- 14 -
Esto parece un déjà vu. Tengo el caballete en mitad de la habitación, apuntando a la cama, con un taburete enfrente. Hay un lienzo en él, una mesita con los lápices que voy a necesitar y gomas de borrar. Quizá la única diferencia es que he subido la temperatura de la calefacción para que Jungkook no pase frío. Y que tampoco voy a tener que ir a buscarle, porque vive al otro lado del pasillo.
Ya he escondido las muletas y he dejado las sábanas blancas de la cama bien estiradas. Supongo que es para causarle buena impresión, pero debería revolverlas un poco si quiero que quede natural. Aunque quizá quiera taparse con ellas.
Vuelvo a acercarme a la cama y la deshago un poco, dejando arrugas intencionadas para poder pintarlas luego, aunque en realidad es un modo de mantenerme ocupada hasta que llegue para no entrar en pánico. Porque estoy de los nervios. Quizá más incluso que cuando me tenga que pintar a mí, porque ahí me dará un infarto.
Ahora solo siento mi corazón martilleando en el pecho con fuerza cuando escucho dos golpes en la madera de la puerta. Voy con calma a abrirla, respirando con fuerza, y me encuentro con la causa de mi nerviosismo al otro lado, como me esperaba. Debe ser que mi sistema respiratorio no se había hecho a la idea, porque se para y me cuesta un momento recuperarme del impacto de verle. Tan. Guapo.
—¿Estás en una sauna? —pregunta, con una sonrisa.
No está sonrojado, ni tartamudea, lo que me hace pensar que me contagia ese estado cuando él parece más seguro de sí mismo.
—Es para que no tengas frío —digo, con un hilo de voz.
Él sonríe y baja la cabeza y, como no sé muy bien qué hacer, me echo a un lado para que pueda pasar. En cuanto está dentro, con el calor envolviéndole, cierro a mis espaldas y vuelvo a intentar respirar.
"Tranquila, solo es un chico. Y no es como si hoy tuviese que verte a ti desnuda".
—Vaya, lo tienes todo preparado —murmura, rascándose la nuca—. ¿Me tengo que poner en la cama?
—Emmm... Sí, eso había pensado —ni si quiera le miro a los ojos: bastante voy a tener que mirarle cuando empiece a dibujar—. Así puedes... taparte con la sábana. ¿Quieres que me vaya mientras te preparas o...?
—No, así está bien —dice, y yo, que le estaba mirando para hacerle la pregunta directamente, veo con todo lujo de detalles cómo se quita la camiseta de manga corta, dejando todo su torso al descubierto. Aparto mis ojos de ahí en cuanto me doy cuenta de que, sin querer, le estaba recorriendo de arriba abajo. Y que me estaba gustando demasiado lo que estaba viendo.
"Respira".
—Voy a sentarme para ir preparando todo —anuncio. Aunque, en realidad, cuando me siento en el taburete, lo único que puedo analizar es la dureza de los lapiceros, pensando cuál será el indicado para poder delinear esos abdominales.
"Para. Es un trabajo y Jungkook no es un cacho de carne".
Agito la cabeza y sigo mirando los lápices, cogiéndolos y volviéndolos a dejar en si sitio como si no me sirviese ninguno en realidad. Pero es que, con lo poco que he visto, me he dado cuenta de que va a ser así: ni las herramientas van a ser suficientes, ni yo voy a ser capaz de hacerle justicia.
—Vale. Ya... ya está —dice, al cabo de un rato. Y me atrevo a mirar solo porque tengo que dibujarle en el menor tiempo posible. Por el trabajo, solo por el trabajo.
No puedo ni si quiera controlar cómo se me abre la boca al verle, apoyado con sus brazos a la espalda, la sábana (mi sábana) cubriendo solo su intimidad y arremolinándose en sus trabajadas piernas. Siento envidia cuando las veo, porque tiene dos y son... perfectas. Pero, a la vez, me gustaría poder tocarlas. Ver si sus músculos están tan tensos como los ven mis ojos. Si su piel es tan suave como lo parece. Como sus labios.
Vuelvo a sacudir la cabeza, intentando que mis ideas se ordenen con el gesto, y cojo un lápiz cualquiera para empezar a dibujarle. Me digo que voy a empezar por su cara, porque es lo más fácil para mí, aunque cuando doy la primera trazada descubro que he cogido un lápiz demasiado blando y que no me vale para contornear. Chasqueo la lengua y cojo el borrador y el lápiz correcto antes de concentrarme en su expresión, para tener que evitar el resto de su cuerpo.
—¿Está bien la postura? —pregunta—. Creo que el profesor dijo que no le importaba que nos tapásemos... Ya sabes.
—Está perfecta. Creo que has hecho una buena composición —murmuro, sin dejar de mirarle a él y al cuadro alternativamente.
—Solo me he sentado, Hye.
—Pues tienes un don para sentarte —confieso. Jungkook se ríe, de verdad. Con un sonido muy agudo y muy adorable que me obliga a mirarle a él y solo a él. De inmediato.
—¿Por qué estás tan nerviosa? Soy yo el que está desnudo.
—Por eso —confieso—. Esto es un poco raro.
—Lo es porque estás muy tensa, pero solo me estás dibujando, Hye.
—¿Por qué no estás nervioso tú? Siempre estás rojo y tartamudeando y ahora pareces tan... tranquilo.
—Porque estoy contigo —dice, encogiéndose de hombros—. Te dije que confiaba en ti.
—¿En que no iba a intentar acostarme contigo? ¿Por eso me elegiste?
Jungkook suspira y ahora sí, se pone un poco rojo. Luego se incorpora, destrozando toda su postura, para poder mirarme a los ojos un poquito más de cerca. A mí se me va la vista un segundo a su entrepierna, con miedo de que la sábana baje más de la cuenta. Por suerte, se queda ahí.
—Sinceramente, no me importaría si quisieras —confiesa. Yo siento el calor llegar hasta la raíz de mi pelo. No sé cómo tomármelo, así que hago lo más lógico: le tiro un lápiz y él se vuelve a reír, cogiéndolo al vuelo—. Te escogí porque me siento cómodo contigo, Hye. Y sabía que... podría estarlo sin ropa también. Así que, por favor, no hagas de esto una situación incómoda.
—¡Pues deja de decir cosas de ese estilo! —me quejo—. Además, sabes perfectamente que tienes... buen cuerpo, no deberías estar incómodo con nadie.
—No es el cuerpo, son las inseguridades —confiesa, y yo me siento más identificada de lo que me gustaría.
—¿Inseguridades? ¿Tú? —pregunto, aunque veo a leguas que las tiene.
—Claro, todos las tenemos. ¿Sabes cuál es mi mayor inseguridad? —yo niego y bajo la mano con la que estoy sujetando el lápiz, interesada—. No saber decir las palabras correctas. Hace unos... cuatro años, una chica me amenazó con espantar a toda la población femenina de mi alrededor por, según ella, "insinuar" que quería...
—¡Para, para, para! Ya sé por dónde vas —musito, avergonzada, enterrando la cara en mis manos. Porque reconozco la primera vez que entablé una conversación con Jungkook.
Algunas cosas no han cambiado: sus mejillas sonrojadas, lo pequeño que parece a veces, las ganas que tengo de protegerle. Pero, en lo demás, todo es diferente. El Jungkook del pasado jamás hubiese posado para mí desnudo, y yo jamás me hubiese puesto nerviosa por tenerle así. Él tampoco se hubiese atrevido a recordarme un momento tan vergonzoso para él solo para hacerme reír y enrojecer. Porque, por su sonrisa y su gesto relajado, sé que lo ha hecho para eso.
—Sí que sabes usar las palabras adecuadas —digo al fin, mirándole—. Ahora lo has hecho.
—¿Ya estás más tranquila?
Asiento porque, aunque me sigue poniendo nerviosa verle ahí, sentir al Jungkook de verdad, a mi amigo, ha disipado un poco la tensión.
—¿Me vas a contar tus verdaderas inseguridades?
—Quizá otro día —responde, con una sonrisa cortés que solo me demuestra que no quiere hacerme daño diciéndome que no está preparado—. ¿Me vas a decir ahora cómo quieres que pose?
—Emm... Estaba empezando por tu cara. Pero... ¿puedo?
Jungkook asiente y yo, temblando, me levanto de mi asiento para acercarme a su cuerpo desnudo. Me mira desde abajo mientras yo le sujeto de los hombros para pegarle a la pared. Su piel está caliente en contraste con la mía y, al rozarle, parece como si su cuerpo supiera lo que mi mente está pensando. Cuando está apoyado contra la pared, con las manos al borde de un ataque de pánico, levanto su rodilla izquierda, contrayendo todos los músculos de sus pantorrillas con el movimiento. Pongo su brazo, tan suave y tan caliente como el resto de su cuerpo, encima de la rodilla y hago que apoye el derecho al lado de su cuerpo, con la palma contra el colchón. Solo que cuando lo hago, quedo demasiado cerca de su cara. Y sus ojos tienen algo tan magnético, tan brillante, que me quedó ahí pegada un rato. Segundos. Minutos. Un parpadeo. No lo sé.
—¿Q-quieres... colocar la sábana?
Le miro a los labios mientras lo dice y asiento, tragando saliva sonoramente. Cojo los extremos que están más pegados a su cadera y dejo al aire toda su pierna izquierda. Con la parte de la derecha, cubro un trozo de su muslo además de dejar toda su intimidad cubierta, sin haber podido ver nada en absoluto. Rozo la piel de su muslo accidentalmente y me maravillo al ver cómo se pone de gallina a mi paso. Pero también me asusto tanto que doy un paso atrás, observando mi obra.
Jungkook me mira con una intensidad difícil de explicar en los ojos, con los labios entreabiertos y la respiración tranquila. O eso parece. Y aunque me digo que ya está bien, no puedo evitar acercarme de nuevo y revolver su pelo un poco. Una sonrisa asoma desde más abajo y sé que en mi cara se establece una réplica en ese mismo segundo.
Cuando me vuelvo a alejar, su visión me quita el aire, pero también me llena de calidez. Porque esa sonrisa sigue ahí, sin moverse ni un poco. Haciendo que las arrugas surquen sus ojos y que su nariz se arrugue de una forma monísima. Y es eso, precisamente, lo que me hace sentir bien cada vez que estoy con él: ver que puedo provocar un gesto tan puro y que, esta vez, es exclusivamente para mí.
—Ahora sí. Precioso.
Jungkook se pone rojo y yo me doy cuenta de lo que acabo de decir, así que voy todo lo deprisa que puedo a sentarme en el taburete.
—¿Solo ahora?
—Ajá —afirmo, volviendo a coger el lápiz. Su sonrisa no se borra ni un segundo.
Ahora que Jungkook se ha encargado de romper la tensión, dejando que seamos él y yo de nuevo, me es más sencillo contonearle. No me centro en su cara, porque debería tener en cuenta la postura para futuras ocasiones, lo que me pone un poco nerviosa. Porque todavía me cuesta tener que mirarle a su esculpido cuerpo, analizando cada músculo, cada curva, y pensar que voy a tener que verlo más veces. Aunque, en realidad, me doy cuenta de que me encantaría pintarlo todos los días de mi vida.
—¿Podemos dejarlo por hoy? —pregunta, después de lo que me han parecido minutos, pero que seguramente hayan sido un par de horas, por lo que me duele la espalda. Yo miro mi reloj de muñeca y verifico que no han sido una ni dos, sino tres, y que Jungkook no se ha movido ni un ápice en todo este tiempo—. Seguiría, pero...
—Sí, sí, perdón —digo de golpe, dejando el lápiz en la mesilla—. Se me ha pasado el tiempo volando y te tiene que doler todo.
—Se nota —dice, desentumeciéndose y con una gran sonrisa—. Es lo que más me gusta de verte dibujar: te concentras tanto que todo lo demás deja de existir.
—¿Te gusta verme dibujar?
Jungkook abre la boca un momento, pero al siguiente la cierra y asiente, un poco rojo.
—Frunces tus cejas mucho y miras con tanto... detenimiento. Parece que vas a sacar una fotografía con tus ojos y tu mano va a ser la encargada de revelarla —yo aparto la mirada, todavía sin acostumbrarme a esos comentarios por su parte—. ¿Vas a dejarme ver cómo va?
Cuando alzo la mirada le veo levantarse de la cama como a cámara lenta. La sábana cayendo, su pene al aire. Y él buscando los calzoncillos en el suelo.
De repente siento calor, muchísimo. Sé que ahora mismo debo de parecer un tomate, así que finjo que estoy recolocando los lápices para que no se dé cuenta de que le he visto completamente desnudo. Noto cuándo se acerca por la corriente de aire que desprende, pero eso no mejora el estado de mi cara. Ni si quiera me atrevo a mirarle cuando noto su aliento en mi oreja.
—Oye, está quedando muy bien —susurra, y se incorpora—. ¿El próximo día puedo empezar yo el mío? Así, si el profesor pregunta por nuestros avances, los dos tendremos algo que enseñar, ¿no?
El rojo pasa al blanco en mi cara y, ahora sí, le miro. Él parece ilusionado por dibujarme, pero yo sé que no va a poder ser una tarea tan sincera como el profesor nos pidió. Y que puede que, después de ese día, todo cambie para nosotros: porque se enterará de que le oculto algo. O porque sabrá lo de mi pierna, y no estoy preparada para eso.
No estoy preparada para su rechazo.
Por eso me planteo pedirle terminar primero mi tarea, aunque sé que no va a servir más que para retrasar lo inevitable. Así que intento cambiar ese futuro que tanto miedo me da de algún modo.
—Vale, pero... ¿puedo pedirte un favor?
—Claro —responde, muy seguro.
—¿Me dejarás decidir cómo posar?
Veo cierta comprensión en sus ojos y, cuando asiente, yo respiro un poco más tranquila.
---
Segunda actualización del día, increíble.
Se viene el salseo, como podéis comprobar.
Gracias por leer <3
PD: avisé en el tablero, pero me hice instagram para Wattpad, hablar de chinitos y esas cosas, soy dearweirdmaria como en Wattpad por si queréis seguirme.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro