
"1"
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"Those summer nights seem long ago
And so is the girl you used to call
The queen of New York City..."
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"—Esperaba ya que me recibierais así—dijo el monstruo—. Todos los humanos odian a quienes son infelices. ¿Cuánto odio debo despertar yo que soy el más infeliz de los seres vivientes! Incluso vos, que me disteis la vida, incluso vos me detestáis y me rechazáis, a mí, a la criatura con la os atan lazos que sólo la muerte podrá rompes..."
Las páginas viejas y maltratadas del libro se sienten ásperas bajo mis dedos. Si presiono la huella en ellas, se parten como galleta escurridas en café caliente. Gotas de sudor se forman en mi frente al pensar en el momento que Isis se entere que robé su obra favorito y tuve la osadía de traérmelo a países de distancia. La dejaré de considerar mi madre.
Echo una ojeada por encima del libro. No me sorprende que el aula se llene tan lento, a los que si les interesa hablar de lo que hicieron en el verano se quedan ocupando el pasillo, los que ya lo hemos hablado hasta el cansancio con los mismos tres amigos que tenemos, entran, toman asiento y esconden la cara en los brazos doblados sobre el escritorio.
Cierro el libro, lo lanzo de vuelta a la mochila y quito la aplicación de música, pero me dejo los audífonos, como aviso de que si me hablan, no les escucharé ni media palabra. Ni Frankenstein ni One Direction pudieron contra mi malhumor y el dolor de espalda que cargo. Dos días atrás volví de pasar unos buenos tres meses en mi país, en un vuelo del demonio que me destruyó los lumbares y ni ganas de desempacar he tenido. Para colmo de males, no dejo de pensar en esos doscientos dólares que me quedaban de reserva y el personal del aeropuerto me robó descaradamente. Con eso planeaba pagar las clases particulares para las pruebas universitarias.
Ahora tendré que descargar guías de dudosa procedencia y poca credibilidad en páginas infectadas de anuncios de alguna madre soltera que necesite compañía a pocos kilómetros de mi dirección...
Lo compensa el hecho de que la pasé de maravilla. Visité mi playa favorita, comí en mi restaurante preferido y tuve algo de diversión con el mismo chico que me gustaba a los diez cuando le conocí y ahora, luego de varios orgasmos recibidos y otros fingidos, no me emocionaba como antes.
Reviso el celular buscando una señal de los chicos. Empezaba a creer que no vendrían cuando la puerta escarlata del aula se abre y Lulú ingresa con Hunter agarrado a su brazo. La sonrisa abierta que se me asoma la mi cara se desvanece cuando Cosbey, su compañero del equipo de fútbol americano lo detiene, pero Lulú continúa caminando a mi posición, copiando mi gesto.
Baja el rostro con la intención de besar mi mejilla, giro la cara para recibir el beso y después me tomo unos cortos segundos para apreciar cada detalle nuevo en ella, su cabello, antes tan largo que podía durar un minuto entero trenzándolo, ahora apenas pasa de sus orejas.
—Te ves preciosa con este nuevo corte, Lu.
Ese hoyuelo que siempre me insta a presionarlo con la punta de mi dedo aparece. Y mi sonrisa es el reflejo del pensamiento puro y asertivo que me viene a la mente: Lulú es la chica más hermosa que he visto.
—Me arriesgué demasiado, ¿no crees?
Niego con la cabeza.
—Qué va, a ti todo se te ve precioso.
Sonríe, engordando los mofletes. En ese momento, un grito desaforado desbordando cólera se escucha por encima de todas las voces a un kilómetro de distancia.
Hera Tiedemann. Una pequeña chica de cabellos del color de la miel, tan alta como un maniquí de ropa de niños y de ojos avispados azul cielo, camina a paso airoso a nuestra dirección.
—Hola—suspira, dejando caer la mochila de diseñador encima del escritorio—. Sepan que si me muero de un infarto, Eros Tiedemann es el culpable.
Ese nombre otra vez. El nombre de su hermano mayor.
Hera habla poco más que nada sobre él, tanto, que hace semanas lo nombró y yo no recordaba quién demonios era. En ese momento nos dijo que él vendría a estudiar a Nueva York, y aunque según las cuentas debería ingresar al primer año universitario, Hera se limitó a mencionar que se había tomado un año sabático y por eso cursa el mismo que ella.
Yo solo me pregunté, ¿quién carajos se toma un año sabático en secundaria? Es normal en la universidad, pero, ¿el colegio? Suena poco creíble. Pero conociendo su bajo grado de tolerancia a las preguntas intrusivas, me mordí la lengua y seguí con mi vida. Si no hablaba de ello, por algo será.
Hera se estruja la sien y suelta un chillido pateando el piso antes de esbozar una sonrisa genuina. Repara en el corte de cabello de Lulú y en mi piel.
—¿Tu hermano no viene? ¿O quedó en otra sección?—inquiere Lulú.
La rubia se yergue, dispuesta a soltar todo de sopetón.
—Dijo qué iría por desayuno—dice, checando el estado de sus uñas pintadas carmesí—. Vendrá pronto, espero.
Un tumulto de gente ingresa al salón parloteando, riendo y gritando. Detrás de ellos, Whitman, la directora del instituto. Callamos y concentramos la atención en la mujer de cabello canoso. Nos da la bienvenida, rectifica que todos estemos en la sección correcta y luego de despachar a los que no pertenecen a este grupo, informa que el profesor McCleym llegará en breve. Pide que guardemos recato y se va tan altiva y condescendiente como vino.
Hablamos un rato más, y ni McCleym ni el hermano de Hera se presentan. Hunter me mira, frunciendo los labios. También nota la ausencia del chico.
—Creo que tu hermano se perdió—suelta, mirando de reojo a Hera.
—No, es que no le da la gana de aparecer—espeta con rabia contenida—. Esta semana ni se dignó a pisar la casa. Apareció oliendo a perfume barato, a buscar ropa y verificar si yo seguía con vida.
Deja caer el bolígrafo rosa en la pequeña mesa con frustración.
—Que buena descripción, ya quiero conocerlo—sarcasmo tiñe el tono de voz de Hunter.
—Ya lo harás, si es que le entran ganas de venir a clases o pasarse por casa.
—¿Es un rebelde sin causa?—inquiero, curiosa.
Ella ríe sin pizca gracia, abriendo la libreta de golpe.
—Es un rebelde con una causa.
Oh.
Me trago la pregunta pendiendo de la lengua con la irrupción del profesor. Con el silencio inmediato del resto del grupo, desecho la incipiente curiosidad junto al peculiar nombre al fondo de mi cabeza.
Ya aparecía y las dudas, presiento, pronto serán resueltas.
~
—¡Por favor, hagan silencio!─el grito de Stella, por muy chillón y molestoso que fuese, no cumple con lo esperado. El desorden sigue imponiéndose sobre el pequeño grupo de chicas paradas una junto a la otra frente a las gradas de la cancha de básquet—. ¡Unos minutos es todo lo que pedimos!
El comité encargado de organizar todo lo relacionado a la graduación, compuesto por nada más y nada menos que Stella, Lourdes, Irina, Christine y Paula. Cada una porta un aditivo a la fórmula perfecta para el desastre.
Hera y Lulú permanecen a mis costados, contemplamos a las chicas como si fuesen el show de comedia más aburrido del mundo. Las clases finalizaron hace escasos minutos, lo último que alguien querría era quedarse unos cuantos más.
—Pon carácter, con esos grititos de idiota no lograras nada, fíjate en esto—Paula acomoda una silla más cerca de las gradas, se pone de pie sobre ella y grita—. ¡¿PUEDEN CERRAR LA MALDITA BOCA UN MINUTO, ENJENDROS DEL DEMONIO?!─esta vez sí que el vocería disminuye, por lo que Paula baja de la silla, mirando a las demás por encima del hombro—. Maldición, los modales se los meten por el...
—Bueno, ahora que tenemos su atención—le interrumpe Christine, mostrando su mejor sonrisa. Paula le enseña el dedo medio, a lo que la rubia responde rodando los ojos—. Nos gustaría informarles sobre un tema importante: la falta de recursos que nos impide tener una graduación que este a nuestra altura. Whitman nos ha dado un presupuesto de chiste, así que, si queremos tener la prom que deseamos, tenemos que trabajar en equipo y buscar formas de recaudar dinero. Nosotras creemos que planear una gran fiesta de disfraces antes de Halloween donde el dinero que recaudemos de las entradas sirva para el alquiler y decoración del local salón de fiesta, es la mejor idea, hasta ahora. Para eso hoy tenemos que decidir quién asumiría el gasto de bebida, quien podría prestaría su casa, quien ofrece la música, decoración, invitaciones...
─Detente allí, ¿has dicho casa?─Hera, a mi lado, cuestiona cruzada de brazos. Al estar sentada en la primera grada, tan cerca de las chicas, no necesita gritar.
─Si, ¿tienes algo mejor en mente?─replica Irina, observando a Hera con una ceja arqueada.
—¿Lo dudas?─Hera desencadena toda la superioridad que reserva para casos como estos, donde la gente intenta rebajar sus argumentos—. Una gran fiesta no puede realizarse en una simple casa, un evento como el que tienen en mente necesita algo más llamativo, algo con clase.
Stella asiente, señala a Hera, exhortándola a que continúe.
─A ver, ¿qué propones?
—¿Han escuchado sobre la discoteca Sünde?─Stella asiente, Hera sonríe jubilosa, colocando ambas manos sobre sus rodillas—. Conozco al hijo del dueño, podría hablar con él para alquilar el local.
Murmullos encima de nosotros se esparcen con velocidad, promete volverse un alboroto de nuevo, pero antes de que eso ocurra, Lourdes, una chica de corto cabello rosa y ojos tan grandes y expresivos, da un par de palmadas, centrando la atención en ella.
—Hablamos de una discoteca en Manhattan, Hera—dice como si el problema fuese y lo es, pero no para Hera—. Creo que se te olvida que esto es Varsity, los estudiantes se roban el papel higiénico de los baños porque no tienen en casa.
Se escuchan un par de carcajadas, a lo que Hera se encoge de hombros.
─El alquiler correría de mi parte, los demás tendrían que encargarse de las entradas y las bebidas sin alcohol.
Un 'ohhh' acompañado de aplausos festivos se extienden por las gradas. Hera rebota la mirada entre las chicas que se miran entre ellas, gesticulando palabras que no me molesto en descifrar.
─Eso sería una ayuda inmensa, Hera—repone, una pizca de agradecimiento en su voz—. ¿Crees que puedes averiguar cuantas personas están permitidas, en que horario se maneja el local y ese tipo de detalles?
Hera resopla.
—Que flojera me da, ¿por qué no nos acercamos y así aclaramos el asunto con él allá?—se pone de pie, colgando su mochila en el hombro en un gesto delicado—. Les aviso la fecha, me largo.
~
Hera presiona la tarjeta en el lector con rabia, las puertas del elevador se abren y ella ingresa primero alterada con roces al desespero.
Su hermano jamás apareció ni a la segunda ni tercera hora y al finalizar las clases del día, se suponía tendrían que volver juntos a casa, más no hay señales de vida de él. Hera estuvo despotricando en su contra, marcándole a celular, lo que pudo obtener fue la confirmación de Cleo, su chef personal, que no estaba en casa.
Nos embarcamos a la pesadilla de Hera, tomar un taxi, puesto que su chofer volvió a Alemania con su abuela Franziska, la mujer que vivía y cuidaba de ella en esta ciudad. Hera decía que eran amantes desde años pasados, a donde iba uno el otro le seguía.
Hera presiona la huella en el número treinta y enseguida las puertas se cierran.
—Si mi memoria no falla, tengo todo lo que necesitamos—comenta la rubia, siguiendo la charla sobre hornear pasteles con Lulú.
Me la perdí por concentrarme en respirar y no sufrir un infarto. Imaginar que bajo mis pies solo existe una placa y luego... un hoyo de no sé cuantos metros de alto, no me produce tranquilidad.
—Hoy toca de chocolate, ¿tienes para el relleno?
Lulú se mira en el espejo, aprovecha acomodar las hebras revueltas de su cabello en su sitio.
—Tengo una, pero me queda muy poco—Hera se aleja unos centímetros de las puertas cuando empiezan abrirse, estoy por salir cuando su grito me detiene—. ¡Ten cuidado!
Una mano me saca del elevador en el segundo que un bulto se mete en el. La adrenalina me recorre las arterias y sofoca la vista unos segundos. Pestañeo deprisa enfocando la vista en el 'bulto', una chica con el vestido a medio poner, los tacones en la mano y la mano estirada hacia un chico de cabello rubio oscuro, como la miel, ojos incandescentes azules y barba bien cuidada.
—¡Púdrete imbécil!
Abro los ojos en desmesura. Ella está mucho más que enojada.
Lulú sale del ascensor a tiempo antes de que vuelva a trancarse, las tres quedamos a un lado de este, observando con ojos abiertos el estado lamentable en el que la chica se ha esfumado.
Unos pasos se oyen y a la par las tres giramos al dueño de ellos.
El chico, tan alto que tendría que alzar el mentón para verlo a la cara, hombros anchos, brazos definidos y sonrisa que promete cosas que no sería capaz de decir en público.
Un sentimiento impropio de mi me somete, tengo la necesidad de cerrar las manos en fuertes puños evitando hacer cualquier mínimo gesto que me ponga en la palestra de evidencia, sobre todo cuando sus ojos misteriosos me recorren sin decoro, agitando vergonzosamente mis latidos.
Este es Eros. El hermano de mi mejor amiga.
Por poco me desmayo al notar que se acerca a mí, mis pulsaciones se descontrolan y quiero salir corriendo lejos de él. Estoy a punto de apartarme, casi lo hago, pero lo que dice, me congela en el sitio.
—Yo a ti te he visto.

ah shit, here we go again...
JAJAJAJAJA😭😭
#TheFinalRound
14.10.2022
-Mar💙
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