PRÓLOGO
Cada minuto que pasaba, mi respiración se interponía entre la vida y la muerte. Tenía una enfermedad que me estaba carcomiendo por dentro, devorando cada fragmento de mi ser. A pesar de estar en la flor de mi juventud, mi vida se estaba agotando rápidamente. Ya no teníatiempo.
La habitación, que una vez fue un refugio cálido y vibrante, ahora se había convertido en una fría prisión de sufrimiento. Las paredes, antes adornadas con momentos felices, ahora parecían reirse de mi agonía, con sombras que danzaban en los bordes, creándose figuras fantasmales que reflejaban mi desesperación.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mi madre con el rostro demacrado, sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación. Aquella mirada, tan llena de amor, era también un recordatorio del peso que llevaba a cuestas. Ella había dedicado su vida a cuidar de mí, y ahora,ver cómo su hija se desmoronaba era un golpe devastador.
Decir que estaba bien era una vil mentira. Mi cuerpo era un campo de batalla; los músculos, a veces tensos como cuerdas, y otras veces, tan débiles que apenas podía moverme. El dolor era un compañero constante, una presencia que siempre se sentaba a mi lado, recordándome que cada día podía ser el último.
Sentía compasión por ella, había luchado toda la vida por darme siempre lo mejor, pero el destino nos jugó sucio y ahora me estaba perdiendo.
La noche nos arropaba, oscura y opresiva, y los ventarrones afuera anunciaban una tormenta inminente. Las ráfagas del viento parecían gritar mi nombre, como si el mundo intentara recordarme que aún había vida más allá de esa cama, aunque a mí me resultaba casi imposible sentirlo.
—¡Madre! —apenas pude decir con mi voz quebrada por la fragilidad de mi respiración. Sentía que esa noche era mi momento de morir, una verdad que ya vibraba en cada ozono de mi ser. —Sé fuerte por mí. Vete de este lugar, no mereces vivir aquí sola.—¿Por qué dices eso? —me preguntó entre lágrimas, sus palabras estaban cargadas de una incredulidad dolorosa. —Vas a estar bien... te lo prometo. Conseguiré al mejor doctor.—Ya es tarde... no puedo soportarlo más —le dije, mientras ella tomaba mi mano entre las suyas, llenándola de sus lágrimas cristalinas.
Su toque era cálido, pero no podía detener el frío que se apoderaba de mi cuerpo, un frío que se incrementaba con cada latido que se desvanecía.
Mis ojos poco a poco se iban apagando, luchando por aferrarse a los destellos de luz que aún podía ver. A pesar de estar deshecha, cada fibra de mi ser se resistía a dejar este mundo. Anhelaba momentos pasados llenos de risas y sueños, recordaba las promesas susurradas en días más felices. Pero, a pesar de mis esfuerzos, un gran dolor se apoderaba de mipecho, ese dolor que se sentía tan profundo, que me dejaba sin aliento ysin un rastro de vida.
La oscuridad me envolvía, y con ella una extraña paz comenzó a asentarse en mi alma, llevándome a un lugar donde el sufrimiento ya no existía.
Y así, con una última exhalación, me entregué a la oscuridad, sabiéndome libre, finalmente de la carga que había llevado por tanto tiempo.
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