- 30 -
Estoy fatal. Me doy cuenta cuando Jungkook me despierta precisamente por eso, porque es raro que él se haya levantado antes que yo.
Al parecer ha dormido conmigo toda la noche, porque solo lleva puesto su bóxer y tiene el pelo revuelto y ojeras por dormir poco (lo que me indica que, en realidad, ha estado velando mi sueño). Dice que me ha dejado dormir todo el tiempo posible porque estaba muy cansada, pero que ahora tenemos que ir a clase. Y yo, la verdad, no quiero ir.
—Tienes que distraerte, Hye —me dice él—. Y las clases son una buena oportunidad. Además, así me haces compañía.
Lo susurra muy cerca mi cara, abriendo mucho los ojos y poniendo un puchero, así que asiento sin ganas. Creo que porque se da cuenta de que, si fuese por mí, me quedaría en la cama todo el día (o toda la semana), me pregunta que si podemos ducharnos juntos. Y me gustaría poder sonreírle y decirle que me encantaría, que llevaba queriendo ducharme con él prácticamente desde que empezamos, pero lo único que hago es asentir. No tengo fuerzas para nada más. Por suerte, Jungkook tiene por los dos.
Cogiéndome como una princesa nos lleva a ambos al baño (donde todavía están tiradas mis muletas) y me sienta en el taburete que tengo en la ducha antes de empezar a desvestirnos a ambos. Es él quien se encarga de lavarme el pelo, aclararme y mimarme mucho antes de hacer lo propio con su cuerpo. Su pene está un poco firme, y me doy cuenta de eso cuando le noto echarse un chorro de agua helada por encima que me salpica en los pies, pero no digo nada. Porque en otras circunstancias estaría en la postura ideal para chupársela y hoy no tengo ganas de absolutamente nada.
Odio sentirme así. Inútil. Como si mi cuerpo no me perteneciese a mí, sino a determinados sentimientos. Como si cada vez que el odio, la ira o la tristeza se apoderan de mí no pudiese hacer otra cosa que no sea obedecer sus demandas, aunque el resto de cosas que siento también pidan su espacio en mi ser. No hay hueco para ellas, porque lo negativo siempre está en primer plano, y lo odio.
Jungkook también me seca el pelo y reacciono un poco solo cuando me toca vestirme porque Jungkook va a mi armario a buscar algo que me pueda poner mientras yo me coloco la pierna.
—Nunca me había fijado en que solo tienes pantalones de campana —murmura, justo cuando yo me acerco por detrás, con la toalla amarrada al cuerpo y la prótesis puesta.
—Es el único modo que tengo para disimular la prótesis sin que se note que no es mi pierna de verdad —digo, mientras cojo al azar unos vaqueros negros y una camiseta negra. Ideal.
—Hay vestidos y faldas. Además, tu prótesis es prácticamente idéntica por fuera a tu pierna.
—Pero no es mi pierna —me quejo, y empiezo a vestirme delante de él, que ya se ha puesto la ropa de ayer.
—Pero... ¿te gustaría llevarlos?
—Si tuviese dos piernas de verdad, sí. Antes me ponía cualquier cosa.
—No te gusta ir de compras por eso, ¿verdad?
—Jungkook...
—Vale, perdona —dice y me tiende la mano—. Hoy no es el día. ¿Me acompañas a mi habitación? Quiero cambiarme y coger la mochila.
Yo asiento y entrelazo sus dedos con los míos, intentando darme más fuerza con el contacto. Aunque, sin duda, lo que más me anima siempre es su sonrisa, y él se da cuenta, porque intenta mantenerla todo lo posible. Pero cuando llegamos a su habitación se le borra de golpe.
—Hye, quédate fuera si...
Y cuando se gira, su espalda deja de taparme la visión y puedo observar qué hay dentro. Otra vez el puto Min Yoongi. Y Namjoon.
—¿JK? —pregunta mi amigo y yo respiro y miro a Jungkook a los ojos. No tengo ganas de esto, pero tengo que dar pasos muy pequeños si quiero llegar a algo grande.
—Espero dentro —le digo a mi novio, apretando más su mano, y él me sonríe muy pequeñito antes de darme un beso en la mejilla.
—Voy a tardar un minuto, pero si necesitas algo me gritas —susurra.
Yo asiento y dejo que Jungkook me guíe dentro. Intento no derrumbarme del todo cuando veo que los dos se me quedan mirando cuando entramos con nuestras manos entrelazadas. Me late el corazón fuerte. Muy fuerte.
—¡Hye! —exclama mi amigo, girándose en su silla, justo cuando Jungkook me hace sentarme en su cama antes de ir a buscar su ropa—. ¿Qué tal estás? ¿Mejor?
—Sí —miento, esforzándome por respirar con normalidad, porque noto los ojos de Yoongi sobre mí y también tengo que lidiar con eso, con no desviar mi mirada de la cama deshecha de Namjoon. Con el cosquilleo que siento en mis extremidades, que luchan por quedarse en el sitio y no salir corriendo.
—Voy a cambiarme —anuncia Jungkook. Cuando le miro veo que lleva un montón de ropa, tan negra como la mía, en sus brazos—. Vuelvo en un momentito y nos vamos a clase.
—Sin problema; Hye se queda en buenas manos —responde mi amigo, antes de que Jungkook se encierre en el baño—. ¿Ha dormido contigo?
—Sí —admito.
—Menos mal. ¿Sabes? Ya no avisa de dónde está y cualquier día le pasa algo y no me entero.
Agradezco de corazón que intente hacer que Yoongi no está ahí, porque al menos puedo acostumbrarme a su presencia sin mirarle en absoluto. Pero yo no puedo actuar como si no sintiese sus ojos sobre mí, por eso me quedo muda. Porque hablar más significa que él escuche mi tono de voz de nuevo. Implica que se me rompa la voz si me pongo nerviosa y vea que su presencia me sigue afectando más de lo que me gustaría. Y aunque lo descubrió en el ascensor, no quiero darle la satisfacción de ver cómo me da otro ataque de ansiedad delante de sus narices.
Respira.
Por un momento pienso que Nam va a seguir dándome tema de conversación aprovechando que estoy ahí, pero debe ser que mi mirada fija en el suelo y los monosílabos que le he dedicado desde que he entrado le dan una idea bastante clara de mi estado de ánimo, porque decide ponerse a hablar con Yoongi de cosas de música que no entiendo. Escucho el nombre de Jungkook entre la conversación, así que supongo que están hablando de una canción en la que él ha cantado, pero no me atrevo a preguntar, aunque sé que si Nam estuviese solo le pediría que me la pusiera.
Solo cuando estoy completamente segura de que están mirando al ordenador levanto la mirada de mis pies para mirar su figura. Casi no me fijé en él el otro día, porque todos mis sentidos estaban centrados en sus ojos y en lo mal que me encontraba, pero descubro, mirándole así, que sigue igual que siempre: delgado, pálido, poca cosa. Al menos en comparación con Jungkook, que parece mucho más fuerte que él.
—Hye, ya estoy —me veo obligada a apartar la mirada de la persona que más daño me ha hecho en el mundo para observar a la que sale del baño con el pelo revuelto: mi salvador—. ¿Vamos? —pregunta, tendiéndome su mano, ante lo que asiento y, agarrándome a él, me levanto de la cama. Todavía sigo como en trance cuando Jungkook se despide de Namjoon (y solo de él) y nos lleva al ascensor.
Una vez dentro del aparato me doy cuenta de que he dado un paso minúsculo, pero un paso, al fin y al cabo.
—¿Estás bien? —me pregunta mi novio, intentando distraerme de las puertas rojas cerradas a cal y canto.
—Lo estaré —digo, determinada, antes de darle un besito en la mejilla que él recibe gustoso.
Jungkook no come con nosotras hoy tampoco. Últimamente creo que está doblando todas las horas que puede en la cafetería. O, simplemente, que tiene que recuperarlas porque pasa demasiado tiempo conmigo. Porque, aunque siempre me dice que es su horario, sé que no me respondería si le planteo mis sospechas para que no me sienta mal.
Pese a que no va a comer con nosotras, como creo que sigue preocupado por mi estabilidad mental, nos acompaña hasta la cafetería y, aunque normalmente no parece gustarle la presencia de Jimin, cuando hoy Ahn decide sentarse directamente en una mesa en la que está él, le noto aliviado. Lo siento en su mano, que me da un apretón antes de marcharse. Sin beso de despedida, porque estamos en un sitio con mucha gente y yo todavía no estoy preparada para hacer lo nuestro TAN público.
Cuando Ahn y yo, después de dejar nuestras cosas en la mesa de Jimin, nos vamos a por la comida de hoy (para mi suerte es ramen), me doy cuenta de que no he sido la única que se ha dado cuenta de que Jungkook está preocupado por mí.
—Oye, ¿tú estás bien? —me pregunta Ahn, directamente, mientras esperamos la cola del ramen con nuestras bandejas rojas, así que la miro—. Sé que ayer no viniste porque Jungkook dijo que estaba enferma, pero no te veo enferma físicamente, Hye.
—¿No?
—No. Y Jungkook tampoco está preocupado por ti como si te doliese la tripa o tuvieses un resfriado. Está preocupado por si tienes apoyo. ¡Nunca ha estado feliz porque Jimin se siente con nosotras y hoy casi le come los morros!
—No grites —me quejo.
—¿Me vas a decir entonces qué te pasa? ¿Por qué Jungkook no paraba de observarte?
—¿Porque le gusto? —pregunto, mientras cojo el bol con el ramen que me da la cocinera. Luego el pollo frito. Parece que el menú me quiere levantar el ánimo.
—Aparte. Eso es evidente, nena.
Llevo mi bandeja con sumo cuidado hasta la mesa, intentando que no se me caiga todo el caldo, y trago para disipar el nudo que tengo en la garganta.
—Estoy bien, Ahn. Solo estuve vomitando —digo, intentando sonar convincente.
—Mentira —espeta, soltando su bandeja con fuerza en la mesa. Yo me la quedo mirando, porque el caldo del ramen ha salpicado un poco, así que me entretengo limpiándolo con una servilleta—. Te acabo pillando siempre, Hye. Y hoy tampoco estás del todo bien. Si fuese un dolor de barriga no te habrías cogido ramen y aquí estás.
—¿Qué pasa? —pregunta Jimin. No sé si curioso o preocupado, pero yo no quiero contestarle. Aunque claro, Ahn, que quiere la verdad a toda costa, sí que lo hace.
—A Hye le pasa algo y no quiere decirme qué es. Eso pasa.
Jimin se queda callado unos minutos, así que yo me puedo permitir no mirarle y simplemente tomar unos pocos de fideos de mi bol. Hasta que abre la boca.
—Está en Seúl, ¿verdad?
No sé si es el fideo o el caldo lo que se me va por mal sitio, pero empiezo a toser. Así que Ahn monta un circo y se levanta para darme golpes con fuerza en la espalda. Está a puntito de hacerme la maniobra de Heimlich, pero por suerte paro antes de toser.
—Todo bien chicos, TODO BIEN —dice, gritando. Por si alguien no se había dado cuenta. Y yo espero el tiempo suficiente para que las conversaciones a nuestro alrededor suban de volumen antes de mirar a Jimin.
—Yoongi. Está en Seúl —repite.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto, con un hilo de voz.
—Espera, espera... ¿Quién es Yoongi?
—Cuando te dejé en la puerta de la residencia me pareció verle. Iba muy deprisa y no le vi de frente, así que pensé que lo imaginé. Pero está aquí, ¿verdad? Por eso no viniste ayer.
—¿QUE QUIÉN ES YOONGI? —grita Ahn.
—¡MI EX! —grito yo. Por suerte los demás han dejado de prestarnos atención.
—Espera, espera, espera —dice, girándome para que la mire a ella a los ojos directamente—. ¿El que te puso los cuernos?
—El único que hay, Ahn —me quejo—. Y sí, está en Seúl —admito, porque ya no tiene ningún sentido ocultárselo.
—¿Dónde le viste? Porque me encantaría ir a hacerle una visitilla para ver si, cuando se quede sin dientes, es capaz de follarse a otras mientras tiene novia. A lo mejor ya la gente no le encuentra tan atractivo. O mejor, imagina: a lo mejor yo no le encuentro atractivo y decido que no merece la pena malgastar mis energías en estropear una cara que no sirve para nada. Ya sabemos que su pene tampoco, porque si no puede estarse quietecito es que NO MERECE LA PENA. Y créeme, si yo no encuentro a un tío atractivo es que nadie lo va a encontrar jamás.
Jimin se ríe y le tengo que mirar de inmediato, porque hacía mucho que no le escuchaba hacerlo. Porque las cosas no son como antes y porque él ha cambiado. La tristeza nos ha atacado a los dos de algún modo, pero ver que no ha cambiado ni un ápice el modo que tiene de iluminar todo cuando se ríe de ese modo me llena de calidez. Como si estuviese recuperando una parte bonita de mi pasado.
—¿De dónde has salido, Ahn? —pregunta mi ex mejor amigo. Y ella sonríe y le guiña un ojo.
—De tu cama, bombón. Si quieres.
Y ahora me río yo.
—¿Eso es una ficha?
—No creo. Está con Taehyung —digo yo, para que Jimin no se sienta incómodo. Porque no sé muy bien cómo será el Jimin de ahora; al de antes le encantaba tener la atención sobre su persona.
—¿Kim Taehyung? —pregunta Jimin, frunciendo el ceño. Yo le miro.
—Sí, ¿por qué lo preguntas?
—Porque no estoy con él, Hye. Ya te he dicho que somos amigos. Fin del tema. ¿Nos podemos centrar en cuál es el plan para partirle la cara a tu ex?
—Ya me extrañaba —murmura el pelinegro—. Ese chico está saliendo con un compañero mío de danza.
—¿Es gay? —pregunto, extrañada. Porque juraría que entre él y Ahn hay algo. Pero cuando la miro a ella no solo descubro que ya lo sabía, sino que le duele. Lo veo solo un segundo, porque luego pone una sonrisa radiante que no me creo ni un poco.
—Claro, nena —suelta—. Por eso te digo que es mi amigo. Que entiendo tus predicciones, eh, pero solo tenemos una preciosa amistad. Ahora, ¿nos centramos en el plan? De verdad que tengo ganas de partirle la cara a ese imbécil.
—No quiero verle otra vez, así que prefiero no llevar a cabo ningún plan —digo, volviendo a remover el ramen. Estaba mucho más cómoda cuando la conversación no se centraba en mí.
—Cariño, no es por nada, pero si está en Seúl le vas a ver por narices.
—Seúl es muy grande, no debería hacerlo —miento. Porque no le he dicho la parte más importante: que está ayudando a Nam y a Jungkook.
—Pero ya le has visto. Que, por cierto, no me has dicho dónde. Desembucha —suelta todo esto mientras me apunta con sus palillos y yo retrocedo un poco.
—¿Quieres que te acompañemos a la residencia? —pregunta Jimin. Y entonces Ahn deja de estar ahí y me fijo en la sinceridad que desprenden sus ojos. Me centro en lo mucho que agradezco esas palabras.
A Park Jimin no le ha hecho falta que le diga nada para descubrirlo. Solo me ha visto y lo ha sabido todo. Quizá hasta ya haya visto en mi mirada que me dio un ataque de ansiedad y que ayer estuve llorando como si me fuese la vida en ello. Y sus palabras, las que hubiese dicho mi amigo, el que era antes, me hacen ver con una claridad abrumadora que sigue ahí para darme la mano aun cuando yo no sé que la necesito.
—Vale —le respondo, aunque mis ojos le dicen "por favor".
—¿Así que ha sido ahí? ¡Tienes al enemigo en casa! Por supuesto que te acompañamos —no hace falta tampoco que hable con Ahn para que sepa leer entre líneas, desde luego—. Y ya de paso si me le encuentro el cruzo la cara. Pero antes podemos pasar a por un montón de chuches y organizar una fiesta de pijamas. Aunque bueno, Jimin, no sé si te irá mucho ese rollo.
—¿Pintarnos las uñas mientras contamos chismorreos sobre chicos? Es mi rollo, totalmente —dice Jimin. Y solo con ese comentario me hace sonreír un poquito.
—¡Venga ya tía! Que mi habitación es una pocilga, no me voy a escandalizar.
Ahn no deja de dar golpes a la puerta porque sí, la he dejado fuera de mi habitación junto a Jimin y un montón de bolsas llenas de patatas fritas y chucherías varias. En realidad, Jimin no se iba a escandalizar si veía mis muletas, pero Ahn sí, así que lo más fácil era dejarlos a los dos fuera. Aunque, como es una escandalosa, guardo a presión las muletas en el armario antes de que tire la puerta abajo.
—¡Al fin! —suelta. Jimin no deja de sonreír, lo que es un poco raro, la verdad. Quizá se ha levantado de buen humor—. ¿Sabes lo que pesa todo esto?
—La mayoría es aire, Ahn.
—¿Y por eso pesa menos? Anda, aparta —dice, y me echa a un lado para pasar a mi habitación como si fuese la suya propia. Suelta un silbido de asombro cuando recorre la estancia—. Vaya, vaya, sí que tienes un cuarto grande, ¿eh? Ya sé dónde vamos a hacer ahora las fiestas —suelta las bolsas en el suelo por donde pilla y ahí es cuando me creo de verdad que su habitación es una pocilga, porque yo tengo que colocarlas en cuanto las veo en el suelo.
—Esto no es una mansión, Ahn. No creo que entre tanta gente como tienes en tu cabeza —le suelto cuando, después de colocar las bolsas, voy a buscar mi ordenador.
—Llevas razón —se queja, después de pensarlo durante un rato, mirando la pantalla en negro de mi ordenador, que se va encendiendo poco a poco—. Tendré que buscarme a alguien que tenga una casaza, entonces.
—¿Y renunciar a hacer fiestas? Parece más fácil —suelta Jimin, que se recuesta en la pared que está al lado de la puerta del baño.
—Lo fácil nunca es una opción, Park —responde Ahn—. Bueno, ¿me dejáis elegir peli?
—Todo tuyo —le digo, cediéndole el ordenador para poder tumbarme en la cama. Quiero hacerlo primero para pegarme a la pared y que no note que mi pierna derecha no tiene carne.
—Vaya, ni un poco de resistencia... Ya estaba preparada para enumerar todas las razones por las que Dime con cuántos es la mejor película de la historia.
—¿En serio? —pregunta Jimin, mientras yo me acomodo en la cama. Noto su mirada atenta a cada uno de mis movimientos, pero no me importa mucho que lo haga, porque Ahn está entretenida buscando en el ordenador.
—Espero que no vayas a objetar nada, Park —sigue ella. Al parecer le ha gustado llamarle por su apellido, porque no para de repetirlo—. Porque si la has visto y no te gusta significa que no la has visto bien.
—No la he visto —admite mi amigo, que se sienta en el suelo para dejar, como todo un caballero, el hueco de la cama que queda a Ahn. Yo estiro un poco la tela del pantalón para que no se note la prótesis cuando se gire.
—Pues entonces te callas —suelta y pone una sonrisa muy típica suya antes de coger una bolsa de patatas y tumbarse en la cama. Yo parezco un palo al lado de ella, que se sienta con gracia, doblando una pierna y dejando la otra balancearse en el suelo—. Cuando acabe me dais las gracias.
[Jungkook]
Ojalá Min Yoongi nunca hubiese venido a Seúl. Primero por Hye, porque lo está pasando fatal y yo no puedo hacer nada por remediarlo. Pero también por mí, porque no soy capaz de fingir que me cae bien y la situación siempre que nos reunimos para hacer alguna canción es bastante tensa. Nam nunca dice nada, pero es el intermediario directo entre nosotros dos. A veces creo que lo hace porque le da miedo de que, cuando hablemos, estalle la guerra. Porque él estuvo con Hye y ahora yo estoy con ella y porque yo soy perfectamente consciente, ahora, de que todas sus inseguridades parten de él.
Si Min Yoongi no hubiese llegado a Seúl las cosas serían más sencillas para mí, porque no entraría a la residencia mirando a todas partes por si me le encuentro en el ascensor de casualidad y tengo que hablar del tiempo para evitar caer en el silencio.
Y hoy, sinceramente, creo que caería en el silencio. Después de toda la tarde trabajando en la cafetería no quiero encontrármele. Solo quiero ir a ver cómo está ella. Si está más animada o, por el contrario, se ha vuelto a hundir en sus pensamientos.
Esta mañana estaba bastante mal y no me apetecía ir a la cafetería porque sé que me necesitaba, pero no podía cambiarle el turno a Hyunwoo. A veces sé que acepta por compromiso, por si él algún día necesita que le haga un favor, y no me gusta que la gente piense que me estoy aprovechando de ella.
Por eso (y para evitar encontrarme con Suga, como le llama Nam) subo las escaleras deprisa, aunque note el cansancio en mis piernas por estar toda la tarde de pie de un lado para otro. Y, aunque no me gusta usar la llave que me dio Nam, cuando llego a su puerta la utilizo. Me dijo que podía usarla, ¿verdad?
Asomo la cabeza poco a poco por el hueco que voy dejando, para no asustarla, y me paralizo un poco cuando veo que no está sola. Ahn se mueve de un lado a otro de la habitación buscando algo, así que estoy a punto de cerrar la puerta para darles privacidad. Hasta que veo que lo encuentra... Debajo del brazo de Jimin.
—Vamos, guaperas —le llama, cuando recoge, lo que reconozco como su móvil, de debajo de su cuerpo. Jimin mueve la cabeza ligeramente y hace un sonidito. Estaba dormido—. Acabo de pedir un uber, ¿te vienes?
—Puedo ir andando, no te preocupes —responde, desperezándose y pasándose la mano por la cara. Cuando parece un poco más ubicado mira a Hye, que está dormida. Y me siento mal, porque estaba espiándolos a ellos y no había reparado en su figura, pequeñita, tumbada en la cama. Se le ha subido un poco la pernera que esconde la prótesis. Ahn no lo sabe. Mierda.
Abro la puerta más deprisa de lo que me gustaría para tapársela, pero, según lo hago, Jimin es más rápido que yo, bajando la tela con un movimiento suave que seguro que Ahn ni nota. Lo que sí que nota es mi presencia.
—¡Hostia, Jungkook! —se queja, llevándose una mano al corazón—. Casi me caigo de culo —en cuanto lo dice, Jimin me mira y se levanta corriendo del suelo—. No es que no te esperase, eh. Me imaginaba que ibas a venir a verla, pero parecías un fantasma.
—¿Qué tal está? —susurro, porque ella sigue dormida. Y porque es más importante que Jimin.
Mi amiga la mira un segundo y luego me mira a mí con una sonrisa.
—Ha estado entretenida. O eso espero —y solo con esas palabras sé que lo sabe. Que por eso han venido a pasar la tarde con ella—. Bueno, yo me voy ya, que a ver si se va a ir el uber sin mí. ¿Vienes, Jimin?
—Ve, yo voy andando —dice, cuando nota que no dejo de mirarle intermitentemente.
—Okay. Chao.
Cuando Ahn desaparece, ese silencio tenso que quería evitar con Yoongi se cierne sobre la habitación. Solo lo rompe la respiración pesada de Hye. Me gustaría acercarme, pero no sé si Jimin...
—Estás saliendo con ella, ¿verdad? —le miro abriendo mucho los ojos. No quiero decírselo, porque ella seguro que no quiere, aunque seguro que puede vérmelo—. En realidad no hace falta que lo digas, se te nota en la cara. Siempre se te ha notado, ¿sabes?
—Ya no me conoces, Jimin —suelto, todavía bajito.
—Parece que tú a mí sí, ¿no? —él también habla bajito, porque no quiere que Hye se entere—. No quieres que me acerque a ella.
—Eso lo tiene que decidir ella —espeto—. Pero no sé si es bueno que seas su amigo.
—¿Te lo contó Jihyun? —yo asiento y él sonríe un poco—. Ya estoy bien, JK. Te lo prometo.
Pero algo en su mirada, en su gesto, me dice que no. Que todavía sigue en ese punto.
—Sé que sigues enamorado de ella —le confieso, bajito. Para no tener que decirle que no le creo.
—Sí —me admite, mirándola un poco—. Y no es por nada, pero voy a luchar por ella. Voy a estar bien por ella.
Yo frunzo los labios y me crujo los nudillos. Porque, de repente, tengo un poco de miedo. Jimin siempre estuvo ahí para ella y yo... Yo he llegado ahora a su vida. Da igual que lleve mucho tiempo enamorado de ella, porque Jimin siempre lo estuvo más. Fue más su amigo. Fue más todo. Y sé que, si Jimin lucha por algo, puede ganar a todo el mundo.
Siempre lo supe, cuando todavía era un crío que jugaba a la play con Jihyun y le veía aparecer por la puerta de casa con chicas muy guapas, guapísimas. Aunque la tenía a ella. Ella siempre me pareció guapa y siempre pensé que tenían algo. Pero ahora veo que Jimin en realidad solo quería distraerse como yo hice después de aquella noche. Y él, incluso para distraerse, era un ganador. No como yo, que todavía me creo que estoy en un sueño que puede romperse en cuanto alguien me despierte.
Y algo en el pecho me dice que ese alguien va a ser Park Jimin.
—Y-yo también voy a luchar —admito.
—Lo sé. Y de momento vas ganando.
—No es una competición, Jimin —le espeto—. Ella no es un trofeo.
—El premio no es ella, es poder estar a su lado. Es lo que queremos, ¿no? —dice, confiado—. Me voy ya. Nos vemos, Jungkookie.
Y cuando se va, como estoy enamorado de ella hasta los huesos, me trago todo lo que siento para ir a su lado y despertarla. Sé que no es muy cómodo que duerma con la prótesis.
—¿Mmm? —ronronea, moviendo la cabeza. Yo sonrío un poco—. ¿Jungkook?
—Sí, noona —digo, acariciando su pelo—. Te has quedado dormida. ¿Quieres quitarte la prótesis?
—¿La tengo puesta? —abre los ojos en ese momento y yo asiento, sonriendo más de lo que siento—. Vale, sí. ¿Estás bien?
Frunce su ceño un segundo cuando se da cuenta. Nunca he sido muy buen actor para ella. Sonrío un poco más, pero parece que no le sirve, porque acerca su cara a la mía y me da un beso. Es muy cortito, pero me hace sonreír de verdad.
—Ahora mucho mejor —le admito. Su cara se ilumina en cuanto lo digo—. ¿Te ayudo a quitarte la pierna?
—Vale —dice, y me da otro besito.
"Estás con ella, Jungkook. Y te ha escrito que te quiere. Eso es todo lo que importa".
---
¡Hola!
Un poco tarde, lo sé, pero ayer me quedé a ver los Óscar y me he despertado tarde, y luego he tenido que hacer cosas... Un cúmulo. Pero estoy muy feliz porque Parásitos se ha llevado 4/6 premios y ha hecho historia en el cine. Así que, si no la habéis visto, id a verla ya porque merece mucho la pena.
En relación a la historia en este capítulo ya se dan algunas pistitas para los siguientes. ¿Tenéis alguna teoría?
Y por supuesto voy a comentar dos cosas que me tienen fatal y estamos a lunes:
Lo siento pero es que está espectacular. Todos lo están, pero el bias siempre llama.
De la primera versión es que me quedo con Tae es INCREÍBLE. De verdad, sin palabras con esta foto.
Y con esto lo dejo hasta el lunes. Os leo <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro