Pero me giré y ahí estabas.

Tu cabello que siempre descansaba en ondas estaba corto y tus ojos solo brillaban gracias a las lágrimas que estabas reteniendo.

Quise hablar, decirte miles de cosas, pero las palabras simplemente no quisieron escapar de mi garganta, así que abrí mis brazos esperando a que vinieras a mí.

Y cuando no te moviste por largo tiempo, me di cuenta de que era yo quien tenía que dar el primer paso, y corrí hacia ti con las pocas fuerzas que le quedaban a mis piernas.

Pero me atravesaste, y sin esperarlo, te derrumbaste sobre la tumba a la que había llegado. Entonces, me atreví a elevar la mirada y de forma clara y limpia lo vi: Park Jimin.

Miré las flores en mis manos sin poder creerlo, pero tan solo vi un montón de pétalos y hojas que pronto se volverían polvo.

No... ¿Acaso yo..?

No pude pensar claramente mientras te veía llorar con tanta intensidad.

Me sentí lejos, lejos de ti, de tu voz, de tu tacto.

¿Qué era yo si eras tú quien lloraba en la tumba con mi nombre?