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The game of love

La alarma sonó como loca anunciando un nuevo día.

La mujer se dio la vuelta dando un ligero gemido por el cansancio que la invadía, la universidad no le permitía el lujo del descanso profundo, pero eso no la detenía.

Se sentó en la cama, revisó su celular y ahí estaban, los mensajes de su amado a primera hora, deseándole los buenos días.

"Me siento tan afortunado de tenerte... No puedo esperar más por verte. Te amo, princesa. Espero que tengas un hermoso día y todo marche de maravilla."

Samantha sonrió y le contestó el mensaje de la manera más linda posible.

Hace un año había conocido a un chico llamado Lucas en un pequeño bar, pero lamentablemente, el chico de ojos azules vivía en Toronto, Canadá y tuvo que volver a su país tras las pequeñas vacaciones que se había tomado (en las que conoció a la hermosa chica). Sin duda, Samantha había tenido la mejor noche de su vida con ese chico, no todos los días te encuentras a alguien con el que te conectas a la perfección en todo sentido, y ella no iba a permitir que la distancia los alejara.

La mujer se acercó a su pequeña mesa de noche y tomó el plumón negro para marcar el número diez

—Ah... —Dio un largo suspiro—. Siete días más para volver a verlo... —Sonrió y se cambió para salir a correr a un parque que había cerca de su casa.

[...]

—¡Lucas! —gritó James a lo lejos del pasillo, acercándose al rubio.

Lucas sonrió y bajó la mirada.

—Hola, James ¿Cómo estás?

El castaño de ojos grises lo abrazó por el hombro y lo jaló para caminar hacia su salón.

—¿Y bien? ¿Iremos a Las Vegas?

—Sí, ya compré los boletos de avión. Tengo varias sorpresas para Samantha. —Sonrió sonrojado—. El plan del primer día es ir al casino todos juntos, después reservé una cena... No es el hotel más lujoso, pero realmente espero que le guste. He estado ahorrando por meses.

James soltó una pequeña risita.

—Está bien, Romeo. Ya quiero conocer a tu Julieta, y... yo no me interpondré, sabes que solo iré por las chicas y a ganar los verdes, entonces ustedes se pueden olvidar de mí. —Le guiñó el ojo y se sentó en la mesa de hasta el fondo con su mejor amigo.

—¿Qué tal que algo no le gusta? —Lucas movía la pierna con nervios.

—Oye, relájate. Dices que esta chica te ama ¿no? —Tomó su celular—. Las mujeres son un poco más simples de lo que crees.

—Claro, me olvidaba que estoy hablando con el "todas mías".

James rio y negó.

—Vamos hombre, no es tan difícil. Literalmente le estás pagando un viaje y no sé cuántas ñoñadas más... —Rodó los ojos—. Las mujeres solo quieren que demuestres interés y ya, en un dos por tres estarán a tus pies.

Una de las chicas más atractivas del salón entró y saludó a James, haciéndole una señal de que le llamara por la tarde, a lo que el castaño solo sonrío y asintió.

—¿Ves? Te lo dije.

—James, el amor es diferente, esta chica es diferente. Solo... deseo darle el mundo entero, por ella haría lo que fuera, cruzaría el mundo entero y eso es algo que tú jamás aprenderás a hacer.

—Como digas, Julieta. —James rio y siguieron con las clases.

Ambos amigos se llevaban muy bien, pues habían estado juntos desde la infancia, aunque eran polos opuestos: James solía ser un poco más arrogante, al ser hijo de un gran empresario. Era un chico codiciado en la universidad y amaba vivir en las fiestas; por otro lado, Lucas era un hombre más sencillo y con un corazón sincero, pero esas diferencias no intervinieron para crear un lazo más fuerte que el acero.

[... 7 días después...]

Samantha bajó del avión medio adormilada y pasó por sus maletas, realmente no había sido un viaje tan largo para ella y tampoco para el otro par de amigos.

La mujer subió al coche que ya la esperaba y se encaminó al hotel en el que vería a su amado Lucas.

[...]

La chica de azabache se sentía nerviosa. Se miró al espejo por unos segundos y se puso el labial rojo pasión que combinaba a la perfección con su vestido negro entallado, lleno de lentejuelas y con una ligera abertura en la pierna izquierda. Su cabello caía en una perfecta ondulación que enmarcaba su precioso rostro cuadrado.

James miró a Lucas a través del espejo.

—Vaya que la amas.

El rubio sonrió, ajustándose el moño negro.

—¿Por qué lo dices?

—Jamás había visto que te arreglaras tanto, hasta pensaría que te bañaste. —Pasó y le dio un pequeño golpecito en el hombro.

—Ja, ja, que chistosito me saliste, James.

—Sí, como sea. ¿Ya estás listo?

Lucas asintió con un ligero sonrojo, intentando ocultar sus manos temblorosas, víctimas de su primer y gran amor.

James sonrió y salió del cuarto delante de Lucas. Ambos muchachos entraron al casino en el que las ruletas ya giraban, decidiendo el destino de cada jugador; ¿Quién sería el ganador de la gran fortuna? ¿Quién perdería todos sus millones?

—Hola —susurró la mujer detrás de Lucas, haciendo que cada centímetro de la piel del muchacho se erizara por completo.

El rubio se dio la vuelta y se clavó en los ojos oliva de la mujer para darle un gran abrazo.

—Samantha... —susurró con cariño. Por fin sentía que su corazón se calmaba, que todos sus problemas se desaparecían y solo quedaban ellos dos alrededor.

El primer mesero pasó y James tomó dos copas de sidra.

Cuando ambos chicos terminaron de saludarse como debía una pareja perdidamente enamorada, James le entregó la copa a la mujer y le sonrió educado, besando su mano como en las viejas películas.

—Un gusto, señorita Samanta, Lucas me ha hablado demasiado de usted. —Le sonrió a su amigo, quien agarraba a su novia por la cintura.

Samantha sonrió y miró al par.

—¿Y bien, señores? Creo que hemos venido desde muy lejos como para quedarnos aquí parados.

James la señaló y tronó los labios.

—Me gusta como piensa esta mujer. ¡Que empiece la fiesta!

Lucas brincó emocionado, no había duda de que esa noche sería suya.

Las horas pasaron y el ambiente subía como la espuma de la cerveza. Samantha y James estaban ganando una suma considerable de dinero, hasta que se sentaron en la mesa de Póker.

James miraba a la chica frente a él de vez en cuando para analizar sus gestos mientras fumaba un puro. La chica levantaba la mirada con una sonrisa coqueta, siendo abrazada por Lucas, quien no entendía demasiado el juego, pero lo importante para él era divertirse y pasar tiempo con su chica.

Y la mesa se comenzó a llenar de fichas, toda la torre siendo de James.

—Bien, señores, yo me retiro —dijo el castaño, tomando todas sus fichas.

—Muy bien, me sorprende todo lo que lograste esta noche —contestó Samantha con una gran sonrisa, notando que Lucas no tenía ni una sola ficha. —¿Qué pasó mi amor?

El rubio hizo una pequeña mueca.

—No lo sé, en realidad no soy bueno para estos juegos, pero mínimo lo intenté. ¿Te divertiste, princesa?

La de azabache asintió, viendo a James entrar a un pasillo.

—Que bueno, hermosa. Lo importante es que te diviertas. Quiero hacer de este tu mejor viaje.

—Gracias. Oye, necesito ir al baño ¿sí?

—Está bien. —Sonrió el muchacho y se sentó en una de las mesas.

Media hora pasó y uno de los meseros se acercó con un pastel de chocolate.

—Buenas noches. Le vengo a dejar su pastel. —Sonrió el hombre.

—No, aún no, mi chica se encuentra en el baño, de hecho... creo que ya lleva mucho tiempo ahí... —Revisó su reloj—. Deme unos segundos, ya vuelvo.

Lucas se dirigió a los baños cuando encontró a James y Samantha besándose apasionadamente. El chico los miró unos segundos y los ojos se le llenaron de lágrimas. La desilusión del primer amor...

[...]

—¿Estás seguro de que tu papá me daría eso?

James asintió y sonrió.

—Es un hombre de mucho dinero, no hay problema —dijo arrogante—. No te preocupes por Lucas, estará bien. Puedo regresarte a tu casa en el jet, solo tengo que hacer unas cuantas llamadas.

Ambos se aproximaron a la mesa en la que Lucas estaba sentado, con la mirada perdida.

—Perdón mi amor, fui al baño y luego me quedé platicando con James.

El castaño asintió.

—Tu novia me cae bien.

—Cállense —dijo el rubio con la mirada baja.

—¿Qué? —preguntó La de azabache, desconcertada.

—Que se callen. ¿Creen que no los vi? —Miró a James—. Eres mi mejor amigo... ¿Cómo pudiste? ¡Sabías lo que esto significaba para mí! —Se levantó furioso.

—Ah, ya, Lucas. Relájate.

—¡¿Qué me relaje?! Te estabas besando con mi mejor amigo... Creí que me amabas... es decir... —Miró a los lados con los brazos abiertos y los ojos rojos por el llanto—. Mira todo esto... ¿Por qué, Samantha? ¿Qué hice mal?

James sonrió y la chica señaló la pila de fichas.

—¿Por qué estaría con un pobre como tú?

Lucas miró al par y asintió para irse sin decir más.

[...]

Lucas entró a la universidad como de costumbre, solo que esta vez con la mirada muerta y sin un castaño millonario a su lado.

—¡Lucas! —Llegó Jessica corriendo.

El chico hizo caso omiso.

—Lucas, ¿cómo estás? Me enteré de James y de tu novia.

El chico se encogió de hombros.

—¿Qué? ¿No te importa?

El rubio negó y siguió caminando como si nada.

—Bueno... es lamentable lo del avión —dijo la mujer.

—¿Qué? —Volteó.

—Sí, que el avión en el que iban se estrelló y ambos murieron.

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