En mi habitación, estaba recostado en la cama, todavía pálido por el susto. A mi lado estaban mis padres, con semblantes preocupados y una chaperona que sostenía un vaso de agua. Empecé a balbucear, con los ojos llenos de temor y una voz apenas audible.

— No dejen a Brela en esa habitación... por favor... —mi voz temblaba y mi respiración era errática. —Les explicaré luego, pero ahora... no me siento bien.

Mi padre, me miraba con una mezcla de incomprensión y preocupación, mientras mi madre, se arrodillaba junto a la cama, tomándome de la mano para tranquilizarme.

— Hijo, ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó mi padre, tratando de calmarme.

Respiré profundamente y cerré los ojos por un momento antes de responder.

— Fui a la habitación de Brela porque oí ruidos extraño. Pero... vi algo... alguien... en el espejo. No sé qué era, pero me dejó sin aliento.

La chaperona colocó una manta sobre mi, ofreciéndome un vaso de agua para que bebiera.

— Descansa ahora. Nos encargaremos de todo —dijo mi madre con suavidad, mientras la chaperona se disponía a cuidar de mi.

Al amanecer, el sonido de la cerradura rompió el silencio de la habitación. Nuestro mayordomo, cerró la puerta con un candado robusto, asegurándose de que Brela estuviera protegida de aquella presencia. Luego recurrí a una de mis estancias de confianza, el taller de arte. Ese lugar me hacía estar en paz y despejaba mi mente con la pintura. Las pinceladas suaves y los colores vibrantes eran mi refugio en medio de la confusión. Fue en ese momento cuando mi padre entró en la habitación con una mirada decidida.

—André, necesito saber qué pasó anoche. ¿Qué viste en la habitación de Brela? —preguntó.

Aún recuperándome del impacto, evité la mirada de mi padre, fijando mis ojos en algún punto indefinido de la pared. Sin embargo, no tenía escapatoria ante su presencia.

—Papá, por favor, confía en mí. Te lo contaré todo a su debido tiempo, pero ahora no puedo decirte más. No quiero precipitarme —dije, aun evitando su mirada azabache.

—André, estamos hablando de la seguridad de tu hermana. Necesito saber lo que está sucediendo —retomó, frunciendo el ceño y no dispuesto a aceptar la evasiva tan fácilmente.

Levanté la mirada, enfrentando la expresión seria de mi padre.

—Lo sé, papá. Pero necesito investigar más antes de sacar conclusiones. Solo te pido que confíes en mí. Prometo que les explicaré todo pronto.

Después de un tenso silencio, mi padre dio su brazo a torcer, frustrado por la falta de respuestas, pero también reconociendo la determinación en mis palabras. Finalmente, asintió, aunque no del todo convencido.

—Está bien. Confío en ti, pero no te demores demasiado. La seguridad de Brela es lo más importante y espero que seas lo suficientemente maduro para entenderlo, ¿cierto?.

Asentí en silencio, sintiendo el peso de la responsabilidad. Sabía que debía actuar con rapidez, pero también con cautela.