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«epilogue»

Desperté de ese horrible sueño, estaba aturdida, me dolía la cabeza, también el cuerpo entero, sentía mis extremidades pesadas y entumecidas y no podía enfocar nada.

Todo era oscuridad a mi alrededor, no podía ver nada y por mucho que abriera mis párpados no lograba hacerlo. Intenté pararme pero el sonido de cadenas me detuvieron, mis manos y pies estaban atados a ellas y dolía, mucho.

¿En dónde rayos estaba?

Guíandome por mis manos palpeé a mí alrededor, paredes de concreto, no existía ni una sola ventana, hasta que llegué a lo que parecía una puerta de hierro. Golpeé la superficie tanto que dañé mis manos, sentí mis nudillos arder, estaba siendo presa del pánico. Quería salir de allí.

- ¡Ayuda! - grité.

Mis ojos se humedecieron y sentí ese nudo amargo aparecer en mi garganta. Era absurdo que siguiera forzando aquella puerta metálica, nunca se abriría, no tenía fuerzas para nada. Me deslicé hasta quedar sentada en el suelo, entonces me permití llorar, pero el sonido de la puerta siendo deslizada me hizo sorber mi nariz. Por fin pude ver otra vez la luz.

Un tipo corpulento vestido completamente de negro y con pasamontañas se adentró al lugar. Retrocedí al ver una sonrisa macabra dibujarse en sus labios.

- Hola, linda.

Esa voz, la había escuchado antes, pero dónde.

- ¿Quién eres? - inquirí con la voz entrecortada, el tipo poco a poco se acercaba a mí.

- Tu pesadilla, muñeca.

¿Muñeca? Así solamente me podía decir Jungkook. Hablando de él, ¿ya estaría buscándome? ¿Se habrá enterado de mi desaparición?

¿Y Yoongi? Necesitaba a mí mejor amigo también.

El hombre llegó a mí lado abriendo las cerraduras de las cadenas dejándome libre, o eso pensé hasta que me jaló hacia él y me hizo caminar hacia afuera.

El lugar estaba desolado, parecía ser una empresa o algo así y dónde me tenían encerrada era una bóveda que tenía aspecto de caja fuerte. ¿Un banco? No me encontraba en Leumas,  de eso sí estaba segura.

- ¡Suéltame! - traté de pegarle pero nuevamente mis fuerzas eran nulas comparadas a las de él.

Incluso no podía leer su mente, ni captar ninguna otra voz en todo el establecimiento. Parecía como si me hubiesen drogado y mis dones estuviesen en estado recesivo.

Me volvió a empujar, ésta vez dentro de una habitación de cristales templados. Tenía buena iluminación y el ambiente era demasiado frío y yo que aún andaba vestida con el uniforme escolar me moriría de hipotermia. En cada esquina había una cámara de seguridad que me hacía sentir acechada. Alguien me miraba por aquellos artefactos. Tenía miedo, era inútil hacerme la fuerte cuando no podía serlo en ese momento.

El sujeto volvió a sonreír en mi dirección y luego se fue cerrando la puerta dejándome una vez más sola. No pasó mucho tiempo cuando regresó, sin embargo venía alguien más con él. Una chica que conocía demasiado bien.

¡Mierda, mierda y más mierda!

No, eso nunca, cero, negativo, cruz, señal de peligro. Ella no podía estar aquí también.

¡Maldición! ¿Acaso todo lo malo estaba detrás de nosotras?

- ¡Maldita sea, cara de chancla! - gritó ella mientras golpeaba la puerta, el hombre se volteó y la miró de mala manera - ¡Sí, tú mismo, el que tiene dos nalgas en la cara! ¿¡Qué coño quieres de mí, maldito hijo de puta!?

Sí, definitivamente esa era la loca de mi hermana.

- ¿Hestia?

Llamé cautelosa su atención, la de ojos verdes volteó encontrándome. Sentí ese sentimiento otra vez, mi pecho se encogió, pensé que no podría verla nunca más y que moriría aquí sola sin haberme despedido de ella. Tenía que decirle cuánto la quería. Mi pequeñita no se merecía pasar por toda ésta mierda.

Mi hermana corrió a mis brazos, nos dimos un abrazo, uno que no compartíamos desde hacía mucho tiempo. Sentí que el tiempo se detenía con solo tenerla en mis brazos. Era la persona que más quería en el mundo, la que me daba las ganas de seguir adelante, la que era arrebatada y extrovertida, pero que adoraba con todo mi ser.

- ¿Qué haces aquí? - quise saber acunando su rostro.

- Me van a matar - contestó con un puchero.

Dejé caer mis manos a mis costados, ella no podía ser tan tonta de pensar que la matarían solo a ella.

- ¡No, si me lo dices no me doy cuenta! - solté con ironía.

Sí, esa era yo siendo sarcástica hasta en momentos extraordinarios.

Ella se dedicó a mirar a su alrededor, reparando todo el lugar. Me sentí feliz de verla otra vez, pero esa felicidad duró bien poco cuando una voz distorsionada se escuchó en la habitación. Parecía algo mecánico, incluso alguien que le había hecho una traqueotomía. No sé percibía ningún tipo de emoción ni sentimiento y aún no podía leer la mente de nadie, ni la de mi hermana que se encontraba a mi lado.

- Hola hermanas Jacobs. Se preguntarán qué hacen aquí. Pues es simplemente una misión para saber cuál de ustedes merece seguir con vida, porque sí, pequeñas, una de ustedes debe morir. Y ustedes mismas serán quienes lo decidan.

¿Quién estaba tan enfermo como para hacer ésto?

- ¿¡De qué carajos estás hablando!? - grité con prepotencia.

Se escuchó una risa, una risa tan malévola que logró llenarme de pavor y encrispar todos los vellos de mí cuerpo.

- Sin que ninguna se percatara les hemos colocado a cada una un cuchillo en su ropa. Uno de esos dos viene destinado para ser bañado con la sangre de su hermana, ustedes elegirán cuál. De verdad espero su colaboración en este momento.

- ¿Y qué pasa si no cumplimos? - se puso a la defensiva mi hermana.

- Ambas morirán. Nosotros nos encargaremos de eso - escucharlo hablar así me hizo recordar a aquel malnacido que visitaba a mi madre en el prostíbulo, un puto demonio.

- Pero qué... - las palabras quedaron suspendidas en el aire.

- Empieza la cuenta regresiva - interrumpió - Diez...

Ambas nos miramos muertas de miedo. ¿Qué debíamos hacer?

- Nueve...

Palpeé mi ropa en busca del arma blanca, la saqué del cinturón de mi falda. Cuando volví a observar a mí hermana ella también tenía una en sus manos.

- Ocho...

Yo no podía atacar a mí hermana. Recuerdos de cuando éramos pequeñas llegaron a mí mente, uno tras otro.

Yo jugando con ella, enseñándole matemáticas, a montar en la bici. Contándole cuentos en las noches, preparándole el desayuno y la cena, peinando su larga melena. Dejándola llorar en mi hombro cuando tuvo su primera desilusión amorosa. Ella regalándome la postal del día de la madre porque Aris no había aparecido ese día por casa...

Todo se podía resumir bien corto. Siempre fuimos ella y yo contra el mundo y nadie podía venir a decirnos que le quitara la vida a mi tesoro más preciado.

- Siete...

Otro recuerdo vino a mí mente, ésta vez Yoongi era el que aparecía en él. Se había convertido en mi familia, deseé en ese momento haberlo conocido antes, de pasar más tiempo junto a él. De abrazarle un poco más fuerte antes de marcharme.

- Cinco...

Lucas, Sunha, Taeyong, incluso Celine. Todos ellos tenían un lugar especial en mi corazón.

Mark y Johnny también eran considerados importantes para mí.

- Cuatro...

Llegué al punto donde veía al chico que me gustaba.

Ese que tenía nombre y apellido, unos ojos hermosos, un caos en la cabeza y un desmadre con su existencia.

Jungkook.

- Tres...

Pero la vida pasaba. No había motivo para molestarse o deprimirse sobre las cosas que no podíamos controlar o cambiar.

- Dos...

Observé la hoja metálica en mis manos, podía ver mi reflejo.

El reflejo de una chica que estaba rota pero que iba a dar su vida por la persona que más amaba.

- Uno...

Las lágrimas siguieron corriendo por mis mejillas, entonces volví a mirar a mí hermana, dándome cuenta que las dos habíamos decidido lo mismo; terminar con éste martirio juntas.

Ambas caímos desplomadas al suelo sosteniendo en nuestras manos el arma ensangrentada con la que habíamos apuñalado nuestro propio cuerpo. Sentía que la vida se me iba y que sería la última vez que vería esos hermosos ojos verdes esmeralda. Podía percibir su dolor y sufrimiento, ambas estábamos agonizando.

Pero incluso en esa maldita agonía, nos arrastramos hasta tomarnos de las manos y entrelazamos nuestros dedos, tratando que con ese simple toque pudiéramos transmitirnos todo lo que no podíamos decirnos.

Sin dudas hay que aprender que el tiempo no es eterno para nosotros. Que no tenemos todo el tiempo del mundo. Que debemos vivir como si fuésemos a morir mañana. Quizás, solo quizás, así lograremos mucho más.




Fin...





















Continuará...










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Jelou🤧

Sí, leyeron bien, ya es el fin de ésta historia.
Lloré escribiendo ésto, le tomé mucho aprecio a éstos personajes.
Pero como dije arriba, sí, continuará.

The Fate of the Shadows tendrá segunda temporada y pronto se las traeré 😁

Ahora solo espero que les halla gustado ésta historia tanto como a mí me gustó escribirla.
Gracias por el apoyo y por los mensajitos que me han dejado, me animan muchísimo.

Los amoooo💜

Y ya, nos leemos en la próxima aventura. Tengan linda noche, tomen mucha awita y pórtense bien.

Li😘

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