LOTTO
El verano se tornaba progresivamente más caluroso con cada día que pasaba y en mis momentos de ocio, encontraba refugio en el jardín de nuestra casa. Era un lugar donde la naturaleza me ofrecía un respiro de serenidad, un escenario propicio para disfrutar de la calidez del sol.
—Aquí tienes —anunció una voz familiar, rompiendo el silencio del entorno. Era Victoria, quien se acercaba con una refrescante limonada con miel y menta que traía en sus manos.
—Gracias, no te hubieras molestado —respondí, un tanto sorprendido por su amable gesto.—No es ninguna molestia, es simplemente una forma de agradecerte por haberme ayudado con mi proyecto —explicó Victoria, con su característica dulzura.
Desde que tengo memoria, Victoria ha sido una figura entrañable en mi vida. Nuestros padres han compartido una amistad que ha perdurado a lo largo de los años, y en consecuencia, yo la consideraba casi como una hermana, dada la cercanía que existía entre nuestras familias.
—¿Te gustaría acompañarme a la floristería? —me propuso, sorprendiendo mi ánimo.
Al asentir a su invitación, comenzamos a caminar hacia la floristería más cercana a nuestro hogar.
—¿Qué te parece este lirio? —me preguntó, señalando una delicada flor que destacaba entre las demás.—Es linda —respondí con sinceridad. Entonces, ella señaló otra flor y también me preguntó mi opinión.
—¿Y este? —inquirió, con un brillo de entusiasmo en su mirada.—También es bonita —respondí con una sonrisa genuina. Victoria sonrió de manera traviesa—Todas son lindas para ti. No es justo. — me dijo simulando molestia.—Cada flor tiene su propio encanto ¿no lo crees? —dije, tratando de hacerla reflexionar sobre la singularidad de las flores.
Al escuchar mis palabras, su rostro se sonrojó ligeramente y asintió con la cabeza, visiblemente conmovida. Fue un momento en el que la conexión entre nosotros se hizo palpable.
—Elige una flor que te guste —instruyó, invitándome a participar en la elección.—Esta —dije, señalando con el dedo una hermoso loto que se encontraba en una de las vitrinas.—Es hermosa. Es un lotto —dijo fascinada.—Sí, es fascinante la capacidad que tiene para crecer en ambientes difíciles y aún así florecer con una belleza tan exótica. —argumenté, mientras mis ojos se posaban en Victoria, una amante del arte que había luchado por ser reconocida artísticamente en un mundo de hombres.—Exacto... —respondió ella, con una sonrisa que denotaba alegría y gracia.—No solo sé de astronomía. También tengo conocimientos de botánica—dije, adoptando un tono lúdico mientras mantenía su mirada.
Nuestras miradas se encontraron en un cruce fugaz que parecía congelar el tiempo, pero ese instante fue interrumpido, inevitablemente, por nuestras risas nerviosas. Era un momento de complicidad que alejaba las sombras de la incertidumbre y cimentaba la conexión que compartíamos, un lazo que iba más allá de la amistad.
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