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002

La penumbra silenciosa de la noche, cayó sobre el cielo de Riverdale, haciendo que la ciudad luzca tenebrosa y solitaria.



El parque de remolques del lado sur estaba casi abandonado, las luces de cada hogar se encontraban apagadas y el silencio reinaba, todos los habitantes de allí se encontraban en pleno sueño.



Sin embargo, una sola persona se encontraba despierto a tal hora de la madrugada. La casa Jones estaba a oscuras, teniendo la débil luz del televisor que alumbraba el cansado rostro de FP como única fuente de visibilidad.



El hombre bebía una cerveza, ensimismado en sus pensamientos sin prestar la más mínima atención  al programa de deportes que se producía en la pantalla frente a él. Siempre encendía aquel aparato, pero nunca hacía caso a lo que éste producía; el televisor sólo era un objeto que mantenía iluminada una pequeña parte del lugar y, en cierta modo, eso lo aliviaba.



FP llevó la botella de cristal hacia sus labios y soltó un gruñido al notar que ésta estaba vacía. Había prometido que esa sería la última botella de la noche y luego se iría a dormir, pero cada vez que el sueño llegaba, unos ojos verdes habitaban su mente y eso lo frustraba.



¿Por qué diablos esa niña se le tenía que aparecer en su mente? Si lo que menos quería en esos momentos era pensar en ella; en sus definidos rasgos y su sonrisa coqueta.



Enfadado, dejó caer la botella de sus manos y se puso de pie provocando un gran escandalo. Agradeció mentalmente que su hijo no se encontrara allí en esos momentos.



Arrastró sus pies con pereza y se dirigió hacia la pequeña cocina, acercándose al refrigerador. Su mano fue hacia la puerta del electrodoméstico y, cuando amagó con abrirla, el sonido del motor de un auto inundó sus oídos.



Su ceño se arrugó e inmediatamente se apartó de allí, caminó a paso lento hacia una ventana y empujó con sus dedos parte de las cortinas, viendo a través del sucio cristal el familiar vehículo que se estacionaba frente a su vivienda.



Un escalofrío descendió por su espina dorsal, y sus manos se volvieron puños al ver como una figura en la oscuridad bajaba del vehículo. Sus ojos no podían ver nada por la falta de luz, pero aquella sombra que caminaba de forma elegante hacia su puerta era tan familiar, que una punzada en su pecho lo golpeó.



Ese caminar tan delicado, pero a la vez salvaje, lo conocía. Lo conocía muy bien, esa familiaridad estaba guardada en lo recóndito de su memoria.



Un nudo se formó en su tráquea, y un fuerte ardor descendió por su garganta hasta su estomago. Oyó como su puerta era golpeada delicadamente, y se maldijo a sí mismo al sentirse así de nervioso. Se sentía como un jodido adolescente enamorado.



Permaneció unos minutos estático, sin mover ni un músculo de su cuerpo. La estúpida e infantil idea de ignorar aquello e irse a dormir, cruzó por su mente de manera fugaz.



No sería un niño estúpido, claro que no. ¿Qué tan malo sería afrontar el problema de lindos ojos que lo esperaba detrás de su puerta?



Y la respuesta a su pregunta llegó a él al momento en que una dulce y familiar voz inundó sus oídos:



—Sé que estás allí, Forsythe, te vi asomarte por la ventana.



El hombre soltó una maldición y se quiso golpear a sí mismo al haber cometido tal estupidez. Era una persona adulta, ¿Por qué actuaba así? Debía… No, tenía que abrir esa maldita puerta y enfrentarse a la joven que esperaba afuera.



Murmurando un sinfín de incoherencias, caminó hacia la puerta y dejó escapar el aire de sus pulmones en un fuerte suspiro. Su mano fue rápidamente hacia el pomo de la puerta y se mantuvo allí por unos largos segundos. ¿Qué diablos le diría?



Ahuyentando cualquier pregunta que rondaba en su cabeza, FP tomó aire y giró el picaporte, viendo un par de ojos verdes observarlo con incredulidad y diversión.



—Mi trasero se ha congelado —Murmuró ella. Vio como el hombre se quedó mirándola sin reacción alguna, e hizo un gesto con su boca —. ¿Me dejarás entrar?



— ¿Desde cuándo la palabra de alguien es impedimento para ti?



Sammy lo observó y una extraña diversión se tiñó en su expresión. Si no lo conociera, diría que él no se encontraba nervioso; sin embargo, el movimiento que hizo con su mandíbula hizo que la castaña se diera cuenta de inmediato. Aquél mínimo gesto que hizo, era lo suficiente como para saber lo que él estaba sintiendo.



FP dio un paso al costado y ella entró, oyendo como la puerta se cerraba detrás suyo. Sus glaucos ojos se pasearon por la vivienda, y un fugaz ardor cruzó en ellos al momento en que él encendió la luz del lugar.


—Sigues teniendo el sigilo de un niño.



— ¿Qué es lo que haces aquí, Sam?



La nombrada volteó y torció sus labios.



—Tuve una discusión con mi padre —Confesó, jugando con sus dedos y cabizbaja.



FP la miró con atención antes de suspirar y pasar sus manos por su rostro hasta su cabello.



—Sabes que ya nada es como antes, no puedes venir aquí a la madrugada. Jughead podría haber estado aquí y pudo haberte visto.



— ¿Jughead no está?



—No sé donde está, pero no puedes venir hasta aquí.



Ella observó el rostro cansado del mayor y una punzada de culpabilidad se situó en su pecho.



—Nada es como antes, ¿eh? —Susurró, mirando sus manos —. Sólo quería verte —Sus ojos se pasearon por el rostro del pelinegro una vez más.



—Ya me has visto, ¿Qué más quieres? —Dijo, intentando ocultar su doble intención en aquella pregunta.



Sammy cerró sus ojos por un momento antes de cubrir su rostro con sus manos. Un gruñido salió de sus labios antes de descubrir su semblante y observar al pelinegro frente a ella con la vista perdida.



Sólo… No lo sé —Un leve ardor picó en sus orbes verdes, al mismo tiempo en que un nudo se hacia presente en su estomago.



Los ojos de FP la miraron con tristeza, sin saber que decir o hacer, ya nada era como antes. Él se repetía a sí mismo. No sabía ya que era lo que ella necesitaba, o eso quería hacerse creer.



—Ya nada es como antes —Volvió a repetir, apartando su vista de ella. Aquellas palabras se repetían mil y una vez en su mente e, incluso, admitía que solo se lo repetía para que se grabaran en su cabeza.



—Pareces un disco rayado —Se quejó —. Claro que no lo es, pasaron nueve años. Soy consciente de ello.



—Fue un error, y lo sabes —Habló, viendo como ella sonreía con un rastro de cinismo en sus ojos.



—Claro, fue un error —Repitió, asintiendo —. Un bello y prohibido error que me hizo sentir algo que nunca había experimentado, hizo darme cuenta de lo que sentía por ti.



Jones negó y caminó hacia la cocina, en busca de algo que lo hiciera disminuir su pulso acelerado.



—Tenías dieciséis, Sam, lo que sentiste fue sólo un capricho —Sus manos destaparon una botella de alcohol, mientras tomaba un vaso de un estante.



— ¿Y qué si digo que sigo sintiendo lo mismo que la primera vez?



Sus movimientos se detuvieron al instante en que las palabras salieron de la boca de la joven, y un electrizante choque golpeó su estomago y se expandió por su cuerpo a medida que avanzaban los segundos.



—Te diría que continúas confundida —Dijo, rápidamente. Se sirvió whiskey en un vaso y devolvió la botella al estante.



— ¿Esa es tu excusa? —Preguntó, con enfado.



—No es una excusa —Sus ojos se cruzaron por una fracción de segundos antes de que él le diera la espalda.



La joven Sanders soltó un bufido y pasó sus manos por su cabello. Sin esperar a que él hiciera algo, ella caminó hacia éste y le arrebató el vaso con brusquedad.



— ¿Acaso lo harás de nuevo?



— ¿Hacer qué? —Soltó, brusco.



—Dices que nada es como antes, pero tú, pedazo de idiota, sigues bebiendo cada vez que discutimos. No quiero imaginar cuanto bebías cuando no estuve aquí.



Y eso era verdad. Hace años, FP dio indicios de tener problemas con el alcohol, pero Sammy siempre estuvo allí para detenerlo y hacer que él estuviera lejos de cualquier gota que contenga esa sustancia. Ella era la única que había logrado alejarlo de aquél vicio que, un tiempo después, destruiría su familia.



—Forsythe —Llamó, viendo como éste observaba un punto fijo en el suelo. El ceño de la joven se suavizó y sus manos fueron hacia el brazo del hombre —. Mírame, por favor.



Sammy notó como él no hacia caso, y llevó ambas manos hacia su rostro, girándolo para que sus ojos se conectaran.



—Dime que sucede —Ella susurró, acariciando su mejilla.



Él la miró por unos extensos minutos y negó, apartándose de ella.



—No puedes —Habló, sonando más expresivo de lo que pretendía —. No puedes aparecer de la nada y venir a hacer conmigo el mismo juego que hiciste hace tiempo.



Sanders permaneció en su lugar, petrificada. Sus labios se separaron a punto de hablar, pero su voz se había perdido. ¿Acaso para él todo fue un juego?



— ¿Eso es lo que crees? —Preguntó, pero por su tono de voz, eso lució como una afirmación.



FP miró de reojo como ella acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja.



—Realmente no sé que es lo que pienso —Se sinceró.



Sammy lo observó a los ojos, con atención y curiosidad. Caminó hacia él y se detuvo a unos centímetros. El hombre sintió su pecho contraerse y ahogó un suspiro ante lo que ella provocaba con su cercanía. A pesar de los años que transcurrieron, la castaña continuaba teniendo ese efecto en el Jones más viejo. 



— ¿Sigues amándome, FP?


—Sammy —Advirtió, casi en un susurro al tenerla a una corta distancia.



—Sólo quiero oírlo —Musitó, con sus ojos sobre los suyos.



FP apartó la mirada de ella y se mantuvo callado durante un par de minutos, en donde se preguntaba si sus sentimientos por ella estaban allí todavía.



Y claro que aún seguían allí, como una gran cicatriz que amenazaba con abrirse al ver aquellos ojos verdes mirarlo con la misma intensidad que la primera vez.



La joven Sanders lo observó, y en sus labios se dibujó una sonrisa triste.



—Te amo, Forsythe, y no pretendo que tú me respondas que lo haces si no es lo que sientes de verdad —Dijo, tras minutos de silencio por parte del mayor —. Sólo quiero que lo sepas, es todo.



FP vio como ella se alejaba unos pasos comenzando a caminar hacia la puerta. Una pesadez golpeó su cuerpo al verla de esa manera, y sintió la decepción arraigarse en su interior al haber roto la promesa que le había hecho tiempo atrás.




《 No me hagas sentir triste, no me hagas llorar, FP. No rompas mi corazón. Mucho menos, me mientas. 》

La imagen del rostro de la adolescente, en ese entonces, vino a su mente como un frío balde de agua. Recordó cómo ella había dicho eso, y él prometió que nunca la lastimaría. Prometió nunca hacerla sentir triste y nunca mentirle.



Sammy llevó su mano hacia el pomo de la puerta, pero unos fuertes y ásperos dedos se encerraron con fuerza sobre su muñeca, impidiéndole hacer lo que estaba a punto de cometer. En un movimiento rápido, sus hombros fueron sujetados con fuerza y su espalda chocó contra la puerta al momento en que él volteó su cuerpo.



— ¿Acaso quieres saber que es lo que siento?



—Forsythe…



—Bien, te lo diré —Él habló, sintiendo una revolución en su interior.



Sammy dirigió sus ojos hacia su dirección y alzó su barbilla. Un hormigueo se hizo presente en su estomago cuando sintió la cercanía de éste, y una helada corriente de aire descendió por su cuerpo al sentir la nariz del pelinegro rozar contra su cuello.



Sus párpados se cerraron con fuerza al sentir su respiración chocar contra la piel sensible de su cuello. Ella llevó sus manos hasta los brazos de él, notando como FP se mantuvo en su posición durante unos largos minutos que se volvieron eternos para la joven, la cual sintió su alrededor detenerse.



FP respiró hondo, inhalando el dulce aroma que la piel de la ojiverde desprendía, y cerró sus ojos al notar que su cordura estaba a punto de desaparecer.



—Desde un principio supimos que esto no podía funcionar —Murmuró, apartándose rápidamente.



Sanders abrió sus ojos y miró como éste caminaba de un lado a otro, cual león enjaulado.



—Dime si aún me amas —Repitió, viendo como él se detenía de golpe.



Sus piernas temblaron unos segundos al ver los imponentes ojos negros que la miraban de una forma tan intensa que la hicieron sentirse indefensa.



—Claro que te sigo amando —Dijo, sonando enfadado —. Demonios, Sammy. No pasó ni un día en que no haya pensado en ti y tu maldita sonrisa. El sonido de tu voz y tu risa me torturaron durante años. Me hacían sentir culpable, sentirme una verdadera basura por haberle mentido a mi familia, a mis amigos. A James.



— ¿Y por qué no puedes seguir estando conmigo? —Preguntó, su voz perdiendo fuerza al salir de su garganta.



—No puedo hacerlo. No puedo hacerle esto a tu familia. Cuando vinieron al bar, tu padre y tus tíos se ofrecieron a ayudar, ayudar a las serpientes, y acepté. No sé cómo es que Tom y Jack reaccionarán, pero sé muy bien que, si tu padre se llegara a enterar, él no duraría ni un segundo en asesinarme.



Sammy observó la desesperación en el rostro del hombre mayor, mientras oía lo que decía:



—Hice las pases con tu familia, y no quiero volver a cometer el mismo error dos veces. No puedo hacerle a tu padre lo mismo. Para él, tú sigues siendo una pequeña ante mis ojos; por más que eso haya cambiado hace años. ¡Sigue pensando que eres como una jodida hija para mí!



Sammy mantuvo su vista firme en el rostro del hombre, haciendo un fuerzo inhumano para sostener las lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos.



— ¿Eso es todo? —Susurró, viendo como él se acercaba hasta quedar frente a ella.


El pecho del Jones más viejo se apretó, y dio un asentimiento que tomó todo él para que luciera verdadero.



—Esto nunca habría funcionado, Sammy.



Un nudo en el interior de la garganta de la menor ardió , y dio un asentimiento con su vista nublada por las lágrimas acumuladas en su rostro. Haciendo un gran esfuerzo, se dio la vuelta y abrió la puerta con rapidez, queriendo correr kilómetros de distancia del hombre de ojos negros.



Él observó como la figura de la joven desaparecía de su campo de visión, y esperó unos instantes para escuchar el ruido del motor encenderse. Se mantuvo en su sitio un largo tiempo antes de que sus ojos se cristalizaran y una lágrima traicionera se deslizara por su mejilla.

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