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Parte 1

Me levanto sin ganas de nada, esto de empezar a hacer las maletas no me hace ninguna gracia.

Camino en dirección al baño tratando de despejarme a medida que avanzo a pasos un tanto somnolientos aún.

Me recojo el pelo en un moño un tanto deshecho de forma que se note lo menos posible que me acabo de levantar y me lavo la cara.

Es bastante jodido vivir prácticamente sola, mis padres viajan constantemente por trabajo y he tenido que aprender a independizarme.

De no ser por Adel, mi niñera y ama de llaves de confianza desde que recuerdo la vida aquí sería aún más trágica todavía.

No me malinterpretéis, no me falta de nada, tengo más de lo que quiero y necesito pero, aunque suene estúpido, es como si realmente no tuviera nada.

El problema no es sólo el hecho de vivir en completa soledad, sino que al provenir de una familia adinerada, siempre estoy en constante vigilancia y apenas tengo libertad alguna.

Antes me quejaba de que sólo iba al instituto y volvía directamente a casa, pero ahora me envían a un internado, cosa que encuentro peor aún.

Sé que mis padres me quieren, lo sé, es solo que no tienen tiempo para demostrármelo.

Bajo a la cocina, y por primera vez está vacía, he conseguido levantarme antes de que Adelaine llegue, sé que trabaja mucho, y es como una madre para mí, así que he decidido prepararle el desayuno en señal de agradecimiento. 

Voy a echarle mucho de menos.

Me toma un tiempo encontrar dónde está cada cosa, supongo que eso demuestra lo poco que suelo hacer este tipo de cosas por mí misma.

Tras terminar el desayuno decido correr escaleras arriba.

He de terminar de preparar mi equipaje y cambiarme ya que a las 12 vendrán a por mí, para llevarme a mi nueva cárcel personal.

Pienso en qué voy a necesitar durante el período de tiempo que dure el encarcelamiento, no quiero olvidarme absolutamente nada.

Me aseguro de que todo lo imprescindible esté recogido y preparado.

Una vez cerradas a presión las maletas procedo a vestirme.

Me decanto por mis vaqueros favoritos y un top cualquiera.

No pueden faltar mis deportivas favoritas, aquellas que tantas disputas habían creado entre mi madre y yo, según ella debería tirarlas ya que están prácticamente desgastadas y tengo muchas más, aunque personalmente prefiero atribuir el desgaste a las experiencias que han vivido conmigo, me encantan y no podría tirarlas aunque quisiera.

Termino de prepararme sin prisa pero sin pausa, me dejo el pelo suelto, y tras echarme algo de máscara de pestañas me miro fijamente en el espejo, me gusta como me queda.

De repente el chirriar de la valla que rodea la casa me saca de mi ensimismamiento y decido asomarme por el balcón de mi habitación.

Adelaine ha llegado.

Bajo corriendo a recibirle.

-Cariño. -su sonrisa es cálida y acogedora, no sé qué haré sin ella.

-Adeeeel- me abalanzo sobre ella y la abrazo con todas mis fuerzas.

Procuro retener las lágrimas, voy a echarle mucho de menos.

-Tengo una sorpresa para ti.- digo de forma alegre mientras tiro de ella hacia la cocina.

Vale, puede que no fuera el mejor desayuno de su vida, unas tostadas un tanto requemadas, algo de fruta y un zumo que me había costado la vida exprimir.

Al menos había decorado un poco la mesa.

De lejos no parecía tan horrible.

Soy inútil.

Adel se emociona.

Es tan buena que nunca me diría lo horrible que le parece lo que he hecho.

-No hace falta que te lo comas, de hecho yo no me lo comería.

-Es perfecto.- sonríe y me alborota el pelo de forma cariñosa con la mano, como lleva haciendo desde que tengo uso de memoria.

Nos sentamos alrededor de la encimera y procede a coger una tostada.

-No, esa no, se me ha caído al suelo.- que casualidad que fuera a coger esa.

Se ríe.

-Tráeme mi bolsa, vamos.- asiento y voy corriendo al salón.

-Toma.- digo al llegar a la cocina.

-Puede que esto te guste.- dice a medida que saca algo del bolso.

-¡TORTITAS!- grito abalanzándome sobre ella.

-Aún están calientes.- sonríe.

Desayunamos mientras conversamos sobre recuerdos emotivos, sabía que echaría de menos a Adel pero en cuanto me dieran la oportunidad vendría a verla.

Me explica que el internado al que voy es para niños ricos y caprichosos, un lugar de alto nivel y bastante exigente académicamente hablando, insiste en que lo mejor que puedo hacer es marcharme dado que ahí no me sentiré tan sola.

-Tal vez te guste.- dice Adel con esa sonrisa que tanto la caracteriza.

Miro la hora en mi móvil.

Son las 11:55.

Suspiro, y tras abrazarle me marcho a mi habitación, he de bajar las maletas.

Vuelvo a despedirme de Adel una vez más y me dirijo a meter mis cosas en el maletero de Steve, un amigo de la familia.

Acto seguido él y yo ponemos rumbo hacia el internado.

Observo de forma melancólica por la ventana.

Hasta pronto hogar.

....

Llegamos al lugar alrededor de las 5 de la tarde.

Habríamos llegado antes de no ser porque realizamos una parada, bastante merecida, para comer.

La valla de la puerta es enorme pero nada comparado con la entrada al lugar.

El aparcamiento parece lleno de padres que se despiden de sus hijos, aunque por experiencia podría asegurar que la mitad de los allí presentes no eran progenitores sino gente que trabaja para ellos.

Steve me ayuda a llevar las maletas a mi habitación, la número 501 y tras asegurarse de que todo está en orden se despide de mí con un abrazo, no sin antes desearme suerte.

-No olvides llamar a tus padres.- dice justo antes de marcharse.

-No te preocupes.- sonrío en señal de agradecimiento.

En mi habitación hay dos camas.

No hay equipaje a la vista así que deduzco que soy la primera en llegar.

Comienzo a sacar algunos de mis libros de la maleta, lo último que quiero es que se estropeen ahí metidos.

Los empiezo a colocar en una de las estanterías.

Decido colocarlos en la estantería que se encuentra sobre la cama de la derecha, ya que como he llegado antes que mi compañera supongo que no pasa nada si elijo la cama primero.

De repente el ruido de un portazo llama mi atención.

Me paro y agudizo el oído.

Se oyen gritos fuera, así que decido salir a asomarme.

Algunas chicas se ríen de forma psicótica y no consigo entender de donde vienen los gritos hasta que de repente alguien se choca conmigo y me empuja dentro de la habitación para cerrar la puerta tras él.

-Shhhh...- el chico misterioso me manda callar.

-DEREK ME LAS VAS A PAGAR.- grita una chica aporreando la puerta.

-Oye, no se qué has hecho, pero aquí no te puedes quedar.- digo con voz firme.

No me haría ninguna gracia que le encontraran aquí.

Por lo que sé este centro tiene normas bastante estrictas sobre los dormitorios.

-Pues la llevas clara, porque no puedo salir de aquí hasta dentro de un buen rato.

Se aproxima hacia mí, observándome de forma divertida, como si estuviera mirando algo que le sorprende o le intriga.

Es un chico atractivo, su pelo castaño claro está perfectamente peinado y sus ojos grises le dan un toque distinguido, incluso puedo apreciar algunas pecas en su rostro aparentemente simétrico.

-¿Y eso por qué?- pregunto.

-Porque una loca me está siguiendo, si salgo a ese pasillo me matará y tú no querrías eso.

-A mí lo que te haga esa chica me da igual, algo habrás hecho tú.

-Eres novata ¿verdad?

-Se podría decir que sí.

-Se nota, me acordaría de ti si te hubiera visto antes...- se acerca a mí y yo me echo hacia atrás.

-¿Qué haces?

-Nada.- se acerca aún más y siento un pequeño escalofrío.

Al echarme hacia atrás noto que me choco contra el escritorio, me acorrala posando los brazos a ambos lados de mí, restringiéndome el paso.

Me incomoda, he de decir que nunca antes me había encontrado en una situación así.

-¿Por qué te echas hacia atrás? ¿Tienes miedo de mí?- su voz es apenas un susurro y siento su aliento en mi cuello.- ¿O es que de lo que tienes miedo es de lo que pueda pasar conmigo?

-No... yo no tengo miedo.

Cada vez aproxima más y más sus manos a mi cadera, sin llegar a tocarla, y por un momento creo que me va a besar, hasta que de repente el ruido de una llave me hace reaccionar y empujarle.

Me mira y se comienza a reír.

-Métete en el armario.- a mí no me hace ninguna gracia.

-No me voy a meter en esa cosa.

-No te pueden ver aquí.

-Ese es tu problema.- su sonrisa maliciosa y provocadora lo hacen más atractivo, pero el miedo que se apodera de mí reza por que solo sea una falsa alarma.

La puerta se abre y un hombre entra acompañado por una chica.

-Bueno hermana, cuídate, y saluda a mamá de mi parte si hablas con ella.- me dice Derek de repente.- Buenas tardes señor.- saluda al hombre, como si se tratara de lo más normal del mundo y se marcha por la puerta, tan inesperadamente como entró.

El hombre, serio y trajeado asiente ante el saludo de Derek e indica a la chica que pase.

-Oiga, señorita, ¿podría dejarnos un momento a solas?- me dice el hombre para mi asombro.

-Sí, claro.- asiento ante el aire intimidante que que le rodea, aunque sin entender muy bien por qué, ya que es mi cuarto también.

Salgo y me aseguro de llevarme mi llave, no tengo ni idea de a dónde ir así que decido explorar un poco.

No puedo evitar sonreír al recordar la ocurrencia tan repentina de Derek.

Parece que a pesar de todo este sitio me va a acabar gustando.

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