ꗃ🔪𖥦UNO
Me tocó pasar entre coches de policía y cintas de escenas del crimen para poder llegar a la puerta del instituto, la noticia de la muerte de Dallia se sintió como un balde de agua fría. No había arma homicida, ni sospechosos, solo se sabía que aquello había sido un asesinato y que junto a ella había aparecido una carta de un admirador secreto confesando su amor hacia Dallia pero no tenía autor, nadie sabía de donde había salido.
— Minho, ¿cómo vas? — Hyunjin se unió a mi andar tratando de consolarme. —
— No sé, todo esto es muy raro, aún estoy en shock. — Andé cabizbajo. —
— No te preocupes, hyung, seguro que el culpable aparecerá pronto. — Dijo y me dió unas palmaditas en mi espalda para despedirse de mí y tomar un camino diferente al mío. —
La clase estaba vacía, los alumnos estaban atemorizados y los profesores estaban afuera en la entrada del instituto hablando con la prensa y con la policía. Suspiré y apoyé mi cabeza en mi mesa cansado, hasta que el sonido de unos zapatos golpeando contra las patas metálicas de una mesa sonaron, así que levanté mi cabeza rápidamente buscando el sonido, hasta que lo encontré.
— ¿Qué? — Dijo y traté de contener mi grito tapándome la boca. —
— Estás...viva...¿Cómo? Tu cuerpo está ahí fuera. — Mis palabras a penas salían de mi boca y eran un suave susurro. —
— No, estoy muerta, pero por alguna razón tú puedes verme. — Se bajó de la mesa y se acercó lentamente a mí. —
— Dallia. — Retrocedí hacia atrás hasta chocarme contra la pared. —
— La misma, ¿cómo es posible esto?
— ¿Quién te mató?
— ¿Acaso crees que lo sé?
— ¿No lo viste?
— No, fue por la espalda, o algo así — Dallia miró por la ventana, observando las luces de los coches de policía y la multitud. — Sorprendente.
— Dios, siento que me voy a desmayar. — Dije empezando a respirar con dificultad. —
— No seas exagerado, la que está muerta soy yo. — Eso fue lo único que escuché antes de desplomarme en el suelo. —
Abrí los ojos y veía borroso, me sentía mareado, tardé unos minutos en enfocar la vista hasta que logre volver en sí.
— ¿Ya estás mejor? — Dios, no había sido un mal sueño, el fantasma de Dallia estaba sentado en mi mesa de piernas cruzadas mientras me miraba. —
— Estoy hablando con un fantasma, ¿cómo pretendes que me sienta? — Dije levantándome del suelo y sacudiendo el polvo de mi uniforme. —
— Quiero encontrarlo — Dallia me miró seria. — Al cabrón que me mató.
— Bien, ¿y qué pretendes que yo haga? — Me crucé de brazos. — Dios mío, parezco un loco ahora mismo.
— ¡Ayúdame! Encuentra al asesino en vida, y yo me ocuparé de ayudarte en muerte.
— ¿Pretendes que juegue a los detectives yo solo?
— Solo no, me tienes a mí, yo te ayudaré.
— Estás muerta, no puedes.
— Yo me encargaré de encontrar pistas y tú de confirmarlas y enviarlas a la policía, por favor. — Dallia me miró con una mirada suplicante. —
¿Y qué se supone que debería hacer yo ahora? Tenía frente a mí al fantasma de la chica que me gustaba y que habían asesinado el día anterior, y para el colmo, me estaba pidiendo ayuda para encontrar a su asesino.
— ¿Y yo que gano? — Le miré.—
— El reconocimiento de la gente por encontrar al asesino y mi amor y agradecimiento por ayudarme. — Dijo con su típica sonrisa encantadora. —
— ¿Tu amor?
— Bueno, no literal pero me caerás mejor, agradécelo — Dijo encogiéndose de hombros. — ¿Entonces...?
— Me lo pensaré, gracias por tu oferta. — Tomé mi mochila rápidamente y salí de aquella clase, necesitaba irme a casa y reaccionar de manera coherente a todo esto. —
— Minho, ¿a dónde vas? — La señorita Eun, mi profesora de artes, me paró. —
— Me siento mal, me iré a casa.
— ¿Has avisado a tu tutor de guardia? Aunque bueno, con todo esto de Dallia reciente...es normal. — Puso una cara triste. —
— Ah, sí, no se preocupe señorita Eun, tenga un buen día. — Me despedí de ella y me fui a mi casa. —
Al llegar lo primero que hice fue darme una ducha fría, intentando quitarme esa sensación de pesadez de encima, el día se veía tan triste y apagado, quiero decir, es otoño, pero hoy era un día diferente. Salí de la ducha y me sequé con una toalla para tirarme encima de la cama, pensando en Dallia y todo lo que me había dicho.
Quería que encontrara a su asesino, que lo entregara a la policía. Aquello no era una mala idea, al fin y al cabo, si lo arrestaban pondría a salvo a una escuela entera o incluso a una ciudad entera, pero si las cosas se torcieran y salieran mal yo podría terminar como Dallia, aún así, no perdía nada por probar a ayudarla un poco, ¿no? Quiero decir, ella se encargará de las pruebas y yo de ponerles sentido común a estas.
Está bien, está hecho.
Al día siguiente me desperté con unas terribles ojeras y cansancio, no me puedo creer que haya desperdiciado una noche entera pensando en todo lo que me había pasado el día anterior, carecía de sentido.
Me encontraba apoyado en mi mesa de clase cruzado de brazos, la clase vacía otra vez.
— ¿Y bien? — Dallia me miró atenta. —
— Acepto. — Dije serio y algo inseguro pero pude ver como mis palabras provocaron una sonrisa en los labios de Dallia, oh Dios mío, lo que habría dado yo por causar esa sonrisa en vida. —
— ¡Bien, gracias! — Dallia se lanzó hacia mí para abrazarme, pero lo único que hizo fue atravesarme, provocando que yo sintiera un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. — Oh, debo acostumbrarme a esto, lo siento. — Yo solo suspiré. —
— Entonces, ¿por dónde empezamos?
— Por lo primordial, necesitamos ver mi cuerpo, y para que puedas ejecutar mi plan, necesitamos más tiempo a solas.
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