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ENERO 17, 2009









—Papá nos asesinará, Sammy —Volvió a repetir el chico, mirando con temor a los costados.



La joven de dieciséis años miró con enojo a su mellizo, lamentándose internamente en haber aceptado que la acompañara aquella noche. Acababa de cumplir sus deseosos dieciséis, y no, no quería una jodida fiesta; quería entrar al bar que su padre le había prohibido entrar cuando cumplió los trece.



Según James, su hija ya no sería una niña frente a los ojos de sus colegas. Sabía que, después de aquella edad, el cuerpo de su hija sería una tentación para cualquier hombre. Y sabiendo como eran las serpientes, su hija no estaría a salvo.



La ojiverde miró por última vez a su hermano antes de suspirar y arreglar su cabello.



—Si llegas a decirle una palabra a nuestro padre sobre lo que estamos por hacer, y juro que cortare tu micro pene cuando duermas —Kasper abrió sus ojos con temor. Sabía que su hermana siempre cumplía sus promesas, incluso si era una amenaza tan grave.



—Bien, como tú digas —Se limitó a levantar sus manos en signo de paz y caminó hacia el establecimiento —. Recuerda la razón por la que papá no te permitió la entrada a este sitio.



Sammy miró de reojo a su acompañante, sin mucho interés se encogió de hombros y caminó hasta la entrada del lugar. Su mente estaba preparada para cualquier cosa, sin embargo. Su cuerpo dictó lo contrario al momento en que sus manos comenzaron a sudar y un manojo de nervios creció en su interior.



Bien, tal vez no estaba demasiado preparada para lo que iba a hacer.



El chico Sanders echó un último vistazo a su melliza antes de empujar las puertas del bar. Los ojos de la castaña se vieron afectados por el humo que salió del interior; mientras que el aroma a tabaco y colonia barata inundaron sus fosas nasales, provocando una leve picazón en su nariz. Sin poder evitarlo, arrugó sus napias y un hormigueo descendió por su dermis. Sus ojos repasaron el lugar, notando que nada había cambiado en esos tres años, por lo que sonrió con felicidad.



Nunca estuvo de acuerdo con la orden que le había dado su padre, por lo que, cuando era más joven, prometió volver a pisar aquel bar apenas cumplir los dieciséis. La razón por la que se encontraba allí, arrastrando a su hermano por si las cosas se fueran a salir de control.



—Procura pasar por desapercibida, estaré cerca —Hizo saber el castaño, echándole una mirada de advertencia —. No quiero que te metas en problemas.



Miró como el joven se alejaba poco a poco, mezclándose entre las personas con chaquetas de cuero. Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios antes de caminar hasta la barra y llamar al hombre detrás de ésta. El hombre entrecerró sus ojos, notando un aire familiar en aquella mirada cetrina que lo miraba con atención.



— ¿Sammy? —La susodicha maldijo tras oír su nombre, y se obligó a esbozar una sonrisa —. Mírate como has crecido —Habló, sonriendo. El hombre no tenía malas intenciones, la había visto de pequeña y no podría atreverse a cruzarse de la línea con ella, era como una sobrina para él — ¿Qué es lo que haces aquí?



—Es mi cumpleaños, y quería pasarlo aquí —Respondió, restándole importancia. El hombre asintió con un poco de recelo, no obstante, decidió pasar de largo aquello y sonrió  nuevamente.



—Apuesto a que no querrás beber jugo de naranja, ¿verdad? —Ella sonrió y negó, recordando que, cada vez que ella estaba allí de niña, siempre pedía una caja de jugo de ese sabor —. Bien, te traeré un trago —El hombre hizo el amago de marcharse, pero se detuvo de repente, como si se acabara de acordar de algo importante —. Cuidado con FP, sabes que si te ve bebiendo alcohol, no tardará en ir corriendo a decírselo a James.



Sammy asintió, recordando al mejor amigo de su padre. Jones era la mano derecha de James, éste último siempre estaba con él. Pero, a pesar de que FP y su padre fueran como uña y mugre, había pasado un largo tiempo sin verlo. Sus horarios nunca coincidían, aunque tampoco era que FP pasara tiempo en la casa de los Sanders, el hombre tenía familia y se la pasaba con ellos. Una gran diferencia con James, que siempre se la pasaba en la calle, en el bar o haciendo viajes en donde resolvía asuntos pendientes con personas peligrosas.



Para su suerte, su padre se encontraba en uno de esos tantos viajes, por lo que pudo escabullirse con tranquilidad de su hermano mayor, quien se encontraba con una zorra encerrado en su habitación; fue de gran ayuda al momento de escaparse.



Sammy observó como Hog Eye se retiró para atender a otro cliente, por lo que aprovechó y se escabulló por la barra hasta alejarse. No quería llamar la atención, y algo que provocaría ser el centro de ello era que una chica con rostro familiar estuviera hablando con el dueño del bar como si se tratara de viejos amigos.



Distraída por haber estado viendo en dirección al bar, Sam no se percató cuando un cuerpo esbelto se cruzó en su camino. Varias maldiciones salieron de sus labios, al mismo tiempo que un par de ojos se fijaron en su rostro.



Intentando contener su paciencia a raya y no armar un escandalo al estúpido que se cruzó en su camino, alzó su vista hacia el culpable, retrocediendo unos pasos.



Sus ojos se cruzaron con un par de perlas negras que la observaban con curiosidad, como si quisieran descifrar algo en la mirada de la adolescente. La ojiverde sintió una bola de fuego descender desde su garganta hasta su estomago; el temor se arraigó en sus entrañas como el peor de los monstruos, y sus piernas perdieron fuerza por unos cortos segundos.



El hombre frente suyo alzó una ceja entrecerrando sus ojos, mientras que la observó con más atención y detalle. Inconscientemente, ella se removió nerviosa antes de aclarar su garganta y enderezar su espalda, fingiendo confianza.



Sabía muy bien de quien era aquel rostro, no había muchos detalles diferentes en él; aquellos ojos intimidantes e imponentes seguían siendo los mismos, siendo acompañados por unas leves arrugas a los costados de ellos.



— ¿Qué haces aquí? —Sus ojos no se apartaron de los suyos, cosa que incomodó a la menor por completo —. ¿Acaso piensas que no se quien eres? —Interrogó él, con un tono incrédulo y divertido —. Vamos, Sammy. Tus ojos te delatan. 



La nombrada rodó sus ojos y el mayor sonrió recordando, que de niña, ella siempre hacía aquel gesto. FP observó a la joven y suspiró con cansancio. Aquella noche había discutido con su esposa de nuevo, lo único que quería era tomar un respiro lejos de su hogar y pasar el tiempo con sus colegas. 




—Jay llevó a una zorra a la casa —Habló, mirando al suelo —, se suponía que debía cuidarnos, pero parece que meter su pene en una vagina es más importante que el cumpleaños de sus hermanos.



FP frunció su ceño antes de abrir sus ojos con sorpresa. Maldijo por lo bajo, sintiéndose enfadado por haber olvidado el cumpleaños de los hijos de su amigo. Aunque, lo que más hizo enfadar al hombre, fue el hecho de que James no haya dicho palabra alguna acerca de ello, dando a entender que él también había olvidado el cumpleaños de sus propios hijos.



—Oh —Fue lo único que respondió, apartó su vista de ella y rascó la parte superior de su cabeza con incomodidad —, supongo que buscas a tu padre —Sammy dirigió sus ojos hacia él y negó, a lo que el contrario frunció su ceño. 




—Kasper me trajo aquí, dijo que quería aprovechar sus dieciséis para poder beber alcohol —Contestó, echándole la culpa a su mellizo. En parte había dicho la verdad, su hermano quería beber alcohol. No obstante, la idea de ir a Whyte Wyrm fue suya. 




Jones asintió de acuerdo, creyendo en las palabras que ella dijo; Kasper era buen chico, sin embargo, tenía una mala reputación. Siempre se metía en problemas y James tenía que correr a sacarlos de ellos.




FP miró de nuevo a la chica, y se abstuvo a dejar escapar un suspiro. La Sanders menor había crecido bastante, varias personas se habían dado cuenta de ello, incluyéndolo; una de las razones por la que no había logrado reconocer al instante a la joven, reprendiéndose mentalmente por haber tenido pensamientos para nada bonitos al verla frente suyo. 




—Si necesitas algo, puedes ir a mi despacho y pedirlo —Sanders miró divertida al hombre y sonrió. Dando un asentimiento, se dio la vuelta a punto de marcharse en busca de su hermano, pero la voz del pelinegro hizo que ésta dirigiera su vista nuevamente hacia él —, o puedes venir y te sirvo un trago. 




La chica miró sorprendida al hombre, el cual estaba en el mismo estado que ella. No tenía idea de donde había sacado aquella osadía para invitarla a beber con él. 



Sin evitarlo, FP aclaró su garganta rápidamente antes de parpadear por unos segundos—; Solamente si tú quieres, si no quieres no deberías... —Iba a continuar hablando, pero la castaña lo interrumpió con una sonrisa. 




—Bien. 




La serpiente observó a la ojiverde antes de sonreír y señalar con su mentón hacia las escaleras que dirigían el camino hacia su despacho. Sam inclinó su cabeza unos centímetros y caminó frente al hombre, quien no pudo evitar repasar el cuerpo de la adolescente con su mirada. Ambos siguieron el camino hasta aquél cuarto alejado de las personas y subieron, terminando en un pasillo que daba hacia una puerta oscura. 




Sammy sintió la presencia del Jones mayor detrás suyo, y no pudo controlar el escalofrío que azotó su columna vertebral. Un cosquilleo descendió desde su pecho hasta las puntas de sus dedos en cuanto éste rozó su cuerpo con el de ella para abrir la puerta.






Intentado controlar la electricidad en su cuerpo, caminó dentro de la habitación y sonrió al recordar que siempre pasaba tiempo allí. En la noche, el bar se llenaba y James no quería que su hija, una niña pequeña en ese entonces, estuviera rodeada de personas peligrosas; por lo que la obligaba a pasar tiempo allí encerrada, dibujando y tomando su jugo de naranja.





Sammy observó el sofá de cuero negro y caminó hacia el mueble, tomando asiento sin que FP dijera nada. Éste la miró con una sonrisa antes de cerrar la puerta detrás suyo y caminar hasta la esquina del cuarto para servirle una bebida a la joven, la cual observaba el sitio con genuina curiosidad.





—No ha cambiado nada —Murmuró, viendo como la espalda del mayor vibraba, dándole a entender que estaba riendo. Sam frunció su ceño y arrugó su nariz —. ¿Qué?





Luego de servir dos vasos con sus respectivos líquidos, FP se dio la vuelta y negó con una sonrisa.





—No sé si recuerdas, pero no soy un fanático de los cambios —La ojiverde miró el vaso que él tendió e hizo una mueca al notar el contenido del recipiente —. ¿Pensaste que te iba a dar alcohol? James me cortaría la garganta de solo haber permitido que entres aquí, imagínate que haría si te ofreciera alcohol.





A regañadientes, aceptó el trago y bebió. Sin apartar sus labios del vaso de cristal, alzó sus ojos hacia él, provocando que éste se removiera y aclarara su garganta. Ella sonrió al notar aquello y depositó el vaso a un costado antes de apoyar su cuerpo contra el respaldo del sofá.






— ¿Entonces?





—Entonces... —Contestó él, dándole la espalda. Sammy bufó y rodó sus ojos, cruzando sus brazos sobre su pecho —. Cuéntame de ti, ¿ya haces que a James le crezcan canas verdes cuando andas con chicos?






Una ligera carcajada salió de sus labios, mientras que negaba bajando su vista. La castaña sabía que si alguien quería intentar algo con ella, primero debería de vérselas con su padre y sus hermanos, sabiendo que los chicos en Riverdale preferirían arrojarse de un puente antes de tener que enfrentarse a sus perros guardianes.






—Sabes que mi padre asesinaría a cualquiera que intentara acercarse —Respondió, poniéndose de pie —. Aunque, respondiendo a tu pregunta, no. No tengo a ningún chico para que mi padre saque su escopeta. Y tampoco me interesa.






El pelinegro ladeó su rostro al sentir la presencia de la joven detrás suyo y volteó por completo.






— ¿No te interesan los chicos? —La castaña sonrió y meneó su cabeza en forma de negación.






—Tampoco pienses que me gustan las chicas —Aclaró, al notar la expresión en el rostro de FP —. Tengo gustos exquisitos  —Él la miró extrañado antes de elevar una ceja. Sammy caminó hasta quedar junto al hombre, y tomó entre sus manos unas hojas que se encontraban en el escritorio en donde FP estaba —. Me gustan los hombres. Hombres maduros y con experiencia —Sus ojos se apartaron de los papeles en sus manos y fueron hacia el rostro de él, quien la observaba con atención.





FP tragó en seco, observando cada detalle en el rostro de la joven. Sam apartó la mirada y rodó su labio inferior entre sus dientes, mordisqueándolo con fuerza. No sabía lo que estaba haciendo, pero la sensación placentera y llena de adrenalina que le provocaba estar en aquella situación con el hombre, la hacía sentir bien. Demasiado bien para su gusto.





—Te has quedado callado  —Murmuró, sonriendo; sin saber que su cercanía causaba un efecto desconocido en el interior de él —. ¿Qué opinas sobre eso, FP?





Los verdosos ojos de la menor fueron hacia los labios del anterior nombrado, y con una sonrisa ladeada, ella mordió sus labios obligándolo a tragar el nudo que se había formado en su garganta.





—Dime que te parece —Susurró, disminuyendo la cercanía entre ellos, pero sin invadir demasiado al pelinegro; quien en ese entonces, ya estaba nervioso.





— ¿Qué?





— ¿Piensas que está mal que me sienta atraída por hombres que podrían tener la edad de mi padre? —La castaña elevó lentamente su vista hacia él, deslizando -lenta y tímidamente - su mano hacia la de la serpiente —. ¿Piensas que está mal que me sienta atraída por ti en este momento?





FP miró sus ojos, sin poder formular siquiera una palabra coherente ante aquella pregunta, o más bien, ante aquella confesión que la joven hizo.

Sintió la mano de la castaña deslizarse por su brazo hasta su hombro con libidinosidad, y tras unos segundos después, su mano fue sujetada por las de ellas, quien la dirigió hacia sus labios.





Sammy llevó con lentitud sus labios hacia la mano del mayor, introduciendo tres dedos dentro de su cavidad bucal, y observó los orbes oscuros que la miraban de manera lasciva. La chica Sanders miró con diversión al hombre, antes de tener que cerrar sus párpados con sorpresas al sentir como él reaccionó e hundió más profundo su mano.







Sammy liberó los dedos del hombre y pegó su cuerpo contra el pecho de Jones, dirigió la mano del mayor hacia sus pantalones y acercó sus labios su oído. Estremecido al sentir los suaves labios de la menor rozando su oreja, él pasó sus manos hacia el cuerpo de la contraria, sintiendo como ella mordía el lóbulo de su oreja.





—Quiero que me hagas sentir bien —Susurró, cerrando sus ojos cuando sintió la nariz de FP rozar contra su cuello —, hazme tuya.





El pelinegro se apartó unos centímetros de la castaña, viendo sus ojos suplicantes. Su mano se deslizó por el cuello de ella y la sujetó con firmeza, haciéndole cerrar sus ojos. Una sensación inexplicable se situó en su pecho, descendiendo hasta su pelvis al ver el rostro joven y vulnerable de la adolescente. Acarició los labios de la castaña con su pulgar de manera lenta y delicada, haciendo que ésta abriera su boca por acto de reflejo.





—FP —Susurró, en forma de suplica.





La parte baja de su vientre dolía y los latidos de su corazón hacían eco detrás de sus orejas. Una presión sobre su pecho la hizo abrir sus ojos, encontrándose con la mirada gélida de Jones. Miró los labios del hombre con timidez, acercándose a ellos con lentitud.





—Necesito besarte —Su voz salió entrecortada, por más que se haya esforzado por hallar fuerzas para hablar.





El hombre mayor se dedicó a observarla, sólo eso. Admirar la belleza frente a él, la chica joven que quería ser cautiva entre sus manos. Nunca se había sentido de aquella manera, y se sintió la basura más grande en el mundo al sentirse de esa manera con aquella castaña. Todo estaba mal, todo era incorrecto. Pero aún así, corriendo el riesgo de que todo se fuera al mismísimo infierno, él aceptó.





FP aceptó la súplica de aquella chica; aceptó ser el primero en hacerle sentir nuevas emociones y sensaciones; había aceptado que ella se volviera su nuevo vicio. Él había aceptado que, esos verdes y expresivos ojos se volvieran su perdición. Sin saber que, tiempo después, ésta se le sería arrebatada.

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