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"Mi vida es un desastre¹"


Era casi mediodía cuando mi hermana decidió aparecer luego de haber desaparecido en la noche estando en el club, casi me exasperé esperándole.

Hestia es alocada y un poco inmadura para su edad, pero así la quiero. Yo soy la mayor, llevándole dos años, yo teniendo diecinueve y ella diecisiete.

Sus ojos verdes esmeralda marcan gran diferencia entre los míos azules celestes, lo sé, opuestos rotundamente. Esta es la parte en la que se preguntarán si somos hijas de mismos padres, pues, según nuestra madre, Aris, si. Cabe destacar que no le creen nada porque es una insolente prostituta.

¿O debo decir era?

- Fue en la madrugada, un comisario vino a notificarnos - hablé luego de dejar a Hestia asimilar la resiente noticia.

La verdad, a mí también me había caído como un balde helado haberme enterado de su muerte.

Aris no fue una madre normal, no nos cuidó ni amó como debía hacerlo. Nuestra infancia y adolescencia nos la pasamos en un prostíbulo de mala muerte, alcohol, bailes sensuales y hombres sedientos por un poco de atención, eso era lo que veíamos.

¿Que qué es lo que pienso sobre eso?

Bueno, no estoy orgullosa de nuestra vida. Crecí siendo un espécimen extraño en la sociedad, cuando tenía cinco años fue la primera vez que escuché los pensamientos de alguien y eran asquerosos.

Desarrollé la habilidad de la telepatía, puedo leer las mentes, escabullirme dentro de todos escuchando lo que piensan, desde lo más hermoso hasta lo más perverso. Así mismo puedo someterlos a mis propios intereses, hacerles sufrir y hasta desquiciarlos, incluso distinguir el aura que poseen.

No estoy orgullosa de ello, trato de controlarlo al máximo, por eso mis auriculares y playlist de música clásica son mis mejores amigos. Mi hermana dice que no debo reprimir mi don y que soy especial por ello. A ésto es a lo que me refiero cuando digo que somos diferentes.

Ella no se esconde, es natural y hasta feliz por ser mágica, como suele decir. Decidí reprimir ésta hechicería, brujería o maldición, como quieran llamarle.

Mi complejo comenzó siendo niña, mi propia madre decía que era un bicho raro y que papá no nos querría así, puras mentiras, nuestra familia paterna también tienen dones especiales de la mente.

A éstas alturas ya he superado todos esos traumas de pequeña, pero eso no quiere decir que me siento orgullosa de ser como soy, aveces siento miedo de mi misma y lo que más me aterra es hacerle daño a mí hermana como lo hice con mi mejor amigo.

Un toque a la puerta de nuestra casa me hizo erguir, lo único que faltaba era que Aris estuviera endeuda y ahora quieran cobrarnos a nosotras.

- Hola niñas.

¿Hola niñas? Mi vida es un desastre.

- ¿Qué haces aquí? - inquirimos al unísono.

- ¿Así es como me saludan?

- No me hagas reír - se burló Hestia con esa cara de póker que la caracteriza.

Yo solo me detuve a observarlo escuetamente. Iba vestido elegante y aunque lo odio, le da un porte de clase alta. Leo Wood - mi ex novio - lucia extremadamente diferente a como lo recordaba.

- Me he enterado sobre el accidente de Aris - suspiró finalmente.

- ¿Y? ¿Pagarás la cuenta de la funeraria? - mi hermana continuó con su vómito verbal hacia él.

- Eres un poco insolente para ser tan joven - dió un paso amenazante hacia ella.

Me interpuse en su camino resguardando a Hestia, sé que no lo necesita y que puede llegar a ser más fuerte que yo, pero es mi deber como hermana mayor cuidarla.

- Bonitos auriculares - le observé analíticamente.

- ¿Qué quieres?

- A ti.

Con una mueca de asco suspiré, tratando de encontrar un poco de paciencia.

- No estoy para tus estupideces, creí que te había quedado claro que no te quería volver a ver.

- ¿Quién se cree eso? - reclamó dando un paso hacia mí, su imponente estatura me hace sentir un poco inferior, pero traté de sobrellevar la situación para que se diera cuenta que no le tengo miedo.

- Escucha idiota...

- ¿Por qué tus ojos han cambiado de color? - inquirió él interrumpiendo a mí hermana.

- ¿Qué dices?

Hestia sé puso frente a mí, ella abre los ojos como platos, sé lo que quiere que haga, quiere que lea sus pensamientos.

"Tus iris están de color morado"

Escuché su voz una vez me concentré.

"Es Leo, algo esconde, pero no puedo leer su mente, es como si hubiese algo que me lo impidiera"

Le respondí, algo no está bien.

"Sácalo de aquí, no puedo controlarlo... está, está...."

Es lo último que recuerdo haberle dicho a mi hermana, luego de eso me desmayé y oscuridad fue lo único que ví.

[...]

Todo pasó demasiado rápido para mí gusto, mi padre apareció de la nada y ahora no sé qué rayos hago, solo sé que no me esperaba vivir con él después de ser mayor, al contrario de Hestia, ella parece una niña feliz corriendo por la pradera. Se la pasa con él todo el tiempo, nunca la había visto así de afable, o sí, ella siempre necesitó de Samuel, le urgía el amor familiar que Aris nunca le dió, estoy feliz por ella, de verla disfrutar.

No sé qué le habrá metido nuestro padre en la cabeza para que la hiciera convencerme de ingresar a un internado y no cualquier internado.

El internado Leumas era conocido por ser la escuela para las personas como nosotras, con capacidades sobrenaturales. No me hacía feliz saber que tendría que compartir con otros sobre mi don, ojalá yo hubiese estado con Aris ese día del accidente, tal vez hubiese terminado mi martirio también.

A simple vista el colegio parece ser un castillo del terror, no me agradó nada, se ve antíguo y hasta puedo oler el aroma a polvo. Recorrí junto a mi hermana unos pasillos, Hestia no dejaba de mirar un mapa, que según ella nos haría llegar hasta la dirección del centro, que desde hoy sería nuestro hogar. Me sentía como si nos estuvieran abandonando en un orfanato por Dios.

De brazos cruzados y con seriedad en mi rostro me adelanté unos pasos de mi hermana menor, un pelinegro terminó estampándose a mí, su estatura es alta y viste totalmente de negro como si fuese la maldita parca.

- ¡Idiota mira por donde caminas! - espeté hacia él.

- Muñeca, no es mi culpa que vayas observando las musarañas.

¿Muñeca? ¿Quién se cree para llamarme por ese ridículo apodo?

Estaba al destilar ácido sulfúrico en su contra cuando me detuve a escrutarle, extrañamente no pude leer su mente y tampoco pude ver su aura, era un condenado enigma.

- ¡Estúpido! - terminé por decir apartándole de un empujón.

- ¿Podrías no enemistarte con toda la escuela en el primer minuto en el que llegamos?

Mi hermana se posó a mi lado preguntando con ironía, abrí la boca dispuesta a responderle pero una señora regordeta de cabello corto y encrespado, parecía ser el cielo con ese vestido celeste que hacía juego con sus ojos, lo único raro era su rostro color rojo igual que los tomates. La directora Leonor, a simple vista parecía agradable, aunque eso se fue al caño cuando comenzó a hablar la sartas de estupideces que debiamos cumplir dentro del internado.

Luego de una plática que para nada me apetecía con esa mujer, nos indicó nuestros dormitorios, lamentablemente mi hermanita sería mi compañera y digo lamentable porque sus ronquidos me exasperan, prefiero mi soledad, me habían arrebatado mi tranquilidad en un dos por tres.

Hestia no paraba de reír, sabía que no me agradaba para nada esa idea. Sonreí de lado al verla atragantarse con su propia saliva, se quedó en un limbo enamorado al ver a un chico pálido de ojos rasgados.

"Wao, me he enamorado"

Ni siquiera me atreví a interrumpir esa conexión momentánea que habían tenido los dos. ¿Hasta cuándo tenía que esperar?

Al fin el chico se dió la vuelta siguiendo con su camino y ella atónita comenzó a hablar como la loquita que es.

- Me he enamorado - susurró.

- ¿Sí, no me digas? - ironicé.

- Sus ojos...

- Eran como los de un gato - terminé por ella.

Hestia adoraba a los felinos y todo lo que fuera gótico y ese chico era exactamente como le encantaban.

- ¡¿Joder, cómo supiste lo que pensaba?! - preguntó con horror en su rostro.

- Hestia, por Dios, puedo leer las mentes - hablé con obviedad.

- Ah, cierto.

¿Será tonta? ¿Qué haré con ésta chiquilla? Pero así la quiero.

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