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📍Maranello, Italia
Francesca tenía la mala costumbre de empezar a sudar cuando se ponía nerviosa, algo que provocaba que todo el mundo la vea porque era inevitable no percibir el brillo de su rostro cuando pasaba. Había aprendido a controlar aquello utilizando desodorante para la cara, sin embargo, sus manos empezaban a ponerse pegajosas y ella lo comenzaba a sentir.
—Tranquila, niña. Es solo una entrevista... —le recalcó su nuevo ingeniero de carrera, Alonso Vega.
—Si, bueno. En mi vida vi tantas cámaras —aseguró la pelirroja, observando por detrás de la puerta de espera—. ¿Qué tan necesario es esto?
—Eres la nueva piloto de la escudería más histórica de la fórmula uno. Créeme, es necesario.
Francesca respiró hondo, tratando de calmar el hormigueo en sus manos mientras su mirada seguía fija en las cámaras al otro lado de la puerta. Sabía que Alonso tenía razón, pero eso no hacía la situación más fácil.
—Podría ser peor —añadió Alonso con una media sonrisa—. Podrías estar en la pista, con millones de personas viéndote en vivo y en directo. Esto es solo el comienzo.
—Qué alentador, gracias —respondió sarcásticamente Francesca, esbozando una sonrisa mientras secaba sus manos en los costados de su jean.
Alonso dejó escapar una leve risa y puso una mano firme en su hombro. Vega tenía una presencia magnética, con su piel cálida y ojos marrones profundos que transmitían tanto calidez como misterio. Sus facciones marcadas, realzadas por una barba perfectamente recortada, le daban un aire rudo pero sofisticado. El cabello oscuro, con destellos de gris, añadía un toque de madurez a su atractivo.
—Tienes talento, pero esto no se trata solo de manejar un auto rápido. Se trata de convertirte en una leyenda, y eso implica saber manejar a los medios. Lo harás bien.
Francesca asintió, aunque la ansiedad seguía creciendo en su pecho. Sabía lo que Alonso esperaba de ella, lo que todos esperaban. No se trataba solo de competir en la Fórmula 1, era estar a la altura de los gigantes que habían pasado por esa misma escudería y el hacer historia como la primera mujer en aquel campeonato. Y ahora, ella, una joven piloto que había soñado con esto desde niña, estaba a punto de entrar en la misma sala donde esos gigantes habían hablado con la prensa cientos de veces.
—Es hora, niña... —dijo Lorenzo, apareciendo detrás de ella, vistiendo un blazer negro con una sudadera que pertenecía al merch del equipo.
Su jefe, el mismísimo nuevo y controversial director de la escudería Ferrari, Lorenzo Bianchi, un cuarentón sin experiencia alguna siendo dirigente de un equipo de fórmula uno, daría junto con ella y Alonso la entrevista; con la intención de verse fuertes para mostrar esta nueva cara que se le quería dar al equipo.
Francesca lo miró de reojo mientras él ajustaba las mangas de su blazer, con su rostro inexpresivo y sereno. A pesar de las críticas, Bianchi irradiaba una confianza imperturbable que desarmaba a quienes dudaban de él. Su elección de vestimenta, un híbrido entre lo elegante y lo casual, simbolizaba la misma dualidad que la escudería pretendía transmitir: tradición y modernidad, historia y cambio.
—Estás lista —dijo Alonso sin hacer una pregunta, más como una afirmación que no dejaba espacio para la duda.
Francesca asintió una vez más, aunque su corazón martilleaba en su pecho. La puerta de la sala de prensa se abrió y, por un segundo, el ruido de los flashes, los murmullos y el zumbido de las cámaras la golpeó como una ola. Los ojos de todos se fijaron en ellos: en Francesca, la primera mujer piloto de la Fórmula Uno y Ferrari, y en Lorenzo, el hombre que tenía la misión de salvar a la escudería.
—Recuerda —añadió Alonso, con voz baja pero firme—. Controla la narrativa. Tú decides qué historia contarles.
Francesca respiró hondo. A su lado, Lorenzo y Alonso se adelantaron, caminando con la seguridad de quienes están acostumbrados a las expectativas del mundo. Ella los siguió, consciente de que ese momento sería recordado, no solo por el equipo, sino por todo el mundo de la Fórmula 1.
El bullicio de la sala de prensa la envolvió al cruzar el umbral, y por un instante, Francesca sintió cómo las cámaras la devoraban. El aire estaba cargado de expectación, cada mirada fija en ella, en busca de una grieta, un signo de debilidad. Pero, a pesar del nerviosismo que amenazaba con desbordarse, se mantuvo erguida, con la barbilla en alto.
Lorenzo se colocó a su izquierda, como una estatua inquebrantable. Mientras él tomaba asiento en la larga mesa, con su expresión serena, Francesca se dio cuenta de que, aunque todos los ojos estaban sobre ella, la presión sobre él era aún mayor. Si ella fallaba, la historia la juzgaría, y si él fallaba, el legado de Ferrari se tambaleaba. A su derecha, Alonso le dirigió una pequeña sonrisa tranquilizadora, como un recordatorio silencioso de que no estaba sola en este juego.
El moderador de la conferencia de prensa tomó el micrófono, y tras un breve saludo, la primera pregunta fue lanzada como una bala hacia ella.
—Francesca, ¿Cómo te sientes al ser la primera mujer en competir para la Fórmula 1? ¿Sientes que llevas sobre los hombros el peso de la historia? —empezó uno de los entrevistadores principales de Motosport.
—Es un honor —comenzó, tratando de controlar el temblor en su voz—. La historia de este deporte es inmensa, y es realmente triste que yo sea la primera en equiparar esta lista, considerando que hubo talentos anteriores como Sophie Forden que tenían todo el potencial para estar aquí también.
—Sin embargo, entras por la puerta grande. ¿Qué se siente ser la nueva piloto de Ferrari? —prosiguió este.
—Ferrari es, en definitiva, el mejor equipo de Fórmula 1 de todos los tiempos, y no la tomo a la ligera. Pero estoy aquí porque tengo el talento y la capacidad para competir al más alto nivel; no porque sea mujer, como muchos quieren pensar. Creo que Ferrari y yo compartimos el mismo objetivo, y ese es ganar.
Una oleada de flashes iluminó su rostro, y por un segundo, la sala quedó en silencio. Luego, Lorenzo intervino, su tono calmo pero firme.
—Francesca no está aquí para cumplir con las expectativas de otros. Está aquí porque es la mejor opción para el futuro de Ferrari. Y no solo confiamos en su habilidad detrás del volante, sino también en su capacidad para desafiar el status quo.
Las palabras de Lorenzo cayeron como un martillo, llenando el espacio con una gravedad innegable. Francesca observó cómo los periodistas tomaban notas frenéticamente. Ella había dado el primer paso, y Lorenzo había sellado el mensaje: este era el nuevo Ferrari, y ella estaba en el centro de todo.
—¿Sientes que has traicionado a la escudería que te permitió escalar hasta aquí al haber firmado ahora para correr con Ferrari? —preguntó una chica rubia de la primera fila.
Francesca sintió que la pregunta era un dardo envenenado, directo al centro de sus inseguridades. La periodista había mencionado algo que ella esperaba que no lo hicieran, el equipo con el que había comenzado en la Fórmula 2, quienes le habían dado su primera oportunidad. Aquello traía consigo una carga emocional que todavía no había terminado de procesar.
Respiró hondo, consciente de que todos esperaban una reacción. Sus manos, aunque todavía ligeramente húmedas por el nerviosismo, se mantuvieron firmes sobre la mesa. Giró la mirada hacia Lorenzo, quien le ofreció un leve asentimiento, dándole el espacio para responder por sí misma.
—No creo que sea cuestión de traición —comenzó, su voz ahora más firme, aunque cada palabra estaba cargada de cuidado—. En el automovilismo, como en cualquier deporte, se trata de oportunidades. Estoy enormemente agradecida por todo lo que mi antigua academia me ofreció, pero ahora estoy aquí, en Ferrari, porque es donde puedo llevar mi carrera al siguiente nivel. Se trata de seguir avanzando, de tomar las decisiones correctas para uno mismo y para el equipo en el que uno cree. No hay espacio para la nostalgia cuando estás construyendo un legado.
Las cámaras estallaron en una ráfaga de flashes mientras Francesca terminaba su respuesta, y un murmullo de aprobación recorrió la sala. Vega, manteniendo su postura serena, tomó el micrófono, listo para reforzar su mensaje.
—Como Francesca ha dicho, no se trata de traición, sino de evolución —remarcó Alonso—. No hemos robado el piloto de nadie, pues Francesca no tenía ningún tipo de trato o contrato especial para este año en la categoría mayor.
—Sin embargo, Adrian Harper, director de la escudería Red Bull, dijo hace poco que tenían planeado ascender a Francesca en unos años, cuando la vieran lista para competir. ¿Qué les hace pensar que su nueva piloto está lista para la F1? —preguntó ahora un nuevo periodista.
Francesca sintió el peso de la pregunta, esta vez dirigida no solo a ella, sino también a la credibilidad de su nuevo equipo. Red Bull, con su poderoso historial y reputación, había sido un trampolín importante en su carrera, pero ahora Ferrari era su presente. Ella sabía que no podían permitirse dudas sobre su capacidad.
Antes de que ella pudiera responder, Lorenzo tomó la iniciativa, su tono firme pero calmado.
—Con todo el respeto para Adrian Harper y Red Bull, ellos pueden tener sus propios planes y tiempos, pero Ferrari no espera. Nosotros identificamos el talento y lo potenciamos en el momento adecuado. Francesca ha demostrado en los últimos años que tiene la madurez, la habilidad y la visión para competir en la Fórmula 1. No la hemos fichado por su potencial futuro, sino por su capacidad presente.
Las palabras de Lorenzo Bianchi resonaron con contundencia en la sala. Francesca miró al frente, respirando un poco más tranquila tras el respaldo de su jefe. Pero la pregunta aún flotaba en el aire, y sentía la necesidad de reafirmarse a sí misma.
—Cada piloto tiene un camino diferente —intervino Francesca, con seguridad renovada—. Agradezco que Red Bull viera en mí un futuro en la F1, pero creo que ya estoy lista para dar este paso. Ferrari confía en mi habilidad, y yo confío en mi capacidad para competir a este nivel. La presión está aquí, ahora, y no me asusta.
Una vez más, los flashes de las cámaras capturaron cada movimiento y gesto. La tensión en la sala se aligeró por un momento.
—Francesca, una pregunta un tanto personal que quieren los fans que respondas: ¿Cuando supiste que correr era lo tuyo? —prosiguió un joven a interpelar, alivianando el ambiente con la pregunta.
La pelirroja dudó unos segundos y se relajó en su asiento, tratando de recordar.
—Cuando tenía 4 años, mis padres me llevaron a una feria de verano y me subí a mi primer kart con mi hermano —comenzó por explicar, mientras una sonrisa nostálgica se dibujaba en su rostro—. Recuerdo que mi hermano me retó a una carrera, como siempre hacía —continuó, mirando brevemente al público con un brillo travieso en los ojos—. Y aunque era más grande que yo, ese día lo vencí por primera vez. No se como lo supe realmente, pero ese día sabía que estaba enseñándome lo que debía hacer para toda la vida.
—¿Y qué se siente competir contra tu hermano? Ya que él dejará de ser piloto de prueba esta temporada para correr con Alpine. ¿Crees que eso pueda arruinar sus lazos familiares?
—Si, bueno... Desde muy pequeños que competimos entre nosotros, así que no será algo nuevo para nuestros lazos familiares —aseguró la pelirroja aun relajada—. Supongo que mi hermano tendrá que acostumbrarse a que le gane de nuevo.
Los murmullos en la sala empezaron a sonar, y Alonso codeó levemente el brazo de su piloto, para que arreglara lo que acababa de decir, ya que había sonado muy agresivo.
Y es que pocos en el paddock realmente sabían que ella y Francisco se odiaban, y no tenían relación alguna hace ya 12 años. Por más que compartieran apellidos entre ellos, cuando sus padres se divorciaron, él se fue a hacer su carrera profesional con su padre, mientras que ella luchaba por tener una mínima oportunidad en ese mundo con su madre.
Tomó un respiro profundo, sabiendo que necesitaba calmar las aguas antes de que la situación empeorara.
—Lo que quiero decir es que mi hermano y yo somos muy conscientes de que este deporte es feroz, por lo que no deben preocuparse de nuestra relación personal porque no se verá afectada —agregó brevemente, aún relajada por la pequeña mentira que iba a soltar—. Al fin y al cabo, seguimos siendo de la misma sangre y nos apreciamos mucho.
La sala se enterneció ante la declaración, hasta incluso la pelirroja juro escuchar un "aw" en el público. Supo que había arreglado la situación de la mejor manera. Lorenzo se sintió contento por la respuesta y se relajó por las declaraciones de su piloto. Era, para él, una buena señal de que ella sabía cómo manejar la situación mejor de lo que esperaban.
—Francesca, cambiando de tema, ¿Ya has interactuado con parte de la parrilla antes?
Francesca sintió un alivio momentáneo cuando el periodista cambió el tema, alejándose del incómodo drama familiar. Aun así, sabía que la pregunta no era del todo inocente. Pues en la F1, las relaciones entre pilotos siempre eran objeto de especulación, y cualquier interacción, por mínima que fuera, podía ser interpretada de múltiples maneras.
—Sí, he interactuado con algunos de los pilotos a lo largo de mi carrera —respondió, tratando de mantener un tono neutral—. He competido contra algunos de ellos en categorías menores y en eventos fuera de la pista, así que no somos completos desconocidos.
La sala guardaba silencio, esperando más detalles, pero Francesca se mantuvo cauta. No era ningún secreto que algunos de los pilotos más conocidos eran también conocidos por sus rivalidades y relaciones tumultuosas fuera de la pista. Sabía que cualquier comentario malinterpretado podría convertirse en otro titular polémico.
El periodista, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo ahí.
—¿Algún piloto en particular con el que hayas tenido una relación más cercana? ¿Quizá algún tipo de mentoría o... amistad especial?
La insinuación en la pregunta era clara, y Francesca notó cómo algunos reporteros sonreían con malicia, esperando que cayera en la trampa. Su mente se aceleró, recordando las pocas ocasiones en las que había tenido contacto con pilotos de la actual parrilla. Las cenas de patrocinadores, las breves conversaciones en los paddocks de otras categorías, pero nada que pudiera considerarse especialmente cercano.
Aun así, una imagen se le vino a la mente: Maximus, el piloto estrella de Red Bull, con quien había compartido una conversación tensa y competitiva en un evento benéfico el año anterior. También estaba Pierre, el piloto de Mercedes, quien sin duda había sido realmente gentil con ella cuando se conocieron. Y por supuesto, Francisco, aunque esa relación estaba fuera de toda duda.
Tomó aire antes de responder.
—He hablado con varios pilotos, pero no diría que hay una relación especial con ninguno en particular. Al final del día, estamos todos aquí para competir, y en la pista no hay amigos. Hay respeto, pero lo que importa es quién cruza la meta primero.
—Non amici, solo nemici... —bromeó Alonso en italiano, provocando que la sala riera.
—Algo por el estilo —agregó la pelirroja con una sonrisa, irradiando una confianza que encandilaba a las cámaras presentes.
—¿Qué esperas de esta primera temporada siendo la primera mujer en correr en este campeonato? —preguntó un reportero de SkySport, en cuanto el bullicio cesó.
Ella se encogió de hombros e hizo una mueca, mientras pensaba que responder.
—Sé que soy una rookie actualmente, por lo que mi objetivo en primer lugar es adaptarme —respondió Francesca, mirando por un momento a las cámaras antes de continuar—. La Fórmula 1 es un mundo increíblemente competitivo, y la curva de aprendizaje es empinada, pero estoy aquí porque creo en mis capacidades y porque Ferrari cree en mí—hizo una pausa breve, mientras los murmullos en la sala se disiparon. Sabía que no bastaba con sonar humilde. Tenía que enviar un mensaje de confianza, de determinación—. Ser la primera mujer en la parrilla es, por supuesto, un honor, pero también trae consigo una responsabilidad. No solo quiero estar aquí, quiero demostrar que pertenezco aquí. Mi objetivo es aprender rápido, dar lo mejor de mí en cada carrera y, por supuesto, luchar por resultados que hablen por sí solos. No espero concesiones, ni trato especial. Estoy aquí para competir al máximo nivel.
El periodista de SkySport, que había hecho la pregunta, inclinó la cabeza en señal de aprobación, pero no parecía dispuesto a dejarlo ahí.
—¿Y crees que esa presión añadida por ser la primera mujer en competir en esta categoría te afectará dentro del equipo? Algunos podrían pensar que cualquier error tuyo será magnificado debido a esa circunstancia.
Francesca tomó aire. Sabía que esa pregunta vendría tarde o temprano. Era inevitable que la atención sobre ella fuera mayor, y cualquier paso en falso sería observado con lupa.
—Es cierto que habrá mucha atención sobre mí, tanto por ser rookie como por ser mujer, pero eso no es algo nuevo para mí —respondió, manteniendo su compostura—. A lo largo de mi carrera siempre he tenido que lidiar con expectativas adicionales, y no por eso me he dejado intimidar. Si cometo errores, será porque soy humana, no porque sea mujer. Y si tengo éxito, será por el trabajo duro, la dedicación y el talento, como cualquier otro piloto en esta parrilla.
—Estamos orgullosos de ser la primera escudería en la historia de este campeonato en tener una mujer piloto —agregó Lorenzo, con una sonrisa de oreja a oreja—. Francesca no solo representa un paso adelante en términos de diversidad, sino que también encarna la ambición y el talento que buscamos en Ferrari. Esta decisión no se tomó a la ligera, y confiamos plenamente en que ella será una pieza clave en el futuro de nuestro equipo.
La declaración de Lorenzo resonó en la sala, pero no todos parecían convencidos. Un periodista de un medio alemán levantó la mano rápidamente, su expresión sugiriendo que buscaba provocar.
—Lorenzo, mencionas que esta decisión es un paso adelante, pero algunos creen que elegir a Francesca podría ser visto más como una estrategia de marketing que como una apuesta deportiva. ¿Qué respondes a quienes dudan de que ella esté realmente preparada para la presión que implica correr para Ferrari en la Fórmula 1?
Lorenzo dejó escapar una pequeña risa, pero Francesca podía sentir el peso de la pregunta. Sabía que siempre habría quienes pensarían que estaba allí solo por su género y no por su talento.
—Es comprensible que existan opiniones diversas, y las respetamos —respondió Lorenzo con calma, cruzando las manos sobre la mesa—. Pero cualquier persona que piense que Francesca está aquí sólo por razones de marketing claramente no ha seguido su carrera. Sus logros hablan por sí mismos. En Ferrari no tomamos decisiones basadas en apariencias o modas. Si ella está aquí, es porque creemos que tiene lo necesario para competir y ganar. Y estoy seguro de que, con el tiempo, cualquier duda que exista quedará disipada.
—Francesca, ¿Planeas para tu futuro hacer algo más aparte de correr?
Francesca tomó un segundo para procesar la pregunta, notando cómo las cámaras esperaban su respuesta con ansias.
—No entiendo la pregunta... —aseguró la pelirroja con los dientes apretados, buscando que el periodista fuera más directo con lo que deseaba insinuar.
—¿Piensas establecer una relación con alguien, formar una familia pronto o algo por el estilo?
Francesca sintió cómo el aire en la sala de prensa se tensaba. Esa clase de preguntas siempre tenía un trasfondo que le hacía hervir la sangre. Mantuvo la compostura, pero sus ojos se entrecerraron ligeramente.
Dejando salir una risa irónica de sus labios, se enderezó nuevamente en su asiento, y miró fijamente a la persona que le preguntaba aquello.
—Creo que no es algo que se le pregunte a los pilotos hombres, ¿no? ¿o le haz preguntado a Rodri Bustamante antes algo por el estilo? —insinuó la joven, pero rápidamente suavizó la expresión de su rostro—. Te daré el gusto de no dejarte con la duda y te responderé que sí, tengo planeado algún día tener una familia. Cuando tenga un hijo, este se llamará "Primera mujer en la historia de la Fórmula 1 en ganar el campeonato de pilotos".
Las risas nerviosas estallaron entre los periodistas, pero la sala se llenó de una tensión palpable. Francesca había convertido una pregunta invasiva en una afirmación poderosa, y su respuesta resonó más allá de las palabras.
—Lo que Francesca está diciendo es que ser una mujer en este deporte no significa renunciar a sus sueños personales o profesionales —quiso remediar lo declarado Vega, quien rápidamente habló antes de que alguien pudiera hacer otro tipo de pregunta—. Este es un momento de cambio en la Fórmula 1, y su historia es parte de ello. Además, Francesca apenas tiene 20 años, no me parece prudente que se insinúen este tipo de cosas siendo ella tan joven.
—Gracias, Alonso —respondió Francesca, sintiendo una mezcla de gratitud y determinación al escuchar el respaldo de su jefe de carrera—. Creo que lo más importante ahora es concentrarse en lo que puedo lograr en la pista. La vida personal vendrá en su momento, pero estoy aquí para hacer historia, no para hablar sobre mi futuro personal.
—Viajando al pasado, en tu cierre de temporada de Fórmula 2, has perdido a tu compañero de equipo; Giovanni Rossi, nos gustaría saber si...
Antes de que Francesca pudiera terminar de escuchar la pregunta, rápidamente se levantó de su asiento y se dirigió a la salida sin remordimiento, negándose a contestar cualquier cosa que tuviera que ver con aquel tema.
—Hasta aquí la conferencia, gracias por venir... —dijo al micrófono Lorenzo, haciendo que los murmullos se disparasen en la sala.
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