Ahn la que interviene.
—Hubiésemos hablado con él. La enfermera ha dicho que necesita apoyo, seguramente si hubiésemos estado ahí no tendría que haberlo hecho.
—¿No habéis estado, Hye? Porque le perdonaste.
—¿Qué le tenía que...?
Ahn sigue intentando meter baza, pero Jungkook y yo estamos centrados solo en nosotros y en el hecho de que él lo sabía y yo no.
—No como él quería, Jungkook.
—¿Te refieres a que no eras su novia? ¿Crees que se ha metido un chute de coca por eso, Hye? —pregunta. Nunca le he visto perder los nervios y, por el modo que tiene de clavarse las uñas en sus palmas, juraría que lo está haciendo. Como yo—. Si ha vuelto a la droga es porque no lo superó del todo y ni tú ni nadie podría...
—¡Pues a lo mejor sí! A lo mejor lo ha hecho porque sabe que estoy contigo y que yo nunca fui capaz de quererle.
Noto las lágrimas en mis ojos, pero no quiero dejarlas salir, aunque él las pueda ver con total claridad.
—Oye, chicos, que quizá es mejor que habléis esto en otro sitio...
—¿Y qué hubieses hecho si fuese así? ¿Dejarme a mí para sentir que no era tu culpa y que él fuera feliz? ¿Ibas a hacer eso?
—Pues a lo mejor sí.
Y sé, en ese mismo momento, mientras veo a Jungkook desmoronarse a cámara lenta, que la he cagado. Muchísimo.
Que quizá lleva razón y no podría hacer nada para evitar que volviese a la droga. Que, aunque lo hubiese sabido, no hubiese sido capaz de abandonar a la única persona que me hace feliz cada día.
Pero para cuando reacciono ya es tarde.
—Estupendo. Hazle feliz a él —dice, apagado, antes de marcharse con decisión de la sala.
—Hye tía, te has pasado.
—Ahn... —la reprocha Tae.
Y puede que sea ahí cuando me doy cuenta de que Jungkook no va a volver ahora mismo. Y también puede que sea el momento exacto en el que todo me sobrepase y, aunque ya lleve un ansiolítico en el cuerpo, parece no ser suficiente.
—S-se s-se ha...
Las lágrimas caen sin control y mis pulmones dejan de encontrar el aire.
—Hye, tranquila, seguro que...
Me llevo la mano al pecho y me sale un llanto desgarrado que hace que Ahn me abrace con fuerza. Pero eso no me ayuda a respirar.
—N-no puedo...
Ahn se separa de mí y me mira a los ojos antes de mirar a Tae.
—¿Qué le pasa?
—A-ansiedad —respondo yo.
—Antes le he dado un ansiolítico, no debería...
—Llama a un médico —le interrumpe Ahn, antes de mirarme a los ojos fijamente—. Mírame y respira conmigo, Hye. Respira.
Pero ya no sé cómo hacerlo. Porque cuesta, muchísimo.
Respira.
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Jelou,
Yo en realidad subo hoy esto porque sé que el otro capítulo acababa fatal, pero no sé si es peor el remedio que la enfermedad. Aun así espero que os haya gustado.
Ahora ya tenéis la respuesta a esa conversación misteriosa que tuvieron JK y Jimin en la que pensabais que os habíais perdido algo.
Bueno y ayer los niños subieron el MV de Black Swan y, sinceramente, era lo que menos me esperaba en el mundo. Como dije en el tablero Jungkook y Jimin con los corsés no me tienen bien y Namjoon con esa intensidad que se carga pues menos. De Jimin en particular podría hacer una redacción de 20 páginas explicando que sus accidentes no son accidentes y que no es legal en ningún país, pero bueno, eso ya lo sabéis todas.
Ahora sí que sí, hasta el lunes. Os leo <3
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