Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

- 20 -

Llamar a Sang nunca me ha costado tanto. Hago el intento unas tres veces antes de quedarme con el teléfono pegado a la oreja, esperando a que conteste. Y, cuando lo hace, casi pienso que lo mejor es soltarlo de golpe antes de que me atragante con las palabras.

—Buenos días, Hye —me saluda desde el otro lado—. ¿Estás bien? No es normal que llames antes de....

—Estoy saliendo con Jungkook —suelto, de golpe. Sang suelta una risa.

—Vaya, creo que nunca has sido tan directa... ¿Y qué tal? Porque es bueno, imagino. A juzgar por tus textos.

—Bien, es muy... Adorable. Hemos tenido una cita. Mi primera cita.

Casi puedo ver a Sang apuntando los avances que he hecho en una semana a 300 kilómetros por hora. Demasiado deprisa para poder procesarlo todo.

Por eso necesito su ayuda, porque llevo muchos años sin poder enfrentarme a las cosas por mí misma. Sola.

—Eso está muy bien, Hye. ¿Te ha gustado la experiencia?

—Sí, mucho. Es... diferente. Con Yoongi pensaba que una cita era ir a su habitación a enrollarnos, pero a Jungkook no le hace falta tocarme para que me sienta bien.

—Pero pasa algo, ¿verdad? —pregunta, leyéndome los pensamientos. Ni si quiera hace falta que responda—. ¿Sabe lo de tu pierna?

—Sí —confieso. En realidad, aunque sigue siendo mi mayor inseguridad, que Jungkook sea consciente de mi discapacidad me da tranquilidad—. Pero nadie más sabe... Que estoy con él.

—Entiendo —dice, después de procesarlo—. ¿Por qué? ¿Te da miedo?

—Mucho.

Sang suspira y yo tamborileo con los dedos encima de mi pierna buena.

—No tienes que decírselo a todo el mundo al principio, Hye. Los cambios siempre cuestan y tú llevas demasiados en muy poco tiempo. Intenta tomártelo con calma. ¿Por qué no se lo dices a tus amigos para empezar? Namjoon es compañero de Jungkook, ¿verdad?

—Sí; está insistiendo mucho, además.

—Es un buen comienzo. Luego puedes decírselo a Ahn y, cuando estés preparada, podrás decírselo a todo el mundo —comenta. Y parece sencillo. Mucho. Aunque para mí no lo es tanto.

—Ya, pero... Tengo la sensación de que, si empiezo a decirlo, va a desmoronarse, ¿sabes? Como si todo el mundo fuese a darse cuenta de que es muy especial y cuando él lo vea...

—Hye, tú también eres especial —responde, rápidamente—. Y si Jungkook está contigo es porque se ha dado cuenta. Pero no es eso todo lo que te aterra, ¿verdad?

Me quedo en silencio un rato, pero Sang sabe interpretarlo a la perfección, como siempre.

—Ya lo sabes —digo, al final. Porque no hace falta que le diga lo que llevo repitiéndome estos cuatro años. Lo que ha condicionado mi vida entera.

Lo que hace que todavía no me crea que le guste a Jungkook.

—No eres la misma, Hye. Ya no tienes 18 años, ni dos piernas de carne y hueso. Pero Jungkook tampoco es Yoongi. ¿Se enteró de lo de la pierna antes o después de que empezarais a salir?

—Antes —según lo digo me doy cuenta de qué quiere decirme con eso. Porque es de lo que yo he estado intentando convencerme.

—Entonces sabes que le gustas así, como eres.

—Solo ha visto la pierna, no el muñón, y cuando lo haga...

—Tienes que darle el beneficio de la duda, Hye. ¿Estás ya preocupada por el sexo?

Trago saliva. No le quiero decir que ya me masturbó, pero que no me acuerdo de nada. Que me ha provocado mi primer orgasmo sin pierna y ni si quiera puedo atesorar el momento.

Pero sí, sabe que el sexo es un problema. No es como si no le hubiese contado que mi última experiencia con dos piernas fue follar con Min Yoongi contra una pared. Que mi modo de dejarlo definitivamente con él fue ese, dejando que me la metiera.

—Sí —confieso—. Porque va a ser la primera vez que alguien que no es mi familia o mi médico me vea completamente desnuda. Y porque...

—Sácalo, Hye —me insta Sang, cuando ve que me quedo callada.

—Porque Yoongi me hizo mucho daño por culpa del sexo.

—¿Y estás con Yoongi ahora? —pregunta ella.

—No —respondo, bajito. Pero sé que me escucha—. Estoy con Jungkook.

—Exacto —dice, orgullosa—. Y es el primer paso que estás dando para pasar página del todo, Hye. Quizá este sea tu modo de rehacer tu vida, la de la nueva Hye. La que eres ahora.

—¿Y si ahora soy yo la que le hace daño a él? —pregunto. Porque no quiero hacerlo. No quiero verle sufrir.

—No te puedo prometer que no se lo vayas a hacer, Hye —responde ella. Casi me la puedo imaginar subiéndose la montura de sus gafas—. Pero puedes intentar evitarlo. ¿Quieres que te diga qué opino?

—Por favor —pido.

—Creo que Jungkook va a ser bueno para ti. Muy bueno. Porque necesitas a personas que te quieran para que tú puedas sentirlo por ti misma. Y aunque sea complicado, es el paso fundamental que tienes que dar para salir del agujero.

—¿Crees que voy a poder hacerlo? Pasar página.

A veces mis charlas con Sang, sobre todo al principio, consistían en ella haciéndome preguntas que nunca respondía. Pero conforme las sesiones pasaban, cada vez confesaba una parte más de mi vida que me nacía desde el pecho y que acababa en las lágrimas que surcaban mis mejillas. En muchas ocasiones repetía las partes de mi discurso que se me hacían más fáciles y ella intentaba ir un paso más allá. Para tener más información sobre por qué estaba tan deprimida. Para ver qué podía hacer por mí.

La carga se fue haciendo más liviana con las charlas, pero Sang nunca consiguió lo que pretendía desde el principio: que me aceptara incondicionalmente. Por eso fue ella la que me recomendó salir de Busán. Empezar de cero.

Desde que no estoy en casa, mis sesiones han parecido invertirse. Ahora soy yo la que pregunta todo el rato y ella la que intenta ser mi amiga, más que mi terapeuta. La que me insta a hacer cosas nuevas. A vivir. Y en realidad es un cambio en la rutina bastante positivo para mí.

—Claro que sí, Hye. Ya lo estás haciendo, aunque no lo creas. ¿U hoy tienes pensando quedarte en tu habitación dibujando?

—No —admito, con una sonrisa—. Iba a pasarme por la habitación de Jungkook y Namjoon a...

—Decírselo a tu amigo —completa por mí.

—Sí. O no sé. Le dije a Jungkook que podía contárselo.

—¿Y crees que lo ha hecho?

—Depende de lo insistente que haya sido Namjoon, supongo —respondo, con una pequeña carcajada.

—Puedes con ello, Hye. ¿Quieres que lo dejemos para que puedas ir a ver a tu novio?

Suspiro y me levanto de la cama, aún con el teléfono en mi oreja.

—Vale, sí —me seco la mano con la que no sujeto el móvil en mis vaqueros, dándome fuerzas—. Hablamos en una semana.

—O cuando lo necesites, Hye: ya lo sabes. Yo estaré aquí. Tú solo intenta volver a ser tú misma; a tener una vida normal.

—Lo intentaré. Hasta luego, Sang.

—Hasta luego, Hye.




El camino hasta la habitación de Nam es corto, pero siempre me da tiempo a pensar más de la cuenta. En esta ocasión lo único que pienso durante todo el camino es que ojalá mi amigo no esté, para no tener que volver a enfrentarme a sus preguntas en cuanto abra la puerta. Y, cuando llego, parece que me ha escuchado, porque es Jungkook el que me recibe en el otro lado con una sonrisa enorme.

—¿No está Nam? —le pregunto, cuando se hace a un lado para que pase.

—No, se ha ido a la biblioteca de la universidad a hacer trabajos. ¿Venías a buscarle a él?

Me giro en cuanto lo pregunta, porque suena decepcionado. Mucho. Por eso sonrío un poco y me acerco a él para sujetar su cara con mis manos y darle un beso muy pequeño. Me doy cuenta de que el contacto que más mantenemos es ese, como si tuviésemos miedo de darnos un beso más profundo. Pero, por el momento, parece servir, porque él sonríe un poquito más.

—He venido por ti, bobo —respondo, rozando nuestras narices. Y entonces él se atreve a rodear mi cintura con sus brazos para pegarme más a su cuerpo—. Pero quería saber si estaba la reina cotilla por aquí. He estado mentalizándome para su interrogatorio.

—Todavía no lo sabe —confiesa, dejando ir mi cintura para sujetar mi mano derecha con las suyas. Deja un besito en el dorso antes de comenzar a caminar hacia una de las camas de la estancia: la de las sábanas blancas.

—¿No se lo has contado? —pregunto, confusa. Él niega, sentándose. Su mano me sirve de apoyo para que, una vez en la cama, pueda ir reculando hacia atrás y apoyarme contra la pared. Tiene el portátil sobre la almohada con un documento de Word abierto—. ¿Por qué? ¿No siguió insistiendo?

—Sí, pero me hice el loco —susurra, con una sonrisa muy adorable adornando sus facciones—. Quiero decírselo, pero también quiero que tú también estés segura. Que no lo hagas solo por mí.

—Quiero contárselo, de verdad —digo, mirándole a los ojos, pero sin que mis dedos abandonen los suyos—. Solo tengo un poco de miedo. Es como... Pedir un deseo, ¿sabes? Si lo dices, no se cumple.

—Entiendo —dice, con la mirada gacha—. Pero ¿no sientes que nos está dando más problemas que no lo sepan? Porque ellos ya sabían que tú me gustabas y por eso están siendo tan pesados.

—Sí —admito—. ¿Podemos decírselo solo a Ahn y a Nam? Por ahora.

—Me parece bien. Pero lo haremos juntos, ¿vale?

—Vale —respondo, y doy un besito en su hombro, porque tengo una necesidad por tocarle que no termino de comprender—. ¿Qué estabas haciendo?

—El trabajo de Teoría del Arte —admite, cogiendo el portátil para que yo lo vea—. Lo voy haciendo en ratos muertos porque se me están acumulando un poco las tareas.

—¿Necesitas ayuda?

—No, tranquila —ahora el que da un besito en mi cabeza es él. Yo siento mucha electricidad en el punto donde sus labios tocan mi piel—. Solo te necesito para el dibujo del desnudo, pero creo que en la siguiente quedada deberías dibujarme tú, ¿no?

—Sí, pero si vas muy apurado...

—Yo primero; vamos a hacerlo en orden, ¿vale? Puedo seguir haciendo este trabajo mientras.

—Vale. ¿Puedo verte?

—Iba a ponerme otro día...

—No te da tiempo, Jeon —me quejo, y él sonríe por la mención a su apellido—. Así que ponte ahora. Yo miraré.

—Vaaaaale...

Jungkook da un último beso en mi cabeza antes de ponerse a escribir. O, al menos, creo que va a ser el último, porque mientras estoy ahí, apoyada en su brazo, vuelve en repetidas ocasiones a mí para buscar la inspiración que necesitan sus manos en mi cabeza. Yo intento transmitírsela repartiendo besitos por su brazo, que está bastante más musculado de lo que pensaba, y su hombro, pero consigo todo lo contrario; se equivoca repetidas veces de tecla y borra más palabras de las que escribe.

Me digo que es porque necesita más inspiración y por eso subo mis labios hasta su cuello. Él se estremece y acaba escribiendo cosas sin sentido, así que, contra su mandíbula, me río.

—¿No está funcionando? —pregunto, mi aliento chocando contra la curvatura de su cuello. Él baja la cabeza de inmediato para poder acercar sus labios a los míos.

—No —confiesa—. A no ser que el profesor quiera un ensayo sobre lo blanditos que son tus labios...

—Quizá necesites más besitos para poder describirlo bien.

—Quizá.

Yo también podría hacer un ensayo de sus labios. Del modo en el que se aprietan contra los míos con suavidad, dejando chispas en cada roce. Chispas que se mueven descontroladas, avivando el fuego que hay escondido bajo la piel suave. La de sus labios y los míos. Yo siento el calor ahí, justo donde estamos en contacto y siento al resto de mi cuerpo reaccionar. Como si tuviese envidia por no poder sentir esas chispas que me provoca Jungkook en todas partes.

Él también siente los celos. Por eso su lengua, envidiosa, se abre paso entre el fuego de mis labios para ir al encuentro de la mía. Y el choque es lento, dejando a su paso lava y negro teñido de rojo. El rojo que empieza a bajarme por la garganta.

Pero el fuego nos deja sin oxígeno muy rápido, así que tenemos que separarnos. Sé que así es como el rojo vuelve a convertirse en negro, en calma, así que dejo los ojos cerrados, esperando que vuelva. Pero a Jungkook le gusta el rojo.

Por eso, después de tomar una bocanada de aire, vuelve a mis labios para insuflarme un poco más de aliento. Su mano en mi cara, acunándome, provoca más chispas. Chispas que sé que su mano está sintiendo. Y, como necesito tenerlas en las palmas, las llevo a su cuello, intentando atraerle más a mi cuerpo.

Sus labios vuelven a separarse un segundo para coger más aire. Y yo le imito, porque no quiero despegarme de ellos. Por eso cada gota de oxígeno que almaceno va destinada al modo que tengo de entregarme al beso. Por eso no soy capaz de pensar con claridad. Ni si quiera cuando Jungkook se separa un rato más largo para dejar el ordenador a mi lado, con la pantalla abierta. Ni si quiera cuando se gira y vuelve a mi boca, que recorre desde fuera hasta dentro.

Cuando bajo las manos de su cuello a los músculos de su espalda, el fuego llega todavía más abajo y quema. Mucho. Por eso me separo un poco más de rato y giro la cabeza un poco para sentir los labios de Jungkook en mi mejilla. En mi cuello.

—Tengo mucho calor... —susurro, sin soltarle. Él sigue con sus labios y su lengua, que recorre mi yugular, provocándome un estremecimiento.

—¿Abro... la ventana? —pregunta. Sus labios rozando la piel de mi cuello.

—No es... ese calor —sus dientes rozan accidentalmente (o eso creo) mi clavícula y yo gimo. Cuando sus ojos suben hasta los míos, negros y profundos, me invade todavía más calor.

—Ehh...esto... —está muy ruborizado, y no sé si es por lo que implica o por los besos—. Puedo ayudarte.

No es una pregunta, sino una afirmación muy muy grave que instala todavía más calor... donde creía que no podía volver a sentirlo.

Empiezo a boquear y Jungkook decide disipar todas mis dudas volviendo a besarme con todas sus ganas. Solo que yo, ahora, le sigo con bastante menos ímpetu y muchos más nervios.

La mano izquierda de Jungkook, entonces, tan nerviosa como mi boca, se posa en mi vientre, acariciando en círculos para comprobar si estoy de acuerdo. A mí me va el corazón a mil.

—¿Puedo... repetir lo de la discoteca? —pregunta, jadeando contra mis labios—. Con los pantalones puestos, si quieres.

Tengo que admitir que esa última afirmación elimina todos (o casi todos) los nervios que pudiera sentir. Por eso sonrío y asiento un poco.

—Y sobria —completo, ahora él se ríe, aunque sigue sin tomar la iniciativa. Por eso empiezo a desabrochar el botón de mis pantalones, para facilitarle la tarea—. ¿Puedes... apañártelas?

—Ya lo hice una vez y creo que no fue mal —suelta, bajando su mano hasta que empieza a colar sus dedos por debajo de mis bragas. Yo contengo la respiración.

—¿Cuánto tardé... en... correrme? —pregunto. Se me queda la boca abierta cuando sus yemas empiezan a tocar, con mucho cuidado, mis labios.

—¿Quieres saberlo? —levanta una ceja. Yo asiento, medio ida por su masaje, que más que calmarme, no hace más que avivar las llamas que crecen desenfrenadas por todas partes—. Cinco minutos.

—J-joder —gimo, porque ha empezado a toquetear mi clítoris y nunca, nadie, lo ha hecho con tanto mimo—. M-me he vuelto una b-blanda.

Echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos, rendida a las caricias de Jungkook, que ni si quiera ha metido sus dedos en mi interior y ya me tiene completamente empapada.

—Que va —susurra, acercando sus labios a mi cuello de nuevo, besando y lamiendo lo que puede, porque sigue insistiendo en mi clítoris—. Soy bueno con los dedos. Puedo hacer que te corras solo tocándote así, ¿quieres?

Casi grito cuando hace un poquito más de presión en ese punto y empiezo a necesitar desesperadamente soltarlo todo.

—¿Y t-tú? —pregunto, como puedo. Porque Jungkook sigue, tranquilo, chupeteando mi cuello y acariciando, frotando y presionando en mi clítoris y mis labios mayores. ¿Por qué ni si quiera está penetrándome y estoy así?

—Estoy bien, no te preocupes.

Gimo más fuerte cuando acompaña su presión en mi clítoris con una pequeña, minúscula, mordida a mi cuello.

Necesito correrme ya. Ya de ya. De ya. Pero un pensamiento me corta un poco el calentón.

—¿E-es porque n-no.... te... excito?

Jungkook para su movimiento un poco, dejándome respirar atropelladamente.

—Es porque quiero ir poco a poco, noona.

Me da un escalofrío. En. Todo. El. Cuerpo. Respiro con fuerza, intentando calmarme.

—S-suena a excusa.

—Mírame —me pide, parando del todo su movimiento, pero dejando su mano todavía entre mis piernas. Y yo le hago caso y veo sus mejillas, rojísimas, pero adorables. Él niega con la cabeza—. A mi otra mano.

Casi me corro. Porque, con la que no me está tocando a mí, está intentando calmarse a sí mismo.

—¿P-puedo? —pregunto, y él asiente, quitando su mano del bulto entre sus piernas. La sustituyo por la mía, acariciando por encima de la tela del pantalón de chándal, y arrancándole los primeros gemidos. Pero ni si quiera me da tiempo a sentirme poderosa, porque me uno a su sinfonía de sonidos cuando vuelve a mover sus dedos con rapidez.

Se está dedicando en cuerpo y alma a acariciar como puede mis pliegues y, para demostrarme que va completamente en serio, ha empezado a ser más duro. Sus presiones en mi clítoris se hacen más fuertes, arrancándome gemidos desesperados e impidiéndome acariciarle el paquete decentemente. Ni si quiera puedo meter la mano por debajo para hacerle una paja en condiciones, porque Jungkook no me deja ni pensar.

—¡Ah... ah... ah... ah! —grito, cuando pellizca mi clítoris una vez más, con más insistencia. Porque me noto tan sumamente cerca que sé que voy a correrme con mucha, muchísima, intensidad.

—¿M-muy fuerte? —pregunta, medio ahogado. Yo niego, y sé que tengo que estar sudando y temblando por todo el placer acumulado—. V-vale t-te voy a besar. Porque creo que...

—¡Ah...!

Ni si quiera termina. Se lanza a mis labios en el momento justo en el que me contraigo para expulsarlo todo de golpe. Su boca, suave como al principio, retiene mis maldiciones y el grito que las acompaña.

Puede que Jungkook ya me hubiese provocado un orgasmo de este mismo modo, pero es el primero que recibo sin mi pierna y perfectamente consciente. El primero que me provoca alguien que no es Min Yoongi. Y me recuerda lo mucho que me gustaba sentir la calma y la hipersensibilidad. El picor y el ardor en mi sexo. Lo relajada que me sentía después de toda esa tensión acumulada.

Solo que ahora, con Jungkook besando mis labios mientras me voy calmando, siento que es mejor. Porque me siento todavía más en paz.

—¿Estás bien? —pregunta, separándose, agitado, de mis labios. Yo asiento y abro los ojos. Y ahí me doy cuenta de que él todavía no se ha corrido.

"¿Cómo iba a hacerlo, si no has sido capaz de tocarle en condiciones?"

Aprovechando que su mano sale de mis bragas, yo empiezo a mover la que todavía mantengo sobre su paquete con un poco más de firmeza. Más que nada, probando si soy capaz y si él me deja.

—H-hye, n-no te preocupe... ufff.

Jungkook empieza a gemir flojito, pero, como no me parece suficiente, me apoyo sobre una mano y cuelo la que tenía en su paquete por sus calzoncillos para sujetar su pene directamente. Y se descontrola, aunque solo le estoy tocando.

—¡JUNGKOOK, SÉ QUE ESTÁS VIENDO PORNO ASÍ QUE TE DOY UN MINUTO PARA RECOMPONERTE ANTES DE ENTRAR!

No.

Los ojos de Jungkook se abren como dos lunas llenas y yo, asustada, quito la mano de su pene de inmediato. Me abrocho los pantalones y él intenta recolocarse su erección sin mucho éxito, así que intento pasarle el ordenador para que se tape, pero ya es tarde.

Primero, porque huele a sexo y a fluidos. Mis fluidos.

Y segundo, porque Namjoon acaba de entrar y nos mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—Esto es mucho mejor que pillarte viendo porno.

------

Holii, 

Cada día subo más tarde, lo siento. He llegado hoy de Londres y me he puesto muy tarde a corregir el capítulo porque no quería dejaros sin la entrega de cada lunes (llevo más tiempo del que creía posible siendo constante, y no quería romperlo así de la noche a la mañana). El caso, espero que os haya gustado la actualización de hoy (más intensa y todo eso).

Sé que tampoco contesté la semana pasada a los comentarios que me dejasteis, pero lo iré haciendo poco a poco. Me encanta leer vuestras reacciones, pero esta semana ha sido una locura y no he dado pá más.

Hasta el lunes, nos leemos <3

PD: NO ESTOY BIEN CON JK CON EL PELO NARANJA. NADA BIEN.

Tengo que hacer búsquedas, pero os dejo esto para que sufráis conmigo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro