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CUERPO Y ALMA

Al breve tiempo, podía escuchar el llanto desenfrenado de mi madre salir por la puerta de la habitación. Su dolor era palpable, cada sollozo resonaba en mi alma, aunque ya no estaba en mi cuerpo.

"¿Qué está sucediendo?" dije dentro de mí, con una mezcla de confusión y temor.

De pronto, abrí los ojos y me quedé observando el techo por unos segundos, tratando de entender lo que estaba pasando. Luego, me senté y no percibía dolor alguno, me sentía viva otra vez. Pero algo extraño estaba pasando, algo que no podía comprender del todo.

Volteé hacia mi almohada y me vi. Postrada en la cama, pálida y fría. Mi cuerpo yacía inmóvil, sin vida. Había abandonado mi santuario, el lugar que había sido mi refugio durante tanto tiempo.

Intenté entrar a mi cuerpo una y otra vez, pero no pude. Era como si una barrera invisible me lo impidiera. A partir de esa noche, estaba indudablemente muerta para el mundo.Aunque mi conciencia seguía presente, estaba atrapada en una existencia intermedia, sin rumbo ni propósito, observando el mundo de los vivos desde mi confinamiento espectral.

Las horas pasaban lentamente, y al día siguiente, se llevaban mi cuerpo al amanecer para sepultarlo en algún lugar de la ciudad de Dáliba. El silencio solemne y el frío de la mañana acompañaban el cortejo fúnebre de aquel día.

"En tus manos, Padre de misericordia, encomendamos a nuestra hermana Alina D'Moreau, en la esperanza cierta de que, juntamente con todos los que han muerto en Cristo, resucitará con él en el último día."..."Que los ángeles te lleven al paraíso, que los mártires vengan a recibirte y te conduzcan a la santa ciudad de Jerusalén. Que el coro de los ángeles te reciba y con Lázaro, pobre en esta vida, tengas el descanso eterno."


En el horizonte, las primeras luces del alba iluminaban mi descanso eterno, prometiendo una paz que trasciende esta vida y abraza la eternidad. Tras mi sepultura física, mi madre, desolada por mi partida y deseosa de cumplir mi última petición, vendió la casa a un bajo precio. Quería alejarse de los recuerdos que la atormentaban.

¿Cómo lo supe?

Pues, aunque no podía interactuar con el mundo de los vivos, tenía la capacidad de observarlo desde mi nuevo estado de existencia. Personas cada día visitaban nuestra casa y apenas se asomaban a mi habitación. Tenían un cierto temor, ya que sabían que en ese lugar había "muerto". Sin embargo, llegó el día en que mi madre entró por última vez a mi habitación, despidiéndose mentalmente de mí. Sentí su tristeza, su amor y su deseo de encontrar paz. Ese día quedé sola en casa y me di cuenta de que ya nada estaría bajo mi control; era un fantasma. Desde que salí de mi cuerpo, mi alma estaba sin rumbo, sin ir a ningún lugar. Las horas pasaban lentamente y no ocurría nada mientras esperaba en esta existencia intermedia.

Con el tiempo, empecé a descubrir los efectos de mi nueva condición.

Uno de los más notorios era que la luz del día me martirizaba, obligándome a esconderme de ella. Era una de las sensaciones más horribles que había experimentado. Estaba atrapada en un mundo que ya no me pertenecía y en el que no tenía cabida. Otro descubrimiento fue mi capacidad para moverme entre los reflejos de los espejos, utilizándolos como portales para viajar de un lugar a otro.

Esta habilidad me permitía explorar distintos lugares, aunque siempre desde las sombras y el aislamiento. Además, podía atravesar paredes y objetos sólidos sin esfuerzo, lo que me otorgaba una intangibilidad que me separaba aún más del mundo de los vivos.

Mi reflejo en el espejo de la habitación estaba intacto, tal como cuando me fui. Sin embargo, al intentar tocar mi imagen, mis dedos traspasaron el cristal como si éste no existiera. Me exalté y retrocedí, sintiendo una mezcla de sorpresa y temor. ¿Podría ser esta la puerta hacia el mundo al que ahora pertenecía?


El miedo me invadió, aun cuando deseaba buscar mi propio camino. No quería abandonar el lugar de mi infancia, el hogar que había conocido y amado durante tanto tiempo. La nostalgia y el apego a mi pasado me ataban a aquella habitación. A pesar de todo, decidí atreverme. Con una determinación nacida del deseo de encontrar mi lugar en esta nueva existencia, volví a tocar el cristal, mis dedos atravesaron de nuevo la superficie y con un profundo suspiro,me sumergí en él. Cruzar aquel umbral significaba despedirme del mundo que conocía y aventurarme hacia lo desconocido, un mundo etéreo donde tal vez encontraría respuestas a mi nueva condición.

Para mi sorpresa, el resultado fue el mismo: mi habitación estaba intacta, al igual que yo. Pero las puertas estaban selladas, no había nada más allí; solo existía mi habitación. Era un "lugar de descanso" para mi alma, un refugio donde podía encontrar paz en medio de mi nueva y desconcertante existencia. De vez en cuando, me quedaba allí, salía del espejo para curiosear en la casa y entraba cuando mi alma se sentía agotada. Era un ciclo constante de exploración y retiro, tratando de encontrar sentido a mi nueva realidad.

Aunque la casa se encontraba vacía, estaba llena de recuerdos y ecos de mi vida pasada. Sin embargo, no pasaron muchos días cuando llegaron los nuevos ocupantes. La tranquilidad de la casa fue interrumpida por el sonido de una llave girando la cerradura y el crujido de la puerta principal abriéndose.Se escucharon los pasos profundos de un hombre uniformado que se hizo visible al instante en mi habitación. Su presencia era imponente y su mirada recorrió cada rincón del lugar con una mezcla de curiosidad.Más atrás apareció una menuda mujer de cabellos avellanados y tez pálida. Sus ojos brillaban de emoción y nerviosismo. Asumí que eran los nuevos dueños, listos para comenzar una nueva vida en la casa que una vez fue mía.


De pronto, una hermosa niña de cabellos dorados y vestido rosáceo salió a la luz, con una sonrisa tan grande que iluminaba todo el lugar. Estaba encantada por la habitación, sus ojos brillaban con la inocencia y la alegría de la infancia. Su risa resonaba en las paredes, llenando el espacio de una calidez que no había sentido en mucho tiempo.Y por último, apareció un joven de cálido rostro y suaves facciones que hizo latir mi corazón como si estuviera viva de nuevo. Su presencia era reconfortante, y su mirada, llena de bondad, me hizo sentir una conexión inexplicable. Era como si, a través de él, pudiera experimentar un atisbo de la vida que había dejado atrás.Observé a la familia mientras se instalaban, cada uno encontrando su lugar en la casa. Aunque no podían verme, sentía una extraña sensación de compañía. Mi habitación, mi refugio, ahora era parte de sus vidas, y yo aunque invisible, formaba parte de su historia.

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