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"Tengo miedo"

Maldije más de un millón de veces en mi regreso al internado. Tenía frío, me había perdido unas cuantas veces y mi ropa y mis manos estaban tintadas en sangre. Aún tenía en la mente el cuerpo de Leo sin vida tirado en la calle. Él no se merecía morir así. Sí, era un patán pero no lo merecía.

Yo continuaba llorando, sentía mis ojos hinchados y me ardían a sobremanera. Solo tenía una cosa clara, en cuanto llegara iría a por ese Kai y me tendría que explicar lo que tramaba en mi contra y quién estaba detrás de todo éste asunto. ¿Por qué fui tan ingenua de aceptar su amistad cuando apenas lo conocía?

Para cuándo llegué a Leumas ya era entrada la mañana y yo estaba hecha un desastre. A mí mal aspecto se le sumaron unos cuantos raspones en mi rodilla derecha y mis brazos, me había caído tratando de escalar un pequeño peldaño, que según yo sería un atajo, tal atajo por poco me mata cuando caí de una altura considerable, me dolían las costillas, estaba segura que tendría unos lindos moretones más tarde.

Al ver algunos estudiantes en el pasillo lo asocié en que ya estábamos en medio del receso, no me importó, seguí mi camino hacia el salón de clases que me correspondía. Unos cuantos se quedaban mirando mi deprimente existencia, pero fue peor cuando entré al aula. Comenzaron los murmullos, repasé sus rostros uno por uno. Incluso Yoongi estaba estupefacto, el chico no dudó en pararse casi que corriendo en mi dirección.

- Haz, santo cielo. ¿Qué te ocurrió? - su voz preocupada me hacía sentir segura, sarandeó mis brazos al notar que yo no le prestaba atención.

Yo solo tenía un objetivo y estaba a unos metros, al lado de una ventana, evaluando toda la situación.

"Ella luce muy deprimente"

¿Deprimente? Deprimente iba a estar su rostro cuando le exprimiera los sesos.

Me separé con brusquedad de mi mejor amigo y caminé hasta el de ascendencia china que no dudó en sonreír.

El maldito aún se atrevía a sonreirme.

- ¿Qué eftá pafando? - el frofe de Hiftoria apareció en el umbral de la puerta.

No sé dé dónde me había salido aquello pero cerré la puerta en su cara, incluso el pestillo había sido puesto.

Tal vez sí, Hestia tenía razón, yo era un monstruo aunque me negaba a aceptarlo.

Mis compañeros parecían aterrados de un momento a otro.

- ¿Qué plan macabro está elaborando tú cabecita hueca, ah? - espeté empujando la frente del chico con mi dedo índice.

Kai ladeó una sonrisa y se cruzó de brazos.

- ¿Qué está pasando? - escuché la pregunta de Jungkook.

- ¡Parece que ya me descubriste! - alzó las cejas sonriendo en grande - Aparte de linda, inteligente.

El quería jugar, pues iba a jugar, pero iba a perder.

No necesitaba la telequinesia para hacerle sufrir, yo podía perfectamente dominar su mente como la vez que lo hice con Leo y todo había acabado muy mal. Con solo decir que mi ex estuvo en el hospital durante semanas.

Híncate!"

Con un simple mandato ya se encontraba de rodillas, sus ojos me miraban fijamente sin ningún tipo de miedo, su aura negra me dejaba en claro que solo quería mi muerte. La pregunta era, por qué.

Jalé su cabello tirando su cabeza hacia atrás.

"Vuelve acercarte a mí y te arrepentirás"

"¿Por qué mejor no te mueres? Tus ojos se verían muy lindos en una vasija de cristal llena de formol sirviendo de adorno en mi hogar"

Ese chico estaba enfermo. ¿Qué tan mal podría estar su mente para decirme eso?

- Hazel...

- ¡Ahora no, Yoongi! - aseveré en su contra.

"Hasta tu amiguito podría servirme de algo"

Me encolericé de tan solo pensar que también podía hacerle daño a él. Volví a manipular su mente, estaba agonizando de dolor ésta vez, su cabeza de seguro explotaría. Cuando ví la intención que tenía de apretarla con sus manos, las alejé mandándolas a su espalda. Pronto una hemorragia nasal se hizo presente al igual que por sus oídos.

- ¡Hazel no hagas ésto! - se colocó a mí lado el pálido.

- ¿Qué? ¿Ahora también crees que soy un monstruo? - pregunté riendo, él frunció el ceño.

- ¡Ah! - gritó Kai.

- ¡Callado! - le ordené, sus lágrimas bañaban sus mejillas sin intenciones de detenerse - ¿Ahora quién morirá, mmh? Tal vez tus ojos sean los que se vean lindos en esa vasija llena de formol que decías.

- Por... por favor - sollozó, su cuerpo comenzaba a tener espasmos y su piel estaba pálida, los labios los tenía morados.

- ¿Me dirás quién está detrás de todo esto? - pregunté.

- ¡Nunca!

- Ah, pues no debo tener piedad contigo.

De reojo ví movimientos a mí espalda, intentaban abrir la puerta, una mesa salió volando impidiendo el paso de mis compañeros.

- ¡Ustedes, quietos! - le grité al grupo viajando mi vista hacia atrás. Jungkook estaba serio y sus ojos chispeaban con algo que desconocía.

- Yo... yo t.. te ayudaré - le presté atención ésta vez a Kai.

- Así me gusta - palmeé su cabeza como si fuera un cachorrito.

Le permití reincorporarse, el color de su piel fue regresando.

Fue tan ágil y tan rápido su movimiento que me sorprendí. Una daga de hielo había sido creada por sus manos y no dudó ni siquiera un segundo en degollar su propio cuello. Su cuerpo cayó inherte comenzando a  hacer un charco con su sangre.

- ¡Mierda, no! - grité.

Dos cadáveres en pocas horas. ¿Qué era tan malo que debía ser encubierto con muertes? Me había vuelto a quedar sin pistas.

- ¡Hazel! - esa fue la voz de Jungkook.

- ¡No! - dí un golpe a un pupitre.

- Vienes conmigo quieras o no - musitó con severidad.

- ¡No voy a ir contigo a ningún sitio! - exclamé exaltada.

De un momento a otro ya me tenía sobre su hombro y me cargaba como costal de patatas.

- ¡Bájame, imbécil!

- ¡Quiten eso! - ordenó a los demás, se apresuraron a hacer lo acometido, despejando la puerta y dejándonos salir al pasillo.

- ¡Dije que me bajes! - golpeé su espalda pero él solo siguió su camino sin detenerse una sola vez.

Esta vez la que estaba en desventaja era yo, no podía manipular a Jeon como a los demás.

Entramos a una habitación que pronto supe era la mía por el reloj en la mesita de noche, ese trasto viejo lo reconocería donde fuera. Mis pies volvieron a tocar el suelo y no esperé para darle unos cuántos golpes a ese simio. En menos de un minuto ya yo estaba apresada en mi cama bajo su cuerpo, con sus manos sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza.

- ¡Quítate! - dije entre dientes, negó - ¿Qué es lo que quieres?

- Saber qué fue lo que te pasó.

- No me pasó nada - me tensé.

- Ahora desearía leer las mentes como tú para saberlo todo.

- Y yo quisiera ser como tú para que no pudieses leerla.

- ¿Qué pasó, Hazel? - el tono con el que hizo la pregunta fue duro, mis muros comenzaron a quebrarse poco a poco hasta quedarse hechos polvos.

Rompí en llanto al recordar otra vez lo que había ocurrido con Leo y lo que pasó en el salón de clases.

- Tengo miedo - sollocé, gruesas lágrimas rodaron por los costados de mi cara, el chico dejó mis manos libres para limpiar el rastro de agua salada.

- Yo estoy aquí - acarició mis mejillas - Te voy a proteger, Hazel.

- No me lo merezco.

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