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C. 16: Esa emoción a la que llaman felicidad II

Ella sabe la identidad de la reina..., ella sabe la verdad que todas han estado buscando.

Fírules

~Veintidós años atrás~

Escuché unos latidos del corazón. Han de ser lentos, y apenas hacen eco de su existencia. Cuando las palpitaciones aumentaron, la oscuridad cesó para dar paso a una nueva luz, repleta de colores y detalles que pasan de ser extraños a lo bizarro, horrible. Las imágenes venideras surgieron con severísimas deformidades, cosas evocativas al desagrado se presentaron ante mis ojos, los cuales empezaron a causarme cierta e inexplicable molestia, y se inundan con un líquido transparente el cual es una manifestación de mi macarrónico llanto que, despierta la atención de algunos seres, sosteniendo mi cabeza y torso de una peculiar manera a la par de que esa criatura cuyo órgano cardíaco sonaba débil emitió un desgarrador llanto el cual me parece bastante infantil, sí, eso es lo que es. Luego de un tiempo me desconecté completamente del entorno, en sentido literal no recuerdo nada más de aquel momento, es como si todo lo sucedido fue olvidado, siendo sustituido por otra remembranza. Una cegadora luz me impide distinguir las cosas con claridad, aunque termino adaptándome a ella fácilmente, no fue una ardua tarea hacerlo, puesto que ya estoy acostumbrada a lidiar con éste tipo de cosas. Sí, siempre lo he estado. La vida es un recurso inevitable, después de todo acabo de contemplar un nacimiento, debo estar viviendo una realidad proyectada por mi mente, un sueño, eso es lo más acertado debido a que... De manera sorpresiva puedo sentir mi cuerpo. Abro los ojos de par en par; esto es suma y completamente irreal, un hecho que no puede estar pasando justo ahora. ¿Estoy viva? Con notoria desesperación, ladeo mi cabeza y observo todo lo que coexiste a mi alrededor. Mis ojos empiezan a arder cuando me doy cuenta de la realidad: de todas formas fuimos asesinadas, ¿no?

Uh... —En un intento de articular una queja, me percato de un detalle. Mi llanto es emitido por mí, pero a la vez no. Es algo que aún no sé cómo explicar, pero de alguna forma ahora que... Empiezo a llorar por primera vez en toda mi larga y duradera existencia, cosa que jamás pensé hacer. Sollozos aniñados y peculiares emiten mis prematuras cuerdas vocales—. Esto no puede estar pasando...

¡Estoy viva!

Despierto de golpe en una solitaria habitación, contrayendo mi cuerpo e incorporándome rápidamente. Respirando con dificultad y de manera obstruida, observo mis desgastadas manos y me percato de que ya no soy más un neonato, así dándome cuenta de la situación en la que estoy envuelta, después de tanto tiempo, los vagos recuerdos de lo acontecido durante el día de mi muerte junto con una reciente «infancia» se mezclan haciendo una inmensa red de pensamientos y divagues que chocan con mi realidad: Esto es real. No encuentro explicación alguna para justificar la razón de mi vuelta a la vida, simplemente es algo que no puedo aún comprender, sin duda no debería estar aquí, aunque eso significa que hay una ligera posibilidad que ella también lo esté. Increíble, es la palabra más acertada para el sinsentido de mi situación, nuestra situación. Aunque tal cosa sólo puede indicar que... Miro con detenimiento el entorno que me rodea, pero esta vez capaz de reconocer con precisión en dónde me encuentro. Vuelco mi atención hacia donde yazco, percatándome en su totalidad del estado que poseo; las sábanas blancas intentan vanamente disimular toda laceración en mi cuerpo, lo cual considero un acto desesperado por parte de algún tercero. Con cautela y esperando lo peor, procedo a despojar el manto que envuelve la mitad de mi ser. Como era evidente, las heridas recubren gran parte de mis piernas que, se encuentran vendadas a pesar de no ser gran ayuda, el ardor es insoportable y aún siento el látigo rozando mi piel con ferocidad. ¿Pero qué significa todo esto? Mis instintos al igual que toda reminiscencia cautiva en el interior de mi mente, indican rastros de esclavitud. Por imposible que parezca, me encuentro en un sitio que jamás pensé terminar durante todo lo acontecido en mi vida anterior. Sí, he reencarnado, esa es la respuesta a todas mis inquietudes con respecto a mi repetido vivir, lo que no ha de ser entendible es por qué puedo recordarlo todo, suponiendo que ahora soy una nueva persona, una humana. Jamás pensé en lo terrible que se siente serlo. Vivir en un mundo dominado por la maldad, sin una reina que nos pueda guiar; pero todo esto es mi culpa, aunque inevitablemente esa mujer terminaría con su existencia, supuestamente. Sé que en alguna parte está presente el aura de su majestad, es más que un hecho real, un anhelo que reside en lo más profundo de mi nuevo corazón. Todo recuerdo que almacenaba durante ese momento se mantuvo intacto hasta, actualmente ser parte otra vez de mí. Las cosas cobran sentido ahora, pero aún no sé cuál es mi historia, mi razón de ser considerada un estorbo por éste mundo, una esclava cautiva y siendo dominada por su propia creación. Si he de ocupar un nuevo cuerpo, también he de tener una razón para mis penurias. Evocando todo nuevo recuerdo que se encuentra en mi mente sin sustituir los de mi pasado, intento buscar una razón lógica para encontrarme aquí, justo en el lugar donde las «peores» personas son ingresadas como animales sin función alguna, luego de un largo e injustificado lapso de trabajo, no considerando las interminables horas y esfuerzo –hecho en vano–, para recibir un trato como éste. Como era de esperarse, poco o nada recuerdo de mis primeros días y meses de vida, es más, lo único que puedo distinguir es lo que experimenté al darme cuenta de mi realidad y situación, cosas que están ya claras para mí. Sólo quiero saber si tiene sentido luchar por libertad, si verdaderamente lo merezco y mis acciones lo justifican: ¿he sido o no una mala persona durante todo éste tiempo? ¿En verdad vale la pena pelear por algo así? No lo sé aún, pero estaré pronto cerca de averiguarlo. Ha pasado casi todo un día y de modo predecible, he sido básicamente expulsada del recinto sanitario debido a que «probablemente» –según sus propias palabras– ya esté en condiciones aptas para seguir trabajando. Mis necesidades humanas han salido a luz; no he comido nada desde que memoria tengo y no me siento en disposición para laborar, pero por supuesto, las inquietudes de una simple esclava como yo no cuentan en lo absoluto. Me enteré de varios detalles sobre mí al ver la ficha que mostraba mis casi inexistentes datos legales. No soy nada más que una mujer de clase baja, la cual posee casi diez años que, carece de familia o persona alguna que se compadezca de mi situación. Estoy sola en éste mundo, vine para sufrir, así lo quisieron las superioridades del "territorio" de fuego. Aún sigo analizando con detalle lo estúpido que me parece, haber llamado a mi reino de una forma tan ingrata, sin siquiera un nombramiento digno en honor a su creadora, así que esto es lo mucho que cambió la tierra luego de nuestra muerte, nadie valora o recuerda a vuestra reina, es más, parecen ni siquiera conocer el tema. Qué lástima me da, todo el amor y esfuerzo que le puso a cada parte de éste planeta, ha sido completamente ignorado por sus habitantes. Espero pronto salir de aquí, y más aún sabiendo que no he de merecer el trato que me han dado. Un inevitable sentimiento empezó a crecer en mí desde ese momento. Sin darme cuenta, estaba sembrando la semilla de la venganza y desprecio en mi interior. Una que no se desarrollaría hasta ese momento en específico...

~Cuatro años más tarde~

Mi cabello creció a la velocidad de la luz mientras el aspecto que poseo y contextura se asemejan cada vez más a lo que fui anteriormente, sin embargo, no dejaré atrás mi «condición» por lo que no estoy dispuesta a conservar mi personalidad original, pero sí mis respectivos recuerdos preliminares. Las cosas que han sucedido alrededor de mi estancia en esta nueva vida y entorno, son suficientes para indicarme que, algo anda mal conmigo misma. Los capataces tienen cierta inclinación de odio hacia mí, potenciando cada vez más con el paso de los años la violencia aplicada. Siento una opresión en mi pecho al ser herida, un sombrío sentimiento que aún no he podido desvelar, ya que jamás había experimentado algo así. Mi sensibilidad aumentó desde que llegué al lugar, el pasillo modifica a las personas, y sé que lo está haciendo conmigo. Espero pacientemente un cambio dentro de mí, para incrementar mi fuerza y carencia de sentimientos, convirtiéndome de esa forma en... ¿Qué? Me percato con rapidez, en mi interior hay algo que quiero lograr, pero aún no sé lo que ha de ser. Si al menos tuviera un recuento y detalles sobre mi nacimiento, sabría quién me dio la vida, y... qué lugar ocupa en ésta jerarquía, lo cual me parece extraño, ya que no hay algún indicio de sangre real en mí, ¿o tal vez no? Renuncio instantáneamente a esa idea debido a que, por experiencia he de saber las devastadoras consecuencias de confiar en mi instinto, para empezar, eso. Siento mis ojos cristalizarse de nuevo, esta vez dedicando mi tristeza a su muerte, mi muerte. Nada de esto hubiere sucedido si en ese momento mi intuición no fuera escuchada, lo eché todo a perder; aunque, ¿sinceramente habría servido de algo? No había ninguna oportunidad para contrarrestar lo que se avecinaba, y por consiguiente no sea en su totalidad mi culpa, sólo fueron cosas del destino, y ahora desaprovechar el chance que nos ha dado no es una opción. Hoy es el día en que conoceré al rey. A paso moderado y perfil bajo me dirijo hacia la gran masa de criadas, listas para servir. No debo olvidar mi posición aquí, donde soy tratada como un ser insignificante incluso ante los sirvientes, por lo que debo mantenerme al margen de toda situación. Recuerdo cuando tenía apenas once años, siendo culpada por algo que no cometí, y, recibiendo un castigo sin motivo alguno. Nos pusimos en fila para, luego posicionarnos frente a la mesa real. Mis piernas se aflojaron ligeramente, haciéndome tambalear un poco. Poniendo toda mi fuerza de voluntad en mantenerme de pie, el rey hace presencia en el comedor, recibido por los nobles que ya se encontraban allí. A paso lento y con aires altaneros, pasó por nuestro lado, haciendo morir de nervios a cada mujer que estuvo cerca, menos a mí. Con una sonrisa "encantadora" saludó con cortesía a cada una, algo digno de admiración para los de la clase privilegiada, quienes aplaudieron con orgullo. Cuando llegó mi turno, le miré con curiosidad, estaba consciente de lo que pasaría: me observó fijo, confundiéndome como respuesta a su extraña reacción. Acto seguido, su mirada se torna despectiva hacia mi persona, mientras hace caso omiso a cualquier palabra salida de mi boca que, tal vez dije en ese incómodo momento. Parece tener cierta aversión a mí, al igual que todos los que han interactuado de alguna forma u otra conmigo. No entiendo la razón, por qué todos están en mi contra, siendo que no he obrado mal alguno en su ofensa. Cuando la fiesta terminó, las cosas empezaron a moverse de lugar. Sentí el suelo desvanecerse y una sensación como si estuviere flotando, mientras mi visión falseaba notoriamente, hasta que todo se puso negro. Desperté en un extraño cubículo. Fui trasladada, a una celda. He pasado gran parte de mi vida aislada de todo rastro de luz, conociendo únicamente la fría oscuridad que me rodea. Además de mi estancia en el hospital y obrando en el Pasillo, sólo he conocido las tinieblas y el dolor, que no merecí en ningún momento de esta vida mía. Entre sollozos ahogados y silenciosos, lamentaba mi existencia repetida en ésta tierra. Todo habría sido mejor si tan sólo no hubiese reencarnado, e incluso recordado mi pasado, que es lo peor del caso. Sentí pasos acercarse, y supe lo que sucedería a continuación: me había escuchado llorar, aunque mi esfuerzo no tenía dicho objetivo. Debido a mis personalidades mezcladas, siento coraje y pavor al mismo tiempo. A la par que desearía deshacerme del sujeto justo ahora, mi razón es más fuerte, imponiéndome esperar pacientemente justicia. Sé que en una situación como esta lo ideal –quizás– no es lo que hago, pero es mucho más preferente que arriesgar mi débil cuerpo a un acto tan peligroso como aquel que mi impulso anhela con rabia. Rabia, es el sentimiento que he experimentado durante todo éste tiempo, mi nuevo yo siente ira, por mi relajada forma de obrar, esperando algo que tal vez jamás ocurra. Ya lo he entendido. Cuando mi objetivo siempre fue renunciar a mi antigua forma de ser, de manera involuntaria seguí siendo la misma, en todo aspecto posible. Por ello, en vez de esperar a que el dolor cese, decidí gritar, gritar hasta que el aire se escape de mis pulmones, expresar lo que siento desde lo profundo de mis entrañas: coraje, enojo, ira y tensión por mi estúpida impotencia que, yo misma creé.

Y de ese modo, mi forma de ver el mundo cambió completamente, convirtiéndome en un ser lleno de venganza y rebeldía.

Mi nombre ya no es Fírules, desde ahora soy Féresis, la mayor perdición del rey, quien tendrá que liberarme a la fuerza. Me vengaré, de la persona que se encargó de esclavizarme, quien elige cruelmente a sus sirvientes sin considerar el dolor que sufrirán aquí.

Adalía

¡Han pasado dos años después de su muerte! ¿Cómo te atreves a celebrar una fiesta justamente el día de mi sufrimiento? —La primera vez.

...

¡Han pasado cinco años después de su muerte! ¿Cómo te atreves a celebrar una fiesta justamente el día de mi sufrimiento? —De nuevo.

¡F–fue un error! Juro no volver a hacerlo querida mía. —Mentiroso.

¡Han pasado diez años después de su muerte! ¿Cómo te atreves a celebrar una fiesta justamente el día de mi sufrimiento? —Sin palabras.

No... puedo explicarlo. —Se puso serio el desgraciado—. Ésta vez he decidi...

¡¿Ésta vez?! Ya me harté de ti y tus malditas fiestas cada vez que nuestra difunta hija cumple un año de defunción. Además, ¡eres todo un egoísta que sólo piensa en gastar el presupuesto real en celebraciones! —exclamo al borde de la rabia y del llanto.

Acabas de cometer un error gramatical, por lo tanto tus argumentos... son... —Disminuye el ritmo de sus estúpidos insultos sin sentido alguno en cuanto mi mano roza con ferocidad en su rostro, derrumbándolo de una buena vez—. Contrólate.

¡Expulsen a éste malnacido de mi palacio! —ordené con furia y mis lágrimas obstruyendo mi campo de visión, por lo que con una leve torpedad me dirijo a una de las sillas con acabado en oro y perlas que ese hombre hizo para mí en compensación a la fiesta que me hizo sufrir antes de hacerme perder la paciencia, rompiéndola de un solo golpe—. ¡Ah!

Mi mano sangró por lo que uno de mis caballeros vino en respuesta a mi alarido. Rompiendo en llanto, dejo por primera vez que sus brazos envuelvan casi por completo mi cuerpo. Al menos es el único hombre que valora y siente mi dolor, no como mi "esposo", quien perdió toda vergüenza y dignidad al profanar el nombre de nuestra hija, burlarse de ella al hacer fiestas tan denigrantes como aquellas. Tales cosas me hacen perder la cordura, sin embargo él me atrae con más fuerza a su pecho.

Yo... quiero que lo maten. —Esmell se tensó al escuchar tal palabra, pero no me importa. Lo odio.

No podemos hacer eso su majestad —expresó con cierto enojo escondido que sólo yo podía diferenciar, a lo que el maldito sonríe, por lo que agregó diciendo—: pero sí puede exiliarlo del castillo, como era su plan inicial. Vuestra separación sería muy difícil, aunque usted es más importante que él, y sus órdenes serán escuchadas.

Soy la emperatriz de éste lugar mientras él sólo es un estúpido rey consorte.

Así es —dicho esto, mi esposo empezó literalmente a temblar, mientras los guardias le sujetaban y forcejeó como un niño, cosa que me hizo sonreír levemente—. Me gusta verle reír, no como los que la consideran más hermosa cuando se enoja o, llora.

Con el dedo índice alzó mi rostro, cruzándome con sus intensos orbes color rubí brillante. Lo que sucedió a continuación fue algo de lo que me arrepiento, porque en el fondo deseé que sucediera: juntó sus labios con los míos, convirtiéndose en el beso más casto que me haya dado un hombre antes. Uno sin deseos ocultos, sin nada que pudiera implicar pecado alguno. Cuando nos separamos, vi que el rey ya no se encontraba en el lugar, por lo que me sentí más aliviada. Esta vez volvimos a besarnos, de forma más apasionada que anteriormente y... lo que ocurrió después fue algo que jamás olvidaré. Al día siguiente me encontraba al borde de la cama, reflexionando, debido a la arriesgada y controvertida decisión mía al expulsarle de palacio. Le he echado de mi vida, y no llevará jamás mi apellido. Soy libre de todo el sufrimiento que me causó desde el día de su muerte, mi hija, nuestra hija la cual no ocupaba lugar alguno en su corazón y, por ello no puede sentir dolor al profanar su nombre y reírse de ella celebrando exactamente el mismo día en el que mis esperanzas de tener una niña a quién inculcarle todo lo que sé y una heredera, se extinguieron, junto con su vida. Su posible deseo de ocupar mi cargo al morir sin ningún estorbo terminó en cuanto fue llevado de vuelta a la ciudad. En éste mundo hay dos cosas que no me quedan claro: por qué no recuerdo ningún detalle del parto y la razón de su indiferencia ante el fallecimiento de ésta. Cuando terminé de peinar mis cabellos con las manos sin observar el espejo, fui hacia el ventanal que servía como puerta. Ver el jardín de cardos y flamantes flores ardiendo sin cesar inexplicablemente me recuerdan a ella. Elementos que han de representar el odio, desprecio y venganza hacia una persona. Me recuerda justo a eso. Un vacío crece en mi pecho. El sentimiento que creí haber eliminado resurge otra vez, con más fuerza, impidiéndome luchar por mantenerme en pie, sin caer como lo hice aquel día en que mi mundo se desmoronó. Un feroz deseo arrasa con mi cuerpo, que me atormentará hasta que logre mi cometido. Hace años renuncié a encontrar su tumba, cuando no hubo más opción que cerrar el lúgubre caso. Me cansé, pero no significa que haya dejado la esperanza atrás, de que en realidad vive, esperando por mí en algún sitio. Ese deseo me hace recobrar la fuerza, para eliminar todo tormento de mi corazón. De repente, esas emociones son sustituidas por una más potente, que me incitan a perder otra vez la cordura y destruir todo a mi paso. Abro los ojos de par en par y, encuentro la «cura» para ambos anhelos que me consumen. No debí echarle del palacio. Primero tendrá que hablar antes de marcharse al este. Me cambio de vestimenta y camino a paso firme hacia la puerta, siendo recibida por mi séquito que, espera pacientemente a que tome posesión del trono para la toma de decisiones que favorezcan al imperio. Paso absolutamente de ellos y, me dirijo hacia Ignacio, quien sorprendido por mi violenta reacción al salir del castillo, se arrodilla con temor hacia mí.

Levántate y prepárame uno, mejor dicho dos caballos. Quiero al mejor jinete que tengas. —Le miro fulminante, aunque no sea mi verdadera intención.

Esa ha de ser usted, su majestad.

Exacto. —Sonrío con suficiencia al escucharle. Me dirijo hacia el carro que más me gusta, en el cual deberán estar atados mis animales que aún reposan.

Como usted ordene. —Luego de subirme junto a mis corceles, el hombre se dispone a salir del lugar, pero lo detengo.

Espera. Trae a mis mejores soldados. Esta es una misión real, una de rescate.

Nunca se me ha informado que mi hija esté muerta. Fue una simple deducción debido a las circunstancias que rodeaban la escena, lo que puede significar que...

¡A sus órdenes siempre, su majestad! —dijeron al unísono mientras se colocaban en sus respectivas posiciones de ataque.

Quiero que me acompañen. Iremos en busca de la tumba de mi difunta hija —Hago una pausa y prosig0—. Supuestamente.

Ambos entornaron los ojos, como si quisiesen procesar mi orden y respuesta. Cuando finalmente comprendieron, el primero se atrevió a decir:

Entendemos su preocupación su majestad. Éste caso está rodeado de anomalías, por lo que estamos plenamente dispuestos en ayudarle.

Si comprobamos que el lugar a encontrar no existe, tendremos la esperada alternativa de salir en su búsqueda, hoy mismo.

Así es. —Los mellizos se quedaron en silencio esperando más de mi parte, y continué—: Siéntense tras de mí. Esa es mi última orden por el momento.

De esa manera salimos en su búsqueda, la que esperé por casi once años y al fin sería efectuada, a la vez que tengo por función comprobar que, aún hay esperanza de que haya de que vive.

En donde quiera que estés, espero que sigas esperándome, querida mía.

Féres(is)

Tiempo actual

Mis ojos se abren lenta e involuntariamente, obligándome a retomar el conocimiento. Me encuentro con una pared oscura en frente a mí, mientras siento frías cadenas envolver mi cuerpo, aunque en realidad sólo sean mis piernas. Luego que mi mente reaccionara empezando a trabajar otra vez, intento incorporarme aunque con suma dificultad, mis piernas no responden al principio y cada vez que mi peso recae sobre ellas siento mil punzadas atacándome sin piedad. Al parecer me desmayé, pues no recuerdo más que dolor y oscuridad, sin contar las falsas luces que decoraban el extravagante entorno donde estaba antes. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que observé el esplendoroso brillo del sol. Mis recuerdos, que no han sido eliminados residen en lo más profundo de mi ser, en donde dejé atrás mi antigua identidad: soy, y siempre he sido realmente Féresis, una mujer libre e independiente de toda imposición que me han obligado a obedecer, siendo ésta mi algarada1. Haciendo caso omiso del dolor, me levanto del sitio y camino directo hacia el hombre que pretende atacarme. Grité. Cuando intentó acallar mis alaridos por medio de la fuerza, un retumbar nos toma desprevenidos, cuando sin pensarlo e instintivamente en medio de toda confusión logro salir de la celda que ahora se encuentra abierta tan rápido como puedo, empujando al que se disponía a atacarme dentro de ella y dejándole cautivo, todo en un corto lapso de tiempo. La puerta sólo se abre desde fuera, no hay forma alguna de que pueda escapar. Correr, fue lo primero que invadió mi cabeza al observar cómo se sacudía el recinto y lo hice, perdiendo de vista la salida más de una vez, debido a que los pasillos conectaban casi de forma exclusiva a los cubículos penales. Al llegar finalmente donde se encontraba el último pasadizo, me encontré con una devastadora escena: hombres, mujeres e incluso niños corriendo y abarrotando lo que parecía ser la única y angosta salida hacia mi libertad, siendo obstruida por un cúmulo de personas con mismas o incluso mayores ansias que yo. En ese momento no sabía cuán equivocada estaba, de saber quién me espera al otro lado, literalmente me hubiese deshecho de todo el que estuviera en mi camino. Sin ignorar del todo la idea, avancé hacia ellos, mientras todo ocurría. El caos, dolor y golpes propinados durante el disturbio a mi alrededor servía como un bizarro espectáculo que, lejos de desagradarme más bien me pareció divertido, queriendo unirme a ellos para ser partícipe de su algarabía. Rápidamente descarté mi descabellado deseo, apresurándome a tomar una "posición" en medio del tumulto. Personas rozan mi piel y no me dejan respirar mientras intento proceder con mi escape, sin éxito al principio. En el afán de huir, diviso la blanca luz, fragmento del resplandor producto de mis anhelos de ser libre; aunque luego entro en la cuenta que es el sol que jamás pensé ver, y con sólo un destello penetrante llegar a mis ojos basta para hacerme perder la conciencia, mientras sentía unos largos brazos acercarse al mío, jalando con brusquedad de mí. Abro los ojos con dificultad a la par que estos intentaban acoplarse a la luz. Ya no estaba en el pasillo, soy libre, fue lo primero que me cupo pensar. Escuché el chirrido de una puerta y, debido a mi estado mental y psicológico retrocedí mientras me arropaba hasta el tope con la espesa manta. Sus pasos eran lentos y denotaban cierta elegancia en ellos. Siento su peso postrado en la cama, mientras me dejaba expuesta a su presencia. Me miraba con escepticismo, sus frívolos ojos color oro sin expresión alguna denotaban su esfuerzo para analizar y comprender lo que sucedía. Bajó con ligereza la mirada, observando con sumo detenimiento mi pecho. Siempre ha existido en mí una cicatriz cuyo origen es desconocido, pero en cuanto ella entró en contacto con aquello empezó a arder, hasta que la sensación fue sustituida por un rojizo resplandor y...

— Has de tener la misma marca que yo —dijo mientras señalaba la zona específica—. ¿Sabes lo que significa?

— ... —Negué cándidamente sin hablar.

— Tú, eres mi hija. —Su voz empezó a temblar mientras no terminaba de procesar lo que oí—. Eres mi niña.

La mujer me abrazó con fuerza mientras apoyaba su rostro en mi hombro. Ante éste acto, sólo pude responder de la misma forma. Sentí en ella una cercanía que jamás experimenté durante mi vida llena de dolor y tristeza; un gozo invadió mi corazón, dándome oportunidad sentir por primera vez, esa emoción a la que llaman felicidad.

— Sí, tú eres mi madre... y yo soy tu hija.

— Mi niña... —Rompió en llanto mientras acariciaba su pelo para consolarla. Debajo de su dura coraza se oculta una madre rota que recuperó las esperanzas de encontrarme y, ahora yo reconstruiré lo que ha sido dañado en ella.

— ¿Quién fue el responsable? —Mi voz cambió desde ese momento. Ni siquiera reconocí si se trataba de la voz de mi madre o la mía, simplemente ahora sonábamos igual, somos idénticas: ambas luchando por una causa que, de alguna forma aunque fueren distintas, nos conectaban.

— Tu padre, el rey...

— ¿Cómo lo sabes? —inquirí bajando la voz, con cierto respeto en mis intentos.

— Yo, siempre lo he sabido... pero lo escuché de sus propias palabras...

— Entonces matémoslo. Hay que tomar venganza... —Hice una pausa preparándome para lo siguiente que diría.

— Sí.

— ...Mi querida madre.

Y empezó todo.

Empezó mi vida.

Mi verdadera vida, como Féresis.

En ese momento conocí la felicidad, junto a ella.

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Segunda parte de El pasillo.

¡Volví! Y con un nuevo capítulo \°<°/ ¿me extrañaron, eh? Tal vez me ausenté mucho tiempo, pero valió la pena, como ya han visto-leído, pues tuve más tiempo de planear éste racconto, ¡incluso eliminé unc borrador de más de dos mil letras! Todo gracias a la universidad :) agradézcanle por darme más ideas(?)

¡Ya estoy escribiendo el otro, descuiden!

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